viernes, 26 de noviembre de 2010

Pensamiento Mínimo

Un hombre inteligente es aquel que quiere igualar mi inteligencia y se da cuenta que jamás podrá.

Logros de las Super Razas

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¿Habitaron seres humanos en las selvas que ahora nosotros vemos transformadas en carbón? ¿Conocían técnicas que resultaban imposibles en aquellas épocas? ¿Tenían conocimientos médicos que podían llegan incluso a operar a una persona? ¿Cazaron dinosaurios?

Hacia 1880, en el estado de Colorado (EE.UU), un ranchero salió a buscar carbón de un filón existente en la ladera de una colina. El cargamento que recogió procedía de un lugar situado a unos 45 metros de la boca del filón, y a unos 90, metros por debajo de la superficie. Al regresar a casa empezó a partir los trozos de carbón, y de uno de ellos saltó un dedal de hierro. O por lo menos, se parecía a un dedal, y en la localidad pronto fue conocido con el nombre de «dedal de Eva». Tenía las mismas muescas que tienen los dedales modernos. El metal se deshizo en migajas al ser manoseado por los vecinos curiosos, hasta que finalmente se perdió.

Aún admitiendo que los indios utilizaran dedales de hierro en siglos remotos, el misterio subsiste, ya que el carbón del cual procedía este objeto se formó entre el período cretácico y la era terciaria, hace unos 70 millones de años. Y según la opinión de los expertos, la humanidad no existía aún: lo más parecido a seres humanos eran unos pequeños mamíferos parecidos al lémur que vivían en los árboles. La inteligencia humana aún no había aparecido, y por supuesto no cabe hablar de metalurgia del hierro.

En 1844, otro inexplicable artefacto de hierro era sometido a una investigación cuidadosa y detallada. Un bloque de piedra de 60 cm de largo, procedente de la cantera de Kingoodie, cerca de Dundee (Escocia), estaba siendo limpiado. Un clavo de hierro enmohecido fue hallado en el punto donde la piedra y la tierra se los encontraban. El extremo puntiagudo del clavo se proyectaba poco más de un centímetro hacia la tierra, mientras que el resto reposaba sobre la superficie de la piedra, exceptuando los últimos 2,5 cm del extremo de la cabeza, clavados en ésta. Se estimó que el bloque se había formado hacía 60 millones de años.

De vez en cuando se han hallado objetos de decoración prisioneros en carbón o roca sólida. En 1852 fue dinamitada una masa rocosa en Dorchester (Massachusetts, Estados Unidos). Los obreros encontraron dos fragmentos de un objeto metálico entre los trozos de roca. Al juntarlos, formaron una vasija en forma de campana de 11 cm de alto por 16 cm de diámetro en la base. Parecía hecha de una aleación que contenía plata.

El escritor René Noorbergen cita casos de objetos en lugares incomprensibles: por ejemplo, en 1891 la señora S. W. Culp, de lllinois, estaba extrayendo carbón cuando un trozo se rompió revelando una cadena de oro, situada en una cavidad en forma de lazo.

Uno de los objetos anacrónicos más famosos es el conocido como «cubo de Salzburgo»: en 1885, cuando un trabajador de una fundición de hierro de Austria estaba rompiendo trozos de carbón de Wolfsegg, halló un objeto de hierro de forma cúbica, aunque algo deformado. Noorbergen repite la descripción del objeto, que pronto fue muy conocido:

Los cantos de este extraño objeto fueron con anterioridad perfectamente rectos y definidos; cuatro de sus lados eran planos, mientras que los dos lados restantes, situados uno enfrente del otro, eran convexos. A media altura tenía una ranura bastante profunda.

En realidad, la forma del objeto, que se encuentra actualmente en un museo municipal cerca de la fundición donde fue hallado, no se parece en nada a un cubo: su única superficie plana es el resultado de una rodaja que le fue separada para ser analizada químicamente.

El análisis demostró que el metal no contiene níquel, cromo o cobalto, por lo que no puede tratarse de un meteorito, como se había pensado en un primer momento. Parece una especie de hierro forjado. La pregunta crucial es si realmente se formó en el seno de un trozo de carbón. Parece ser que el científico que investigó el cubo por primera vez y que sugirió que se trataba de un meteorito no intentó siquiera encontrar el trozo de carbón con la cavidad que había albergado al cubo. A falta de este dato decisivo, el cubo de Salzburgo recibió una publicidad del todo desproporcionada respecto a su valor intrínseco.

Existen otros varios relatos de objetos descubiertos en sitios inesperados. En 1967 se dijo que se habían encontrado huesos humanos en una vena de plata de una mina de Colorado. Una punta de flecha de cobre de diez cm de largo les acompañaba. Hubo acuerdo general en que el yacimiento de plata tenía millones de años y era, naturalmente, mucho más viejo que la humanidad.

La Creation Research Society (Sociedad de Investigación sobre la Creación), fundada en los Estados Unidos, se dedica por convicciones religiosas a derrumbar la teoría convencional de la evolución de las especies.

En 1976 un periódico publicó la descripción de una cuchara que fue encontrada en 1937 mezclada con carbón blando de Pennsylvania. La cuchara fue hallada en una masa de ceniza de color marrón resultante de la combustión de un trozo grande de carbón. Al remover las cenizas apareció la cuchara, que posiblemente pudiera ser una reliquia del mundo antediluviano.

Se podría sacar la misma conclusión de una viejísima muestra de algo que parece escritura, descrita en el American Journal of Science en 1831. Un bloque de mármol extraído de la tierra a una profundidad mínima de 18 m fue cortado en láminas. Uno de los cortes mostró una incisión de 4 por 1,5 cm: constaba de dos «letras» parecidas a la í y la u. La regularidad de las letras da la impresión de que se trata de dos caracteres grabados por mano humana y de alguna manera conservada a través de millones de años (durante los cuales se formó el mármol), mientras que todo rastro del edificio en que fueron grabadas, o de otros grabados adicionales, habría desaparecido.

Sin embargo el hallazgo más espectacular en este sentido es una calavera que se encuentra en la actualidad en el Museo de Historia Natural de Londres. Pertenece a un hombre de Neanderthal y fue hallado cerca de Broken Hill (Zambia) en 1921. En el lado izquierdo de la calavera hay un agujero redondo de bordes planos. La limpieza de la herida sugiere que fue causada por un proyectil de alta velocidad, como una bala. En el lado contrario a esta herida la calavera está destrozada como por acción del proyectil al salir del cráneo. Un experto forense berlinés dijo que el agujero era idéntico a las heridas de bala que tan a menudo encuentran hoy en día los hombres de su profesión. Sin embargo los restos fueron hallados a 18 m de profundidad. Era imposible que los procesos geológicos naturales la cubrieran a tal profundidad si la víctima hubiese muerto hace sólo unos siglos, cuando las armas de fuego llegaron por vez primera a África Central.

Este objeto enigmático no es único. La calavera de un uro (tipo de bisonte extinguido) que fue encontrada cerca del río Liena, en la URSS, presenta un agujero perfectamente redondo y pulido, parecido a una herida de bala. El uro vivió aún muchos años después de resultar herido. Estas calaveras sugieren la sorprendente posibilidad de que hace muchos milenios la agresividad humana tuviera a su disposición instrumentos más sofisticados que simples hachas de sílex.

Pero las técnicas de curación pudieron estar avanzadas en la misma proporción. Se sabe muy poco sobre la medicina prehistórica: todo lo que sabemos se reduce prácticamente a los testimonios de operaciones de cirugía en los huesos, y éstas evidencian que hace ya más de 4.000 años se llevaban a cabo operaciones cerebrales a corazón abierto.

Cerca del lago Sevan, en la Armenia Soviética, se han encontrado esqueletos de un pueblo llamado los jurits, al parecer del año 2000 a.C. En una de las calaveras de mujer se encontró un agujero de unos seis cm, consecuencia de una herida hecha en vida. Los cirujanos habían insertado un pequeño tapón de hueso de animal y la mujer sobrevivió. Su propio cráneo creció en parte alrededor del injerto.

Otra calavera jurit presentaba una herida más grande producida por un golpe. Los cirujanos cortaron una zona de la calavera alrededor de la herida para extraer las astillas del cerebro. Este paciente también sobrevivió. El profesor Andronik Jagharian, que estudió las calaveras, comentó: «Considerando la antigüedad de los instrumentos que tenían que utilizar los médicos, se puede afirmar que técnicamente eran superiores a los cirujanos actuales.»

También se encontraron muestras de cirugía craneal y en las costillas en unos esqueletos procedentes de Asia Central estudiados en la Universidad de Ashjabad. Había muestras evidentes de que el tratamiento quirúrgico se había realizado a corazón abierto.

René Noorbergen, que cita estos casos, cree que son una prueba de que esta gente estaba en contacto con civilizaciones más avanzadas técnicamente. Puede ser que aprendieran a efectuar estas operaciones quirúrgicas o que confiaran el trabajo a misioneros. Según él, las civilizaciones de las que proceden los esqueletos citados eran incapaces de desarrollar estas técnicas por sí mismas. Noorbergen continúa con la descripción de unas figuras de piedra y unos grabados hallados en los Andes y muy anteriores a los Incas. Algunos de los grabados representan a víctimas de alguna enfermedad, y tienen signos de viruela, cáncer y artritis. Pudiera tratarse de modelos de estudio, o quizá tuvieran un objetivo meramente ritual.

Aunque no existe en los anales de la arqueología una evidencia irrevocable de la existencia de antiguas superrazas que pudieran haber sido la fuente de las técnicas quirúrgicas prehistóricas, el hecho no significa necesariamente su imposibilidad.

A menudo se ha dicho que las pruebas en forma de fósil en las cuales, confiadamente, se basa la teoría de que el hombre desciende del mono cabrían en una habitación grande. Unos pocos nuevos descubrimientos serían suficientes para derribar todo el edificio. En sus intentos de hacer precisamente esto, la Sociedad de Investigación sobre la Creación señala el ejemplo de unas pisadas fósiles que contradicen del todo la opinión ortodoxa

Se supone que los dinosaurios se extinguieron hace unos 70 millones de años. Sin embargo, en el lecho del río Paiuxy, en Texas, se encontraron huellas fósiles de dinosaurio junto a lo que parecen ser verdaderas huellas humanas, a pesar de su longitud (38 cm).

Tallar hachas de pedernal y cuchillos es un aspecto de la «técnica antigua» mucho más familiar para el estudiante académico. Sin embargo entre los miles de utensilios de sílex que se han encontrado desde que la arqueología se convirtió en disciplina científica figuran algunos objetos desconcertantes: los llamados «pedernales de pigmeo», hallados en Inglaterra, Sudáfrica, Australia y la India. Se trata de diminutos pedernales (unos seis mm) tallados en forma de taladros puntiagudos, raspadores y cuchillos, que denotan una gran habilidad artesanal.

El término «pedernal de pigmeo» es evocador, pero aunque esta raza africana es muy pequeña en comparación con la estatura media actual, no hay ninguna prueba de que los antiguos habitantes de Gran Bretaña tuviesen estatura de pigmeo, o de que fueran enanos o hadas. Por otro lado, ¿de qué utilidad podían ser estas minúsculas herramientas a alguien de estatura comparable a la nuestra?

domingo, 21 de noviembre de 2010

Pensamiento Mínimo

Aburrirse en el momento adecuado es signo de inteligencia.

Las raíces del vampirismo

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El conde Drácula continúa manteniendo a su público en un estado de horrorizada semicredulidad. Pero sea cual sea la verdad de la leyenda de los vampiros, su origen radica en una serie de hechos bastante simples.

Cada noche, cuando bajaba el telón tras la representación de Drácula en su primera versión teatral (1924), el actor-director que interpretaba el papel de Van Helsing aparecía delante del telón para tranquilizar al público: ¡Un momento, damas y caballeros! Una palabra antes de que se marchen. Esperamos que el recuerdo de Drácula no les cause pesadillas, de modo que he aquí unas palabras para tranquilizarles. Cuando estén en su casa, esta noche, y hayan apagado las luces, y sientan miedo de mirar detrás de las cortinas, y teman ver que una cara aparece en la ventana... bueno, ¡tranquilícense! Y recuerden que, al fin y al cabo, ¡esas cosas sí existen!

Era el parlamento final perfecto. El público, gran parte del cual lo constituían lectores de novelas de vampiros -muy en boga por aquel entonces-, había pasado la velada estremecido ante la historia irresistible del «mayor de los vampiros»: Drácula. Su creador, el productor teatral Bram Stoker, sabía instintivamente que su historia provocaba un eco en lo más profundo del inconsciente colectivo del público. Drácula fue un best-seller y un éxito de taquilla; eso significaba que interesaba a las masas. Y aún hoy la historia del conde vampiro sigue interesando. ¿Por qué?

Como explicó el actor Christopher Lee, Drácula atrae en parte porque es una figura sobrehumana, un inmortal cuya aterradora presencia es también sexualmente irresistible. Los psicólogos subrayan la clara atracción que surge entre el vampiro sádico y dominante y la víctima sumisa y masoquista. Pero, sea cual sea la jerga que se emplee, Drácula es más fascinante que el atávico hombre-lobo o que el escurridizo fantasma.

