Islam
La vida del profeta
Mahoma nació alrededor del 570 d. C. Pertenecía a una familia pobre pero de un clan tradicionalmente influyente en el territorio, los Qurays. Huérfano y criado por sus tíos, pronto empezó a trabajar en su ciudad natal, La Meca. Un buen día, fue empleado por una rica viuda que se fijó en el elegante y caballeroso joven. A los 25 años ya estaban casados y Mahoma se encargaba del negocio de su mujer, organizar caravanas a distintos puntos de Arabia y Siria. Debido a su trabajo, Mahoma viajaba de aquí para allá, de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y entraba en contacto con gentes de diversas culturas y creencias. Mahoma, siempre muy interesado por la religión, discutía y aprendía y así iba conformando también su punto de vista. La religión era su gran vocación.
Con el tiempo, Mahoma empezó a sentirse realmente contrariado por las ingenuas supersticiones de sus paisanos, de la corrupción que imperaba en lo sagrado, de las inútiles prebendas de las que eran objeto falsos y extravagantes dioses, de la inmoralidad que rodeaba a lo trascendente. Así, un buen día, sale de su casa en busca de soledad y meditación, al encuentro de la Revelación. Se dirige a las cuevas montañosas de las proximidades. Allí, pasa un tiempo, cuando regresa le hace partícipe a su mujer de una visión de la que había sido protagonista. Dice habérsele presentado el arcángel San Gabriel, exhortándole a mostrar a su pueblo la verdadera religión, el Camino. Su esposa no duda de él, quizás porque lo conoce mejor que nadie y sabe que no es un necio. En lo sucesivo, Mahoma tendría otros encuentros con lo sobrenatural, hasta llegar a uno que lo marcaría para siempre. Una noche se le volvió a presentar el arcángel San Gabriel mientras dormía y le llevó hasta la Kaaba, el templo cúbico de La Meca, allí le esperaba un equino alado que lo transportó hasta el Templo de Salomón, en Jerusalén, donde se reunió y charló con los verdaderos profetas que habían existido en la historia de la humanidad, entre ellos Abraham y Jesús de Nazaret. Después, se le mostró una escala por donde subió a los cielos y bajó a los infiernos, para comprobar las delicias que proporcionaban las bellas doncellas a los justos y las angustias eternas por las que pasaban los pecadores.
Esta revelación le valdría a Jerusalén el honor de ser considerada la tercera ciudad sagrada del mundo islámico (después de La Meca y Medina), de modo que en el 691 d.C. el califa Abd el-Malik construiría una mezquita en conmemoración del hecho protagonizado por el profeta. En ese lugar se edificó la mezquita más lejana por entonces, Al-aKsa en árabe. No sólo eso, este episodio convence a Mahoma de transcribir la palabra de Dios y así nace el Corán, una serie de mandatos a los que el buen musulmán se debe plegar incondicionalmente (musulmán quiere decir "el que obedece") para alcanzar la rectitud y el Paraíso. Algunas tradiciones afirman que durante esta visión, en la que Mahoma recibió el libro sagrado de manos de Alá, también le fue entregada una ciencia esotérica destinada únicamente a los elegidos, el Sufismo.
Pero entretanto, la posición de Mahoma se fue tornando muy difícil. Sus ideas chocaban con los intereses económicos de personajes poderosos de la ciudad, y es que las peregrinaciones a través de las donaciones de los fieles a los cientos de dioses menores que poblaban el panorama religioso árabe, por entonces, dejaban sustanciosos beneficios a los empresarios de La Meca. Mahoma incluso llega a afirmar que mejor era quedarse en casa rezando que ir a la ciudad a hacer el ridículo. Este clima de hostilidad derivaría en su huida hacia la ciudad de Medina donde gozaba de más apoyos y comprensión, incluso entre la comunidad judía. Este acontecimiento, trascendental en la historia de la religión islámica, se denominó la Hégira o Peregrinación. En la nueva ciudad se le fue agotando la paciencia y sacó a relucir su carácter más agresivo. Comenzó a liderar asaltos a caravanas cargadas de productos mercantiles que se dirigían a la Meca. Atacó a sus rivales allí donde más les dolía, en su economía. Comenzó una lucha que derivó en enfrentamientos que aún en inferioridad numérica le fueron exitosos, lo que fue acrecentando su fama, sobre todo entre los más pobres que no participaban del lucrativo negocio de las ofrendas a los dioses. La Meca esta situación no la podía tolerar por más tiempo, tenían que parar a Mahoma. La ciudad armó a un potente ejército que se dirigió al asalto de Medina. Mahoma organizó la defensa y fortificó la ciudad. Finalmente el ejército atacante hubo de desistir, lo que convenció definitivamente a muchos más a unírsele. Con el tiempo consiguió reclutar a un gran número de adeptos y con ellos tomar por fin la ciudad hasta entonces impía de La Meca. Nada mas conquistarla hizo limpiar el Templo de falsos ídolos y purificarlo. Una vez terminado este cometido, Mahoma entró y oró durante un largo periodo de tiempo, fue entonces cuando ese lugar se convirtió en el lugar más santo de lo que por entonces tan sólo era una incipiente religión, el Islam.
