miércoles, 30 de septiembre de 2009

Pensamiento Mínimo

DIOS es un concepto que mide el MIEDO.

El Origen de la Religión I

Sobre el origen de la religión en la historia humana se podría escribir un grueso volumen, porque las teorías que pretenden instruirnos sobre este tema son múltiples. Pero también nos podemos contentar con unas pocas líneas, puesto que científicamente, no sabemos apenas nada. No podemos exponer aquí todos los numerosos sistemas --mezclas inextricables de observaciones, hipótesis, explicaciones y juicios de valor-- que han sido propuestos desde hace un siglo, aproximadamente: naturismo, manismo, animismo y preanimismo, totemismo, magismo y premagismo, neonaturismo, sociologismo, etc. Sistemas que se entrecruzan o que, por el contrario, se subdividen en mil combinaciones y de los cuales los más importantes conocen uno tras otro el éxito, la decadencia y el renacimiento bajo formas rejuvenecidas. Sin duda alguna, será más útil, después de haber denunciado algunas ilusiones comunes a la mayor parte de estos sistemas, indicar rápidamente cuáles son las principales conclusiones, sobre todo negativas, que permite formular el estado actual de las investigaciones.

ILUSIONES COMUNES A NUMEROSOS SISTEMAS

¿CUÁL FUE LA ACTIVIDAD PSÍQUICA DE LOS PRIMEROS HOMBRES?

Una primera ilusión --que es necesario tener en cuenta, puesto que todavía no se ha disipado-- consiste en creer que es posible llegar a establecer, científicamente lo que fueron, desde el punto de vista religioso, las primeras generaciones humanas.

Los dos caminos principales por los que nos remontamos hacia nuestros orígenes son, en efecto, la etnología (ayudada por el folklore) y la prehistoria. Y cuanto más progresan estas ciencias, sea por exploraciones o descubrimientos, sea por el perfeccionamiento de sus métodos, más nos comunican el sentimiento de que nuestro más lejano pasado permanece, en su singularidad misma, inalcanzable.

Los verdaderamente más primitivos entre los «primitivos» que la etnología elige como presa propia, sólo lo son en sentido muy relativo. «Sabemos indudablemente un buen número de cosas sobre la situación social de los salvajes actuantes y de ayer, pero lo ignoramos todo sobre la sociedad resolutamente primitiva. En todas partes encontramos culturas ya complejas, resultado de una evolución quizá larga y probablemente también de numerosas mezclas. Y aunque tal pueblo fuera el testimonio retrasado de lo que fuera la cultura absolutamente primitiva, sólo nos podría entregar esta cultura a nuestra observación en un estado que no permitiría su reconocimiento. Pues los elementos espirituales no se conservan de la misma manera que los fósiles: sea como consecuencia de cierta impotencia congénita o de circunstancias desgraciadas, geográficas y demás, un pueblo que no progresa, regresa, y, al no avanzar, retrocede; si la infancia no da paso a la madurez, se cambia en infantilismo, lo que es una forma de senilidad. Por lo tanto, es conveniente desconfiar de fórmulas como éstas: «África, caja de conserva de la humanidad primitiva», o: «Australia, museo del pasado humano». De todas maneras, debemos reconocerlo con Joseph Huby: «Ni los pigmeos, ni los australianos del Sureste, ni los bantúes sabrían informarnos evidentemente sobre la mentalidad del primer hombre».

En cuanto a la prehistoria, por numerosos e interesantes que sean los documentos de los que dispone, están inicios de remontarnos hasta la primerísima edad de la humanidad. Si es necesario creer a Henri Breuil, entre esta primerísima edad y la aparición de las razas que conocemos un poco, han podido pasar centenares de millares de años. Y, ¿qué es lo que sabemos, por ejemplo, de la humanidad del chellense, sino que ha existido, puesto que talló piedras? ¿Qué informaciones puede proporcionarnos la mandíbula de Heidelberg sobre la mentalidad del hombre al que perteneció?

PROBLEMA INSOLUBLE

Cualesquiera que sean las inducciones y las hipótesis que es posible hacer, el problema de los orígenes absolutos es, pues, aquí insoluble. Jamás podremos decir que la más antigua manifestación humana que podamos alcanzar o reconstruir por la etnología sea la que equivale a la humanidad primitiva, y, paralelamente, los más antiguos testimonios prehistóricos en los que podamos captar con cierta certeza las huellas de la actividad psíquica de los antiguos hombres dejarán siempre tras ellas un inmenso pasado tenebroso.

EL MITO DE LO PRIMITIVO

Hay todavía una segunda ilusión también frecuente. Se imagina que podemos obtener un resultado serio reuniendo desordenadamente una serie de datos observados en los pueblos más diversos, hasta llegar a componer un cuadro sintético. Este método, o más bien esta ausencia de método, vicia la mayor parte de los sistemas que se han elaborado desde hace un siglo. So pretexto de que la etnología es la ciencia de los pueblos que no tienen historia, se ha creído estar durante largo tiempo autorizado a tratarla como una simple ciencia natural, sin preocupación alguna de orden histórico. Se ha representado excesivamente a los primitivos --«ese gran proletariado de la historia de las religiones»-- como una masa homogénea, y apenas si, para mayor claridad de la exposición, se introducía, a veces, en su estudio algunas divisiones y clasificaciones sumarias. De esta manera, Sir J. G. Frazer, estudiando el culto del cielo en África divide su trabajo en cuatro partes, que se refieren sucesivamente al África Oriental, al valle del Congo, al África del Sur y al África Occidental.

ESQUEMAS ARBITRARIOS

Así, si el etnólogo quería, más allá de la simple exposición de hechos actuales, introducir en ellos algún orden de sucesión, reconstruir, por ejemplo, los orígenes de la religión y su evolución posterior, se veía reducido a dejarse guiar por algunas verosimilitudes psicológicas --determinadas las más de las veces, como lo veremos, por una ideología--. Este fue el famoso esquema de Augusto Comte, imponiendo la ley de los «tres estados», teológico, metafísico y positivo. Después de otros vino el esquema más complicado de Lubbock, sometido a diversas modificaciones: ateísmo, fetichismo, totemismo, chamanismo, antropomorfismo, teísmo... Para Frazer, toda la historia de la humanidad se explica por una marcha hacia lo abstracto y lo general: la ciencia y la religión son dos grandes hipótesis sobre el universo, hipótesis materialista e hipótesis espiritual, y la una y la otra han progresado paralelamente por una simplificación y unificación graduales: «De la misma manera que la hipótesis materialista ha reducido los aspectos innumerables de la materia a una solo sustancia, el hidrógeno, la hipótesis espiritualista ha resumido los innumerables espíritus en un Dios único.