Pero, a pesar de su popularidad en los medios de comunicación de masas, el vampiro no debe ser considerado como un mero artificio escénico, emocionante durante la función pero que después se olvida pronto; los vampiros deben ser tomados en serio. Existen muchísimos documentos en el este de Europa, correspondientes al siglo XVIII, que afirman que los «no muertos» son reales. De modo que, ¿existen?

Como en muchos otros fenómenos paranormales, hay que agotar todas las posibles explicaciones racionales antes de abordar una explicación «sobrenatural». Y en el caso de la «epidemia de vampiros» que ocurrió hace doscientos años, hay varias explicaciones donde elegir.

Por ejemplo, el escritor ocultista británico Dennis Wheatley ha señalado que antiguamente, en tiempos en que se pasaban grandes privaciones, los mendigos entraban en los cementerios y dormían en los mausoleos durante el día, saliendo de noche a buscar comida: pálidos, flacos, saliendo de tumbas en la oscuridad, no es raro que se les tomara por los legendarios y terribles vampiros.

Sin embargo, ese tipo de confusión no explica los verdaderos casos de cadáveres que fueron hallados incorruptos cuando se abrieron sus ataúdes. Éste es un fenómeno poco frecuente, pero conocido y se han sugerido varios argumentos «naturales» para explicar sus causas. Ciertamente, las características del terreno en que se entierra un cadáver pueden implicar enormes diferencias, por ejemplo, en el ritmo de la descomposición. En la isla volcánica de Santorini (Grecia), por ejemplo, los cadáveres se encuentran tan intactos al cabo de los años, que un dicho popular de la zona habla de «mandar vampiros a Santorini», igual que en castellano se habla de «ir a Escocia y llevarse el bacalao», refiriéndose a una actividad redundante e inútil.

Pero, sin duda, la más convincente de las explicaciones naturales es la del entierro prematuro. El coma, la catalepsia y otros estados similares a la muerte llenan todavía de estupor a nuestros contemporáneos; no se podía exigir a los campesinos supersticiosos de hace varios siglos que los comprendieran.

¿Cuántos desgraciados habrán despertado dentro de un féretro, bajo unos metros de tierra o, quizá, tras lograr salir del ataúd, se habrán encontrado encerrados en el mausoleo familiar, donde habrán muerto de hambre, sed y pánico?

Terror Más Allá De La Tumba

Los entierros prematuros eran cosa relativamente común. Se dice que cuando se estaba demoliendo un cementerio del siglo XVIII para construir un aparcamiento, un tercio de los cadáveres que desplazó la excavadora mostraban signos de haber luchado dentro de sus féretros; entre las pruebas de ello figuraban dedos rotos al intentar forzar el cierre en la definitiva agonía, manos que salían del ataúd, sangre en las mortajas -cuando el «cadáver» había mordido su propia carne a causa del ahogo o la locura-... Y era precisamente la presencia de la sangre en un cadáver exhumado lo que se consideraba, con frecuencia, una prueba de que esa persona era un vampiro.

Pero si se rumoreaba que un muerto reciente era un vampiro (quizá se habían escuchado débiles sonidos que emanaban de la tumba), los aterrorizados «testigos» tomaban las medidas tradicionales. Y si el corazón del «cadáver» latía, había que clavarle una estaca. Con razón existen tantos relatos de supuestos vampiros que gritaban con todas sus fuerzas cuando se les hundía una estaca en el corazón.

Charlotte Stoker solía contar al pequeño Bram una terrible historia acerca de una de las víctimas de una epidemia de cólera que se había abatido sobre Dublín. Una mujer, a quien se creyó muerta, fue arrojada al montón de cadáveres, dentro del pozo de cal. Pero su desesperado marido, que fue a recuperar el cadáver para enterrarla decentemente, descubrió que aún respiraba. Vivió felizmente muchos años después de su terrible experiencia. Pero si se hubiera recuperado por sí sola y alguien la hubiese visto salir tambaleándose del pozo por la noche, fácilmente hubiera sido confundida con un «no muerto».

De tanto en tanto, los periódicos modernos publican noticias de personas, cuya muerte había sido certificada, que vuelven a la vida sobre la mesa de mármol de la morgue o cuando están siendo preparados para el entierro. En estos tiempos de cirugía de «recambios», la controversia acerca del instante exacto de la muerte se plantea más que en ningún otro momento de la historia. Pero en el siglo pasado ya se conocía la posibilidad del entierro prematuro; algunas personas de aquella época estaban incluso obsesionadas con la idea. Edgar Allan Poe basó varios de sus cuentos en este tema, y tanto en los Estados Unidos como en Europa se registraron patentes de féretros con timbres de alarma o con suministro de aire de emergencia.

Los entierros prematuros pueden haber ocurrido, con frecuencia, porque las varias etapas del rigor mortis no son bien comprendidas. Los músculos de un cadáver comienzan a ponerse rígidos, empezando por la cara y el cuello, alrededor de una hora y media después de la muerte. Esto puede adelantarse o atrasarse en función de la temperatura ambiente. El rigor mortis desaparece aproximadamente 36 horas después; los músculos pierden su extremada rigidez y el cuerpo queda relativamente flexible.

Ésta bien podría ser la explicación de un suceso acaecido en 1974 en el valle de Curtes de Arges, Rumania: acababa de morir un viejo gitano, y cuando la familia se disponía a preparar el cuerpo del difunto para el entierro, se descubrió que los miembros estaban extrañamente flexibles, no rígidos. La noticia corrió por el pueblo como un reguero de pólvora, y en aquellos lugares eso sólo podía tener un significado: el anciano se había transformado en vampiro. Se le clavó una estaca en el corazón y los aldeanos sintieron satisfacción y alivio. Pero quizá -a no ser que se tratara simplemente de un caso de rigor mortis extremadamente breve- el anciano todavía estaba vivo.

Existe también una explicación lógica para el extendido empleo del ajo para ahuyentar a los vampiros. La peste era transportada muchas veces por las moscas, y se observó que ciertas granjas no la padecían si colgaban ajos. No se trataba de magia: los dientes de ajo exudan gotas de humedad que las moscas detestan. El ajo, ingerido por el hombre, constituye también un antiséptico natural, un depurativo de la sangre.

Los vampiros también sirvieron de cabezas de turco en ciertas comunidades rurales cuando los animales se debilitaban o morían. En la actualidad, el veterinario administraría una dosis de antibióticos o un suplemento vitamínico y todo iría bien... en la mayoría de los casos. Con todo, aparecen enfermedades misteriosas y mutilaciones de ganado y otros animales, pero ahora los inculpados más frecuentes son los tripulantes hostiles de OVNIS.

Chupasangres Demoníacos

Puede ser que existan explicaciones lógicas y hasta frívolas para 99 de cada cien casos de supuesto vampirismo, pero es el caso número cien el que intriga al investigador. Durante muchos años, los ocultistas han creído en la existencia de materializaciones demoníacas que chupan sangre. La practicante ocultista Dion Fortune (cuyo verdadero nombre era Violet Firth) crecía que el «cuerpo astral» puede escapar del cuerpo de una persona viviente y asumir otra forma, como la de un pájaro, animal o vampiro.

Dion Fortune citaba el caso de soldados húngaros muertos que se transformaban en vampiros durante la primera guerra mundial, manteniéndose en el «doble etérico» -o sea, a mitad de camino entre este mundo y el próximo-, si vampirizaba a los heridos. Se cree que el vampirismo es contagioso; la persona que es vampirizada, al perder su vitalidad, se transforma en un vacío psíquico que, a su vez, absorbe la «fuerza vital» de su presa.

Por otra parte, la investigación psíquica no estudia creencias, sino hechos comprobados. Uno de los fenómenos preferidos de los investigadores de lo paranormal es, por ejemplo, el de los poltergeist y un fenómeno vinculado con él parece ser el del atacante invisible. En 1926 aparecieron marcas de arañazos en la cara de una víctima de poltergeist rumana, Eleonore Zugun. Y en 1960 un tal Jimmy De Bruin, granjero sudafricano de veinte años, se transformó en el foco de un torrente de actividad poltergeist; en una ocasión, un oficial de policía que investigaba el caso oyó a De Bruin gritar de dolor mientras aparecían unos cortes espontáneamente en sus piernas y en su pecho.

Otras zonas de lo paranormal incluyen también la aparición espontánea de heridas de sangre, como las imágenes que sangran o los estigmas. Pero éstos están considerados como fenómenos «sagrados», mientras que el vampirismo se considera generalmente «diabólico». Bien podría ser que estos fenómenos fueran distintas caras de la misma moneda, una buena y una mala. Quizá todo los fenómenos inexplicados emanen de la misma fuente que no es moral ni inmoral, sino inusual. Pero hasta que la descubramos, podemos continuar estremeciéndonos ante la última historia de vampiros y considerando la cuestión: ¿existen esos seres?

sábado, 20 de noviembre de 2010

Pensamiento Mínimo

Morir es la ilusión del vago.

El Enigma de los Dioses Egipcios

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Cuando se habla de Egipto se piensa al instante en pirámides y faraones, en el río Nilo, en la ciencia de los sacerdotes, en las momias de los personajes ilustres que resucitarán algún día, en los templos maravillosos y en las estatuas monumentales. Los libros de historia se han referido, desde los tiempos de los griegos, con gran admiración al arte egipcio, pero ¿han explicado en todas las ocasiones la verdad? ¿Puede creerse con los ojos cerrados todo lo que se ha venido diciendo acerca del Antiguo Egipto o se han cometido errores, por ignorancia unas veces y con mala intención otras, para mostrar una faz de este pueblo y de sus obras que, en ocasiones, corresponde exactamente a la realidad?

Un Texto que consideraban altamente peligroso

Pocas personas han dejado de escuchar alguna vez el nombre de Ramsés, faraón que vivió durante el siglo XIII antes de Cristo: fue un gran guerrero que logró rechazar una invasión del pueblo hitita. Pero no fue por esta razón que ha logrado ser conocido entre nosotros. Su fama se la debe al descubrimiento de sus restos, en 1881. No hay quien no haya contemplado alguna vez en fotografía la momia de Ramsés, cuya cabeza se ha conservado perfectamente, con todo y sus cabellos rojizos; y su pésima dentadura ha venido a demostrar que debió sufrir en vida muy malos ratos. Su hijo, en cambio, hubiera pasado desapercibido de no haber ordenado quemar en cierta ocasión un libro que consideraba altamente peligroso.

Se llamaba Khaunas y tuvo ocasión de conocer una obra misteriosa, escrita por un personaje legendario acerca de cuya existencia muy poco logró averiguar. Contenía el libro terribles secretos. Su lectura concedía poderes sobre las cosas de la tierra, del cielo y del mar, revelaba una receta para resucitar a los difuntos y para dar órdenes a las personas, por lejos que se encontrasen. Quien leyera este libro sabría mirar al sol cara a cara, así como comprender el lenguaje de los animales.

¿Qué clase de libro era aquél que ordenó el faraón Khaunas tirar al fuego? ¿Un texto científico que no supo descifrar y por esta razón, igual que ha sucedido cada vez que un hombre ignorante se ha encontrado con algo superior a su entendimiento, le resultó más sencillo suprimirlo? ¿Existió en realidad aquella obra maldita o quiso inventar el episodio un cronista de la época, para rendir homenaje al buen juicio del soberano o para burlarse de las generaciones venideras?

Hay pruebas de que el libro existió

Por fortuna, de vez en cuando se realizan en Egipto hallazgos que vienen a aclarar en parte algunos puntos oscuros de la historia. Unos arqueólogos encontraron en 1828 una estela de piedra del siglo IV anterior a nuestra era, cuya traducción informaba sobre el texto mencionado y aludía además a otras propiedades del mismo y al nombre del autor. Coincidía con el que dio el temeroso faraón: el divino Toth, a quien los antiguos egipcios representaban con cabeza de ibis, el ave sagrada del Nilo, a causa de su enorme sabiduría. ¿Y quién fue ese personaje llamado Toth?

Toth se presentó en Egipto procedente de un país situado más allá de donde se oculta el sol. Es decir, que vino del oeste, igual que otros dioses del firmamento egipcio. Su nombre recuerda de manera sospechosa al God anglosajón y al Gott germánico, pero de acuerdo con algunos estudiosos del tema tiene un origen atlante: Toth deriva de Tehutli. ¿Cuál era entonces el origen de ese Toth de quien se expresaban con tanto temor y respeto los egipcios?

¿Arribó de la Atlántida antes de ser borrado del mapa el legendario continente hundido en el océano en el corto plazo de una noche y un día? ¿De la lejana Hiperbórea acaso, llamada Tierra de Thule en las tradiciones escandinavas, que pudo estar entre Groenlandia e Islandia y que algunos autores identifican con la Gran Bretaña? ¿De las vecinas tierras del Sahara, antes de ser devoradas por las arenas del desierto? ¿O de un planeta ajeno al nuestro, según es opinión de quienes se han dedicado al estudio de los ovnis?

