Disolución
En aquellos reinos en los que se establecieron los templarios los poderes cumplieron el mandato del Papa Clemente V de muy diferentes maneras.
Inglaterra
Se los encarceló preventivamente a la espera de que un concilio decidiera la cuestión. Una vez convocado, la pena que predominó fue la de reclusión indefinida en conventos, a pesar de que ninguno de los delitos parecía estar suficientemente probado. El propio Papa tuvo que enviar verdugos de Europa que practicasen la tortura pues en Inglaterra este método era prácticamente desconocido.
Alemania
En Alemania sería el concilio de 1310 en Maguncia el que trataría el problema templario. Durante su celebración el maestre provincial irrumpió acompañado de un puñado de sus caballeros fuertemente armados. El arzobispo asustado prometió interceder a favor de ellos ante el Papa y al año siguiente los absolvió, pero sus bienes y ellos mismos pasaron a integrarse en la Orden de los Caballeros Teutónicos.
Italia
Italia en aquellos tiempos se encontraba muy dividida por ello se celebraron varios concilios, Rávena, Lombardía y Toscana. Los templarios de Rávena fueron absueltos en su mayoría en 1310 pero los de Lombardía y Toscana debieron pagar por sus supuestos crímenes.
Castilla-León
Fueron apresados y se les confiscaron sus bienes, siguiendo las instrucciones marcadas por el Papa.
Portugal
Fue el contrapunto a Francia, su rey justo y caballeroso no olvidó los servicios que le habían prestado estos valientes caballeros y no se dejo intimidar por el Papa. Nunca se encarceló a los frailes al no ver las autoridades eclesiásticas motivos para ello. Finalmente en el concilio de Salamanca de 1310 se absolvió a los templarios castellanos y portugueses. Estos últimos y sus bienes pasaron a formar parte de una nueva orden creada exprofeso, la Orden de los Caballeros de Cristo, donde mantuvieron presente la cruz característica templaria que acompañaría en el futuro a Portugal en sus conquistas marítimas.
Aragón
Los templarios de Aragón conmovidos por lo que ocurría en el reino vecino de Francia, decidieron hacerse fuertes en sus castillos. Después de una serie de luchas y negociaciones los templarios fueron hechos prisioneros. En el congreso de Tarragona de 1312 a pesar de la dureza de las acusaciones se los declaró inocentes. Los caballeros pasarían a integrarse mayoritariamente en las órdenes de Calatrava y Santiago de Compostela.
Francia
Es el país donde la causa se inicio y donde se dieron los actos de mayor crueldad contra la orden. Desde 1307 estaban confinados en las mazmorras. En 1310 en el congreso celebrado en París, se les declaró culpables. Las penas variaban, algunos eran liberados sin cargos, otros se les expulsaba de la Iglesia, a otros se les imponían pequeñas penitencias y a algunos dirigentes la cadena perpetua e incluso la pena de muerte era su destino. El caso es que la mayoría de ellos se retractaron de sus confesiones que achacaron al suplicio de las injustas torturas, a pesar de que sabían que el reo que se desdecía era inexorablemente condenado a una muerte horrible. En un congreso dirigido y controlado por el rey se les declaró culpables y se les incautaron todos los bienes que pasaron a la orden de San Juan del Hospital, aunque en realidad el rey fue quien mayor beneficio saco de la operación.
Chipre
Era la sede de la orden. Allí hasta las personalidades contrarias al Temple les defienden. Por su parte los monjes aportan explicaciones razonables a sus ritos con lo que se les considera inocentes.
Escocia
En guerra con Inglaterra no tomó ninguna medida, por lo que muchos templarios franceses e ingleses se refugiaron allí, haciendo pervivir la orden durante al menos algunos siglos más. Se dice que algunos templarios lucharon al lado de Robert de Bruce contra Inglaterra.
Concilio de Vienne
La primera sesión se celebraría en 1311 y a ella asistieron muy pocas autoridades. Contrariamente a las intenciones del Papa la mayoría de los obispos estaban a favor de que se permitiese una defensa de la orden justa y de acuerdo a derecho. Sin embargo el Papa temeroso del ridículo a una posible exculpación final y de enojar a su rey, no lo quería ni pensar, y más después de exigir tortura para los templarios en medio mundo. Fue el momento de plantear una argucia legal para acabar definitivamente con la organización. Esta consistía en la disolución por vía administrativa de modo que como no iban a ser condenados, tan solo despojados de sus bienes, no necesitaban defensa. Se suprimiría la orden con sus estamentos y por fin todo se acabaría. Esta decisión estaba más que justificada, decían sus detractores, debido al escándalo creado y a las prácticas inmorales "probadas" de muchos de sus miembros.
El 3 de Abril con presencia del rey Felipe IV de Francia y su séquito se disolvió la orden. En realidad, los padres conciliares llevaban demasiado tiempo en una pequeña ciudad sin las infraestructuras necesarias para alojar un evento de tal categoría y los religiosos se hallaban profundamente incómodos sin los lujos presentes en su vida cotidiana. Así, no es de extrañar que no se negasen a poner punto y final a su particular pesadilla y las 4/5 partes de ellos votasen a favor de acabar de tal modo el concilio.
Una bula del 2 de Mayo explicaba el destino final que debían darse al patrimonio de la orden recién disuelta. En teoría, los bienes deberían de pasar a los hospitalarios, pero al final la mayoría se quedó en manos de los poderes regios y de la nobleza, exceptuando Portugal donde el rey Dionisio cedió íntegramente los bienes a la nueva Orden de Cristo.