ESCUELAS HISTÓRICAS

Desde principios de este siglo, aproximadamente, nuevas escuelas reaccionan contra este subjetivismo. A pesar de las profundas divergencias que existen en la inspiración de las diferentes escuelas, lo que las emparenta entre sí, tanto en el método como en los resultados, es una preocupación común por introducir la historia en el interior de la etnología. Prohibiéndose a sí mismas el aislamiento de cada elemento cultural del todo que debe explicarlo, tratan de determinar, por criterios tan objetivos como sea posible, vínculos de sucesión y de dependencia entre conjuntos culturales previamente distinguidos. Podemos, por lo tanto, designarlas con el nombre común de escuelas históricas: escuela alemana, de donde surgieron los primeros manifiestos en favor del «método histórico-cultural» (Ratzel, Frobenius, Graebner, Ankermann); escuela austríaca, que se esforzaba, al mismo tiempo, en aumentar el rigor del método y el alcance de las conclusiones que permite alcanzar (Schmidt, Gusinde, Koppers, Schebosta); escuela inglesa, cada vez más «difusionista» (Maitland, Rivers, Elliot Smith); escuela americana, menos inclinadas a las grandes síntesis y más sensible a los fenómenos de convergencia (Boas, Dixon, Goldenweisser, Radin, Lowie). Francia no está aquí muy representada, quizá como sugería Georges Montandon, porque al genio latino le repugna más la idea de culturas heterogéneas. De hecho, la reacción contra las opiniones de la etnología clásica siguió sobre todo los caminos menos afortunados del sociologismo durkheimiano.

IDEOLOGÍA RACIONALISTA

La ideología que con más frecuencia presidió los trabajos de los teóricos de la etnología religiosa estaba formada de dos elementos principales: una creencia en el progreso uniforme y continuo, puesta al servicio de un ideal racionalista. Por lo tanto, estaba sobrentendido que, de una parte, la religión debió de comenzar por alguna representación muy rudimentaria y muy grosera, para llegar, poco a poco, bajo la influencia conjugada del desarrollo mental y del desarrollo social, a formas superiores tales como el monoteísmo. Y, de otra parte, el único progreso verdadero debía consistir en la eliminación de toda religión o, al menos, de lo que el común de los hombres entiende por esta palabra, por una razón adulta y plenamente consciente.

El punto de partida, según los sistemas de este tipo, puede variar e ir de extremo a extremo. Para la etnología clásica, había, que buscarlo en algún error, en alguna hipótesis demasiado precipitada de la razón todavía sin experiencia alguna. Según otros, la religión nacía, por el contrario, de una actividad totalmente diferente de la actividad racional: Durkheim habla de un pensamiento colectivo que alcanza su paroxismo en las fases de exaltación de todo el conjunto del clan; Lévy-Brühl (cuya teoría a veces se exagera) hace intervenir una «mentalidad primitiva» operadora de concepciones «místicas», que serán rechazadas, si no extirpadas radicalmente por la civilización. Pero sea cual sea la manera como se expliquen los primeros pasos del hombre en el amplio campo de la religión, hay acuerdo en pensar que todo depende de estos tres primeros pasos: por ellos hay que juzgar todo lo demás; que ningún valor verdaderamente nuevo surge durante el proceso; que las numerosas transformaciones que se operan en las formas religiosas, sólo constituyen una exploración diversa del mismo dato inicial. Si este dato es falso o inconsciente, todo lo demás también lo es. La vieja idea de Augusto Comte es así resucitada, la idea de una edad al fin positiva, o, como decía Brunschvicg, de un advenimiento del homo sapiens que hace desaparecer al home religiosus. La forma de pensamiento que supone la religión corresponde a un estadio de infancia; la religión, por lo tanto, no es más eterna de lo que lo es, por ejemplo, en la historia de las sociedades humanas, una institución como la nación armada; se sobrevive a sí misma en su inevitable decadencia, pero llegará un día en el que la ciencia, al explicarlo todo por media de leyes positivas, definitivamente dará cuenta de allá.

LA ILUSIÓN DE LO «ELEMENTAL»

No es este lugar oportuno para criticar la metafísica subyacente en tales explicaciones. Bastará comprobar en el plano fenomenológico la ilusión que tales explicaciones suponen. Nos figuramos que la determinación científica de lo que fuera la primera religión --si la suponemos posible-- permite hacer un juicio de valor sobre la religión misma, en su esencia, y la variedad de formas que reviste en la historia. Y, en consecuencia, se cree que se puede resolver todo el problema religioso con las solas luces de la etnología. De esta manera, Taylor, poniendo ante todo la idea del alma, formada en el espíritu de un salvaje por una interpretación ingenua de fenómenos tales como los sueños o los síncopes, sólo veía en las grandes religiones históricas un animismo transformado, gravado por la misma falta originalidad, si se puede decir, que las supersticiones primitivas sobre las almas de los muertos o los espíritus de la naturaleza. De esta manera, Loisy (más matizado ordinariamente), después de haber creído comprobar en el origen de todas las prácticas de sacrificios una operación puramente mágica, concluye que la «idea de la satisfacción por el sacrificio, a pesar del refinamiento y de la atenuación que en ciertos cultos se ha aportado por moralizarla, en el fondo sólo es una garantía mágica. Y así es cómo Durkheim eligió adrede este título para su famosa obra las formas elementales de la vida religiosa. Editor de Hamelin, sabe que los «elementos de la representación un son los principios esenciales de la religión y alga así como sus categorías permanentes; semejantemente, las formas elementales de la religión serán al mismo tiempo sus formas primitivas, rudimentarias y las formas esenciales, constitutivas.

