miércoles, 25 de marzo de 2009

El Temple X

Maniqueísmo

Manes o Mani, nació en el actual Irán, en el siglo III de la era cristiana, dicen que lo hizo con un defecto físico (símbolo de los iniciados) en su pierna derecha que lo convirtió en cojo, de por vida. Manes se educó en la religión parsi (Mazdeísmo o Zoroastrismo) que tenía como pilar básico la idea de conflicto perpetuo entre los principios del Bien y del Mal. Esta lucha sólo concluiría con la llegada del Mesías. Mani fue, a través de los ángeles, interpelado a prepararse y a iniciar a los 24 años una labor de reforma religiosa. Protegido por el rey persa Sapor I, a la muerte de este, el nuevo rey, Bharam I, lo manda asesinar. Al nuevo rey y al poder sacerdotal establecido nunca les había gustado el predicador. Era entonces, el año 276 de nuestra era.

Manes mantiene el cimiento principal mazdeista de la lucha del Bien y del Mal. Considera al mundo como un refugio de la Maldad. En una tierra creada por el buen dios, el dios de la Verdad, no tendría cabida mal alguno, cosa que evidentemente no es así. Así pues, la Tierra (la materia) es obra del Dios del Mal y sólo puede ser liberada con la llegada del Mesías o Paráclito (Espíritu Santo). Sin embargo, abría que matizar que hablamos de liberación ya que dentro de la materia, se halla encerrada una parcela de luz emanación del Gran Padre, es nuestro espíritu. Para que este sea descontaminado requerirá de sucesivas reencarnaciones, hasta que en el final de los tiempos la Materia y el Espíritu se hallen completamente separados, como así ocurría al Inicio de los tiempos.

El maniqueísmo se asentó en África del Norte, Asia Central, China, Roma y con el nombre de bogomilos se los conoció en Bulgaria y Dalmacia (Croacia). Siguiendo esta ruta, de Persia el maniqueísmo, con todo su bagaje ancestral zoroastriano, prendió en la fértil tierra del País de Oc, surgiendo como una hermosa flor blanca, los cátaros echaban raíces en el Mediodía Galo ¡Si es que alguna vez se habían ido de allí!

Catarísmo

Los dos principios

El dualismo cátaro es un gnosticismo de tipo radical, se desarrolla sobre 2 principios enfrentados y en contraposición a los que podemos denominar de variadas maneras: BIEN/MAL, LUZ/TINIEBLAS, ORDEN/CAOS, DIOS/SATANAS (o El ADVERSARIO), ESPIRITU/MATERIA, SER/NADA...

Los cátaros no podían asimilar que Dios en su infinita bondad pudiese ser el creador del MAL, pero el mal convive con el hombre, realmente existe. Dios ya no sería el creador de TODO, como así lo creen los católicos, y por lo tanto, ya no sería TODOPODEROSO. Aquí, se encuentran en un callejón sin salida, y lo creen resolver negando la existencia del MAL y sus representaciones, el mundo de los sentidos. En realidad nuestro mundo no existe, es la NADA, SATAN imbuido del principio del Mal es todopoderoso en dicho MAL, que se asimila a la MATERIA, que en realidad como decíamos es la NADA, algo así como las sombras de la caverna de Platón. Nuestro mundo es una irrealidad poblada de fantasmas y sombras en la que reina Satanás o Lucifer, el arcángel caído. Es la NADA, de la que según los cátaros, habla San Juan cuando dice al principio de su evangelio:

"Todas las cosas se hicieron por El y sin El se manifestó la NADA"

Pero el MAL no es eterno al contrario que el BIEN, por lo que este con su arma más preciada, el AMOR, acabará destruyendo, al final de los tiempos, a las TINIEBLAS, nuestro universo incluido, como así viene escrito en el Apocalipsis de San Juan. Instaurándose a continuación el reino del Espíritu Santo, del Cristo Cósmico, el Paráclito.

