viernes, 26 de noviembre de 2010

Pensamiento Mínimo

Un hombre inteligente es aquel que quiere igualar mi inteligencia y se da cuenta que jamás podrá.

Logros de las Super Razas

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¿Habitaron seres humanos en las selvas que ahora nosotros vemos transformadas en carbón? ¿Conocían técnicas que resultaban imposibles en aquellas épocas? ¿Tenían conocimientos médicos que podían llegan incluso a operar a una persona? ¿Cazaron dinosaurios?

Hacia 1880, en el estado de Colorado (EE.UU), un ranchero salió a buscar carbón de un filón existente en la ladera de una colina. El cargamento que recogió procedía de un lugar situado a unos 45 metros de la boca del filón, y a unos 90, metros por debajo de la superficie. Al regresar a casa empezó a partir los trozos de carbón, y de uno de ellos saltó un dedal de hierro. O por lo menos, se parecía a un dedal, y en la localidad pronto fue conocido con el nombre de «dedal de Eva». Tenía las mismas muescas que tienen los dedales modernos. El metal se deshizo en migajas al ser manoseado por los vecinos curiosos, hasta que finalmente se perdió.

Aún admitiendo que los indios utilizaran dedales de hierro en siglos remotos, el misterio subsiste, ya que el carbón del cual procedía este objeto se formó entre el período cretácico y la era terciaria, hace unos 70 millones de años. Y según la opinión de los expertos, la humanidad no existía aún: lo más parecido a seres humanos eran unos pequeños mamíferos parecidos al lémur que vivían en los árboles. La inteligencia humana aún no había aparecido, y por supuesto no cabe hablar de metalurgia del hierro.

En 1844, otro inexplicable artefacto de hierro era sometido a una investigación cuidadosa y detallada. Un bloque de piedra de 60 cm de largo, procedente de la cantera de Kingoodie, cerca de Dundee (Escocia), estaba siendo limpiado. Un clavo de hierro enmohecido fue hallado en el punto donde la piedra y la tierra se los encontraban. El extremo puntiagudo del clavo se proyectaba poco más de un centímetro hacia la tierra, mientras que el resto reposaba sobre la superficie de la piedra, exceptuando los últimos 2,5 cm del extremo de la cabeza, clavados en ésta. Se estimó que el bloque se había formado hacía 60 millones de años.

De vez en cuando se han hallado objetos de decoración prisioneros en carbón o roca sólida. En 1852 fue dinamitada una masa rocosa en Dorchester (Massachusetts, Estados Unidos). Los obreros encontraron dos fragmentos de un objeto metálico entre los trozos de roca. Al juntarlos, formaron una vasija en forma de campana de 11 cm de alto por 16 cm de diámetro en la base. Parecía hecha de una aleación que contenía plata.

El escritor René Noorbergen cita casos de objetos en lugares incomprensibles: por ejemplo, en 1891 la señora S. W. Culp, de lllinois, estaba extrayendo carbón cuando un trozo se rompió revelando una cadena de oro, situada en una cavidad en forma de lazo.

Uno de los objetos anacrónicos más famosos es el conocido como «cubo de Salzburgo»: en 1885, cuando un trabajador de una fundición de hierro de Austria estaba rompiendo trozos de carbón de Wolfsegg, halló un objeto de hierro de forma cúbica, aunque algo deformado. Noorbergen repite la descripción del objeto, que pronto fue muy conocido:

Los cantos de este extraño objeto fueron con anterioridad perfectamente rectos y definidos; cuatro de sus lados eran planos, mientras que los dos lados restantes, situados uno enfrente del otro, eran convexos. A media altura tenía una ranura bastante profunda.

En realidad, la forma del objeto, que se encuentra actualmente en un museo municipal cerca de la fundición donde fue hallado, no se parece en nada a un cubo: su única superficie plana es el resultado de una rodaja que le fue separada para ser analizada químicamente.

El análisis demostró que el metal no contiene níquel, cromo o cobalto, por lo que no puede tratarse de un meteorito, como se había pensado en un primer momento. Parece una especie de hierro forjado. La pregunta crucial es si realmente se formó en el seno de un trozo de carbón. Parece ser que el científico que investigó el cubo por primera vez y que sugirió que se trataba de un meteorito no intentó siquiera encontrar el trozo de carbón con la cavidad que había albergado al cubo. A falta de este dato decisivo, el cubo de Salzburgo recibió una publicidad del todo desproporcionada respecto a su valor intrínseco.

Existen otros varios relatos de objetos descubiertos en sitios inesperados. En 1967 se dijo que se habían encontrado huesos humanos en una vena de plata de una mina de Colorado. Una punta de flecha de cobre de diez cm de largo les acompañaba. Hubo acuerdo general en que el yacimiento de plata tenía millones de años y era, naturalmente, mucho más viejo que la humanidad.