FRACASO DEL EVOLUCIONISMO SIMPLISTA

Posición tan paradójica que son muy pocos los autores capaces de mantenerla hasta el fin. Desde Comte, que instituye una religión «positiva», hasta Durkheim, proclamando con una nueva paradoja que «si la religión no puede existir sin cierto delirio, este delirio está bien fundado», o hasta Lévy-Brühl, que esboza tímidamente una rehabilitación de las fuerzas oscuras del espíritu que desorientan al pensamiento crítico, asistimos a varios «arrepentimientos» muy instructivos. Evolucionismo tan sumamente simple, que está totalmente pasado de moda, incluso en el estudio de la vida material. Ilusión contra la que numerosos psicólogos, historiadores y filósofos, por otra parte independientes entre sí y con frecuencia opuestos los unos a los otros, reaccionan unánimemente. Preocupados de captar el hecho religioso en lo que tiene de específico, rechazan la primacía, y con mayor razón el monopolio de la etnología, de la sociología o de la economía. Ya para el nacimiento de la religión, ya para sus manifestaciones posteriores, se niegan a confundir orden de aparición y encadenamiento causal. Estiman que en el terreno religioso, como en otros, y quizá más, cada nueva forma de vida o de pensamiento debe ser escrutada en sí misma; que en la historia del pensamiento humano hay no sólo complicaciones superficiales y simulaciones de un principio que permanece inmutable, sino verdaderas «invenciones», que «lo que se transforma o sublime es alga distinto» (L. Brunschvicg); que las grandes personalidades religiosas --profetas, fundadores, místicos, reformadores-- desempeñan un papel que no es posible menospreciar, de tal manera que el juicio que se ha creído poder emitir sobre el punto de partida presumido no puede decidir en ningún caso del juicio que hay que formar sobre el punto de llegada.

Por lo demás, como en todos los dominios, ¿no es un hecho de experiencia que los principios, humildes y poco diferenciados, dejan adivinar difícilmente lo que encierran de original? En la mayoría de los casos, sólo se podrá decidir teniendo en cuenta sus desenvolvimientos posteriores. Esto es verdad en las especies biológicas, particularmente en lo que se refiere a la especie humana «la solución científica del problema humano, dice con toda justicia Teilhard de Chardin, no se determinará por el estudio de los fósiles, sino por una consideración más atenta de las propiedades y de las posibilidades que en el hombre actual permiten prever el hombre de mañana» 9 e iluminan, en el mismo instante, por retrospección, al hombre del pasado. Durkheim lo reconoce también expresamente en lo que se refiere a las instituciones sociales: «Para comprender bien una institución, es bueno con frecuencia seguirla hasta las fases avanzadas de su evolución, pues, a voces, cuando está plenamente desarrollada es cuando aparece su significación verdadera con más claridad». No deja de ser grato leer una observación semejante en la obra misma en la que Durkheim pretende explicarnos las realidades espirituales, y hasta la misma esencia del cristianismo contemporáneo, para el totemismo de los Arunta.

FILOSOFÍAS SUBYACENTES

Es necesario señalar, en fin, una cuarta ilusión, que no está menos difundida. Hace poco se formulaba un juicio dogmático sobre la religión según el solo estudio de su pasado lejano desde el punto de vista empírico. Ahora, por una confusión inversa, aunque casi siempre conjugada con la precedente, es este mismo estudio el que creyéndose empírico está dominado por puntos de vista dogmáticos que le imponen sus resultados. Se cree exponer los orígenes de la religión según los hechos, por un método estrictamente objetivo, mientras que, sin saberlo, se construye un sistema. No sólo el origen «histórico» y el origen «psicológico» de la religión son tratados al mismo tiempo, sino que uno y otro son explicados en función de una filosofía que se ha construido siguiendo otros caminos distintos.

Sin duda alguna, la cosa no es totalmente ilegítima, y hasta es imposible proceder por completo de otra manera. El hecho científico no es jamás un hecho bruto, hay una fecundación mutua de la teoría y de la experiencia, o de lo que hace sus veces, y si es verdad que ningún método puede vanagloriarse de ser objetivo por completo, la observación se aplica aquí al máximo. Lo único esencial sería advertirlo. Pero se podría demostrar cómo las variaciones de los sistemas sobre el origen de la idea de Dios, a lo larga del siglo XIX, han seguido regularmente otra serie de variaciones, comprobables en el campo de la filosofía general o de las «tendencias espirituales». El tradicionalismo, la psicología asociacionista, el evolucionismo spenceriano, el dinamismo materialista a lo Büchner, el marxismo, el sociologismo durkheimiano, etc., encuentran cada uno a su vez su fiel imagen en la descripción del hecho religioso original y de su evolución. Schmidt, con perspicacia, lo hizo notar para algunos sistemas. Quizá hubiese podido dar un ejemplo más, aunque no de tanta fuerza como otros, sacado de sus propias doctrinas.

EL «A PRIORI» DEL MARXISMOLENINISMO

Ninguno como el marxismo-leninismo sucumbe en todo caso ante esta última ilusión. De acuerdo con la tesis fundamental del materialismo histórico, ha resuelto por adelantado explicar el origen de la religión como un «reflejo fantástico que surge en la conciencia social a consecuencia de un sentimiento de imperfección y de impotencia», sentimiento a su vez nacido de la flaqueza de medios técnicos de que dispone el hombre primitiva. Aun cuando se apoyara en una exégesis correcta del pensamiento de Marx, nada sería tan estrechamente sistemático como semejante explicación. Lo que no impide que aquellos que nos la proponen concluyan: «El marxismo leninista estudia los hechos dados, y sólo deduce sus conclusiones de esos datos.»

RESUMEN

En resumen: creer que la ciencia puede alcanzar los principios mismos de la humanidad; creer que es posible determinar a fuerza de inducciones psicológicas cuáles son actualmente las poblaciones más primitivas y cuáles fueron las más primitivas entre las formas religiosas que se ofrecen a la observación; creer que lo primitivo o lo rudimentario equivale a lo esencial y a lo fundamental; creer, en fin, que se hace ciencia para cuando se aplica un sistema, tales son, en dosis más o menos fuertes, según los casos, las cuatro ilusiones que actualmente están todavía lo bastante extendidas entre los sabios que se entregan al estudio de la religión para que valiese la pena señalarlas.