La creación

Para los cátaros su mundo, el nuestro, es una creación demoníaca (más que una creación, una modificación perversa de esencias preexistentes, ya que el MAL no tiene capacidad de producir algo de la nada) y por ende nosotros no somos más que ángeles caídos a los que su loca carrera por imitar a Dios a encerrado en cuerpos de barro, es decir materiales y de duración temporal, limitada. El tiempo es una característica diabólica a través de la cual el mundo material se expande, crece y se desarrolla. Pero si bien, somos materia, al igual que Satanás gozamos del ESPIRITU, luego en realidad, vivimos sumergidos en la MEZCLA espíritu/materia, donde la última emponzoña a la primera. Somos, por una parte, materia y Mal, por gracia del Demonio. Por otra, somos Espíritu y Bien por obra y gracia de DIOS. Escapar de este mundo y volver a la fuente primigenia, al mundo espiritual, es la meta de todo hombre puro, por ello los cátaros no temían a la hoguera, era más que nada el final de un largo y tortuoso camino, el premio a sus penurias. Si bien, debían estar seguros de haber hecho los deberes ya que si no les esperaría una nueva encarnación y eso era lo que esta gente quería evitar precisamente.

El libre albedrío

Un hombre no es libre para actuar de acuerdo al BIEN o al MAL, no puede elegir libremente entre una de las dos sendas. Una persona actuará de acuerdo a cuál de los 2 principios pesen más en él y esto es lo que sí puede modificar el individuo. Este, puede iniciar un camino para alcanzar la comprensión total del BIEN, de este modo le sería imposible actuar incorrectamente. Para ello, según los cátaros, es preciso recorrer tres grados, que son los que en teoría habrían alcanzado los revestidos y cuya consecución se celebraba a través del sacramento del Consolamentum. Estos grados serían:

1. Comprensión del bien.

2. Deseo del bien.

3. Poder del bien.

Un revestido que alcanzase la última fase ya no podría hacer el MAL, es decir no gozaría del libre albedrío, como no goza nadie. Sería una luciérnaga del BIEN, un hombre puro.

La reencarnación

La vida es un pequeño trecho de un camino mucho más largo, de carácter ascendente, progresivo. El individuo, en el momento de su muerte, evalúa la distancia recorrida, las metas alcanzadas y los errores cometidos, en virtud de ello el alma regresa al mundo material, para de algún modo seguir completando su formación, o ya completada esta, ya concluida la búsqueda del Bien y por tanto del Espíritu, el Gran Objetivo ya ha sido alcanzado, con lo cual no necesitará de nuevo reencarnarse. Este acceso al Espíritu, limpio de impurezas materiales, en un grado próximo al que se gozaría en los mundos espirituales, siguiendo una ley ancestral que dice que lo semejante atrae a lo semejante, sería la llave o el mecanismo por el que, digámoslo de alguna forma, San Pedro abriría las puertas del Cielo. Es muy probable que esta lucha por alcanzar mayores niveles espirituales se iniciase según los cátaros en los seres más insignificantes de la materia. De tal modo que, sería factible, que un humano hubiese encarnado previamente en un animal, como un caballo o un gato y antes que eso, en un árbol, por ejemplo. Puede, que por esta razón, los cátaros fueran vegetarianos, algo parecido por lo que hoy muchos científicos se niegan a experimentar con simios. "Somos parientes demasiado cercanos". Los últimos aluden a razones genéticas y los primeros a su ley del "karma".