La Creation Research Society (Sociedad de Investigación sobre la Creación), fundada en los Estados Unidos, se dedica por convicciones religiosas a derrumbar la teoría convencional de la evolución de las especies.

En 1976 un periódico publicó la descripción de una cuchara que fue encontrada en 1937 mezclada con carbón blando de Pennsylvania. La cuchara fue hallada en una masa de ceniza de color marrón resultante de la combustión de un trozo grande de carbón. Al remover las cenizas apareció la cuchara, que posiblemente pudiera ser una reliquia del mundo antediluviano.

Se podría sacar la misma conclusión de una viejísima muestra de algo que parece escritura, descrita en el American Journal of Science en 1831. Un bloque de mármol extraído de la tierra a una profundidad mínima de 18 m fue cortado en láminas. Uno de los cortes mostró una incisión de 4 por 1,5 cm: constaba de dos «letras» parecidas a la í y la u. La regularidad de las letras da la impresión de que se trata de dos caracteres grabados por mano humana y de alguna manera conservada a través de millones de años (durante los cuales se formó el mármol), mientras que todo rastro del edificio en que fueron grabadas, o de otros grabados adicionales, habría desaparecido.

Sin embargo el hallazgo más espectacular en este sentido es una calavera que se encuentra en la actualidad en el Museo de Historia Natural de Londres. Pertenece a un hombre de Neanderthal y fue hallado cerca de Broken Hill (Zambia) en 1921. En el lado izquierdo de la calavera hay un agujero redondo de bordes planos. La limpieza de la herida sugiere que fue causada por un proyectil de alta velocidad, como una bala. En el lado contrario a esta herida la calavera está destrozada como por acción del proyectil al salir del cráneo. Un experto forense berlinés dijo que el agujero era idéntico a las heridas de bala que tan a menudo encuentran hoy en día los hombres de su profesión. Sin embargo los restos fueron hallados a 18 m de profundidad. Era imposible que los procesos geológicos naturales la cubrieran a tal profundidad si la víctima hubiese muerto hace sólo unos siglos, cuando las armas de fuego llegaron por vez primera a África Central.

Este objeto enigmático no es único. La calavera de un uro (tipo de bisonte extinguido) que fue encontrada cerca del río Liena, en la URSS, presenta un agujero perfectamente redondo y pulido, parecido a una herida de bala. El uro vivió aún muchos años después de resultar herido. Estas calaveras sugieren la sorprendente posibilidad de que hace muchos milenios la agresividad humana tuviera a su disposición instrumentos más sofisticados que simples hachas de sílex.

Pero las técnicas de curación pudieron estar avanzadas en la misma proporción. Se sabe muy poco sobre la medicina prehistórica: todo lo que sabemos se reduce prácticamente a los testimonios de operaciones de cirugía en los huesos, y éstas evidencian que hace ya más de 4.000 años se llevaban a cabo operaciones cerebrales a corazón abierto.

Cerca del lago Sevan, en la Armenia Soviética, se han encontrado esqueletos de un pueblo llamado los jurits, al parecer del año 2000 a.C. En una de las calaveras de mujer se encontró un agujero de unos seis cm, consecuencia de una herida hecha en vida. Los cirujanos habían insertado un pequeño tapón de hueso de animal y la mujer sobrevivió. Su propio cráneo creció en parte alrededor del injerto.

Otra calavera jurit presentaba una herida más grande producida por un golpe. Los cirujanos cortaron una zona de la calavera alrededor de la herida para extraer las astillas del cerebro. Este paciente también sobrevivió. El profesor Andronik Jagharian, que estudió las calaveras, comentó: «Considerando la antigüedad de los instrumentos que tenían que utilizar los médicos, se puede afirmar que técnicamente eran superiores a los cirujanos actuales.»

También se encontraron muestras de cirugía craneal y en las costillas en unos esqueletos procedentes de Asia Central estudiados en la Universidad de Ashjabad. Había muestras evidentes de que el tratamiento quirúrgico se había realizado a corazón abierto.

René Noorbergen, que cita estos casos, cree que son una prueba de que esta gente estaba en contacto con civilizaciones más avanzadas técnicamente. Puede ser que aprendieran a efectuar estas operaciones quirúrgicas o que confiaran el trabajo a misioneros. Según él, las civilizaciones de las que proceden los esqueletos citados eran incapaces de desarrollar estas técnicas por sí mismas. Noorbergen continúa con la descripción de unas figuras de piedra y unos grabados hallados en los Andes y muy anteriores a los Incas. Algunos de los grabados representan a víctimas de alguna enfermedad, y tienen signos de viruela, cáncer y artritis. Pudiera tratarse de modelos de estudio, o quizá tuvieran un objetivo meramente ritual.