Desde luego, no se trata de lanzar una piedra a los sabios, algunas veces ilustres, que fueron víctimas de estas ilusiones. Era casi inevitable que una ciencia joven tuviese en sus principios ambiciones desmesuradas y que despertara esperanzas quiméricas. Era imposible que en su primera fase contara con un método seguro. Nacida en el siglo del evolucionismo, era natural que adoptase instintivamente, al mismo tiempo que las intuiciones exactas, los esquemas más simplistas. En fin, como toda disciplina positiva, necesitó tiempo para desprenderse de la metafísica, dispuesta a volver a la metafísica, pero plenamente consciente y sin confusión de métodos. A través de tantas teorías frágiles, la ciencia, por otra parte ha progresado. Pero sus progresos sólo serán decisivos si se libera de ilusiones que la madurez no consiente ya. Basta con advertirlo para darse cuenta de que no es en el campo de la etnología o de la prehistoria y sobre la cuestión científica de los orígenes donde puede librarse una lucha decisiva acerca de la religión. Pero esto es lo que no han visto los escritores leninistas, que, bastante perspicaces para criticar las síntesis del «racionalismo burgués» y su ideología superficial, creen aún, sin embargo, que el estudio de la «religión primitiva» les proporcionará «la clave» del problema religioso.

DISCUSIÓN DE ALGUNOS PUNTOS IMPORTANTES

¿Quiere esto decir que nada puede ser establecido sobre nuestros orígenes religiosos, que tenga cierto alcance? En absoluto. Los progresos realizados desde hace cuarenta años en el método etnológico, así como el enriquecimiento considerable de una documentación que no deja de aumentar, permiten desde ahora, si no aportar soluciones definitivas, al menos rechazar ciertas afirmaciones falsas o arbitrarias. Una base más sólida y más amplia se ofrece así a las hipótesis históricas, igual que una materia más rica a las interpretaciones de la psicología religiosa y de la metafísica.

ARBITRARIEDAD DE LA TESIS SOBRE UNA FASE ARRELIGIOSA

En primer lugar, ¿es necesario colocar al principio de la historia un período totalmente arreligioso? La tesis fue sostenida antaño por Lubbock, al mismo tiempo que la tesis de la promiscuidad primitiva de los sexos. Extraña ver cómo actualmente tanto una tesis como otra son todavía defendidas. Tratada con toda justicia, ya en 1909, por A. Van Gennep, de fantástica, la teoría de la promiscuidad de los sexos, ha sido destruida por la crítica detallada a la que la sometió Edward Westermarck, en la segunda edición de su gran Historia del matrimonio. En cuanto a la suposición de una ausencia total de religión en los primitivas, Lubbock alegaba en su favor el ejemplo de algunas tribus particularmente groseras. Pero, uno a uno, estos ejemplos (que no hubieran probado gran cosa) resultaron falsos. Recientemente, pueblos que eran considerados ateos han revelado a observadores más pacientes creencias que no se sospechaban en ellos. Las informaciones circunstanciales de Strehlow sobre los Arunta de Australia Central contradicen las negaciones demasiado precipitadas de Spencer y de Gillen, y los yaganes de la Tierra del Fuego, en oposición a las afirmaciones de Darwin reproducidas por Frazer, han sido considerados, sin ninguna duda, como pueblos religiosos por Gusinde y Koppers.

Faltando el apoyo de la etnología, algunos recurren a la prehistoria. Antes de la edad de las cavernas, dicen, «nada se ha encontrado que pruebe que existía la religión». La cosa está clara. Pero este argumento negativo no tiene ningún alcance, porque ningún documento nos informa sobre la actividad espiritual de los hombres en esa edad anterior. No hay más razones para negar toda religión que para postular entre ellos, por ejemplo, el monoteísmo. No especulemos, como ya se ha hecho, sobre la religión del signatorio: sería, por lo menos, prematura. En todo caso, desde el período musteriense, el primero del que tenemos restos humanos un poco completes, la atención prestada a la sepultura atestigua un orden de preocupaciones que es difícil de poner en claro, pero que pueden, al menos en sentido amplio, llamarse religiosas.

El leninismo concede una gran importancia a 1a afirmación de una primera fase completamente arreligiosa de la humanidad, porque espera encontrar en ello una prueba de que la religión no responde a una necesidad esencial de la naturaleza humana, sino solamente a un estado transitorio de 1a sociedad. Por esta misma razón se opone a la teoría freudiana cuyo error, pretende, es «transformar una categoría histórica y social en una categoría eterna y biológica», y que ha hecho así de la religión, quiérase o no, un fenómeno inherente a la humanidad Pero lejos de ser los hechos reales los que originan la tesis, está claro que es la tesis la que dirige la afirmación de los hechos.

martes, 29 de septiembre de 2009

Pensamiento Mínimo

Se puede aprender mucho sobre el amor en el cine... si no nos distrae la película.

Ligera Aproximación al Vudú

El vudú tiene sus propios sacerdotes (houngans) y sacerdotisas (mambos). Como el cristiano y el judaísmo, es una religión monoteísta, que reconoce a un sólo Dios, creador del Universo y de todo cuanto existe.

Hubo un tiempo en que se practicaba el canibalismo y se adoraba a la serpiente, aunque el significado del canibalismo, todo hay que decirlo, nada tiene que ver con el origen del vudú. De acuerdo a las creencias de los pueblos precolombinos, el ritual del canibalismo estaba emparentado con la energía que proporcionaba cada una de las partes de un cadáver, directamente relacionadas con sus dioses. El vudú, al tratarse de una asociación entre el catolicismo y los ritos afroamericanos, adoptó el sacrificio de las vidas humanas aceptado por sus antecesores (la práctica del vudú tiene su máximo exponente en Haití). Por este motivo comenzaron a honrar a sus santos (loas) junto al ritual de la sangre.

Muchos consideran que los practicantes del vudú (vuduistas) tienen conocimientos esotéricos y poderes curativos o malignos. Ahora veremos la realidad de ello.

Extraña mezcla

Aquellos que practican este concepto místico-religioso jamás revelan sus secretos. El porqué está claro. Los vuduistas practican el culto a la serpiente, los sacrificios de animales, la promiscuidad sexual, la magia negra y el misticismo; una especie de amalgama que respeta las fiestas religiosas del año cristiano. Es una mezcla extraña, poderosa e incomprensiva, que nadie quiere desvelar por temor a que los conocimientos se dispersen más de lo debido y porque hay quienes consideran que estas ceremonias religiosas son una práctica de incultos, ingenuos o de locos.