Debía poseer un oculto significado

Cuando Toth pretendía enseñar, por medio de su libro, a mirar el sol cara a cara, sin temor a dejar ciego a nadie, ¿qué deseaba decir? Posiblemente encerraba el texto un simbolismo difícil de aclarar: ¿que no se debe temer a la verdad y que es preciso enfrentarse a la realidad sin miedo a las consecuencias? Pero también pudo aludir el sabio a un instrumento que serviría para contemplar el Sol, los planetas y las luminosas estrellas, de cuya observación resultaría el cálculo de las fechas en que se producirían los eclipses. Y quién sabe si el tratado en cuestión contenía también secretos de medicina y de alquimia.

Cuando el faraón Khaunas ordenó la destrucción del libro de Toth -del cual, afortunadamente, lograron salvarse algunos fragmentos-, había pasado otrora su país por lo mejores tiempos.

Encontrábase Egipto en decadencia desde hacía un buen número de siglos. Muchos documentos del pasado habían sido destruidos, porque no eran comprendidos, igual que sucedería durante la Edad Media en Europa, cuando fueron quemados valiosos testimonios de la antigüedad.

Por fortuna, en el caso de Egipto llegaron un día los griegos a Egipto y quedaron tan admirados ante lo que vieron y ante lo que adivinaron, que se apropiaron de muchas cosas. Entre ellas, la figura del dios Toth.

Le cambiaron el nombre y lo convirtieron en Hermes Trismegisto, tres veces grande, supuesto fundador de la alquimia además de auténtico sabio, al decir de los filósofos esoteristas. Pero no fue Toth el único ser excepcional que, habiendo llegado del oeste, pasó su nombre a poder de los griegos.

Entre los dioses egipcios que los griegos harían suyos estaba Imhotep, quien realizó grandes cosas en Egipto. Además de ser el arquitecto de las primeras pirámides egipcias conocidas, que eran escalonadas y las levantó en la zona de Saqqarah, fue un médico genial. Poseía una técnica inigualable para realizar todo género de intervenciones quirúrgicas. Entre las más complicadas estaban la trepanación y las operaciones del corazón. Y existen testimonios que lo prueban.

Un documento escrito en lengua copta hallado hace unos años en la ciudad de Alejandría -los coptos eran cristianos de Egipto que decían descender de los antiguos habitantes del país-, que afirmaba ser copia de otro muy anterior, informaba acerca de cierta operación realizada con éxito notorio en tiempos de Djoser, faraón de la III Dinastía, que reinaba en Egipto en tiempos del famoso sabio Imhotep.

El papiro describía la operación en detalle: un oficial de la guardia recibió un lanzazo en el corazón, pero Imhotep, utilizando una técnica sorprendente, realizaría un trasplante de la víscera que devolvería la vida al militar.

Esculapio y el origen de la vida

Debió saber tanto este Imhotep que, con justa razón, sus contemporáneos lo considerarían poco menos que un dios. A partir de su muerte era lógico que sus proezas crecieran de tamaño. Los griegos se fijaron en su persona y tomaron a Imhotep como modelo para crear a Esculapio, dios de la medicina. Y para hacerlo más suyo le dieron a Apolo, el rubicundo dios solar, de padre.

El símbolo creado por Esculapio había pertenecido a Mercurio, pero en sus manos se convertiría en el símbolo de la profesión médica. Dice la leyenda que Esculapio encontró un día en su camino a dos serpientes que luchaban furiosamente entre sí. Interpuso entre los dos reptiles su bastón y ambos se enroscaron al mismo hasta quedar inmóviles.

Así se formó el caduceo, que ha sido adoptado por todos los médicos del mundo occidental como su símbolo. Quienes se dedican al noble oficio de curar suelen pegar en el cristal de su automóvil una calcomanía con figura de bastón con dos serpientes enrolladas sin detenerse a pensar que su origen es completamente absurdo. Ninguno ha caído en la cuenta de que este caduceo posee una asombrosa semejanza con la molécula en espiral del ácido desoxirribonucleico, más conocido como ADN, elemento primordial de la vida que rige la herencia biológica y cuya estructura es conocida desde hace unos pocos años nada más.

¿Se trata de una simple coincidencia el hecho de que el caduceo y la estructura de la molécula de ADN, tal como aparece en los tratados de biología, sean casi iguales? ¿Significa, por el contrario, que Imhotep sabía sobre medicina mucho más de lo que se suponía? ¿Acaso en la historia anterior a la conocida existió una ciencia avanzadísima que se perdió a causa de una catástrofe de proporciones gigantescas o a falta de hombres capacitados para perpetuar sus secretos?

Pero, regresando con Toth, bueno será saber que, además de la escritura que enseñó a los egipcios, se atribuía a este ser divino la redacción del Libro de los Muertos y la creencia, que se extendió a partir de entonces entre los egipcios, de que las almas de los difuntos viajaban a un lejano país llamado Amenti, situado al oeste, de donde resucitarían cuando llegase el momento. ¿Era ese Amenti el país de donde procedía Toth, una especie de paraíso perdido cuyo recuerdo jamás se borró de su memoria y hablaba de él a todas horas, con encendidos elogios, a los habitantes del país que deseaba civilizar?

¿Fueron Toth e Imhotep los únicos maestros que arribaron a Egipto procedentes del oeste? La respuesta es negativa. En varias pirámides de la zona de Saqqarah, que remontan a las primeras dinastías conocidas, se han hallado inscripciones que se refieren a otro personaje divino, que llegó a convertirse en un dios mucho más importante que los dos mencionados. Su nombre era Osiris.

Sus orígenes eran de verdad increíbles

También Osiris sería plagiado por los griegos a la busca de dioses para su firmamento mitológico. Harían de él Cronos -llamado Saturno por los romanos-, cuyos padres fueron Urano, dios del cielo, y Gea, diosa de la tierra.

Resulta altamente revelador que los padres de Osiris fuesen también originarios del cielo y de la tierra. ¿No sugiere esto la posibilidad de que el padre del dios egipcio arribase por la vía aérea y que su madre fuese una reina de aquí abajo, una mujer de belleza deslumbrante que cautivó al ilustre viajero? Este pasaje recuerda, muy curiosamente, al capítulo VI del Génesis bíblico, donde se habla de los hijos de Dios que se enamoraron de las hijas de los hombres.

¿Acaso el pasaje bíblico se inspiró en este episodio del nacimiento de Osiris, como tantos otros a los cuales nos asomaremos cuando llegue el momento? ¿Sucedió de la unión de los dos personajes -el celestial y el terrícola- que naciese Osiris, quien sería educado en el planeta de su padre y sería enviado a la tierra, al cumplir su mayoría de edad, para enseñar su ciencia a la ignorante población que sirvió a las órdenes de su madre?

Así opinan algunos autores que, cada vez que pueden hacerlo, dirigen la mirada al firmamento y buscan en él origen para todo lo terrestre. Desean creer que del cielo vinieron los primeros colonizadores del planeta. Tal vez están en lo cierto. Tal vez estén más de acuerdo con la realidad otras opiniones igualmente interesantes. Y una de ellas se ha querido inspirar en los orígenes del nombre de Osiris y en algunos aspectos de su existencia.

En el antiguo idioma de los egipcios se escribía el nombre Osir're, que era una palabra compuesta. La primera partícula era el nombre del personaje y la segunda correspondía al re, o nombre del astro solar. Pero esta partícula podría referirse también a una aureola luminosa que rodeaba la cabeza de aquel ser excepcional. ¿Era una aureola provocada por sus extraordinarias facultades y su mágica sensibilidad? ¿Era el resplandor causado por el casco espacial utilizado por Osiris cuando reflejaba los rayos del sol?

Este ser que los egipcios considerarían divino, en razón de sus obras sin igual, no convenció a todos al realizar tantas innovaciones. El malvado Seth terminó asesinándolo, molesto al verse desplazado por el extranjero. Cortó a continuación en pedazos el cuerpo de su víctima y los tiró al río Nilo, que los arrastró corriente abajo hasta llegar al mar.

Osiris fue un personaje sumamente dramático

Fue una suerte que la esposa de Osiris lograse encontrar y reunir los fragmentos dispersos. Halló todos menos uno, el miembro viril, lo cual obliga a pensar que detrás de esta lamentable pérdida se oculta un oscuro simbolismo. ¿Quiere decir que a partir de entonces Osiris se negó a tener hijos, pues suponía que podría sucederles lo mismo que a él a manos de los egipcios? ¿Se arrepentía de haber desarrollado tantos esfuerzos y de haber dado su sangre en beneficio del pueblo egipcio y escogía aquella lamentable pérdida para significar a los egipcios que no le importaban ya nada?

Lo único que nos informa la mitología es que Isis insufló nueva vida al cuerpo de su ex-difunto, quien de todas maneras pocas ganas tenía de seguir realizando obras de caridad. Osiris se había casado con su propia hermana Isis, porque deseaba conservar pura su sangre divina, sin mezclas con los seres inferiores. Y este racismo, que sería castigado en lo que a Osiris más podía dolerle por un representante de la oposición, ¿no nos permite acaso pensar que tanto Osiris como Isis pertenecían a una raza que se consideraba superior, como la raza aria, por ejemplo?

Algunos autores son de la opinión de que el nombre de Osiris fue en realidad Osir'ris y que la partícula Osir coincide, aproximadamente, con el nombre de los legendarios Ases escandinavos, dioses de la mitología nórdica. De igual manera, conceden también un origen ario a la segunda partícula, puesto que ris significa gigante en las antiguas lenguas germánicas.

Tal vez lo anterior no pase de hipótesis gratuita, pero resulta muy curioso observar que en el capítulo VI del Génesis se menciona a la raza de gigantes, cuyos hijos nacidos en la tierra serían los héroes. Durante algún tiempo, esta palabra serviría para designar a los seres descendientes de los personajes celestiales, pero se utilizaría más tarde para identificar a todo género de hombres valerosos. ¿Y no podría derivar este término héroe del nombre del hijo de Osiris, que se llamaba Horus?

¿Fue Osiris un gigante de enorme estatura, que dejaba chiquitos a los primitivos egipcios? ¿Lo llamaron éstos gigante a causa de sus gigantescos conocimientos, igual que llamamos gigante en la actualidad a personas de notable intelecto, como sucede en el caso de Albert Einstein?

Resulta igualmente interesante observar la semejanza de este personaje Osiris con el legendario Quetzalcóatl prehispánico. Y también la del malvado Seth con el airado Tezcatlipoca, quien haría todo lo posible por desprestigiar, en lo que más le doliera, al ser venido a bordo de una nave resplandeciente desde el lugar donde asoma el sol en las mañanas.

¿Quiere esto decir que los matrimonios consanguíneos de algunos soberanos de la América prehispánica y la leyenda de Tezcatlipoca proceden de Egipto, así como buen número de viejas leyendas del continente? ¿O, por el contrario, fueron los pueblos de América los que se las enseñaron a los egipcios?

domingo, 31 de octubre de 2010

Pensamiento Mínimo

Los intelectuales resuelven problemas… los genios los evitan.

¿Es la Tierra hueca?

 

¿Es la Tierra hueca?

Saint Louis, Territorio del Missouri. América del Norte, 10 de abril (de 1818). Al mundo entero, declaro: que la Tierra está hueca y habitada interiormente, que contiene varias esferas concéntricas sólidas, situadas unas dentro de otras, y que está abierta en el Polo, de los doce a los dieciséis grados. Me comprometo a demostrar la realidad de lo que afirmo y estoy dispuesto a explorar el interior de la Tierra, si el mundo acepta ayudarme en mi empresa”. Quien así habla no es el verniano profesor Otto Lidenbrock, de Viaje al centro de la Tierra, sino el mucho más real Jonathan Cleeves Symnes, ex capitán de infantería del ejército de EE. UU. y belicoso defensor de la Teoría de la Tierra Hueca, en carta abierta a los miembros del congreso estadounidense, los directores de las principales universidades y los hombres más sabios del momento.

Symnes afirmaba que todos los planetas son huecos, y que en el caso de la Tierra existen cinco esferas concéntricas, colocadas una dentro de otra, como si se tratase de las famosas muñecas rusas. La superficie de cada una de estas esferas sería perfectamente habitable, y se podría transitar entre ellas a través de dos grandes agujeros situados en los polos. Aunque en pleno siglo XXI la teoría puede parecer descabellada, en 1824 el Congreso de los Estados Unidos debatió la propuesta de enviar una expedición al Polo para comprobar su veracidad, recibiendo 25 votos afirmativos.

Realmente, Symnes no decía nada nuevo. Muchas religiones han considerado la Tierra como hueca, situando en sus entrañas otro mundo habitado por los muertos y los espíritus. Es el caso, por ejemplo, del Cristianismo; ahí están los infernales círculos concéntricos que Dante atraviesa en la Divina Comedia hasta llegar al último de ellos, aquel en el cual Lucifer prisionero devora las almas de los mayores pecadores.

Poetas y teólogos aparte, el más ilustre antecedente de Cleeves Symnes es Edmund Halley, el descubridor de la órbita del cometa de mismo nombre. Partiendo de las variaciones del campo magnético terrestre a lo largo del tiempo, desarrolló la idea de que la tierra estaba formada por una serie de esferas concéntricas, habitadas por seres humanos y por bestias. Las esferas interiores tendrían una atmósfera luminosa, de la cual la Aurora Boreal sería una emanación.