Aunque no existe en los anales de la arqueología una evidencia irrevocable de la existencia de antiguas superrazas que pudieran haber sido la fuente de las técnicas quirúrgicas prehistóricas, el hecho no significa necesariamente su imposibilidad.

A menudo se ha dicho que las pruebas en forma de fósil en las cuales, confiadamente, se basa la teoría de que el hombre desciende del mono cabrían en una habitación grande. Unos pocos nuevos descubrimientos serían suficientes para derribar todo el edificio. En sus intentos de hacer precisamente esto, la Sociedad de Investigación sobre la Creación señala el ejemplo de unas pisadas fósiles que contradicen del todo la opinión ortodoxa

Se supone que los dinosaurios se extinguieron hace unos 70 millones de años. Sin embargo, en el lecho del río Paiuxy, en Texas, se encontraron huellas fósiles de dinosaurio junto a lo que parecen ser verdaderas huellas humanas, a pesar de su longitud (38 cm).

Tallar hachas de pedernal y cuchillos es un aspecto de la «técnica antigua» mucho más familiar para el estudiante académico. Sin embargo entre los miles de utensilios de sílex que se han encontrado desde que la arqueología se convirtió en disciplina científica figuran algunos objetos desconcertantes: los llamados «pedernales de pigmeo», hallados en Inglaterra, Sudáfrica, Australia y la India. Se trata de diminutos pedernales (unos seis mm) tallados en forma de taladros puntiagudos, raspadores y cuchillos, que denotan una gran habilidad artesanal.

El término «pedernal de pigmeo» es evocador, pero aunque esta raza africana es muy pequeña en comparación con la estatura media actual, no hay ninguna prueba de que los antiguos habitantes de Gran Bretaña tuviesen estatura de pigmeo, o de que fueran enanos o hadas. Por otro lado, ¿de qué utilidad podían ser estas minúsculas herramientas a alguien de estatura comparable a la nuestra?

domingo, 21 de noviembre de 2010

Pensamiento Mínimo

Aburrirse en el momento adecuado es signo de inteligencia.

Las raíces del vampirismo

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El conde Drácula continúa manteniendo a su público en un estado de horrorizada semicredulidad. Pero sea cual sea la verdad de la leyenda de los vampiros, su origen radica en una serie de hechos bastante simples.

Cada noche, cuando bajaba el telón tras la representación de Drácula en su primera versión teatral (1924), el actor-director que interpretaba el papel de Van Helsing aparecía delante del telón para tranquilizar al público: ¡Un momento, damas y caballeros! Una palabra antes de que se marchen. Esperamos que el recuerdo de Drácula no les cause pesadillas, de modo que he aquí unas palabras para tranquilizarles. Cuando estén en su casa, esta noche, y hayan apagado las luces, y sientan miedo de mirar detrás de las cortinas, y teman ver que una cara aparece en la ventana... bueno, ¡tranquilícense! Y recuerden que, al fin y al cabo, ¡esas cosas sí existen!

Era el parlamento final perfecto. El público, gran parte del cual lo constituían lectores de novelas de vampiros -muy en boga por aquel entonces-, había pasado la velada estremecido ante la historia irresistible del «mayor de los vampiros»: Drácula. Su creador, el productor teatral Bram Stoker, sabía instintivamente que su historia provocaba un eco en lo más profundo del inconsciente colectivo del público. Drácula fue un best-seller y un éxito de taquilla; eso significaba que interesaba a las masas. Y aún hoy la historia del conde vampiro sigue interesando. ¿Por qué?

Como explicó el actor Christopher Lee, Drácula atrae en parte porque es una figura sobrehumana, un inmortal cuya aterradora presencia es también sexualmente irresistible. Los psicólogos subrayan la clara atracción que surge entre el vampiro sádico y dominante y la víctima sumisa y masoquista. Pero, sea cual sea la jerga que se emplee, Drácula es más fascinante que el atávico hombre-lobo o que el escurridizo fantasma.

Pero, a pesar de su popularidad en los medios de comunicación de masas, el vampiro no debe ser considerado como un mero artificio escénico, emocionante durante la función pero que después se olvida pronto; los vampiros deben ser tomados en serio. Existen muchísimos documentos en el este de Europa, correspondientes al siglo XVIII, que afirman que los «no muertos» son reales. De modo que, ¿existen?

Como en muchos otros fenómenos paranormales, hay que agotar todas las posibles explicaciones racionales antes de abordar una explicación «sobrenatural». Y en el caso de la «epidemia de vampiros» que ocurrió hace doscientos años, hay varias explicaciones donde elegir.