Héctor García Vázquez, un conocido periodista mexicano, aclaró por qué algunas de las religiones asentadas en Centroamérica habían sido practicantes de ritos, como el mentado canibalismo. “La cultura del europeo católico nunca ha llegado a comprender por qué los aztecas, los mayas, los toltecas y los mixteco-zapotecos, que vivían en las tierras de Oaxaca, idolatraban falos de demonios o se comían los despejos de sus enemigos. Las Guerras Floridas no fueron actos de canibalismo salvaje para saciar el hambre, como muchos historiadores han apuntado. Durante ese tiempo, los pueblos precolombinos se preciaban de tener una variada y exquisita comida. En los sacrificios a sus enemigos, los guerreros victoriosos se comían los brazos y las piernas del muerto para que éste les transmitiera su fortaleza; los recién casados se comían los genitales para aumentar su capacidad de reproducción; y a los sacerdotes les correspondían los sesos. Los pedazos restantes se arrojaban a la multitud. Estos pueblos pensaban que si interrumpían los sacrificios morirían por mandato de Dios y no alcanzarían el tan esperado Quinto Sol, que aparecía cada cincuenta y dos años“. De esta cultura el vudú heredó las costumbres antropófagas.

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Al margen, la historia del vudú comienza con su aparición en América en 1700, importada por los negros africanos, gracias al masivo tráfico de esclavos que se produjo por aquella época. Muy pronto, Nueva Orleans se hizo famosa por el culto vuduista. No había leyes en su contra. En 1885, el periódico americano “Daily Crescent” publicó una entrevista realizada a una sacerdotisa y sus seguidores, donde se leía lo siguiente: “Se sabe que no sólo negros, sino mujeres blancas, algunas de ellas jóvenes y hermosas, pertenecen a esta institución“. Fue el primer indicio de la expansión de esta religión entre un gran número de personas. Hoy en día más de una tercera parte de los vuduistas son blancos.

Como en otras ocasiones, alrededor del vudú ha nacido un gran negocio basado en la venta de polvos, hierbas, inciensos, velas y un gran número de objetos relacionados con su práctica. En Estados Unidos hay barrios negros con tiendas y almacenes que venden productos vudús. En la calle South Rampart Street, de Nueva Orleans, es posible adquirir estos productos, amén de contratar los servicios de un dyok, por medio de la venta ambulante. En España se pueden comprar en los bazares de brujos.

Juan Bosch y Miguel G. Aracil, de la revista esotérica “Ritos” definen así el concepto de vudú: “Es una religión -empieza Aracil- en la cual los oficiantes invocan a los espíritus, que entran o penetran en los asistentes, los cuales adquieren un poder para hacer umbandas (curaciones) o kimbandas (maleficios). El clásico vudú, el de clavar alfileres en muñecos, no es la única realidad. Otros sincronismos, como el vudú de la Corte Real, nos hablan de invocar espíritus de difuntos, para acometer pactos con ellos, cuando el cuerpo todavía está caliente. Esto, al contrario de lo que algunos puedan pensar, no es nada extraño: también el catolicísimo establece pactos con santos, que no dejan de ser personas fallecidas. ¿Son negativos estos pactos? El vudú no es necesariamente maligno. Hay trabajos vudús, realizados con muñecos, que son medicinales“. Por su parte, Juan Bosch, muestra un muñeco vudú y cuenta: “Una vez estuve en un ritual iniciático. Recuerdo que me encerraron en una cabaña durante tres días, casi sin comer y a oscuras, y sin poder hablar con nadie. Después me trasladaron, desnudo, a otra cabaña en la que había un palmo de sangre en el suelo. Allí me arrojaron más sangre por encima, pringándome todo el cuerpo, con la finalidad de darme más fuerza, poder y protección contra los espíritus malignos, ese era el significado del ritual. Luego me obligaron a girar y noté una especie de energía que entraba dentro de mi cuerpo. Tuve la sensación de que algo me agarrotaba las manos y me poseía, pero me dijeron que estaba todo controlado. Del resto del rito está prohibido hablar, pero diré que establecí un pacto. Este muñequito de madera, extraño por el material, me lo llevé de recuerdo. Tras esa experiencia, sólo añadiré que éste no es un tema para tomárselo a broma. Son los que no creen en el vudú quienes no están protegidos e indefensos ante la magia“.

Las muñecas vudú son el medio gracias al cual el pensamiento es transmitido con éxito. La muñeca es el instrumento con el que se establece el contacto directo entre el sacerdote, o la sacerdotisa, y la persona a la que se quiere enfermar, herir o incluso matar.

Las muñecas vudús más poderosas y efectivas son las que están fabricadas por el vuduista; aunque en algunos establecimientos se pueden adquirir, muchas de ellas en cera. Se confeccionan con cosas que conservan las vibraciones de la persona representada: objetos personales y prendas de vestir que servirán para cubrir la parte exterior de la muñeca. El interior puede ser de cera, manteca, papel, masa de pan, hierbas de eupatorio, y en él se pueden pegar ciertas partes del cuerpo del afectado: trocitos de uña, cabello, piel…

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Mientras se está fabricando se debe sacrificar a un animal y untar con su sangre fresca el relleno de la muñeca. Si la víctima es una mujer, algunos vuduistas usan la sangre de su menstruación. Cuando la muñeca está lista se ha de concentrar la imagen mental del afectado en ella.

Si se desea hacer el mal sobre la figura, se han de clavar agujas en los puntos donde se quiere que la víctima sienta dolor. Otro método que causa bastantes molestias consiste en liar un hilo negro alrededor de la muñeca vudú.

La muñeca debe ser de cera. Esta se coloca en un horno y se deja derretir mientras se recita suavemente el nombre de la víctima. Mientras arde, se pincha una y otra vez con alfileres. Con este sistema la víctima sufre unos dolores atroces, llegando a morir si la figura se consume del todo“. El método de la muñeca en el jarro es otro de los sortilegios más antiguos. “Consiste en introducir la muñeca en un jarrón de porcelana marrón, que luego se cierra firmemente y se deposita en la tumba de un cementerio”. El enemigo representado por la muñeca muere a los nueve meses.

La sangre de cerdo

Algunos de los aspectos más exóticos del vudú, se describen ahora. Por ejemplo, los vuduistas cubren todos los relojes de pared y espejos de una pared donde yace un cuerpo. Se dice que un espíritu se torna muy destructor ante estos dos objetos.

Si una muchacha virgen muere, su cuerpo es lavado cuidadosamente por una mambo, que deberá desflorararla, con el dedo o con cualquier objeto, antes de enterrarla.

La mayoría de los altares vudús tienen un gran falo de madera. Se utiliza para los casos en que alguien cae poseído. Una mujer también puede usarlo como estimulante sexual mientras danza alocadamente.