En la segunda mitad del siglo XIX, surge una variante de la Teoría de la Tierra Hueca, proclamada por el americano Cyrus Read Teed, y según la cual nosotros no viviríamos en el exterior de la Tierra sino en su interior, en la parte cóncava. Teed creó una religión con su teoría. Tras cambiar su nombre por el hebreo Koresh, fundo una pequeña comunidad en Florida en la cual se dedicó a predicar la verdad a sus 250 fieles hasta el día de su muerte, que tuvo lugar en 1908.

En 1914 un aviador alemán llamado Bender descubre por casualidad en París las tesis de Teed y decide desarrollarlas. Según su visión, en el núcleo de esa esfera cóncava en la que vivimos quedarían situados el Sol y la Luna (mucho más pequeños de lo afirmado por la Astronomía), y un Universo Fantasma, formado por un gas azulado y unos brillantes granos de luz a los cuales llamamos habitualmente estrellas. A nuestros pies, un infinito de tierra y roca.

La teoría de Bender se hace popular durante los años 30, llegando a oídos de los delirantes jerarcas nazis, que creen de forma seria en su veracidad. Cuentan que en 1942 Goering, Himmler y Hitler enviaron una expedición comandada por el doctor Heinz Fisher, experto mundial en rayos infrarrojos, a la isla báltica de Rugen. Su misión consistía en apuntar hacia el cielo sofisticados aparatos de observación, en un ángulo de 45 grados, para así obtener señales de la flota inglesa anclada en Scapaflow, al otro lado de la supuesta concavidad terrestre. Por supuesto, el experimento no tiene éxito, marcando el punto de inflexión de las teorías de la tierra cóncava entre los dirigentes del Tercer Reich. Con el tiempo, el propio Bender acabará sus días en un campo de concentración.

Sin embargo, la Teoría de la Tierra Hueca alcanzará más éxito que su variante cóncava y nunca le faltarán seguidores, aunque en los años 20 el intrépido aviador Richard E. Byrd sobrevuele por primera vez el Polo Norte (1926) y el Polo Sur (1929) sin notificar la presencia de esos supuestos pasos a las esferas inferiores. Al menos sin notificarlo oficialmente, ya que la rumorología esotérica afirma que el piloto voló accidentalmente al interior de la corteza terrestre, llegando a un continente verde y misterioso.

Circula por ahí (se puede encontrar algún fragmento en Internet) un supuesto diario secreto del aviador, La Tierra Interior. Mi diario secreto, con toda la pinta de ser apócrifo, en el cual narra su odisea en ese mundo perdido bajo los polos. Byrd sobrevuela verdes montañas y ríos, y distingue un animal que desde la distancia identifica como un mamut, antes de llegar a una ciudad futurista que le parece “sacada de un escenario de Buck Rogers”. Es interceptado entonces por unos hombres que pilotan aeronaves discoidales y que tras darle por radio la bienvenida le indican que aterrice.

Una vez en la ciudad, Byrd es conducido ante su líder. El hecho de que los edificios estén decorados con una especie de esvásticas, de que todos sus habitantes sean rubios y altos, hablen en un idioma aparentemente germánico y se autodenominen Arianni, resulta un poco mosqueante. Pero no hay de qué preocuparse, los Arianni resultan ser pacíficos, y transmiten a Byrd un mensaje claramente antibélico. Según su líder, a los humanos de la superficie nos espera una larga edad oscura hasta que comprendamos la futilidad de la guerra, pero cuando eso pase ellos saldrán del mundo interior para ayudarnos. El piloto, después de recibir el encargo de transmitir estas palabras al mundo, es conducido de vuelta a su avión y guiado amablemente hasta la superficie. Posteriormente, el Pentágono le ordenará guardar silencio sobre su aventura, privándonos de la revelación del líder de los Arianni. La historia es muy fantasiosa, aunque no deja de tener un punto sugerente.

Como se ve, la concepción de la Tierra como una esfera hueca con otros mundos en su interior realiza a lo largo de los tiempos un viaje de ida y vuelta: primero del mito a la ciencia, después de regreso al mito.

viernes, 29 de octubre de 2010

Pensamiento Mínimo

Si Dios tuviera algo que ver con la razón, la Fe simplemente no existiría.

Hashashins

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Era un caluroso mediodía del verano de 1125, cuando el cadí chiíta Ibn al-Jashab salía de realizar sus oraciones en la mezquita mayor de la ciudad Siria de Alepo. Un individuo, con aspecto de asceta, se le acercó y sin mediar palabra le asestó una puñalada mortal en el pecho. Ibn al-Jashab había encabezado la defensa de la ciudad frente a los cruzados habiéndose distinguido por la encarnizada persecución de una de las más temibles sectas de la historia, la secta de los Asesinos. Como en otras ocasiones, la venganza se había cumplido pero... ¿Quienes eran los Asesinos?

EL VIEJO DE LA MONTAÑA

La palabra árabe hassasi o hashashin, que significa bebedor de hasis (hachís), la trajeron los cruzados a occidente durante la Primera Cruzada. Es el origen etimológico de la palabra asesino que ya se usaba en el siglo XIII para calificar a los criminales fanáticos o a sueldo. Más adelante se popularizó en la Italia del siglo XVI y se extendió a otras lenguas ya con el significado actual. Eran así llamados los integrantes de una secta ismaelita que había nacido en la antigua Persia (Irán) en el año de 1090 y que luego se extendió por Siria y las montañas del Líbano. Las diferentes familias fatimíes se dividieron en diversas ramas en el siglo citado, una de estas ramas fue la de los nizaríes que crearon sus pequeños estados. Su tráfico de influencias, su ruptura con el califato fatamí y sus simpatías por los invasores frany, les granjearon enemistad entre los demás musulmanes.

Los fanáticos adeptos a esta orden secreta, se distinguieron por asesinar a sus enemigos político-religiosos y su terror e influencia se prolongó hasta doscientos años. Su conocimiento y leyenda pronto se extendió y no había magnicidio que no se les atribuyera, muchas veces erróneamente. Una de estas leyendas cuenta que el propio Saladino hizo la paz con la secta después de encontrar una daga sobre la almohada de su cama.

Las primeras noticias que llegan a occidente sobre los asesinos aparecen en las crónicas de las cruzadas en las que nos hablan de esta secta liderada por el misterioso “Viejo de la Montaña”. En 1192 las dagas de los asesinos se dirigieron contra el cruzado Conrado de Monferrat, señor de Tiro y rey consorte del reinado latino de Jerusalén. El asesinato favoreció a Guy de Lusignan que estaba apoyado por los templarios, aunque quizás todo fue una venganza más de los asesinos, ya que Monferrat había hundido un barco del jefe de los fatimíes. El impacto de este asesinato quedó patente en las crónicas de las cruzadas que empezaron a recoger las andanzas de los asesinos. Se dijo que eran temidos por “los buenos cristianos y los buenos musulmanes” y se les achacaban toda clase de creencias y prácticas demoníacas y mágicas.

Fue Marco Polo el primero que describió en sus escritos la fortaleza de Alamut, en Mazenderan, al sur del mar Caspio. Alamut, situado a unos 2.000 metros de altura, fue el inexpugnable cuartel general del “Viejo de la Montaña” y sus partidarios. Aunque estos ismaelitas eran seguidores de Nizam al-Mulk, el fundador de la secta fue un hombre de vasta cultura y con grandes conocimientos científicos, Hassán Ibn Sabbah, conocido como el “Viejo de la Montaña”, sobrenombre que se aplicó después a todos los Grandes Maestres de la orden. Precisamente Hassán mandaría matar a su antiguo compañero de estudios Nizam al-Mulk, visir y representante de la dinastía selyúcida de Persia. Este asesinato acaecido en 1092, sería el primero de una larga lista cometidos por esta orden religioso-militar. Hassán fue un iluminado, un personaje misterioso al que se atribuyó toda clase de milagros y se decía que era capaz de pasar días meditando sin dormir ni probar comida alguna. Curiosos y adeptos fueron llegando a Alamut y el “Viejo de la Montaña” fue ganando y expandiendo su poder.

Otra de las primeras referencias a esta secta iniciática, se la debemos al clérigo alemán Brocardus que vivió muchos años en Armenia. El rey Felipe VI de Francia estaba preparando una nueva cruzada a los Santos Lugares. Brocardus le ofreció unos escritos a modo de guía de viaje con consejos para los expedicionarios. En el apartado de los peligros de la empresa, el religioso hablaba de los asesinos pero sin darle ninguna connotación política o religiosa, los describía como mercenarios con poderes casi mágicos para mimetizarse o desaparecer entre las diversas gentes de la región imitando su aspecto y lenguaje. Ante la imposibilidad de reconocerlos, el cura aconsejaba no tomar a ningún nativo como criado durante el viaje.

LOS FALSOS JARDINES DE ALÁ

Quizás como Hassán Ibn Sabbah no tenía los medios necesarios para emprender guerras convencionales, enviaba a sus fidawis en pequeños comandos de seis hombres para eliminar a sus enemigos militares, religiosos o políticos sunitas. En esta guerra de guerrillas, los asesinos exhibían una gran destreza para la que se preparaban durante años. En el castillo de Alamut, los diversos niveles de adeptos seguían un riguroso plan de estudios religiosos y científicos, tenían nueve grados de iniciación como los templarios. En la estructura interna también coincidían ambas órdenes. Primero estaba el “Viejo de la Montaña” o Gran Maestre, luego seguían los Dais o Grandes Priores, los Refik o Caballeros, los Fidawis o Escuderos y los Lassik o Hermanos Sirvientes. Incluso llegaron a tener sus propios gremios de constructores. El contacto entre las dos Ordenes primero fue militar, pero luego fue más estrecha. Los asesinos llegaron a pagar tributos por los territorios y aldeas que los templarios les habían ocupado. En el castillo se conservaba una inmensa biblioteca sobre cábala, gnosis, alquimia, ciencia y filosofía, y poseía también un importante observatorio astronómico.

El entrenamiento para cometer crímenes era muy concienzudo para aquellos sectarios dedicados a este menester. Los fidawis eran expertos en el uso del puñal y el disfraz y podían estar como comandos “durmientes” durante mucho tiempo. Pasaban años infiltrados entre la servidumbre de un señor ganándose su confianza hasta que los dais les daban la orden de ejecutar a la víctima. Lo más temible de estos asesinos era que estaban dispuestos a morir por conseguir su objetivo. La serenidad con la que estos ejecutores afrontaban su suicidio, hizo creer a sus contemporáneos que el “Viejo de la Montaña” drogaba con hachís a sus partidarios y de ahí el sobrenombre de hashashin. Aunque podría haber sido cierto, la verdad es que todo lo concerniente a esta secta se mueve entre la historia y la leyenda.

El Jardín de Alá de Alamut es una de las historias legendarias recogidas por Marco Polo en su libro de viajes, es un relato deformado por la transmisión oral y no exento de una poética ingenuidad. Se dice entre los secretos que se guardaban celosamente en la árida montaña de Alamut, estaba un jardín paradisiático construido por Hassán donde crecían árboles frutales y flores exóticas, junto a toda clase de animales y pájaros extraños. Manantiales de agua cristalina manaban de las rocas de este vergel lleno de huríes, las hermosas mujeres que según el Corán acompañan a los creyentes en el paraíso islámico, y de jóvenes efebos. Palacios dorados con fuentes de miel y vino, completaban este paisaje de ensueño. Los fidawis designados para un combate, eran ligeramente narcotizados con hachís y opio y Hassán les hablaba sobre la misión y la recompensa que les esperaba tras su sacrificio. Ya adormecidos, eran vestidos con los mejores ropajes y llevados al jardín donde les esperaban exquisitos vinos y manjares servidos por seductoras jóvenes. Esto contrastaba con la austeridad de la vida en Alumut, donde incluso el consumo de vino estaba penado con la muerte. Después de un tiempo en este oasis, eran de nuevo drogados y devueltos a sus humildes celdas vestidos con su característica capa blanca y pretina roja al cinto. Luego se les decía que en sueños, el profeta Mahoma les había enseñado el premio que esperaba a los que luchaban y morían en la jihad.

EL OCASO DE LA SECTA

Aunque el fundador de la secta Hassán murió en Alamut en 1124, la actividad de los asesinos lejos de decrecer, se recrudeció en los años posteriores. Hassán fue sucedido por hijo Kia-Buzurgomid y luego por un sin fin de nuevos “Viejos de la Montaña”. El 26 de noviembre de 1126 cumplieron otras de sus venganzas asesinando al poderoso señor de Alepo y de Mosul al-Borsoki. Los guardias armados y la cota de malla con que se protegía el emir, no impidieron que los batiníes clavaran sus dagas doradas en el cuello del anciano militar turco para inmediatamente morir a manos de los guardaespaldas. Al-Borsoki fue el aliado de Ibn al-Jashab contra los invasores occidentales y artífice de la unión de Alepo y Mosul. Unión que supuso la creación de un poderoso estado que fue capaz de enfrentarse a la arrogancia de los cruzados.