Por ejemplo, el escritor ocultista británico Dennis Wheatley ha señalado que antiguamente, en tiempos en que se pasaban grandes privaciones, los mendigos entraban en los cementerios y dormían en los mausoleos durante el día, saliendo de noche a buscar comida: pálidos, flacos, saliendo de tumbas en la oscuridad, no es raro que se les tomara por los legendarios y terribles vampiros.

Sin embargo, ese tipo de confusión no explica los verdaderos casos de cadáveres que fueron hallados incorruptos cuando se abrieron sus ataúdes. Éste es un fenómeno poco frecuente, pero conocido y se han sugerido varios argumentos «naturales» para explicar sus causas. Ciertamente, las características del terreno en que se entierra un cadáver pueden implicar enormes diferencias, por ejemplo, en el ritmo de la descomposición. En la isla volcánica de Santorini (Grecia), por ejemplo, los cadáveres se encuentran tan intactos al cabo de los años, que un dicho popular de la zona habla de «mandar vampiros a Santorini», igual que en castellano se habla de «ir a Escocia y llevarse el bacalao», refiriéndose a una actividad redundante e inútil.

Pero, sin duda, la más convincente de las explicaciones naturales es la del entierro prematuro. El coma, la catalepsia y otros estados similares a la muerte llenan todavía de estupor a nuestros contemporáneos; no se podía exigir a los campesinos supersticiosos de hace varios siglos que los comprendieran.

¿Cuántos desgraciados habrán despertado dentro de un féretro, bajo unos metros de tierra o, quizá, tras lograr salir del ataúd, se habrán encontrado encerrados en el mausoleo familiar, donde habrán muerto de hambre, sed y pánico?

Terror Más Allá De La Tumba

Los entierros prematuros eran cosa relativamente común. Se dice que cuando se estaba demoliendo un cementerio del siglo XVIII para construir un aparcamiento, un tercio de los cadáveres que desplazó la excavadora mostraban signos de haber luchado dentro de sus féretros; entre las pruebas de ello figuraban dedos rotos al intentar forzar el cierre en la definitiva agonía, manos que salían del ataúd, sangre en las mortajas -cuando el «cadáver» había mordido su propia carne a causa del ahogo o la locura-... Y era precisamente la presencia de la sangre en un cadáver exhumado lo que se consideraba, con frecuencia, una prueba de que esa persona era un vampiro.

Pero si se rumoreaba que un muerto reciente era un vampiro (quizá se habían escuchado débiles sonidos que emanaban de la tumba), los aterrorizados «testigos» tomaban las medidas tradicionales. Y si el corazón del «cadáver» latía, había que clavarle una estaca. Con razón existen tantos relatos de supuestos vampiros que gritaban con todas sus fuerzas cuando se les hundía una estaca en el corazón.

Charlotte Stoker solía contar al pequeño Bram una terrible historia acerca de una de las víctimas de una epidemia de cólera que se había abatido sobre Dublín. Una mujer, a quien se creyó muerta, fue arrojada al montón de cadáveres, dentro del pozo de cal. Pero su desesperado marido, que fue a recuperar el cadáver para enterrarla decentemente, descubrió que aún respiraba. Vivió felizmente muchos años después de su terrible experiencia. Pero si se hubiera recuperado por sí sola y alguien la hubiese visto salir tambaleándose del pozo por la noche, fácilmente hubiera sido confundida con un «no muerto».

De tanto en tanto, los periódicos modernos publican noticias de personas, cuya muerte había sido certificada, que vuelven a la vida sobre la mesa de mármol de la morgue o cuando están siendo preparados para el entierro. En estos tiempos de cirugía de «recambios», la controversia acerca del instante exacto de la muerte se plantea más que en ningún otro momento de la historia. Pero en el siglo pasado ya se conocía la posibilidad del entierro prematuro; algunas personas de aquella época estaban incluso obsesionadas con la idea. Edgar Allan Poe basó varios de sus cuentos en este tema, y tanto en los Estados Unidos como en Europa se registraron patentes de féretros con timbres de alarma o con suministro de aire de emergencia.

Los entierros prematuros pueden haber ocurrido, con frecuencia, porque las varias etapas del rigor mortis no son bien comprendidas. Los músculos de un cadáver comienzan a ponerse rígidos, empezando por la cara y el cuello, alrededor de una hora y media después de la muerte. Esto puede adelantarse o atrasarse en función de la temperatura ambiente. El rigor mortis desaparece aproximadamente 36 horas después; los músculos pierden su extremada rigidez y el cuerpo queda relativamente flexible.