Suplicio
Es marzo del 1314, el rey Felipe IV pretende dar por finalizado el proceso contra la Orden del Templo. El rey quiere transmitir una buena imagen. Pretende que Jaques de Molay, quien había sido su amigo y el padrino de uno de sus hijos, suplicara ante todo el pueblo de París y confesara su culpabilidad. Llegado ese momento, se le condonaría magnánimamente la pena de muerte por la de prisión permanente. Sin embargo, sus planes no salieron como él deseaba. De Molay y Geoffroy de Charnay no sólo no se retractaron sino que acusaron y ridiculizaron a los cargos eclesiásticos que ante la inesperada situación convinieron en que los maestres desdichos fueran custodiados hasta que se estudiasen las alegaciones. Sin embargo, Felipe el hermoso no estaba dispuesto a esperar más. La marcha atrás de los monjes hizo que el rey se irritase sobremanera y ordenó la ejecución para el día siguiente, obviando por completo al tribunal religioso. La escena debió ser dramática, nobles, villanos, gentes de toda clase y condición reunidos en torno a la isleta del Sena, llamada de los judíos, a la espera de presenciar el ajusticiamiento del el Gran Maestre De Molay y su mano derecha, el Preceptor de Normandía.
A la mañana siguiente se les condujo al mismo lugar y dio comienzo la ceremonia de ejecución. Para atemorizarles se les leía los cargos mientras el verdugo preparaba la hoguera. Pues ante la multitud, Jaques de Molay no solo no confesó sus pecados sino que gritó, cuando estaba atado y ardía en la pira, con una serenidad y convicción que dejó atónita a la multitud las siguientes frases:
"... En la hora de la muerte no es tiempo para mentir. Juramos por lo más sagrado que hay, que es falso cuanto se nos ha incriminado. Confesamos también que quizás seamos merecedores de la muerte por haber levantado falso testimonio contra la Orden y nuestros hermanos por complacer al rey y al Papa. Y que por grande y horroroso que sea el suplicio que vamos a sufrir, nos hemos hechos merecedores de el por la debilidad y falta de constancia que nos ha hecho difamar vilmente a nuestra orden y hermanos, tal vez así se dignará Dios a perdonar nuestros pecados...".
Los freires también defendieron la ortodoxia de la orden:
"... que siempre esta orden ha defendido con mayor celo la religión, que ha sido católica, justa y ortodoxa."
Y no dejaron de gritar mientras el fuego los consumía. Durante tan terrible suplicio y en sus últimos momentos con tanta fe e insistencia pronunciaron su inocencia y amor a Jesucristo que la gente se conmovió y muchos lloraron, e incluso hubo quien intentó salvarles de las llamas, cuando ya era tarde. Hubo quien recogió sus cenizas, aun calientes, como si reliquias de Santo se tratase.
Pero los templarios, aullando de dolor, clamaron venganza y emplazaron a sus asesinos, a saber, al Papa, al rey, a los priores de Montefalcon y Nofe Dei y el ministro de hacienda a encontrarse muy pronto ante el Tribunal de Dios.
La leyenda cuenta que aquella misma noche varios templarios y albañiles recogieron las cenizas de la ejecución y la arrojaron contra el palacio del rey, pronunciando el Machenach, al igual que lo habían hecho los constructores del templo de Salomón cuando fue asesinado Hiram de Tiro, constructor del Templo de Salomón.
La Maldición
Godofredo de Paris, cronista de la ejecución del último Gran Maestre templario, cuenta que éste, en su momento postrero, declaró:
"Por los menos dejad que junte un poco las manos para elevar mi plegaria a Dios; es un momento adecuado ya que voy a morir, sabe bien Dios que injustamente. Pronto caerá la desgracia sobre los que nos condenan injustamente. Dios vengará nuestra muerte y con esta convicción muero."
Al poco la profecía se cumplió.
- Clemente V: Moriría 37 días después de la ejecución debido a problemas intestinales, el 20 de abril.
- Felipe IV: Fallecería paralítico en Fontaineblau al caer de su montura, el 29 de noviembre.
- Nogaret: No acabaría tampoco el año, pereciendo de forma misteriosa.
- Esquieu de Floryan: Murió apuñalado en una reyerta callejera.
- Gerardo Laverna y Bernardo de Pelet traidores templarios, morirían ahorcados acusados de numerosos delitos.
- Engüeran de Marigny: El ministro favorito del rey, moriría ahorcado víctima de viejas rencillas.
- Felipe de Marigny: Obispo de Sens y que como tal llevó a 54 templarios a la hoguera, sería ejecutado igualmente.
Dicen que durante la revolución francesa, cuando el cuerpo de Luis XVI yacía decapitado, alguien de entre el público untó sus dedos en la sangre del rey y salpicando con ella a la multitud gritó:
¡Yo te bautizo, pueblo, en nombre de la libertad y de Jacques de Molay!
También se cuenta que cuando el gentío sublevado se dirigía al Louvre y a la Nôtre Dame, un hombre vestido con mantón negro perseguía a los sacerdotes a sablazo limpio y cada vez que alcanzaba a uno gritaba:
"Esto por los albigenses, y esto por los templarios".
Una mano invisible dirige al populacho...
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