La decadencia de los asesinos sobrevino durante el liderazgo de Rukn al-Din que, entre otras cosas, propuso suprimir los tributos que pagaban a los templarios. Las guerras internas y las intrigas personales de algunos de sus dirigentes terminaron por debilitar a una secta que se había vuelto menos exigente a la hora de elegir a sus miembros. En 1256 no pudieron defenderse de la invasión mongol y se rindieron. Más de cuarenta castillos de los asesinos fueron destruidos como los de Lamiaser y Rubdar. El conocido como El nido de las águilas, Alamut, fue saqueado y destruida su biblioteca en 1270, los libros secretos de la secta fueron quemados y con ellos su misterio. Esta vez la venganza la ejercieron los ejércitos mongoles, la secta de Hassán había asesinado a Jagatai, segundo hijo de Gengis-Khan. Muchos miembros de la secta subsistieron en pequeños grupos durante años, y otros huyeron hacía la India donde algunos autores sostienen que existieron hasta el siglo XIX aunque la secta de los asesinos desapareció oficialmente en el siglo XIII.

jueves, 28 de octubre de 2010

Pensamiento Mínimo

Todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me opongo.

Esoterismo y fin de ciclo

 

Esoterismo egipcio

Es un hecho común entre los lectores de René Guénon, que en determinado momento, influenciados directamente por la verdad y la belleza de sus escritos, quieran efectivizar de modo concreto todo aquello que se está produciendo en ellos, y siguiendo a su guía intelectual, que les dice, que él no es un maestro, y que se necesita un vínculo con una tradición, quieran concretar aquello que aún es virtual en el largo camino hacia el Conocimiento. Es sabido que el metafísico francés señala a las grandes Tradiciones de la humanidad -incluso las tres religiones monoteístas- como posibles vehículos para la realización intelectual. De hecho, esta posibilidad mueve a personas poco informadas a creer que estas vías religiosas son las únicas disponibles para el acceso y posterior encarnación de la Sabiduría; eso se debe a la asimilación vulgar entre lo religioso y lo sagrado y a la confusión -para quien inicia un camino tan nuevo como sorpresivo- entre religión y metafísica. Es decir entre lo exotérico y lo esotérico, equívoco que más de un interesado en provocar el desorden promueve en su ignorancia o en su mala fe, ambas teñidas de un cierto fanatismo propio de este fin de ciclo.

En todo caso, como bien lo sabemos, la confesión oficial católica niega todo tipo de esoterismo; por otro lado, en ninguna religión existe una diferencia tan grande entre el exoterismo y el esoterismo como en el Islam. En cuanto al judaísmo actual, lo que entiende por Cábala -que como sabemos significa Tradición- es, en términos generales, un conjunto de usos y costumbres, marcados por el prejuicio y la intolerancia, atributos que comparte con las otras dos confesiones ya mencionadas; esto, sin olvidar, por cierto, el valor y el bien que han aportado estas religiones civilizadoras al conjunto de la humanidad, en particular en épocas pasadas.

Sin embargo hoy en día ellas casi constituyen un impedimento para toda iniciación, lo cual no quiere decir que no se trate de auténticas revelaciones y que lo más puro de sus mensajes, concretamente sus libros sagrados, donde se encuentra el legado prístino de sus enviados, no constituya una guía, por mediación de la Palabra sagrada y simbólica, expresión de un Logos Arquetípico y por lo tanto un soporte del Conocimiento. Pero, como parte de la ignorancia y signo de los tiempos, acontece que el rito y la enseñanza se han debido "arreglar" por el aparato teológico o legal y por la mala intención de supuestos sacerdotes y pretendidas autoridades que han adulterado a su conveniencia circunstancial la esencia de esas teofanías. No obstante, en ellas aún puede hallarse una vía de realización espiritual, siempre que pueda efectuarse de acuerdo a los principios allí enunciados, con una transparente vocación, libre de cualquier intención o manipulación interesada; tal el caso de esos libros de sabiduría que conforman la Biblia, especialmente los de Moisés para judíos y cristianos y sobre todo los Evangelios para estos últimos. Por otro lado los islámicos tienen el Corán y otros textos sagrados complementarios, tal como los otros dos monoteísmos. En todo caso está claro que todo el Conocimiento está allí, para quien pueda develarlo, y esta fuente de agua viva existe para aquéllos que puedan encarnarla, y sería un error, acaso una monstruosidad negar esta evidencia. En cuanto a los ritos y ceremonias exotéricas, ellos pueden acompañar alguna vez con provecho nuestro viaje hacia la Unidad Central y queremos señalar como método el trabajo con el Árbol de la Vida Sefirótico de la Cábala hebrea, pero éste prácticamente no se conoce en el exoterismo judío; ahora bien, resultaría igualmente erróneo pensar que el Conocimiento fuera exclusivamente el patrimonio de estas religiones abrahámicas, mucho más en los tiempos que corren, signados inevitablemente por la caída y corrupción de todo lo instituido.

Dicho esto, se trata de respetar otras varias alternativas o vías de acceso al Centro, en donde, como se sabe, se conjugan los contrarios y desde donde la Voluntad del Cielo se expande hacia los cuatro rincones del planeta abarcando igualmente en su totalidad a todos los seres humanos que se encuentren dispuestos a despertar movidos por un llamado de tal naturaleza. En ese caso deben tenerse en cuenta no sólo las tradiciones del Oriente, o del Extremo Oriente, aún hoy vivas, sino también otras numerosas, algunas de ellas arcaicas, que dado el momento cíclico crucial que nos toca vivir resurgen con toda la potencia de su vitalidad.

De todas maneras, para los habitantes de las ciudades de Occidente son pocos los caminos iniciáticos abiertos a la realización de acuerdo a nuestras posibilidades dadas por las limitaciones del medio en que nos ha tocado vivir. Como se sabe el proceso del Conocimiento es una senda invertida con respecto a la visión del mundo que nos otorgan los sentidos y es descrita como un ascenso del alma que va en una primera etapa de la multiplicidad a la Unidad, y en una segunda del Ser al No Ser, o Suprema Identidad (el Ayn soph de la Cábala); por lo que se revierte la concepción ordinaria, ya que lo que No Es es el origen, aún, del Ser Universal, en cuanto éste es una afirmación de aquél. Sin duda el mundo actual ignora y niega esa posibilidad que es la Metafísica y acepta sólo en el mejor de los casos a la Religión, expresión exotérica de un esoterismo interior, y va de suyo que estas dos modalidades no son incompatibles, salvo que lo exotérico corte su vinculación con "las raíces de las plantas", cosa que desgraciadamente sucede tanto en la cultura europea como en la americana y su zona de influencia que es hoy el mundo entero. Para Occidente René Guénon ha señalado especialmente dos instituciones donde pudieran encontrarse vestigios que facilitasen esta Iniciación en el Conocimiento: La Masonería, que como todos sabemos es una asociación esotérica que pese a la degradación de las instituciones contemporáneas aún mantiene viva la Iniciación en ciertas logias, y -a regañadientes- la Iglesia Católica -como emblema del cristianismo en general-, aunque esta última ha sufrido grandes modificaciones desde la muerte de Guénon, especialmente en su liturgia, a pesar de que aún hoy puedan detectarse algunos núcleos esotéricos en su seno, particularmente dentro de las órdenes monacales benedictinas y cistercienses (de hecho no sólo allí); esto debe extenderse a las iglesias ortodoxas griega y rusa y a otras ramas del cristianismo; tampoco habría que olvidar a determinados cabalistas, aunque esto no cabe para la inmensa mayoría de los rabinos, al igual que con los prelados cristianos. La pobreza de las religiones, en términos generales, es actualmente evidente, y aquí debe también sumarse el exoterismo islámico, es decir, la tercer rama de las tradiciones del libro, las que asimismo en su doctrina, o en la práctica, niegan toda posibilidad de iniciación. Este es el triste panorama que se le brinda a un hombre o mujer medios en el área de influencia de la cultura Occidental, salvo su adhesión a una Tradición de Oriente, como el Hinduismo, el Budismo, el Zen, el Taoísmo, incluso la de alguna Tarîqah auténtica.

Y dado que esta sombría situación -ya sea por la dificultad de conectar con estos verdaderos centros tradicionales, o por la imposibilidad de ligar efectivamente con culturas, usos y costumbres algunas veces diametralmente opuestos a los propios- es la realidad presente, conviene preguntarse qué otras posibilidades tiene el hombre actual de encontrar su verdadera identidad y efectivizar su realización intelectual-espiritual en los tiempos que corren.

En estas circunstancias y teniendo en cuenta los escollos que la jalonan -que bien podrían ser tomados como las primeras pruebas para el aprendiz- no es extraño que se produzcan hoy iniciaciones solitarias, es decir sin el apoyo de un maestro vivo, incluso en tradiciones arcaicas o aparentemente muertas, teniendo en cuenta que estos casos, otrora extraños, han de ser cada vez más frecuentes dada la imposibilidad de poder conectarse con aquéllos capaces de ir guiándonos en nuestro sendero o la de tener acceso a grupos esotéricos tradicionales, tal el caso de ciertas logias masónicas.

En este sentido Roland Goffin en un artículo aparecido en la revista Vers la Tradition y reelaborado para el Nº 9-10 de SYMBOLOS plantea la posibilidad de la iniciación individual en el mundo actual, (por la propia irregularidad de éste), mediante: "La importancia reconocida por René Guénon al conocimiento 'teórico' de los principios metafísicos, y ello al margen de toda vinculación iniciática parece a menudo ser perdida de vista por un buen número de guenonianos". Por otra parte Guénon también ha tocado el tema de los afrâd en sus estudios: "Otra cuestión, que se refiere también a la ligazón iniciática, se ha planteado igualmente en estos últimos tiempos; hay que decir en primer lugar, para que se comprenda exactamente su alcance, que concierne particularmente a los casos en que la iniciación se obtiene fuera de los medios ordinarios y normales. Debe entenderse bien, antes que nada, que casos así son siempre excepcionales, y que sólo se producen cuando ciertas circunstancias hacen imposible la transmisión normal, ya que su razón de ser es precisamente la de suplir en cierta medida esa transmisión. Decimos solamente en cierta medida, porque, por una parte, una cosa así sólo puede producirse para individualidades que poseen unas cualificaciones que sobrepasan mucho lo ordinario y que tienen unas aspiraciones lo bastante fuertes como para en cierto modo atraer a ellas la influencia espiritual que no pueden encontrar por sus propios medios, y también porque, por otra parte, e incluso para tales individualidades, todavía es más raro que, faltando la ayuda proporcionada por el constante contacto con una organización tradicional, los resultados obtenidos como consecuencia de esta iniciación no tengan un carácter más o menos fragmentario e incompleto". Empero, no hay que ir tan lejos y a casos especiales, ya que el propio Guénon reconoce la validez de la Tradición Hermética.

En efecto, en distintas oportunidades a lo largo de su obra y correspondencia el metafísico francés nos habla de la Tradición Hermética como una Iniciación ligada a los Misterios Menores, es decir a la restitución del ser adámico: o sea el nacimiento al verdadero estado humano.

Sin embargo, no explica de qué manera se puede adquirir esta Iniciación, puesta bajo la advocación del dios Hermes (Hermes Trismegisto), con la que se vincula esta transmisión que no incluye ningún rito salvo la senda del Conocimiento, el estudio y la meditación y la transmutación que se efectúa en esa vía, -llamada en la India Jnânî-Yoga-, donde la iluminación se produce en virtud de la identidad entre el sujeto y el objeto del conocer. En todo caso este hecho no es para nada sorprendente ya que tampoco menciona a lo largo de sus escritos ni siquiera una insinuación respecto a cualquier otro "método" u obtención de "resultados" en la vía iniciática, salvo indicar al símbolo como vehículo, o prácticas reconocidas de modo universal, como la respiración, el canto y la danza, la oración, el silencio y la soledad, etc.

Somos cristianos, específicamente católicos, y hemos sido bautizados y confirmados; conocemos los sacramentos de la confesión y la comunión y hasta alguno de nosotros ha tenido vocación religiosa. Igualmente hemos bautizado a nuestros hijos -alguno lo ha hecho de modo personal- y no les hemos negado instrucción de tipo religioso. Pero, de hecho, no podemos identificarnos ni con la Teología oficial, ni con la Iglesia de Roma, y mucho menos con la ignorancia, la hipocresía, la corrupción y hasta la delincuencia del clero de nuestros días. Por otra parte el medio en el que hemos nacido, la cultura que nos ha nutrido es cristiana, y por lo tanto con un trasfondo judío y pagano, aunque vistos sin embargo desde una programación y condicionamiento histórico que nos otorgó graciosamente la Iglesia de Roma, con un toque de nacionalismo, intolerancia y dictadura, ejercidos en este siglo en los países de habla castellana. Y es dable observar cómo hemos tenido que irnos despojando de ataduras y tabúes, muchísimos de ellos en el plano religioso-moral, cosa que ha tenido que hacer la propia Iglesia, por sus necesidades y las de los fieles que, aún así, son cada día menos. De hecho, en este mismo siglo el catolicismo ha modificado totalmente el rito, la teología, y la conducta y piedad de la feligresía y sus pastores. En honor de la verdad hemos de decir que por razones rítmicas, tocantes al fin de ciclo, todas las instituciones están igualmente corruptas. Empero, nos hemos mantenido totalmente fieles a las enseñanzas evangélicas, así como a las del Antiguo Testamento. Igualmente a la doctrina de la Iglesia en cuanto no se aparta del pensamiento tradicional, enunciado en Grecia por Platón, expresado posteriormente por los neoplatónicos y gnósticos (cristianos o no), el Corpus Hermeticum, también Proclo, y manifestado más luego por Dionisio Areopagita, cristalizándose de esta manera las estructuras de la Edad Media y su secuela (la escuela de Chartres, los San Victor, San Alberto Magno, también varios aspectos del aristotélico Sto. Tomás, Eckhart, Suso, y tantos, tantos otros) hasta llegar al Renacimiento: Gemisto Pletón, el Cardenal Bessarion, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, Nicolás de Cusa, etc., etc. y sus prolongaciones en el mundo moderno. Esa es la doctrina que nos interesa por ser el auténtico cristianismo original. Y hemos de reconocer que ese pensamiento ha venido a nosotros a través de Occidente, y por lo tanto de la cristiandad, y desde luego de su forma de vida y sus usos y costumbres, que son los nuestros, derivados en gran parte como se ha dicho de judíos y paganos.