Ésta bien podría ser la explicación de un suceso acaecido en 1974 en el valle de Curtes de Arges, Rumania: acababa de morir un viejo gitano, y cuando la familia se disponía a preparar el cuerpo del difunto para el entierro, se descubrió que los miembros estaban extrañamente flexibles, no rígidos. La noticia corrió por el pueblo como un reguero de pólvora, y en aquellos lugares eso sólo podía tener un significado: el anciano se había transformado en vampiro. Se le clavó una estaca en el corazón y los aldeanos sintieron satisfacción y alivio. Pero quizá -a no ser que se tratara simplemente de un caso de rigor mortis extremadamente breve- el anciano todavía estaba vivo.

Existe también una explicación lógica para el extendido empleo del ajo para ahuyentar a los vampiros. La peste era transportada muchas veces por las moscas, y se observó que ciertas granjas no la padecían si colgaban ajos. No se trataba de magia: los dientes de ajo exudan gotas de humedad que las moscas detestan. El ajo, ingerido por el hombre, constituye también un antiséptico natural, un depurativo de la sangre.

Los vampiros también sirvieron de cabezas de turco en ciertas comunidades rurales cuando los animales se debilitaban o morían. En la actualidad, el veterinario administraría una dosis de antibióticos o un suplemento vitamínico y todo iría bien... en la mayoría de los casos. Con todo, aparecen enfermedades misteriosas y mutilaciones de ganado y otros animales, pero ahora los inculpados más frecuentes son los tripulantes hostiles de OVNIS.

Chupasangres Demoníacos

Puede ser que existan explicaciones lógicas y hasta frívolas para 99 de cada cien casos de supuesto vampirismo, pero es el caso número cien el que intriga al investigador. Durante muchos años, los ocultistas han creído en la existencia de materializaciones demoníacas que chupan sangre. La practicante ocultista Dion Fortune (cuyo verdadero nombre era Violet Firth) crecía que el «cuerpo astral» puede escapar del cuerpo de una persona viviente y asumir otra forma, como la de un pájaro, animal o vampiro.

Dion Fortune citaba el caso de soldados húngaros muertos que se transformaban en vampiros durante la primera guerra mundial, manteniéndose en el «doble etérico» -o sea, a mitad de camino entre este mundo y el próximo-, si vampirizaba a los heridos. Se cree que el vampirismo es contagioso; la persona que es vampirizada, al perder su vitalidad, se transforma en un vacío psíquico que, a su vez, absorbe la «fuerza vital» de su presa.

Por otra parte, la investigación psíquica no estudia creencias, sino hechos comprobados. Uno de los fenómenos preferidos de los investigadores de lo paranormal es, por ejemplo, el de los poltergeist y un fenómeno vinculado con él parece ser el del atacante invisible. En 1926 aparecieron marcas de arañazos en la cara de una víctima de poltergeist rumana, Eleonore Zugun. Y en 1960 un tal Jimmy De Bruin, granjero sudafricano de veinte años, se transformó en el foco de un torrente de actividad poltergeist; en una ocasión, un oficial de policía que investigaba el caso oyó a De Bruin gritar de dolor mientras aparecían unos cortes espontáneamente en sus piernas y en su pecho.

Otras zonas de lo paranormal incluyen también la aparición espontánea de heridas de sangre, como las imágenes que sangran o los estigmas. Pero éstos están considerados como fenómenos «sagrados», mientras que el vampirismo se considera generalmente «diabólico». Bien podría ser que estos fenómenos fueran distintas caras de la misma moneda, una buena y una mala. Quizá todo los fenómenos inexplicados emanen de la misma fuente que no es moral ni inmoral, sino inusual. Pero hasta que la descubramos, podemos continuar estremeciéndonos ante la última historia de vampiros y considerando la cuestión: ¿existen esos seres?

sábado, 20 de noviembre de 2010

Pensamiento Mínimo

Morir es la ilusión del vago.

El Enigma de los Dioses Egipcios

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Cuando se habla de Egipto se piensa al instante en pirámides y faraones, en el río Nilo, en la ciencia de los sacerdotes, en las momias de los personajes ilustres que resucitarán algún día, en los templos maravillosos y en las estatuas monumentales. Los libros de historia se han referido, desde los tiempos de los griegos, con gran admiración al arte egipcio, pero ¿han explicado en todas las ocasiones la verdad? ¿Puede creerse con los ojos cerrados todo lo que se ha venido diciendo acerca del Antiguo Egipto o se han cometido errores, por ignorancia unas veces y con mala intención otras, para mostrar una faz de este pueblo y de sus obras que, en ocasiones, corresponde exactamente a la realidad?