Alrededor del 632, Mahoma moría en Medina, después de poner por escrito sus creencias y convertir sus ideas en una de las religiones más organizadas y con más futuro de la región.
Después del profeta
A la muerte de Mahoma, le sucedió su suegro y fiel seguidor Abu Bakr, el elegido por los jefes tribales. La expansión del Islam debía continuar, por lo que los mahometanos se lanzaron a la conquista de Egipto, en esos momentos una importante provincia bizantina. También pusieron sus miras en Siria, Irak, e Irán. A Abu Bakr le sucederán Umar ibn-Jattab y a este Utmar ibn Affan. Con este último se iniciará la ruptura del Islam en dos facciones, los chiítas y los sunitas. Utmar no era miembro de la familia del profeta, la Hachemita, sino de otra llamada Omeya. El nuevo líder se dedicó a enriquecer y a beneficiar a los miembros de su facción, les otorgó los mejores cargos hasta que uno de los hijos de Abu Bakr, el antiguo dirigente y amigo de Mahoma, lo asesinó. Después de este crimen, el poder volvió a caer en manos hachemitas, en la figura de Alí ibn Abr Talid, casado con Fátima la hija del profeta. Este, comenzó sustituyendo a aquellos que habían sido beneficiados por los Omeyas, lo que motivó la rebelión de Mu'awiya, gobernador de Siria. La guerra era inevitable y esta se decidió cuando las malas decisiones militares de Alí y su oportuno asesinato, dejaron vía libre a la familia Omeya hacia el gobierno del Islam. Los Omeya trasladaron su sede a Damasco y dieron inicio a un imperio que los llevaría a invadir España y derrotar a los visigodos por medio del general bereber Tarik. Finalmente y para alegría de los cristianos europeos, los ejércitos musulmanes serían detenidos y derrotados en Francia (batalla de Tous) por Charles Martel, abuelo del futuro Carlomagno.
No obstante algunos seguidores de Alí no se resignaban al poder Omeya y fundaron el partido de Alí, conocido como chiíta. Los chiítas son guiados por imanes, maestros o ayatolás. Hoy en día dominan en Irán e Irak y en el pasado también en Egipto (hasta la conquista de Saladino). Los chiítas se dividen a su vez en múltiples sectas como los ismailíes, duodecimianos... que a su vez se escindieron en su día, en otros grupos como los haschichins (los asesinos), los fumadores de hachis.
A los omeyas, por el 750, les sucede la dinastía de los abasidas, tras exterminar prácticamente a los primeros. De carácter más fundamentalista, los nuevos soberanos trasladaron su capital a Bagdad.
Los pilares del Islam
· Shahada: El principio absoluto; "Sólo hay un Dios, Alá, y Mahoma es su profeta".
· Salat: Las oraciones. Se deben hacer varios rezos al cabo del día, acompañados de los gestos rituales de lavarse la cara, manos y antebrazos.
· Sakat: La limosna. Los generosos son gratos a los ojos de Dios.
· Sawn: El ayuno o Ramadán. Conmemora la estancia del Profeta en las montañas a la búsqueda de la Revelación. Durante el mes de Ramadán, el buen musulmán no puede comer, beber, ni tener relaciones sexuales durante el día.
· Hayy: La peregrinación a La Meca, al menos una vez en la vida. Rememora la huida del Profeta a la ciudad de Medina. Lo primero es visitar la Gran Mezquita, para dar 7 vueltas a la kaaba y besar una misteriosa piedra negra cuyo origen y objeto se pierde en la noche de los tiempos, pero a la que aún hoy en día se venera. Probablemente se trate de una piedra meteórica. Las rocas caídas del cielo frecuentemente eran consideradas objetos de carácter sagrado en la antigüedad. Después se lanzarán piedras a una columna que representaría a Satanás y se beberá en el pozo sagrado de Zamzan.
En la época de las cruzadas
Los cristianos, entre ellos los templarios, residentes en los reinos creados por los cruzados, debieron aprender a conocer a su enemigo musulmán y a fomentar las diferencias entre ellos en su propio beneficio. La unidad del Islam era sinónimo de destrucción para los reinos cristianos de Oriente y eso lo sabía perfectamente en el Temple.