En las ceremonias se sacrifican cerdos porque su sangre caliente se considera sagrada. Se toma un juramento de eterno silencio a medida que cada participante bebe un poco de la sangre del animal. Se dice que cualquiera que rompa el juramento muere pronto o sufre horribles consecuencias.

Se cree que un individuo negro que huela a eucalipto ha nacido del cruce entre un hombre y un caballo.

Los vuduistas ofrecen a los espíritus innumerables cosas: ron, whisky, mujeres, y todo aquello que ellos consideran que es bueno.

Algunos practicantes del vudú tienen una esposa legal y varias amantes.

Es necesario entender que los muchos enigmas del vudú, ahora desvelados, tienen una lógica racional muy diferente al resto de otras religiones que se autoproclaman civilizadas y poseedoras de la verdad absoluta. Aunque como toda religión se basa en la ignorancia y en prácticas que rozan lo energúmeno.

Hechizos de amor

Cuando todo falla, los hay que recurren al vudú para conquistar a la persona deseada, o para resolver problemas que parecían no tener solución.

Afrodisiacos vudús.

Los vuduistas creen que chupar el jugo de los huesos del bacalao es uno de los mejores medios para recobrar la potencia sexual. Para ello se tiene que realizar lo que llaman un “gris-gris”, que consiste, nada menos, que en extraer los testículos de un gato y dejarlos secar durante unos cuantos días. Después, se introducen en una bolsa de gamuza y ésta, cerrada herméticamente, se cuelga del escroto del hombre durante un período no inferior a 30 días.

Un anticonceptivo sencillo.

Los que practican el vudú piensan que se puede elaborar un anticonceptivo eficaz con el agua fresca de la lluvia. El agua recogida en un vaso se ha de depositar sobre la mesita de noche antes de acostarse.

Método para las mujeres que quieren forzar a su hombre al matrimonio.

Se coge una calabaza y se vacía su contenido. Luego se rellena con patatas hervidas y pan tierno. Seguidamente, se enrolla una pastilla de jabón con las hojas enredaderas de la misma calabaza. Y, finalmente, se esconde todo cerca de la casa del hombre amado. Según los que creen en ello, esto obliga al hombre a proponer un compromiso matrimonial.

Cómo conseguir que tu mujer no te ponga los cuernos.

Para que ella se mantenga fiel hay que colocar sobre su ombligo el espinazo de cualquier pescado, mezclado con la yema de un huevo hervido. Después de tomar esta precaución, si otro hombre intenta hacérselo con tu amada, se expone a morir en un plazo de 7 días.

Para convertir a un hombre en impotente.

La mujer puede vengarse de un hombre con este rito. Lo único que debe hacer es conservar la ropa que ambos utilizaron para limpiarse después de mantener relaciones sexuales (normalmente una toalla). Se le hace entonces siete nudos y se sumerge en un río, de forma que no pueda salir a la superficie. Con esto se asegura que el hombre pierda su virilidad. La tradición vuduista dice que sólo se podrá romper el hechizo, deshaciendo los siete nudos. Pero si la prenda se extraviara, el hombre nunca más volverá a recuperar su potencia sexual.

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Vocabulario básico

  • Aizan. Velo de hojas de palma, con el que los iniciados deben cubrirse los ojos durante los rituales.
  • Asator. Tambor muy utilizado durante las ceremonias. Está revestido de ropas femeninas. Mientras suena, se sacrifican cabras a los espíritus.
  • Asson. Carraca para emplazar a los espíritus a la ceremonia en vigor.
  • Bagi. Altar que contiene los frascos, perfumes, aceites, inciensos y otros objetos sagrados.
  • Bambouche y Banda. Danzas especiales donde prevalece la promiscuidad sexual.
  • Bassin. Lago o piscina utilizados para el ritual.
  • Bocor. Médico brujo.
  • Bois. Término para designar el pene.
  • Caballo. Persona poseída.
  • Cabra sin cuernos. Sacrificio humano.
  • Canzo. Iniciación bautismal del fuego.
  • Clarín. Bebida preparada con zumo de caña de azúcar.
  • Dominicaine. Prostituta vuduista muy estimada por su experiencia en materia sexual.
  • Dyok. Mago negro.
  • Govi. Vaso sagrado que contiene el espíritu de una persona muerta.
  • Gran Mait. Dios.
  • Houngan / Zobop. Sacerdote.
  • Macandalis. Amuletos especiales que ayudan a una persona a ser clarividente.
  • Rara. Festival especial de verano.
  • Vivi. Procedimiento para expulsar al espíritu de una persona con el fin de desarrollar un zombi.
  • Wanga. Acción de magia negra contra un enemigo.
  • Zombi. Muerto viviente.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Pensamiento Mínimo

Lo terrible en cuanto a Dios, es que uno no sabe nunca si es un truco del diablo.

Descubren el Jardín del Edén

Un pastor kurdo que cuidaba su rebaño en medio del calor reinante en las llanuras turcas, buscó cobijo de los rayos del sol debajo de una solitaria morera. Estaba sentado a la sombra cuando notó que en el suelo asomaba una extraña piedra oblonga, cuya superficie lisa llamó su atención. Observando con cuidado los alrededores del árbol encontró toda una colección de piedras extrañas. Muchas de ellas tenían ángulos rectos que no son frecuentes en la naturaleza, por lo que decidió comentar con alguien su descubrimiento. Después de todo, quizás esas piedras fuesen importantes.

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Los arqueólogos han establecido que el pastor tenía toda la razón: las piedras son, sin dudas, importantes. En ese caluroso día de verano de 1994 se había realizado el mayor descubrimiento arqueológico de los últimos 50 años o, según otros, el más importante de todos los tiempos. Ese sitio ha revolucionado la forma de ver la historia de la humanidad, el origen de la religión y, quizás, incluso la verdad detrás del Jardín del Edén. Se trataría de los últimos vestigios de una "era dorada" de la Edad de Piedra, con unos 11.000 años de antigüedad. En esa zona vivían tribus de cazadores de gacelas que erigieron allí inmensos templos dedicados a las serpientes y vivieron como si estuviesen en el Jardín del Edén. Los arqueólogos sospechan que Adán realmente existió y que, en la parábola del “pecado original” hay un trasfondo histórico de verdad.