Pero si la proximidad del Fin de Ciclo se advierte particularmente en las religiones, y en los grupos esotéricos, también lo hace en auténticas organizaciones iniciáticas, como la Masonería; empero queremos manifestar que donde es más notorio es en los "seguidores" de Guénon, especialmente en tres de sus "herederos": F. Schuon, M. Pallis y Jean Reyor. A ellos debe sumarse los "tradicionalistas guenonianos" de "estricta observancia", que en su mayor parte son más papistas que el papa, y les coge una especie de rigor que asocian con la visión religiosa, la "moral", la política inquisitorial y una presunción inversamente proporcional a su Conocimiento. Y es lógico que así sea: ¿de qué forma podría la contratradición cumplir su función de mejor modo que adulterando el pensamiento y la obra del más grande intérprete de la Ciencia Sagrada en este siglo? Guénon comenzó la lucha contra los impostores y la degeneración no ha cesado y ¿dónde podría notarse más si no es precisamente en los ámbitos supuestamente relacionados con esa Ciencia Sagrada?

¿Qué es la Tradición?

Así como puede decirse que es necesario que exista un desorden para que se cree un orden, un encuadre, podría afirmarse que la instauración de esos límites es lo que nos puede llevar a la idea de lo ilimitado.

La sociedad contemporánea es pues el encuadre, la limitación, donde podemos ver acontecimientos de otro orden que han existido y existirán por siempre.

El hombre contemporáneo ha creído que por el simple expediente de cerrar los ojos y negar lo que unánimemente ha sido llamado Conocimiento y Realidad, por todas las civilizaciones tradicionales y por todos los sabios dignos de ser designados como tales, el Conocimiento y la Realidad no existen.

Exactamente lo mismo ha sucedido con el Espíritu que, como se lo niega, se supone es insignificante o sea prácticamente nada; sin embargo desde el punto de vista hermético, lo pequeño es lo más poderoso.

El Espíritu, apenas virtual en cada hombre, es la energía más poderosa y la única que tiene realmente un poder transmutante.

A esta transmutación está dirigido todo el trabajo hermético y esa obra no puede realizarse sino en el medio en que estamos insertados, con la "materia" que tenemos en nuestras manos.

Como se sabe esta "transformación de la materia" no es sino la transformación de nosotros mismos, en el medio donde nos ha tocado vivir, del que no funcionamos independientemente, que incluye tanto a Europa como América, pues en cualquier tramo del ciclo está latente la posibilidad de la liberación.

Viendo lo que somos en verdad y no suponiendo o imaginando lo que querríamos ser es que vamos a poder realizar nuestro trabajo.

En este sentido ese medio es también un reflejo de nosotros mismos en que podemos vernos una y otra vez espejados; no somos ajenos a él sino por el contrario, semejantes, ya que siendo la vida un conjunto de relaciones en movimiento estamos íntimamente vinculados a la sociedad actual, puesto que hemos nacido en su seno, por lo cual nuestra relación con ella es mutua, como igual sucede entre el micro y el macrocosmos.

El hecho de que nuestra vida individual se haya producido en la matriz, en el cuño de la sociedad contemporánea, no establece una diferencia esencial, sino secundaria, con respecto a otro hombre que hubiera nacido bajo el signo de otra sociedad cualquiera, es decir en un medio diferente, y en una época distinta, bajo otras estrellas.

El cosmos entero es un inmenso conjunto de relaciones armónicas en movimiento y la tierra es parte constitutiva de ese conjunto. Y es sabido que la armonía se logra a través de la desarmonía, puesto que este primer concepto no podría existir sin el segundo. Por lo tanto las aparentes desarmonías parciales no son sino la expresión en un mundo, o plano u orden, de lo que es la armonía del conjunto.

Asimismo la historia de las civilizaciones y las distintas etapas por las que ellas han atravesado son igualmente la expresión refleja de lo que les es inherente; en ese sentido es muy importante recalcar que el hombre actual se visualiza como histórico. De hecho no puede imaginar su existencia sin historia: los detalles anecdóticos de su personalidad prolongados en la cinta de la sucesión temporal constituyen lo que llama su ser, aquello con lo que se identifica. Siente lo mismo respecto al cuerpo social al que tiene que dotar de una historia, o un credo, para que sea "efectivo", "real".

En contra, para las civilizaciones tradicionales o culturas arcaicas, es decir para aquellas que vivían el Conocimiento y que nos lo legaron como la expresión suprema de su propia esencia, –por sobre todas las cosas o detalles– la historia era secundaria.

Al vivir el Eterno Presente, las dos caras de la sucesión –el pasado y el futuro– quedaban completamente anulados. Sin la ilusoria ansiedad de venir de algún lado para dirigirse a algún otro, simplemente eran; realizaban en sí aquello para lo cual habían sido diseñadas. Respondiendo así el modelo social a su estructura interna, en íntima relación con el cosmos. Cada uno de los individuos que participaban en ese orden, estaban incluidos también en lo que había inspirado ese orden mismo, su razón de ser. Así el esquema social no era arbitrario ni casual, ni todo el aparato cultural, su Tradición, una mera suma de convenciones cualesquiera. Sino que simbolizaban otras realidades que se manifestaban por su intermedio a los efectos de establecer un enmarque, apto para vivenciar diversos niveles de conocimiento y para efectuar diferentes maneras de existencia; por ello es que se dice que los orígenes de cualquier cultura son sagrados. De más está subrayar que esta frase en nada se refiere a la concepción de lo sagrado que en general posee el hombre contemporáneo. El cual, por otra parte, no es enteramente responsable, ni culpable de sus propias concepciones. Heredero de una Tradición degradada, habitante de una ciudad profana, que ha perdido la memoria de todas las cosas, teniéndose que identificar con ella para poder subsistir, es inevitable que el sello de la ignorancia –y por lo tanto del sufrimiento– se halle marcado sobre su frente. Y es interesante destacar que aquél que lleva esa marca indeleble, que le condiciona constantemente y en toda ocasión, no es otro que uno mismo, expresándose en concepciones de tipo histórico –y aún geográfico.

Aprendemos a comer, caminar, hablar. Aprendemos a simbolizar y a tener memoria. Y sin embargo olvidamos que absolutamente todo, en el hombre ordinario, es aprendido. Damos por supuestas todas esas cosas. Y como los demás hacen lo mismo, asistimos por un lado al espectáculo de la más increíble confusión de lenguas e incomunicación; por el otro al estallido de la violencia en todas sus formas y manifestaciones, directamente derivadas de esos supuestos, de esas valoraciones que juzgamos convenientes o inconvenientes, de acuerdo a personas, ideas, o cosas que aceptamos sin discusión, identificándonos con ellas por el hecho de que "son nuestras".

No es de extrañar entonces que los conceptos en una sociedad como la que nos toca estén muy netamente adulterados al punto de aparecer invertidos con respecto a una auténtica civilización o a una cultura "primitiva", que es lo mismo que decir con respecto al Conocimiento y la Sabiduría. No podría caber otra suerte a las imágenes relacionadas con lo sagrado a las que inevitablemente se asocia con lo religioso. Esta concepción infantil está emparentada con cualquiera que se arrogue la posesión de tal o cual deidad. La Verdad es una, y sólo en sus estratos más bajos se divide dando lugar en nuestro orden al hecho de la multiplicidad institucional. Como es obvio, la Verdad, en sí, nada tiene que ver con ninguna institución.

Por otra parte las diferentes iglesias, pseudoiglesias y sectas de hoy día– que cada vez serán más prolíferas, según se está viendo– no tienen un punto de vista, una visión diferente de la sociedad en que están insertadas (muchas de ellas son su producto), y más bien modifican todas sus ópticas –que en sus orígenes tuvieron un entorno sagrado– para subsistir en el medio actual. Esto se ha llevado a tales extremos que no es fácil distinguirlas, por una parte, de ciertas fraternidades o asociaciones de socorros mutuos, por otra, de las sociedades comerciales que se reparten la utilidad de diferentes balanzas de pagos y, últimamente, de bandas de simples forajidos.

La institución visible, lleva en sí el germen de su propia decadencia y de la humanidad a la que pertenece. Cuando los templos y las culturas terminan de construirse, de solidificarse, comienzan en ese momento su lenta degradación. Tal es la ley del ciclo; cuando por fin se ha podido constituir la cultura o la ciudad, –creada por sus constructores– cuando por fin el inmenso esfuerzo de unos pocos ha dado lugar a una codificación, es decir, a un orden, adecuado para la realización de la vida humana, este orden comienza a decaer. Su época de mayor brillantez corresponde a la de su mejor funcionamiento. Pero es esa propia "función" la causa de su "caída". La organización viva se va convirtiendo en un modelo mecánico. Con el tiempo, los hombres alejados de sus orígenes tomarán literalmente al modelo mecánico como la "realidad". Dicho de otra manera: confundirán sus propias concepciones culturales con la vida misma. Hecho particularmente doloroso cuando estas concepciones han ido perdiendo verdad en virtud de un desgaste inherente a cualquier ciclo.

En ese sentido es que se dice que en el ciclo solar el propio sol es el protagonista y la víctima del rito que simboliza a diario. En efecto, encerrado en su propia cárcel, no puede trascender los límites del amanecer, mediodía, atardecer y medianoche, o sea, de su "caída". Tampoco los topes que le imponen los solsticios y los equinoccios. En esa danza ritual, llegado al verano y al mediodía en su camino de ascenso, ya no puede sino descender hacia el otoño y el atardecer.

Si tenemos en cuenta que el ciclo solar comienza en Oriente y se pone en Occidente y que a este punto cardinal corresponden el otoño, símbolo del decaimiento experimentado por la naturaleza en ese período, y el atardecer, momento del ciclo diario en que cae la noche y se producen las sombras que dificultan la visión, podemos inferir algunas cosas interesantes.

Y no sólo aquellas que están relacionadas con el medio social actual, que se visualiza a sí mismo como occidental, sino también el hecho de que este mismo ciclo que vivimos tiene otro que le precede –en el que la sociedad y el ser humano individualizado pueden haber sido diferentes– y otro que le ha de seguir, es decir, otra humanidad; de ambos, lo ignoramos todo.

Lo que no podemos permitirnos es no saber nada acerca de las circunstancias que nos han tocado vivir. Debemos conocerlas porque ellas son las formas, los símbolos, en que se ha manifestado a nosotros la vida, al ser partes integrantes de la misma. Si no conocemos nuestro medio y no nos sentimos partícipes en menor o mayor grado de él, no podremos salir del mismo. Y entonces no tendremos más remedio que intentar una fuga imaginativa que, por otra parte, es lo que estamos habituados a hacer cotidianamente. Por el contrario, la primera labor del aspirante al Conocimiento es enfrentar el mundo que le ha correspondido. Es decir, verlo y oírlo, aunque estemos en la fase final del Kali-Yuga.

Para poder lograr este propósito, paradójicamente, es imprescindible que nos apartemos de él, pues estando confundidos en su devenir y habiendo extraído del mismo todas las valorizaciones que constituyen nuestro ser, debemos detenernos y observarlo desapasionadamente.

Esto es evidentemente una labor muy ardua, puesto que nuestra misma programación –con la cual no se nos ocurriría dejar jamás de identificarnos–, no es otra cosa que un sentimiento prohijado y acunado por el propio medio al que intentamos observar. En efecto, cuando se nos dice que nuestras concepciones son extraídas del ambiente no se nos está diciendo que este hecho se refiere sólo al intelecto, sino a la totalidad del ser humano; a las más caras creencias, las más arraigadas convicciones, los más puros sentimientos, o sea a la identidad del hombre ordinario, que es una alternativa de lo que le ofrece el sistema socio-cultural vigente en un determinado tiempo cíclico y cósmico. Con respecto a ello es que juega sus diferentes roles o papeles.

Va de suyo entonces, que lo que entendemos por Cultura no son las "artes" y las "letras" imperantes en uno u otro periodo, ni lo que comprendemos por Tradición son ciertos usos y costumbres válidos para un tiempo histórico. Ni siquiera es el catálogo de los detalles de esos diferentes pueblos. Una Cultura es la concepción internalizada de un modo coherente de ser, que vivencian todos los integrantes de la misma. Es un organismo vivo que a los efectos de su manifestación ha tomado una estructura determinada que la hace apta para la interrelación de sus distintos integrantes, cuyos canales se comunican entre sí con el objeto de satisfacer todas sus necesidades.