El pecado

El acto por el que se sucumbe al Mal es producto de la Ignorancia, del desconocimiento del Bien, por este motivo, a los pecadores se les trataba con conmiseración y piedad, tratándoles de instruir y guiar en el buen camino. En cambio, un pecado en los hombres puros era intolerable, significaba que el consolamentum había sido impartido de forma prematura. No se había alcanzado aún la última fase de CONOCIMIENTO que impide el acceso al Mal, con lo cual debía volverse al trabajo de ascesis y al cabo de un tiempo recibir de nuevo el sacramento, si ahora ya era realmente merecedor de tal honor. La abjuración ante el fuego hubiera sido un pecado tremendo, el rechazo a la VERDAD hubiera echado por tierra toda una vida de dura preparación. El pecado era, pues, resultado de la vil y demoníaca materia, por lo que el individuo no era responsable y al no ser tampoco Dios un ser vengativo, el infierno católico no podía existir. En realidad estábamos ya en el, es el mundo de la materia, el mundo de los sentidos. Uno de los secretos del éxito cátaro fue, sin duda, esta tolerancia hacia los creyentes y simpatizantes.

El Mesías Jesús

Dios, para los albigenses, no era una entidad antropomórfica como el Yahvé judío (en realidad no sería otra cosa que el ANTICRISTO), si no, algo así como el Principio del Bien. Jesús, un espíritu puro, viene con la misión, a este mundo, de hacernos llegar la nueva: La existencia de este Principio (el Padre) y hacernos saber igualmente, de que formamos parte de él y por esa razón somos sus hijos (de ahí la oración llamada Padre Nuestro). Es decir, los cátaros creían en una especie de Panteísmo espiritual donde todo aquello que gozase del Espíritu sería parte de Dios. Nosotros seriamos Dios, una parte de él, aunque encerrados en una cárcel de materia, producto de nuestro pacto ancestral con el demonio. Jesús, como mensajero de Dios, el Verbo, no ha podido encarnarse en nuestro mundo material pues dejaría de ser obviamente esa entidad pura. Jesús pues, no tiene entidad histórica, al igual que Manes o la Virgen, serían algo así como un conjunto de enseñanzas, símbolos, que se escriben como si se tratase de la vida pasada de una persona con la intención de hacernos llegar el mensaje a nuestro mundo sensible pero sin que esta existiera realmente, al menos de la manera que muestran los textos sagrados o la Tradición:

"que todo el universo tiene la capacidad de alcanzar su mismo nivel de CONOCIMIENTO (GNOSIS) y perfección para así entrar en el Reino, y quizás algún día estar junto a EL, en el 7 Cielo".

La iglesia cátara y los distintos movimientos afines de toda Europa, a diferencia de la iglesia católica, no se estructuraban bajo un sistema monolítico y compartido de creencias estructuradas desde una única jerarquía dirigente. Estos herejes por lo general estaban organizados formando pequeños grupúsculos guiados por un maestro que podía diferir en ciertas cuestiones de sus grupos hermanos. De hecho en la consideración de la figura de Jesús los escritos recogen serias diferencias entre las distintas escuelas gnósticas (escuela filosófica dentro de la que podemos englobar al movimiento cátaro). Para unas Cristo tendría que haber sido a la fuerza una especie de espíritu o fantasma que recorriese la Palestina de Pilatos y Caifás para iluminar al ser humano (la materia es maldad y el Cristo es todo bondad luego nunca pudo haberse hecho carne), por lo tanto su entidad incorpórea impedía que fuese crucificado y así el símbolo de la cruz y la Pascua no serían sino unas inventos posteriores de la Iglesia. Otros consideraban a Jesús tan sólo un profeta más, y su horrenda muerte en la cruz no debía ser objeto de morbosa celebración ni culto. Es más, la cruz sólo sería un elemento de tortura símbolo del Señor del Mal, dueño de la tierra y REX MUNDI (señor del mundo). Otros, finalmente, acercándose a las tesis del catolicismo aceptaron la materialidad de Jesús y su divinidad al mismo tiempo, alegando que la fuerza del espíritu de Dios lo hacía inmune a la inmundicia de la materia y que su parte espiritual acabó imponiéndose de forma total sobre su mundanidad. De este modo abría vencido al demonio en los episodios evangélicos de las tentaciones y acabaría convirtiéndose en algo así como un Perfecto del máximo nivel y accediendo al Supremo Conocimiento en vida.