Un Texto que consideraban altamente peligroso

Pocas personas han dejado de escuchar alguna vez el nombre de Ramsés, faraón que vivió durante el siglo XIII antes de Cristo: fue un gran guerrero que logró rechazar una invasión del pueblo hitita. Pero no fue por esta razón que ha logrado ser conocido entre nosotros. Su fama se la debe al descubrimiento de sus restos, en 1881. No hay quien no haya contemplado alguna vez en fotografía la momia de Ramsés, cuya cabeza se ha conservado perfectamente, con todo y sus cabellos rojizos; y su pésima dentadura ha venido a demostrar que debió sufrir en vida muy malos ratos. Su hijo, en cambio, hubiera pasado desapercibido de no haber ordenado quemar en cierta ocasión un libro que consideraba altamente peligroso.

Se llamaba Khaunas y tuvo ocasión de conocer una obra misteriosa, escrita por un personaje legendario acerca de cuya existencia muy poco logró averiguar. Contenía el libro terribles secretos. Su lectura concedía poderes sobre las cosas de la tierra, del cielo y del mar, revelaba una receta para resucitar a los difuntos y para dar órdenes a las personas, por lejos que se encontrasen. Quien leyera este libro sabría mirar al sol cara a cara, así como comprender el lenguaje de los animales.

¿Qué clase de libro era aquél que ordenó el faraón Khaunas tirar al fuego? ¿Un texto científico que no supo descifrar y por esta razón, igual que ha sucedido cada vez que un hombre ignorante se ha encontrado con algo superior a su entendimiento, le resultó más sencillo suprimirlo? ¿Existió en realidad aquella obra maldita o quiso inventar el episodio un cronista de la época, para rendir homenaje al buen juicio del soberano o para burlarse de las generaciones venideras?

Hay pruebas de que el libro existió

Por fortuna, de vez en cuando se realizan en Egipto hallazgos que vienen a aclarar en parte algunos puntos oscuros de la historia. Unos arqueólogos encontraron en 1828 una estela de piedra del siglo IV anterior a nuestra era, cuya traducción informaba sobre el texto mencionado y aludía además a otras propiedades del mismo y al nombre del autor. Coincidía con el que dio el temeroso faraón: el divino Toth, a quien los antiguos egipcios representaban con cabeza de ibis, el ave sagrada del Nilo, a causa de su enorme sabiduría. ¿Y quién fue ese personaje llamado Toth?

Toth se presentó en Egipto procedente de un país situado más allá de donde se oculta el sol. Es decir, que vino del oeste, igual que otros dioses del firmamento egipcio. Su nombre recuerda de manera sospechosa al God anglosajón y al Gott germánico, pero de acuerdo con algunos estudiosos del tema tiene un origen atlante: Toth deriva de Tehutli. ¿Cuál era entonces el origen de ese Toth de quien se expresaban con tanto temor y respeto los egipcios?

¿Arribó de la Atlántida antes de ser borrado del mapa el legendario continente hundido en el océano en el corto plazo de una noche y un día? ¿De la lejana Hiperbórea acaso, llamada Tierra de Thule en las tradiciones escandinavas, que pudo estar entre Groenlandia e Islandia y que algunos autores identifican con la Gran Bretaña? ¿De las vecinas tierras del Sahara, antes de ser devoradas por las arenas del desierto? ¿O de un planeta ajeno al nuestro, según es opinión de quienes se han dedicado al estudio de los ovnis?

Debía poseer un oculto significado

Cuando Toth pretendía enseñar, por medio de su libro, a mirar el sol cara a cara, sin temor a dejar ciego a nadie, ¿qué deseaba decir? Posiblemente encerraba el texto un simbolismo difícil de aclarar: ¿que no se debe temer a la verdad y que es preciso enfrentarse a la realidad sin miedo a las consecuencias? Pero también pudo aludir el sabio a un instrumento que serviría para contemplar el Sol, los planetas y las luminosas estrellas, de cuya observación resultaría el cálculo de las fechas en que se producirían los eclipses. Y quién sabe si el tratado en cuestión contenía también secretos de medicina y de alquimia.

Cuando el faraón Khaunas ordenó la destrucción del libro de Toth -del cual, afortunadamente, lograron salvarse algunos fragmentos-, había pasado otrora su país por lo mejores tiempos.

Encontrábase Egipto en decadencia desde hacía un buen número de siglos. Muchos documentos del pasado habían sido destruidos, porque no eran comprendidos, igual que sucedería durante la Edad Media en Europa, cuando fueron quemados valiosos testimonios de la antigüedad.

Por fortuna, en el caso de Egipto llegaron un día los griegos a Egipto y quedaron tan admirados ante lo que vieron y ante lo que adivinaron, que se apropiaron de muchas cosas. Entre ellas, la figura del dios Toth.

Le cambiaron el nombre y lo convirtieron en Hermes Trismegisto, tres veces grande, supuesto fundador de la alquimia además de auténtico sabio, al decir de los filósofos esoteristas. Pero no fue Toth el único ser excepcional que, habiendo llegado del oeste, pasó su nombre a poder de los griegos.