Esta forma particular de ver la organización, cultural o social, tiene especial interés no bien se reflexiona en que todas las ciudades o civilizaciones tienen un Origen Mítico, vale decir, sagrado. En un medio de esa naturaleza, la Tradición, en sí, no es sino la imagen del Mundo Arquetípico, Atemporal, que se expresa cíclicamente en la cinta del tiempo.

Y llama poderosamente la atención que todos los instrumentos culturales en donde se expresa en su función civilizadora, es decir, la Obra de sus dioses, semidioses, sabios o héroes, son unánimemente atribuidos a revelaciones supra-cósmicas, es decir supra-humanas.

Igualmente no es propio suponer que hay varios cosmos. El cosmos es uno solo como bien se encarga Platón de explicarlo en el Timeo. La sucesión de mundos o de ciclos de dimensión o duración indefinida es lo que se entiende conceptualmente por Cosmos. El ciclo del electrón vivo, el ciclo atómico insertado en el ciclo molecular, el molecular navegando en el celular, el celular presente en el ciclo humano, el humano desplazándose en el ciclo de la naturaleza, el de la naturaleza coexistiendo con el de la Tierra, el de la Tierra en todo dependiente del ciclo solar, el ciclo solar circunscripto al orden de su centro galáctico, el centro galáxico determinado por otro centro galáctico y así sucesivamente, en forma indefinida, es lo que constituye el concepto de Cosmos. Fuera todo es imposible, puesto que no puede existir algo que sea exterior a él. Cualquier posibilidad, de cualquier tipo, está excluida, por lo que el Cosmos es uno solo y la idea de la pluralidad de Cosmos o de distintas metafísicas, es una pura contradicción a lo que el concepto de Cosmos y Ciencia Sagrada significan.

El Cosmos no es la suma de sus partes, así como tampoco la Tradición es el conjunto de costumbres, morales y ortodoxias de un tiempo concreto, ya que su Origen está más allá de cualquier época o determinación.

Por lo tanto cuando se nos dice que algo es supracósmico, o constituye la Tradición, debemos comprender que se nos está hablando de un concepto que está más allá de la comprensión ordinaria del hombre. De algo invisible que no es aprehensible por los canales del hombre común. Algo que sin embargo es tan auténtico y real que llega a decirse que es la vida misma.

Este nivel de percepción (para llamarlo de algún modo) está íntimamente relacionado con los conocimientos directos de otras modalidades del tiempo y del espacio vulgares. Pues éste se halla aprisionado entre las paredes de su propio cosmos. Es decir, de todo aquello que ha sido capaz de concebir, ya que nada hay fuera del cosmos de nuestra conciencia. Estas concepciones se transmiten en el organismo humano –de ida y de vuelta– a través de los conductos del sistema nervioso, análogos a aquéllos por donde se revela la civilización, las calles por donde se comunica una ciudad.

Y es bien sencillo entender que esta última no es la suma de sus habitantes, ni la de los ladrillos de sus casas, ni tampoco tal o cual accidente geográfico o particular, aunque todos ellos sean parte constitutiva de la misma.

Sino que la Cultura que transmite la Tradición –no hay Tradición sin Cultura ni Cultura sin Tradición– es fundamentalmente un concepto, una idea, un espacio otro, para decirlo de alguna manera.

Esta visión se hace más clara cuando tomamos una parte constitutiva del modelo de la ciudad o una tradición particular. El templo o la casa-hogar es una réplica en escala del modelo social y de la revelación que lo ha prohijado. Tanto la ciudad, como el templo o casa-hogar, son espacios construidos, significativos, con respecto a la aridez del espacio amorfo y desértico que los circunda.

Estos espacios significativos, estos legados tradicionales, han sido creados a partir de materias preexistentes, indivisas, invisibles, y caóticas –en el más alto grado de esta expresión–, tal como se dice en todos los génesis; la obra de la creación es efectuada por el Demiurgo y sus auxiliares.

Tanto en la ciudad, como en el cosmos, el creador (o creadores) está siempre presente pero no es ninguna de las partes de los mismos. Toda la construcción es el producto de una idea primigenia, de una concepción inteligente que se desarrolla a partir de un centro, de una síntesis conceptual, por intuición directa.

Y así como nosotros no somos nuestro corazón o nuestros pulmones, ni nuestro hígado o pies o manos, sino que las relaciones entre todos constituyen un organismo vivo, así también las diversas relaciones reveladas conforman la Tradición y el Cosmos y sus ciclos. Sin embargo esta limitación impuesta por el cosmos mismo, del que dependemos en todo para vivir, del que somos hijos, es decir hechos a su imagen y semejanza, puede ser trascendida por su propio medio y el de la Tradición que ha prohijado.

Efectivamente, las "vibraciones" del creador están siempre presentes en su obra aunque de modo inmanente. Es decir, ocultas bajo la forma de la idea o la inteligencia creadora. Esta idea o inteligencia es de otro orden con respecto a la construcción material a que da lugar. Es "anterior", en el tiempo sucesivo, a la construcción manifestada, pero coexiste perfectamente con ella. Es otra dimensión del tiempo lineal que se puede decir está "más allá" del mismo; que lo trasciende y le da su verdadero sentido.

Así acontece con el mundo pues la idea que tenemos del mismo está relativizada por sus partes constitutivas; pero del mismo modo que un espacio cualquiera, una habitación por ejemplo, no es la suma de sus constituyentes sino que fundamentalmente conforma una idea "anterior" que la habitación o espacio simbolizan, y que está implícita en la habitación o el espacio mismo, así la Tradición no puede sujetarse a estas o aquellas normas…

Lo que se trata de decir en definitiva es que tanto el cosmos, como la cultura, son limitados. Y que esa limitación es la que marca nuestro condicionamiento. Por otra parte son esas mismas estructuras las que permiten salir de ellas y exactamente para eso es que han sido diseñadas; tal el caso de la Tradición, pues así como el movimiento cósmico es el que nos da la idea de la inmovilidad, así también el límite es el que nos da la idea de lo ilimitado.

La Cultura es entonces una ausencia que nada tiene que ver con la información o la historia, algo que no es la estadística del hecho cultural sino más bien su negación. Análogo es lo que sucede con la emanación cósmica. No es esta o aquella parte del cosmos, o su "energía" lo que interesa, sino comprobar que esta realidad es inexistente como tal, más allá de sus mismos límites.

Ello se simboliza por la piedra que corona la obra constructiva y que es también el origen y la salida del cosmos, aquello que establece un contacto con "otros mundos", es decir con otras relaciones espacio-temporales, que como todas las cosas, sólo se perciben en la interioridad de la conciencia.

Todo esto se encuentra en estricta relación con lo que es la Tradición, Unánime y Perenne, siempre presente y vertical, tan válida para hoy como lo ha sido siempre y lo será para cualquier otro manvantara, o humanidad, ya que es Eterna y simultánea, simbolizada por el Polo como puerta de entrada y salida a lo supracósmico, origen y fin de cualquier manifestación, en contra de la visión perpetuamente histórica de los que por sus limitaciones tradicionalistas sólo pueden imaginar sociedades ideales, tan confusas en su vaga imaginación como las proyecciones de sus frustrados anhelos.

En la actualidad cualquiera de los interesados en buscar un camino espiritual se encuentra con un panorama que, por decir lo menos, es caótico en el sentido más bajo de la expresión.

En efecto, lo primero con que suele tropezarse es con aquello que se ha dado en denominar la "New Age", el más numeroso y heterogéneo agrupamiento de distintos movimientos en los que las sectas juegan un papel primordial y son capaces de poseer millones de miembros en sus filas. A ellas se unen numerosos grupos de origen oriental, aunque es importante aclarar que muchas de las sectas poseen ese mismo origen; estos grupos tienen principalmente diferentes grados de acercamiento con el hinduismo y su tradición -como sucede en la propia India-, o con formas degradadas de la misma como puede observarse en indefinidos gurúes que, en base a cierta terminología y prácticas de meditación, han fundado sus propios "ashrams". En ello son iguales a distintas personalidades que van por la libre y mantienen ideas de tipo psicológico o sexual, que incluyen "canalizaciones" o prácticas supuestamente basadas en el tantra yoga. La totalidad de estos dirigentes son profanos, por no decir absolutamente ignorantes de la Ciencia Sagrada y creen, como la ciencia profana, que el mundo está evolucionando, progresando, hacia la culminación de sus pretensiones espiritualistas. A ellos se suman psíquicos, mánticos, curanderos y espiritas de diferentes denominaciones. Todos ellos tienen algo fundamental en común que los identifica inmediatamente: la creencia -consciente o no- en un espiritualismo material, es decir la necesidad de que sus prácticas se relacionen con situaciones personales y sus necesidades en el nivel más bajo e individual.4 Dentro de este planteo caben numerosos movimientos pseudorreligiosos, o religiosos, con la distinción de que estos últimos no pretenden ningún esoterismo, sino sólo la salvación de sus fieles en otro mundo.

No pretendo aquí hacer un listado de las distintas modalidades del "esoterismo" actual, lo que por otra parte llevaría más de un volumen, sino destacar algunas características de estos movimientos entre los cuales deben incluirse no sólo las indefinidas sectas ya mencionadas, sino también a los "cazadores" de sectas. Con ellos conviven en Occidente verdaderas tradiciones como el Budismo Mahayana, la Masonería, la Tradición Hermética, el Zenbudismo, alguna tradición arcaica, ciertos autores fiables como René Guénon, Mircea Eliade, Walter Otto y Alan Watts, entre muchos otros y el esoterismo de las Tradiciones Abrahámicas; aquí habría que hacer una distinción importantísima entre el esoterismo cristiano, y el "cristianismo esotérico" -y lo mismo ocurre respecto al esoterismo judío, e islámico- el cual toma a la religión como base imprescindible de la metafísica, desvirtuando así la auténtica Ciencia Sagrada, el Conocimiento Tradicional, poniéndolo a un nivel piadoso y dogmático que, hemos visto, necesariamente desemboca en fanatismos de distinto tipo, por lo que a veces puede considerárselos aún más peligrosos que los mencionados anteriormente, ya que estos últimos buscan la salvación, o la conversión de la humanidad, por cualquier expediente que sea, y aquellos, la mayor parte de las veces no sobrepasan la órbita individual y no ejercen ningún tipo de apostolado, ya sea protestante, católico, o islámico; aunque ello no es válido para el judaísmo, cerrado en sí mismo.

Por otro lado queremos observar que quienes se acerquen hoy con ingenuidad y objetividad a los pocos medios esotéricos tradicionales existentes en Europa y América podrán observar la animosidad que existe entre ellos, el amiguismo y las cuestiones personales que los distinguen, cuando no diferencias de nivel en cuanto a las experiencias que tienen de la Realidad, poseyendo a veces sólo ideas debidas a meras referencias librescas e históricas; sin mencionar que las religiones creen que su Dios privado conforma la única verdad, de la que excluyen cualquier creencia, o usos y costumbres diversos, incluso la existencia de diversos dioses, o nombres de poder, ángeles y arcángeles, que curiosamente existen en su cuerpo doctrinal aunque ellos parezcan no saberlo, o consideren son sólo alegóricos.

Es lógico para quien comienza un camino desconocido que pueda extraviarse en él; de esa cuenta unos se pierden al tomar de modo literal algunos conceptos, o creen indispensable practicar determinadas dietas, de las cuales el vegetarianismo ocupa el lugar más destacado, asociadas incluso a determinadas concepciones relacionadas con la salud y el mantenimiento corporal, subordinando el alma -sin hablar del Espíritu- a la modalidad más grosera de la manifestación. Hasta el paso por alguna, o varias organizaciones New Age y la ejecución de determinadas prácticas puede ser valioso, en cuanto sirva de modo negativo para abandonarlas, por encontrar con el tiempo que no correspondían a sus necesidades espirituales. Esto puede estar ligado a los peligros que se asocian con el transcurrir por cualquier camino y puede ser puesto en relación con el precepto evangélico de que hay que perderse para encontrarse.

Pero quien acepta apriorísticamente ciertas ortodoxias de cualquier tipo sin reparar en ellas, no está ni siquiera permitiéndose extraviarse en la senda de lo que se supone es el Conocimiento. Esto se halla dado ya desde el comienzo por la forma en que se enfrenta el hecho de Conocer: como una búsqueda y aventura del alma, sedienta de sí misma, o como la sumisión a una estructura que generalmente se encuentra adulterada por la creencia, o sea por una especie de suma de axiomas, absorbidos casi con criterios administrativos, aceptados de modo pasivo y lineal, sin claroscuros, y sin la Pasión, que la antigüedad denominó Furor; en cuanto a los peregrinajes, para poner un solo ejemplo, la confusión con caminatas deportivas u otros ejercicios más o menos profanos es a veces evidente. No se puede salir del laberinto cuando éste ni siquiera existe, lo cual es propio de medios esclerotizados que confunden al psicopompo con lo pomposo.

