lunes, 30 de noviembre de 2009

Beowulf

 

Cuenta la historia que cierto día un héroe llegó del mar, siendo un bebé aún. Llegó a las costas flotando encima de un escudo que había sido rellenado con paja a manera de cuna, traído por la corriente. Fue así que el pequeño niño creció y se convirtió en un valiente guerrero, sin par, a tal grado que fundó un reino, que no tardó en superar en grandeza a todos los otros reinos del Norte. La misteriosa venida de aquel valiente guerrero le había acarreado el nombre de Sceaf (haz de paja) o Scyld (escudo).

Beowulf

Beowulf, el valiente guerrero que se enfrentó al temible Grendel

A su muerte, después de que su reino creciera próspero y grandioso, le enviaron al mar de la misma manera en la que había llegado. Colocaron su cuerpo en una barca con preciosos tesoros y lo enviaron al mar sin rumbo fijo, ondeando estandartes dorados, para desaparecer de la misma oscura forma en que había llegado, vagando sin rumbo.

El nieto de este enviado de los dioses, Halfdan, continuó gobernando el reino con sabiduría llevándolo a adquirir más grandeza todavía. Al fallecer Halfdan, su hijo Rodgar, acompañado de una multitud de guerreros asentó su corte en el país Danés. Donde mandó a construir un soberbio palacio digno del gran reino que había construido su familia, al que llamó "Ciervo", pues la gente decía que eso parecía, desafiando las tempestades con la cornamenta de sus almenas, sin miedo a los incendios, ni la codicia que despertaba tanta riqueza en aquel sitio. Ahí reinaba Rodgar, con dicha en el corazón al poder hacer bien a los suyos. Y tanto era así que en la sala del "Ciervo" siempre reinaba la alegría. Más si hubieran sabido el terrible destino que les aguardaba no hubieran sido tan dichosos. En las profundidades del pantano que se encontraba cerca del castillo, vivía el más horrible y gigantesco de los monstruos, un ser espeluznante llamado Grendel, un increíble superviviente de los tiempos prehistóricos. Sediento de sangre y con deseos malvados, había visto erigirse la soberbia fortaleza tan desafiante para todos, consideraba que ya era tiempo de comenzar la matanza. Una noche, después del alegre festín que había tenido lugar en "el Ciervo", yacían en la amplia sala los fuertes guerreros, sin imaginar que iban a ser presa del horror y la furia del terrible Grendel. En lo profundo de la oscuridad, se acercó a los complacidos y exhaustos guerreros una maléfica garra que tomó a un par de ellos destrozándolos en el acto, pasando luego a matar brutalmente a otros ocho o diez de la misma sala, llevándose consigo uno, a las profundidades del lúgubre pantano.

Al día siguiente, ya no se oían cantos alegres donde una vez todo había sido placer y dicha, sino que sólo se oían sollozos y tristes suspiros por la grave tragedia. Todos en el palacio se preguntaban de donde había surgido tal furia asesina y al caer la noche, el rey descansó en un lugar alejado de la matanza, mientras que sus fieles guerreros hacían guardia en espera de hacerle frente a cualquier mal que decidiera irrumpir en la sala nuevamente. Sin embargo, al paso de las horas, el cansancio los venció, y cayeron dormidos sin poder prepararse siquiera para la carnicería que Grendel había comenzado ya, y el siguiente día fue terrible de igual forma. Y todas las noches del invierno fue así, hasta que ya casi no quedaban guerreros en el palacio, todos habían sido destrozados por el feroz Grendel. El rey estaba hundido en la desesperación de enfrentar un mal contra el que aparentemente nada podía hacerse. Sus dioses no le respondían, se había agotado de realizar rituales en espera de una solución a su terrible problema. Ninguno de sus ruegos de ayuda habían sido escuchados. La situación era enfermiza y muy poco tiempo quedaba antes de que la bestia diera el golpe de gracia a "El Ciervo", pues la mayoría de los guerreros había sucumbido.

Las noticias de la tragedia que había acontecido en aquellas tierras habían viajado en todas direcciones, alcanzado el territorio de los Godos, donde reinaba Hugileik, de la estirpe del dios Danner. Ahí un guerrero sobresalía sobretodos, el sobrino del rey, el joven héroe Beowulf. Aquel guerrero había probado decenas de veces su valor y ferocidad, habiendo crecido en la corte. Beowulf se enteró de las tragedias ocurridas en "El Ciervo" y del terrible monstruo Grendel. Rápidamente corrió a donde se encontraba Hugileik y le pidió que lo dejara ir a aquellas tierras donde tendría una oportunidad de probar su fuerza contra un rival digno, además de socorrer a la diezmada estirpe de "El Ciervo. Hugileik aceptó y lo dejó ir, proveyéndole de todo lo necesario para realizar el viaje. Beowulf escogió de entre todos a los doce más valientes guerreros para que le acompañaran en la difícil misión. El navío se dirigió rápidamente y el viaje se realizó sin contratiempos, pero apenas venía el desafío.