Entre los dioses egipcios que los griegos harían suyos estaba Imhotep, quien realizó grandes cosas en Egipto. Además de ser el arquitecto de las primeras pirámides egipcias conocidas, que eran escalonadas y las levantó en la zona de Saqqarah, fue un médico genial. Poseía una técnica inigualable para realizar todo género de intervenciones quirúrgicas. Entre las más complicadas estaban la trepanación y las operaciones del corazón. Y existen testimonios que lo prueban.

Un documento escrito en lengua copta hallado hace unos años en la ciudad de Alejandría -los coptos eran cristianos de Egipto que decían descender de los antiguos habitantes del país-, que afirmaba ser copia de otro muy anterior, informaba acerca de cierta operación realizada con éxito notorio en tiempos de Djoser, faraón de la III Dinastía, que reinaba en Egipto en tiempos del famoso sabio Imhotep.

El papiro describía la operación en detalle: un oficial de la guardia recibió un lanzazo en el corazón, pero Imhotep, utilizando una técnica sorprendente, realizaría un trasplante de la víscera que devolvería la vida al militar.

Esculapio y el origen de la vida

Debió saber tanto este Imhotep que, con justa razón, sus contemporáneos lo considerarían poco menos que un dios. A partir de su muerte era lógico que sus proezas crecieran de tamaño. Los griegos se fijaron en su persona y tomaron a Imhotep como modelo para crear a Esculapio, dios de la medicina. Y para hacerlo más suyo le dieron a Apolo, el rubicundo dios solar, de padre.

El símbolo creado por Esculapio había pertenecido a Mercurio, pero en sus manos se convertiría en el símbolo de la profesión médica. Dice la leyenda que Esculapio encontró un día en su camino a dos serpientes que luchaban furiosamente entre sí. Interpuso entre los dos reptiles su bastón y ambos se enroscaron al mismo hasta quedar inmóviles.

Así se formó el caduceo, que ha sido adoptado por todos los médicos del mundo occidental como su símbolo. Quienes se dedican al noble oficio de curar suelen pegar en el cristal de su automóvil una calcomanía con figura de bastón con dos serpientes enrolladas sin detenerse a pensar que su origen es completamente absurdo. Ninguno ha caído en la cuenta de que este caduceo posee una asombrosa semejanza con la molécula en espiral del ácido desoxirribonucleico, más conocido como ADN, elemento primordial de la vida que rige la herencia biológica y cuya estructura es conocida desde hace unos pocos años nada más.

¿Se trata de una simple coincidencia el hecho de que el caduceo y la estructura de la molécula de ADN, tal como aparece en los tratados de biología, sean casi iguales? ¿Significa, por el contrario, que Imhotep sabía sobre medicina mucho más de lo que se suponía? ¿Acaso en la historia anterior a la conocida existió una ciencia avanzadísima que se perdió a causa de una catástrofe de proporciones gigantescas o a falta de hombres capacitados para perpetuar sus secretos?

Pero, regresando con Toth, bueno será saber que, además de la escritura que enseñó a los egipcios, se atribuía a este ser divino la redacción del Libro de los Muertos y la creencia, que se extendió a partir de entonces entre los egipcios, de que las almas de los difuntos viajaban a un lejano país llamado Amenti, situado al oeste, de donde resucitarían cuando llegase el momento. ¿Era ese Amenti el país de donde procedía Toth, una especie de paraíso perdido cuyo recuerdo jamás se borró de su memoria y hablaba de él a todas horas, con encendidos elogios, a los habitantes del país que deseaba civilizar?

¿Fueron Toth e Imhotep los únicos maestros que arribaron a Egipto procedentes del oeste? La respuesta es negativa. En varias pirámides de la zona de Saqqarah, que remontan a las primeras dinastías conocidas, se han hallado inscripciones que se refieren a otro personaje divino, que llegó a convertirse en un dios mucho más importante que los dos mencionados. Su nombre era Osiris.

Sus orígenes eran de verdad increíbles

También Osiris sería plagiado por los griegos a la busca de dioses para su firmamento mitológico. Harían de él Cronos -llamado Saturno por los romanos-, cuyos padres fueron Urano, dios del cielo, y Gea, diosa de la tierra.

Resulta altamente revelador que los padres de Osiris fuesen también originarios del cielo y de la tierra. ¿No sugiere esto la posibilidad de que el padre del dios egipcio arribase por la vía aérea y que su madre fuese una reina de aquí abajo, una mujer de belleza deslumbrante que cautivó al ilustre viajero? Este pasaje recuerda, muy curiosamente, al capítulo VI del Génesis bíblico, donde se habla de los hijos de Dios que se enamoraron de las hijas de los hombres.