En ese sentido nos hemos preguntado más de una vez qué interés pueden tener ciertas personas en un supuesto esoterismo a no ser como hobbie, o por no tener otra cosa que hacer, o aún peor, para destacarse respecto a sus semejantes.

Aquí también cabría referirse al fanatismo tomado como una creencia en sí, propia, entre otros, de los autollamados tradicionalistas, que a través de un autoritarismo esencial pretenden juzgar a los demás, de acuerdo a una hipotética ley divina y humana, la cual no sólo está de su lado sino que les exige que se cumpla, siempre, es claro, según sus criterios y las circunstancias aleatorias, que suelen inventar a su antojo con la misma belicosidad. Pues se trata de tener un enemigo y actuar contra algo para ellos mismos sentirse unificados, para pensar que son, o para "ser" una cosa, aunque ésta fuese una sombra proyectada sobre otra.

Esto suele generar la falsa idea de una élite a la que se aspira. Si verdaderamente eres de una élite, casi no te enteras de ello, y no tienes ninguna pretensión al respecto, igual que si eres un ser noble no tienes aspiración a serlo, lo eres por naturaleza. Querer pertenecer a una élite, según lo comprendemos, es bastante como querer ser de "la sociedad" o aparecer en la "prensa del corazón", o sea ambiciones meramente profanas; o lo que es lo mismo que apetecer ser un miembro conspicuo de un entorno donde no sólo se es "brillante" -o "respetable"-, sino que se adquiere una "notoriedad", desde luego egótica, olvidando aquello de que "mi reino no es de este mundo"; todo ello adornado de una tonalidad moral pacata que envidiaría cualquier puritanismo, y que resulta mucho más hipócrita, cuando se les observa en su accionar delincuencial, que tal vez ellos imaginen como una guerra santa. Para nosotros es claro que si alguien se siente llamado hacia la Suprema Identidad y no se identifica con ningún condicionamiento, de hecho debe tener una sólida moral de base (la valentía, la generosidad, el desprendimiento, etc., es decir la virtus romana) para encarar tamaña aventura, y no aspira a ser un buen ciudadano ni al perfeccionamiento ético ya que ello es un índice de que no se lo posee. No hay mayor garantía para luchar con las pasiones que la entrega a la Belleza y la Verdad, o sea al Conocimiento. Empero, debemos advertir que, en estadios inferiores de esta senda se adquiere cierto poder y son numerosísimas las personas que se quedan enganchadas en este mundo oscuro, las más de las veces provocado por el resentimiento de no avanzar hacia la fuente luminosa que nos da el ser, es decir la asimilación con el Ser Universal, que sólo da la Gracia, y no las acciones. "Muchos son los llamados, y pocos los escogidos". (Mateo 22, 14)". En este mismo sentido señalaremos al pasar que el tema de la traición aparece en distintas tradiciones, pero se encuentra singularmente destacado en el cristianismo, en el caso obvio de Judas (e igualmente en la Masonería con la muerte de Hiram -recordemos también que Dante sitúa a los traidores en el círculo más profundo del Infierno), y en el Islam, en las raíces mismas de la constitución del califato, transparente en el asesinato de Alí, ocurrido pocos años después que el de 'Utman, el tercer califa, y seguido por el de su hijo Al-Husayn quien aseguraba la descendencia del Profeta ya que Alí sólo era el esposo de Fátima, es decir su yerno. El problema del mal se encuentra así entretejido en la historia del bien, sin ser negado, o mejor, es asimilado a la historia del sacrificio, dando lugar al mito del traidor-héroe.

Volviendo al tema de las sectas puede observarse que, en particular el cristianismo, en vista de la popularidad de alguna de ellas, en especial entre los jóvenes, decidió perseguir y satanizar estas alternativas por un lado, por otro tomar muchas de las características de la New-Age, modernizarse, con el objeto de atraer a un público que irremisiblemente se alejaba de él.

En el caso del Islam, donde en ciertos núcleos hasta la obra de Ibn Arabi no sólo es sancionada, sino prohibida, la forma que toma esta subversión y rechazo a todo lo que no se imagina como propio, y la necesidad de imponer su espada sobre el resto llegan al extremo de hacernos creer que la shariyah es el tasawwuf, y organizaciones religiosas adulteran el sentido de la Paz, la Sumisión y el Amor, es decir la vía de Sufí, y al auténtico islamismo, al identificarlo con intereses particulares, ligados a lo histórico y relativo. En Occidente suele creerse que hay algo monoblóquico llamado Islam, cuando al contrario éste se encuentra dividido desde su comienzo en shiítas y sunnitas -e incluso los igualmente ortodoxos khâwarij-, división que por cierto existe aún, y que ha dado lugar a innumerables fragmentaciones, que igualmente sacan la espada unas contra otras, imaginando cada una de ellas que su posición es la verdadera, con un odio tal, que palidecen las reyertas cristianas; sin embargo, este odio común hace que en estos momentos se unifiquen en Occidente algunos sectores de estas religiones entre sí, en el fanatismo común, intelectual y moral, que tratan de vender con el nombre de tradicionalismo.

De hecho es correcto que no se puede ser sufí sin ser musulmán y está claro que el estudio del Sagrado Corán y los hadith y la profundización en la lengua árabe -asunto este último que también es casi indispensable en otras tradiciones como el taoísmo, el budismo mahayana, etc.- son propios de ella, sin embargo, estas posibilidades ni siquiera se les brindan a aquéllos que son engañados por grupos -desgraciadamente con numerosos integrantes hoy en Europa y América- que ofreciéndose como tariqah (verdadero esoterismo) sólo se dedican a la ley, o shariyah, e insisten en que el cumplimiento de ella, del modo en que ellos la comprenden -inclusive tienen pretensiones políticas-, es decir de modo arbitrario la mar de las veces, es el tasawwuf (iniciación), y que el cumplimiento de sus normas y requisitos son requerimientos indispensables para obtener las bendiciones de un conocimiento que no pasa de lo religioso.

Desde luego no es así en todos los casos, pero son mayoría la impostura de estos movimientos que, como en el caso del cristianismo y la New Age, tratan de aprovecharse amparados en la confusión y en las necesidades espirituales que caracterizan al Fin de Ciclo. Debemos agregar que algunas personas creen que ser descendiente directo del Profeta es una garantía con respecto al Conocimiento, por lo que se debe destacar que de su descendencia se dan, y se han dado, todo tipo de casos, y en la época actual se conocen alternativas de dirigentes políticos -sin duda musulmanes- que no han tenido ninguna vinculación con la metafísica, como los fallecidos reyes Hussein de Jordania y Hassan de Marruecos, o notorios play boys como lo fueron hace unos años el Aga Khan y su hijo Ali Khan, sin contar a fanáticos religiosos, inclusive a conocidos asesinos, o a personalidades que costaría reconocer como islámicas, de lo que sólo llevan el nombre, y que de tradicionales nada. Están asimismo quienes disputan y se invalidan entre ellos la línea genealógica, que con tantos siglos y tantas esposas no siempre será suficientemente clara.

En varias oportunidades hemos hecho notar la existencia de un auténtico esoterismo cristiano, islámico y judío, pero también hemos advertido la dificultad de llegar a él por medio de las organizaciones que toman a esas religiones y sus aparatos como base imprescindible para la realización metafísica. Y que oran a un Dios externo ajeno a ellos mismos. Igualmente hemos advertido aquí sobre otros grupos relacionados con la New Age y también sobre las fantasmagorías al respecto. Con respecto a la Masonería, institución iniciática occidental por excelencia, el panorama no es más claro, aunque ha podido observarse en los últimos años un interés creciente en las logias por investigar en sus orígenes y acerca de sus auténticos contenidos. Tampoco es fácil, a veces, ligar con talleres que practiquen sus ritos con auténtico espíritu Tradicional y donde se provea al aprendiz -iniciado virtual- de los elementos que le permitan acceder adecuadamente a la Enseñanza. Empero, en la mayor parte de las logias se ha mantenido el rito iniciático, reflejo del rito cósmico, y cualquier hermano por su propia meditación en los símbolos que se le ofrecen y los ritos que practica puede llegar a la comprensión del modelo del Universo, paso previo para encontrar allí su salida a otros planos o niveles de conciencia, es decir, a otros mundos, que aún invisibles o informales son tan reales como lo que se percibe con los sentidos. Esto supone como en toda iniciación el ascenso a través de una escala, por medio de grados, en la que cada cual podrá llegar a su destino, de acuerdo a sus necesidades o capacidades, como todo en la vida. Agregaremos que esta Tradición ha sido en una época Hermética-Cristiana en su forma de manifestarse, pero jamás un "Cristianismo Hermético", lo cual salta a la vista por la respectiva antigüedad de ambas Tradiciones, sin mencionar otros motivos de diferente orden, o nivel.

Sólo queda señalar algunos otros peligros que puede encontrar aquél que se interese en la vía de la realización intelectual-espiritual.

En efecto, acabamos de utilizar los vocablos intelectual y espiritual como equivalentes, según la interpretación que Guénon da de ellos, ya que la sabiduría como tal es una forma de la santidad, y no necesariamente esto es válido de modo inverso, cuando se supone que lo "milagroso" o lo "legal" en el plano natural es lo sobrenatural. Empero la Sabiduría y el Conocimiento, por una cuestión de terminología podrían confundirse con una falsa intelectualidad y muchas veces, aún peor, con la erudición y catálogos de citas, nombres, fechas, referencias, a saber: con inmensas minucias.

En ese sentido debemos sentar nuestra crítica a las universidades y a su labor profana, las que son manejadas por personajes adocenados, que posan de sabios y consideran a la universidad más importante que el Conocimiento al tomar a su pequeña erudición como sabiduría, o sea a lo que se entiende por referencias librescas como lo más importante, y valoran a los autodidactas -así el caso de nuestro guía intelectual René Guénon- como algo menor. No se hagan ilusiones los aspirantes: en la senda del Conocimiento todos somos autodidactas en busca del Maestro Interior y no hay universidad que nos conduzca a la Suprema Identidad.

Esta actitud que acabamos de describir se debe, en numerosas ocasiones, a un tipo de conservadurismo al que nos aferramos y que impide nos desprendamos de lo que es nuestro tesoro. De hecho, la frase evangélica acerca de que "es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que entre un rico en el Reino de los Cielos" (Mateo 19, 24), no sólo se refiere a aquellos que atesoran dinero, sino a todos los que son o se consideran ricos en cualquier cosa, así eso sea la inteligencia, la virtud, la ciencia, el arte, la belleza o lo que fuere. Muchas veces se ha tomado el ejemplo de que si la copa del ego está llena, es imposible que pueda recibir los efluvios de lo celeste, las emanaciones divinas. La adquisición del Conocimiento, la Buena Nueva, es incompatible con un espíritu ahorrista que guarda algunas migajas "por si acaso". En la senda de la Iniciación esto es imposible dado que no se puede servir a dos amos a la vez. En definitiva en lo que se es más rico es en prejuicios e ilusiones, a las que asignamos valor sólo por los mecanismos de nuestra mente dual, la cual condiciona -cuando no programa- nuestras pautas de comportamiento.

Conclusión

En definitiva se debe considerar a este Fin de Ciclo, y a la Historia (tiempo) como moldeada constantemente por el Demiurgo que produce la permanente Obra de Arte, el diseño creacional. El fin de la Historia, es pues, quién lo duda, el fin del tiempo y la muerte de este Demiurgo.

La Historia del mundo (la de la Creación) es el desarrollo de la potencialidad de la semilla, génesis que incluye un ascenso (niñez, juventud) y un descenso (madurez, vejez) y es coronado por un apocalipsis.

Si se considera a este apocalipsis como el viaje del alma post-mortem, es decir como la descripción del proceso iniciático, que transmuta y da sentido a la creación, la Historia del mundo, pero igualmente la del hombre, serían una revelación y adquirirían una nueva dimensión, es decir, un sentido último, que posibilitaría el origen de cualquier otro desarrollo.

La Tradición, es decir el Arquetipo en acción, es idéntica a la actualización permanente del ser -que jamás ha salido de sí- y su reabsorción en el Sí Mismo cuando esa Tradición se acaba y cesa de girar el movimiento de la Rueda. Este instante de detención, análogo al solsticio en el año, y por lo mismo de simultaneidad, es la coyuntura por la cual el tiempo se hace Eternidad, lo cósmico es un soporte de lo supracósmico, y se realizan otros estados del Ser Universal, y donde una vez que este tiempo es absorbido por el espacio, da lugar a un nuevo mundo, a una nueva humanidad, fabricados por un nuevo Demiurgo, por su perpetua readecuación a las leyes de los ciclos.

El misterio de todo esto que para algunos es la culminación y el sentido de su vida, a otros no debe quitarles la Esperanza y la auténtica Fe en un mundo futuro, virginal y nuevo, con la frescura de otro amanecer, al que debemos arribar por medio del sacrificio, y aun del sufrimiento que caracteriza a cualquier re-generación, después del cual ya el dolor, la enfermedad, la ignorancia y la muerte han sido de una vez por todas abolidos, contemporáneamente con la entrada al Paraíso de una Nueva Edad de Oro, tanto para nosotros como para nuestros semejantes.