Lucha contra Grendel

Beowulf luchando contra el terrible gigante Grendel, cuerpo a cuerpo, con nada más que la fuerza de sus brazos

Al llegar Beowulf se presentó ante los guerreros que le recibieron y les explicó sus intenciones de ayudar contra la malvada bestia que les había causado tantos horrores. Luego fue conducido a la fortaleza, donde se encontró con el rey Rodgar, quien estuvo muy agradecido de que finalmente sus plegarias hubiesen sido escuchadas. Rodgar había escuchado del héroe que tenía enfrente y sabía de la fortaleza que lo caracterizaba, se decía que en su puño poseía la fuerza de treinta hombres, por lo que estuvo gustoso de tenerlo de su lado. Beowluf, osado y valiente le expuso sus saludos al monarca y le dijo que tenía intensiones de enfrentar al monstruo sin armas, únicamente con la fuerza de sus brazos, de la misma manera que aquella bestia había masacrado a incontables guerreros. Así estuvo acordado y la noche no tardó en caer. Los guerreros que habían seguido al héroe, harían guardia junto con él, sin embargo pronto cayeron rendidos por el cansancio. No así Beowulf que permanecía erguido y con la mirada bien atenta, esperando su encuentro con la terrible bestia, la cual ya se encontraba dirigiéndose lentamente al lugar donde tantas otras veces se había dado un festín brutalizando a cuanto pobre infeliz se cruzaba por su camino.

El paso lento y pesado daba una apariencia más grotesca y siniestra al terrible Grendel que ya se encontraba próximo a entrar en la sala. Con fauces babeantes, saboreando de antemano su presa, entro en la sala y del primer zarpazo destrozó al guerrero que estaba más próximo a él, ahogando sus gritos de dolor, mientras desgarraba sus pobres miembros. Ya se acercaba al segundo cuando de pronto, sintió que un potente brazo que parecía más fuerte que el acero lo rodeó del cuello mientras una poderosa mano comenzaba a estrangularle. El miedo comenzaba a hacer añicos los nervios de la bestia que sabía que el vengador de todos aquellos guerreros había llegado y quería saldar cuentas. Hubiera querido regresar a su tranquilo pantano o no haber salido, pero, los fuertes dedos que apretaban su cuello no se lo permitían. Lo sujetaban con fuerza, y aunque forcejeaba de un lado a otro y por instantes se zafaba del mortal abrazo, nuevamente era prensado con increíble fuerza. En su furia y aparatosa agonía Grendel lanzó un aterrador grito que despertó a todos en el palacio siendo los guerreros Godos los que valientemente corrieron a socorrer a su señor, dando golpes con sus espadas y mazas por todos lados, a la bestia. Más aquellos no sabían que Grendel estaba protegido por un hechizo que lo hacía inmune al acero, más de bien poco le servía contra Beowulf quien con brutal furia había conseguido arrancarle un brazo al engendro, que se desvanecía entre la débil luz del amanecer, herido de muerte. Beowulf, feliz por la victoria y haber liberado al pueblo de los daneses, así como mantenido el honor de los Godos, tomó el brazo de la bestia y lo clavó en la pared, para que cuando llegasen los daneses, vieran enseguida la señal de la victoria.

Brazo de Grendel

El brazo de Grendel, colgado en la gran sala ante el asombro de los daneses. Después de haber sido arrancado por Beowulf

Al ver el brazo de la bestia, los daneses se sintieron como no se habían sentido en mucho tiempo, increíblemente felices por las noticias del éxito de Beoulf contra Grendel. Siguieron el rastro de sangre de la bestia que conducía al pantano donde rojas burbujas se veían subiendo hasta la superficie. En la mañana, una alegre fiesta fue dada en honor del héroe Beowulf, quien se negó a pedir recompensa alguna al rey Rodgar, y disculpándose por no haber matado a la bestia directamente, pero asegurando su próxima muerte a causa de la mortal herida, a lo cual el monarca dio fuerte abrazo a Beowulf y decidió conmemorar su alianza y amistad regalándole un brazalete, con anillos dobles enlazados en oro y pedrería preciosa, en señal de agradecimiento y buenos deseo para ambos. Sin embargo el horror no había terminado. De nuevo los guerreros yacían cansados, sin armas y desprevenidos sin saber que la muerte rondaba sus cabezas.

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