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Este debate ha subido de tono luego de que este anónimo pastor buscase un lugar para protegerse del sol. Su hallazgo se convirtió en el descubrimiento del templo más antiguo del mundo, rodeado de maravillosas construcciones megalíticas y vestigios de una "era dorada" de la Edad de Piedra, prácticamente desconocida hasta ahora. Uno de los sitios que más sorprende a los arqueólogos es el ubicado sobre una colina pelada cercana a Urfa. Sobe ella, hace siglos, se amontonaban varios templos. Hasta el momento se han desenterrado cuatro, pero se conoce la existencia de al menos dieciséis más. Varios pilares de piedra decorados con representaciones de arañas, leones y ciempiés completan el supuesto Jardín. También pueden verse, entre los escombros, la estatua de un jabalí y una cabeza humana de gran tamaño. Este sitio arqueológico se conoce como Göbekli Tepe, cuya traducción significa algo así como “Monte Ombligo”.

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Klaus Schmidt, director de las excavaciones efectuadas en Göbekli Tepe, dice que se trata de un “lugar único” con la "energía arquitectónica de un Stonehenge". Algunos de los pilares más grandes pesan 50 toneladas. Schmidt supone que este lugar alcanzará pronto fama mundial, ya que tiene el potencial de modificar muchas de nuestras creencias sobre el pasado. “Hasta ahora pensábamos que los únicos que habían construido templos y asentamientos permanentes habían sido los campesinos sedentarios", explica. Pero hicieron falta unos 500 trabajadores para levantar este lugar. Claramente, no es la obra de pastores solitarios. Para tener una idea de su importancia arqueología, en la época que se encendían fogatas y celebraban cultos sacrifícales en estos templos, aun no existía el primer pueblo campesino en la Tierra.

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«Y el Señor plantó un jardín en Edén, mirando al Este, y puso al hombre dentro». Así de inocentemente comenzó la historia. Con Adán y Eva apaciblemente sentados en medio de un parque, rodeados de árboles «de aspecto seductor». Es el principio de todos los tiempos. La historia de la Creación ha tenido una repercusión inmensa; es uno de los textos esenciales de la cristiandad. Los celtas tuvieron Avalon, el jardín de los manzanos; los griegos, la isla de los bienaventurados. Pero sólo en el Edén se llegaron a enredar pecaminosamente el sexo y el espíritu. El texto de la parábola del paraíso no ocupa más de 50 líneas en la Biblia. Pero, ¿qué significa realmente?

Recientemente se ha abierto un sorprendente debate en torno a este tema. Geólogos y expertos climáticos, que no son proclives a dejarse impresionar por el carácter revelado del «documento divino», creen que el paraíso tiene coordenadas, que era un lugar real y que el Antiguo Testamento contiene la guía que nos lleva hasta él. Sobre todo, los investigadores del Neolítico —del 12000 al 4000 antes de Cristo— sospechan que la narración del primer libro de Moisés (Génesis) tiene un fundamento real.

Más fascinante aún es la hipótesis del investigador británico David Rohl. En su éxito de ventas Legend, sitúa el jardín de las delicias de Adán en el norte de Irán, cerca del lago Urmía. Rohl basa su búsqueda en los capítulos segundo y tercero del Génesis, que hablan del jardín del Edén casi como si fuera un destino vacacional terrenal. Se mencionan puntos cardinales, así como regiones colindantes. Cuatro ríos nacen en el paraíso. Dos de ellos son el Éufrates y el Tigris, así que el curso de ambos delimita el pasillo geográfico donde Rohl lleva a cabo su búsqueda. Y parece que está siguiendo una pista de lo más prometedora: precisamente en el curso superior del Éufrates y el Tigris, allí donde según la Biblia Adán trilló por primera vez el grano de su cosecha, es donde se ha estipulado que tuvo origen la agricultura.

Fue en la región suavemente empinada que precede a las cordilleras de Tauro y Zagros, en la zona fronteriza entre

Irán, Irak y Turquía, donde tuvo lugar esta revolución cultural hace unos 11.000 años. El Homo Sapiens, hasta entonces nómada y cazador, dejó a un lado las armas de caza.

El primer granero

Los biólogos del Instituto Max Planck para la Investigación de Cultivos de Colonia han localizado el lugar exacto donde dio comienzo esta transformación y, por tanto, donde estuvo emplazado el primer granero de la humanidad. Han comparado la genética de 68 tipos de escanda moderna y han logrado retrotraerlos a una planta originaria común. Este vegetal silvestre crece todavía en las laderas del volcán apagado de Karacadag. Si Adán fue realmente el primero en comer platos cocinados con harina, tuvo que hacerlo en este lugar. Pero la historia del pecado original también coincide en los detalles con los hechos reales.

Excavaciones en Siria y en Turquía muestran los pasos que siguió el proceso de sedentarización:

— En torno al año 10000 antes de Cristo, los pueblos cazadores de la media luna fértil todavía vivían en medio de una naturaleza exuberante. Por todas partes crecía abundante hierba y había inmensos rebaños de animales.

— Alrededor de 7500 antes de Cristo, las reservas de caza se agotaron. Sólo entonces, obligados por el hambre, los hombres se agruparon en pueblos y dio comienzo la ímproba tarea del cultivo de la tierra.

Los comienzos de la cría de animales también fueron difíciles. Si bien es cierto que resultaba muy fácil capturar ovejas y cabras, estos animales salvajes sufrían una verdadera conmoción como consecuencia de la vida en cautividad. Casi todos quedaban estériles.

La comparación de los esqueletos de los cazadores de la Edad de Piedra con los de los primeros campesinos arroja los siguientes resultados:

* Los primeros granjeros trabajaban más duro, padecían enfermedades con más frecuencia y morían antes.

* Los campesinos del pueblo primigenio de Nevali Çori —en torno a 8500 antes de Cristo— atestiguan las fatigas que trajo consigo esta nueva forma de vida. Su esmalte dental era muy malo y tenían flatulencias. Porque comían, sobre todo, guisantes y lentejas. En comparación, ¡qué bella había sido la antigua vida de cazadores! Libre, sin ataduras y repleta de aventuras. En aquel entonces las gacelas y los asnos salvajes recorrían la verde campiña de la alta Mesopotamia. «Eran rebaños de 100.000 cabezas o más», explica el paleo zoólogo Joris Peters.