Estas distintas posturas se traducían a su vez en 2 actitudes en cuanto al objetivo a perseguir por el cátaro en vida, en un caso debía renunciar totalmente al mundo, a sus pasiones, poder... algo así como en el budismo y en otro caso la meta debería ser redimir a la materia, espiritualizarla, pulirla con el buril del espíritu (como habría hecho supuestamente Jesús).

Lo mismo ocurre en cuanto al poder del Señor del Mal, el Rey del Mundo. Para unas corrientes gnósticas sería inferior en poder y categoría al Señor de la Luz y no tendría capacidad de creación. Para otros siguiendo al maniqueísmo, los dos principios serían equivalentes en poderío (las dos caras de una misma moneda), más aún, el anticristo sería el creador de la tierra y de nuestro universo (material). Prueba de ello serían la guerra, el hambre, las enfermedades... Situaciones todas ellas expresión de la maldad que reina entre nosotros a la espera de su derrotada a manos de las fuerzas de la Luz.

La Salvación

No se habla de un Juicio Final. Se afirma que el final de los tiempos llegará cuando se reintegre la última alma perdida, al Reino, probablemente Satanás, el hijo pródigo, alcanzándose así la paz y la felicidad. Aquí, surge una vez más ese concepto inquietante que pone en duda la existencia de la realidad sensible, al considerarlo una invención nuestra. Nuestro mundo, que ya de antemano es la NADA, desaparece porque ninguno de nosotros, al haber retornado al Espíritu, es capaz de captarlo.

¿Cómo es el reino para los albigenses? ¿Entes individualizados? ¿Un único espíritu, en el que todos sus fragmentos disgregados han alcanzado por fin su verdadero y feliz estado unitario (Punto Omega)? ¿Volverá a surgir la NADA, en una especie de necesario Eterno Retorno?

El Principio del Mal

El Mal no crea, el único creador es Dios, las Tinieblas sólo desvirtúan la Creación de Dios. Este principio es como una especie de efecto secundario a la Creación, que seguirá perturbando, pero que inevitablemente acabará siendo destruido. Satanás no es más que un producto del Principio del Mal y el también regresará a Dios al final de los tiempos. El infierno sería nuestro mundo, donde los espíritus se hallan encadenados por la Materia, al sufrimiento y a la penuria. La felicidad sería el Reino donde sólo gobierna el Espíritu.

Finalidad y método

El alma humana, puente que comunica el espíritu y la materia, debe librarse de esta última para integrarse con el espíritu. El método que utilizaban los sacerdotes cátaros para lograrlo, consistía en una especie de aislamiento de años donde practicaban ejercicios para despertar la conciencia, además de adquirir cierto conocimiento en materia doctrinal. La renuncia a los placeres mundanos debía hacerse de tal manera que no condujese a un estado represivo, si no a un reforzamiento de su espiritualidad y por tanto de su felicidad. Los hombres puros debían:

  • Ayudar a su prójimo, tanto en sus necesidades ordinarias como en su búsqueda espiritual.
  • Educar a los jóvenes.
  • No matar ni guerrear. Es curioso que se relacionase a los templarios con los albigenses, cuando los primeros no tenían el menor reparo en desenfundar la espada contra el infiel. Los templarios, simplemente, seguían otra senda en su búsqueda de Dios. Pues hacia Dios no hay un solo camino o método.
  • Ayunar periódicamente y no comer carne.
  • Practicar la castidad: Librarse del deseo sexual suponía liberar grandes cantidades de Energía vital para utilizarla en la búsqueda espiritual.
  • No renunciar a Dios por ningún motivo, a ejemplo de Jesús y de los primeros cristianos, ante ninguna amenaza o temor.

El sacramento del consolamentum

Era el bautismo para los cátaros que habían entrado en el estado en que ya no sólo eran capaces de CREER sino también de SABER. Habían hallado el CONOCIMIENTO y alcanzado un nivel de conciencia que les hacía estar especialmente cercanos al plano espiritual que ansiaban. El sacramento tan sólo remarcaba el paso espiritual decisivo que habían dado.