¿Acaso el pasaje bíblico se inspiró en este episodio del nacimiento de Osiris, como tantos otros a los cuales nos asomaremos cuando llegue el momento? ¿Sucedió de la unión de los dos personajes -el celestial y el terrícola- que naciese Osiris, quien sería educado en el planeta de su padre y sería enviado a la tierra, al cumplir su mayoría de edad, para enseñar su ciencia a la ignorante población que sirvió a las órdenes de su madre?

Así opinan algunos autores que, cada vez que pueden hacerlo, dirigen la mirada al firmamento y buscan en él origen para todo lo terrestre. Desean creer que del cielo vinieron los primeros colonizadores del planeta. Tal vez están en lo cierto. Tal vez estén más de acuerdo con la realidad otras opiniones igualmente interesantes. Y una de ellas se ha querido inspirar en los orígenes del nombre de Osiris y en algunos aspectos de su existencia.

En el antiguo idioma de los egipcios se escribía el nombre Osir're, que era una palabra compuesta. La primera partícula era el nombre del personaje y la segunda correspondía al re, o nombre del astro solar. Pero esta partícula podría referirse también a una aureola luminosa que rodeaba la cabeza de aquel ser excepcional. ¿Era una aureola provocada por sus extraordinarias facultades y su mágica sensibilidad? ¿Era el resplandor causado por el casco espacial utilizado por Osiris cuando reflejaba los rayos del sol?

Este ser que los egipcios considerarían divino, en razón de sus obras sin igual, no convenció a todos al realizar tantas innovaciones. El malvado Seth terminó asesinándolo, molesto al verse desplazado por el extranjero. Cortó a continuación en pedazos el cuerpo de su víctima y los tiró al río Nilo, que los arrastró corriente abajo hasta llegar al mar.

Osiris fue un personaje sumamente dramático

Fue una suerte que la esposa de Osiris lograse encontrar y reunir los fragmentos dispersos. Halló todos menos uno, el miembro viril, lo cual obliga a pensar que detrás de esta lamentable pérdida se oculta un oscuro simbolismo. ¿Quiere decir que a partir de entonces Osiris se negó a tener hijos, pues suponía que podría sucederles lo mismo que a él a manos de los egipcios? ¿Se arrepentía de haber desarrollado tantos esfuerzos y de haber dado su sangre en beneficio del pueblo egipcio y escogía aquella lamentable pérdida para significar a los egipcios que no le importaban ya nada?

Lo único que nos informa la mitología es que Isis insufló nueva vida al cuerpo de su ex-difunto, quien de todas maneras pocas ganas tenía de seguir realizando obras de caridad. Osiris se había casado con su propia hermana Isis, porque deseaba conservar pura su sangre divina, sin mezclas con los seres inferiores. Y este racismo, que sería castigado en lo que a Osiris más podía dolerle por un representante de la oposición, ¿no nos permite acaso pensar que tanto Osiris como Isis pertenecían a una raza que se consideraba superior, como la raza aria, por ejemplo?

Algunos autores son de la opinión de que el nombre de Osiris fue en realidad Osir'ris y que la partícula Osir coincide, aproximadamente, con el nombre de los legendarios Ases escandinavos, dioses de la mitología nórdica. De igual manera, conceden también un origen ario a la segunda partícula, puesto que ris significa gigante en las antiguas lenguas germánicas.

Tal vez lo anterior no pase de hipótesis gratuita, pero resulta muy curioso observar que en el capítulo VI del Génesis se menciona a la raza de gigantes, cuyos hijos nacidos en la tierra serían los héroes. Durante algún tiempo, esta palabra serviría para designar a los seres descendientes de los personajes celestiales, pero se utilizaría más tarde para identificar a todo género de hombres valerosos. ¿Y no podría derivar este término héroe del nombre del hijo de Osiris, que se llamaba Horus?

¿Fue Osiris un gigante de enorme estatura, que dejaba chiquitos a los primitivos egipcios? ¿Lo llamaron éstos gigante a causa de sus gigantescos conocimientos, igual que llamamos gigante en la actualidad a personas de notable intelecto, como sucede en el caso de Albert Einstein?

Resulta igualmente interesante observar la semejanza de este personaje Osiris con el legendario Quetzalcóatl prehispánico. Y también la del malvado Seth con el airado Tezcatlipoca, quien haría todo lo posible por desprestigiar, en lo que más le doliera, al ser venido a bordo de una nave resplandeciente desde el lugar donde asoma el sol en las mañanas.

¿Quiere esto decir que los matrimonios consanguíneos de algunos soberanos de la América prehispánica y la leyenda de Tezcatlipoca proceden de Egipto, así como buen número de viejas leyendas del continente? ¿O, por el contrario, fueron los pueblos de América los que se las enseñaron a los egipcios?