En la época en la que se dio inicio a las cruzadas la situación política en Ultramar era la siguiente:
Los fatimíes, chiitas, habían conquistado Egipto y fundado su capital, el Cairo. De allí marcharon para doblegar a los abasidas de Bagdad. Pero sólo consiguieron conquistar los territorios al el sur de Siria, incluida Jerusalén. En el norte seguían dominando los abasidas. En 1055 unas tribus nómadas, de voraz apetito conquistador y fieles al Islam sunnita, los turcos, conquistan Bagdad y su jefe Tugril Beg se hizo nombrar soberano político, sultán. El objetivo de los nuevos señores de Bagdad era claro: acabar con los fatimíes egipcios e imponer la verdadera fe islámica, el sunnismo. Las tribus nómadas turcas tenían como prioridad el pillaje, su forma ancestral de vida, mientras se movían por territorios fértiles donde dar de comer a su ganado. Prohibida por el Corán la rapiña sobre otros hermanos musulmanes y con un Oriente Próximo seco y desierto, la marcha hacia el sur carecía de los requisitos que guiaban al turco. La invasión de Tierra Santa no era compartida por el pueblo, que si ve en los territorios bizantinos de Anatolia una jugosa presa.
El Imperio Bizantino no estaba dispuesto a consentirlo, con lo que con un poderoso ejército se enfrentan a los turcos selyucidas comandados por el sultán Alp Arslan, pero la división en el seno del imperio cristiano, provoca la traición que se traduce en la derrota del emperador Romano IV Diógenes, en la batalla de Mantzikert (1180). Los turcos ya tenían vía libre para su expansión. Los bizantinos enfrascados en una guerra civil, no son capaces de armar un contraataque y hacia el año 1092 el hijo de Alp Arslan, Malik Shah, junto a su general Suleiman, conquistan casi toda Asia Menor a los bizantinos. Después de la muerte de estos 2 líderes musulmanes el imperio abasida se fragmenta por causas sucesorias y en las grandes ciudades nace un poder independiente en la práctica que son los atabegs, jefes militares y tutores de los príncipes selyucidas.
Los bizantinos apercibidos de esta situación de división y un poco más unidos con el emperador Alejo Commeno, piden al Papa apoyo para detener a los turcos y así poder recuperar posiciones antaño perdidas. La respuesta será, la primera cruzada.
A finales del siglo XI una secta ismailita, la de los asesinos, los hashishins (fumadores de hachís), ocupa los montes de Ansariyya y sus seguidores se atrincheran en fortalezas infranqueables. Los hashishins cometían atentados sobre cualquiera que pudiera importunarles, sin importarles que en ocasiones su intento equivaliera a un auténtico suicidio. Tenían la creencia ciega, facilitada quizá por la ingestión de la droga, de que a su muerte les esperaba el Paraíso y todas sus consiguientes delicias.
El concepto de Yihad
Es obligación de la comunidad musulmana la guerra santa contra el infiel para lograr su conversión o en su defecto su muerte. Así de claro se muestra el Corán hacia los paganos. Para las gentes del Libro (la Biblia) se practica una política más tolerante, aunque considerados inferiores se les dejaba convivir junto a los musulmanes a cambio de un impuesto especial, la jizya. El Islam divide el mundo en dos mitades el dar al-Islam (la tierra del Islam) y dar al-harb (la tierra de la guerra), ambas tienen como destino ineludible la pertenencia a la comunidad islámica, de modo que la tierra de la guerra ha de ser incorporada al rebaño nada más que la situación lo haga factible. De este modo, en teoría, la paz nunca podrá llegar entre los musulmanes y las otras religiones, (por lo menos en la teoría, seguida al pie de la letra por algunos grupos fundamentalistas) no es posible la paz entre los musulmanes y los cristianos. Algunos pensadores cristianos, ante esta situación, consideraron su guerra contra el sarraceno una guerra defensiva, pues tarde o temprano, como lo demuestra el intento musulmán de ocupar Europa, el choque sería ineludible.
Parece indudable la relación de las órdenes militares cristianas con el mundo islámico. Los conceptos de guerra santa (Yihad) y ribat (fortificación militar creada cerca de las fronteras del mundo musulmán, donde el servicio era de carácter temporal) parecen haber influido en la formación de las ordenes militares cristianas, de tal modo que en España plagada de estas fortificaciones islamitas durante la ocupación musulmana, encuentran su contrarréplica con la creación de castillos y órdenes militares dedicados precisamente a defender las fronteras contra el infiel musulmán.
En definitiva, el concepto de guerra justa y defensiva ya existía y la había tratado Santo Tomás pero no se trataba exactamente de guerra Santa de lo que hablaba el santo, sus enemigos habían cometido graves delitos o amenazaban con hacerlo. En la Yihad, la única culpa del enemigo es no pertenecer a la misma religión, ser un infiel a los ojos del agresor.
El ribat sarraceno
Como ya decíamos el ribat era una fortificación militar creada cerca de las fronteras del mundo musulmán. Sus ocupantes servían al ejército de Dios con carácter temporal y voluntario, preparándose físicamente y espiritualmente para los duros retos futuros que acompañarían a la Yihad. Los ribat eran los equivalentes a los las fortalezas templarias y los monjes guerreros musulmanes los equivalentes a los templarios. Al igual que ocurrió con el Temple, algunas de estas edificaciones fueron desplegadas en puntos cercanos a lugares de poder o "lugares mágicos".
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