Cuando estas inmensas manadas cruzaban los vados poco profundos del Éufrates, las hordas de la Edad de Piedra se preparaban para librar la gran batalla. Los últimos hallazgos demuestran que en el año 12000 antes de Cristo los nómadas ya erigían asentamientos permanentes — eran depósitos para guardar carne que secaban y salaban allí—.

Una vida paradisíaca

Pero en el montañoso norte de Mesopotamia, la cuna de los cereales, allí donde está ubicada también la franja de terreno donde busca Rohl, se han hecho todavía más descubrimientos. Esta zona alberga el templo más antiguo del mundo. Se trata de maravillosas construcciones megalíticas y vestigios de una Edad Dorada, prácticamente desconocida hasta ahora.

El lugar que despierta mayor asombro es una colina pelada cercana a Urfa. Antaño se apiñaban en su cumbre varios templos. Se han desenterrado cuatro y se han detectado otros 16. Han salido a la luz una serie de pilares de piedra decorados con arañas, leones y ciempiés. Entre los escombros se divisa la estatua de un jabalí y una cabeza humana de gran tamaño.

El director de las excavaciones del monumental Göbekli Tepe (Monte Ombligo), Klaus Schmidt, califica este conjunto de ejemplar único con la «energía arquitectónica de un Stonehenge». El pilar más pesado, de 50 toneladas, está en una cantera cercana. Schmidt cree que este lugar alcanzará pronto fama mundial. Porque lo asombroso es su antigüedad: este recinto sagrado fue erigido hace unos 11.000 años por cazadores y recolectores. Es un lugar primigenio, como el paraíso. «Hasta ahora se pensaba que los únicos que habían construido templos y asentamientos permanentes habían sido los campesinos sedentarios», explica el experto. Pero es que además hicieron falta de 300 a 500 canteros para levantar este tétrico Vaticano. Los trabajadores arrancaron de la roca estelas y postes totémicos. En este lugar vivían los sacerdotes. En los templos circulares ardían fogatas. En la época en que aquí se celebraban cultos sacrificiales, aún no había un solo pueblo campesino en todo el planeta Tierra.

Schmidt presenta en un libro detalles sobre la misteriosa cultura del pueblo cazador de Göbekli Tepe. Aquello era el país de Jauja y sus gentes bien podrían haber sido los padrinos de Adán y Eva.

En torno al 9000 antes de Cristo, cuando surgió este santuario, por fin volvían a soplar vientos templados en Eurasia después de más de 100.000 años de era glacial. Se anunciaba el deshielo. En la alta Mesopotamia todo germinaba y grandes áreas del paisaje comenzaban a florecer.

El pueblo de Göbekli cazaba sobre todo gacelas; bien organizados en grupos de cientos de personas, encauzaban rebaños enteros hacia los vados del Éufrates o hacia trampas en forma de V de kilómetros de largo. De este modo se apoderaban de una sola vez de toneladas de carne y pieles. Al mismo tiempo, estos ingeniosos cazadores inventaron el primer muesli energético. Bajo la beneficiosa influencia del clima suave posterior a la era glacial, crecieron en esta zona grandes campos de cereales silvestres. Expertos en el «control extenso del paisaje», en palabras de Schmidt, estos cazadores se limitaron a cerrar el paso a los prados de grano y a protegerlos de los «bocados de los animales». Después sólo tenían que recoger la cosecha. Así que este pueblo de la Edad de Piedra conseguía sin mucho esfuerzo el cereal.

Esta tierra de la dicha neolítica muestra un parecido asombroso con la patria de Adán y Eva. Es verdad que los poetas y pintores gustan de interpretar el Paraíso Terrenal como una selva virgen de naturaleza salvaje en la que los primeros seres humanos se limitaban a holgazanear. Pero lo cierto es que en el parque divino también se trabajaba, aunque eso sí, relajadamente. En el Génesis 2:15 se dice literalmente que Adán recibió el encargo de «cultivar y conservar» el Edén. Tenía que cuidar de los árboles y las plantas, como los pioneros del cultivo del cereal de Göbekli Tepe.

¿Resuena aquí un eco de tiempos pasados? ¿No será la parábola de la Biblia una noticia difusa procedente de la era dorada de la Edad de Piedra? Lo más desconcertante de todo es una plaquita de esteatita que se ha hallado entre los guijarros de este santuario montano. Mide unos cuatro centímetros de alto y tiene pinta de ser una placa identificativa. Lleva grabados dos símbolos: un árbol y una serpiente.

Pero hay más paralelismos todavía. En la búsqueda del jardín del Edén muchas de las pistas apuntan a la alta Mesopotamia:

- En el paraíso de la Biblia burbujean fuentes de agua; en la cordillera de Tauro nacen más de una docena de ríos.

- Según Ezequiel 28:14, el jardín del Edén estaba emplazado en un monte sagrado, como el Göbekli Tepe.

- La gruta del nacimiento de Abraham se encuentra en la ciudad de Urfa, apenas a dos kilómetros de distancia de este monte sacro prehistórico.

Cada vez se tienen más indicios de que el paisaje en torno a Urfa era un centro religioso «con gran peso mitológico» (Schmidt), un epicentro del desarrollo de la civilización. Ya en la fase precerámica del Neolítico se veneraba la gruta de Abraham como fuente sagrada. Allí ha aparecido la estatua de gran tamaño más antigua del mundo. Mide casi dos metros de alto y procede probablemente del décimo milenio antes de Cristo.

Un planteamiento como éste, por osado que pueda parecer, abre una nueva perspectiva sobre el que probablemente sea el fragmento más influyente del Antiguo Testamento, tantas veces alabado por su claridad, profundidad y belleza. «Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida...», nos cuenta el narrador. Este proceso mágico presenta claras analogías con el modelado de la arcilla. En Nevali Çori, a tan sólo 50 kilómetros de Göbekli Tepe, han aparecido por vez primera un gran número de figuras de arcilla cuyo origen se remonta en torno a 8500 antes de Cristo.

La polémica está servida. Para algunos, se trata del sitio donde una muy terrenal Eva convidó a Adán con la manzana que cambiaria a la humanidad. Para otros, es solo un asentamiento –quizás el más antiguo de todos- de los primeros humanos. Algunos incluso han sugerido la injerencia de culturas extraterrestres a la hora de mover las piedras que conforman las columnas del lugar. Como fuere, Göbekli Tepe está destinado a convertirse en el verdadero ombligo de la arqueología.