El ritual era algo así: En un lugar humilde y en penumbra tan solo iluminado por 2 cirios la asamblea de creyentes y revestidos formaban un círculo ritual de protección en torno al futuro hombre puro. El aspirante entraba precedido del más antiguo de los revestidos presentes, arrodillándose ante el altar. Se realiza una confesión pública para borrar toda presencia de pecado.

Se coloca sobre la mesa el evangelio de San Juan, ante el cual se arrodilla por 3 veces el neófito, el celebrante recita en voz alta los 14 primeros versículos del evangelio de Juan y una serie de citas del Nuevo Testamento, consideradas importantes, de las que se extraen una serie de vitales enseñanzas. Al final del discurso el neófito promete cumplir en adelante los deberes de un buen cristiano.

Profeso mi fe en Dios y en el Evangelio. Prometo no mentir nunca, ni hacer juramentos, renunciar al acto de la carne, jamás matar animal ni comer carne, no hacer nada sin decir Oración, jamás viajar ni comer sin compañía. Jamás traicionar la Fe, ni siquiera bajo la amenaza de muerte por agua o fuego.

Se arrodilla ante el oficiante, que pone sobre su cabeza el evangelio de San Juan y todos los revestidos presentes ponen a su vez su mano derecha sobre ella y se repite una serie de veces las frases:

"Bendecidnos, perdonadnos, Amen" "Adoremos al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo"

Después se reza en común el Padre Nuestro, el Prólogo de Juan y el Adoremus. Para acabar con el beso de la paz y oficialmente asistir al nacimiento de un nuevo Perfecto.

El Padrenuestro

Era una oración de carácter iniciática que estaba reservada a los perfectos, por lo que a la pregunta de un creyente acerca de qué podía rezar, se le indicó esta:

"Que el Señor que condujo a los reyes de Oriente Gaspar, Melchor y Baltasar cuando vinieron a adorarlo me guíe a sí mismo."

Aunque había otras mucho más elaboradas y que incluso persistieron en la mente de algún occitano hasta bien entrado el siglo XX.

El Endura, el suicidio ritual

El motivo del suicidio no era el dolor, el sufrimiento, el miedo, la desesperación, o cualquier aflicción humana, sino el deseo de abandonar el reino material para ingresar en el Espíritu con plena consciencia de ello. Se efectuaba por parejas o grupos. Había varios métodos: Morir de inanición, por envenenamiento, cortándose las venas, saltando al vacío, por congestión pulmonar (bañándose en agua helada después de haberlo hecho en agua muy caliente).

No era infrecuente que el cátaro, una vez recibido el sacramento del consolamentum, se diese muerte, sobre todo en la época en la que acechaba la Inquisición.

El Conocimiento (gnosis)

El camino de la salvación es el Conocimiento revelado, para acceder a él no se deben aprender los textos al pie de la letra si no teniendo en cuenta "el sentido oculto que los vivifica", como en el evangelio de Juan, en el que Jesús es presentado como el Verbo divino.

La iglesia católica

Por el Poder del Adversario se creó el mundo material, por ello el Poder, al contrario que el Amor, era un instrumento del demonio. El Poder y la intolerancia de Roma no eran más que el reflejo del rostro del Maldito, por eso la Iglesia opulenta y corrupta (los sacerdotes católicos del Languedoc daban buena fe de ello) no era otra cosa para los cátaros que La Bestia.

Podía distinguirse tres clases de cátaros, de acuerdo al grado de compromiso adquirido con la religión:

· Los simpatizantes: Sólo se les pedía practicar el mejoramiento que era arrodillarse al paso de un revestido y pedirle su bendición.

· Los creyentes: se les exige que practiquen la caridad, la humildad, el perdón, la verdad y la confesión pública. También se les instruye en el sentido oculto del Padre Nuestro que deben recitar antes de las comidas.

· Los revestidos, perfectos u hombres puros: Llevan la más pesada carga.

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