Bernardo de Claraval (San Bernardo)
Nació en el 1090 cerca de Dijon (Francia). Sin duda alguna se trata de una personalidad arrolladora. Propició el ingreso de otros 30 candidatos entre ellos 5 hermanos y un tío (André de Montbard, de su misma edad, futuro templario y con el tiempo Gran Maestre) en la abadía de Citeaux e hizo plegarse a sus deseos a condes, reyes, obispos e incluso Papas. Poseía una gran influencia propiciada por sus extraordinarias dotes de persuasión. Su gran personalidad, inteligencia y sabiduría lo hacían posible, dado que se trataba de un hombre sin territorios ni ejércitos, si excluimos los dominios del monasterio de Claraval y a sus monjes. Tanta fue su influencia que muchos autores contemporáneos se dejan llevar por la ensoñación y lo presentan como un iniciado en antiguos saberes druídicos, un dotado, un taumaturgo. Acaso ¿un nuevo mago Merlín? Leamos que nos dice San Bernardo en alguno de sus textos.
“Más cosas encontrareis en los bosques que en los libros; los árboles y las piedras pueden haceros ver lo que los maestros nunca os enseñarán ¿Pensáis acaso que no podéis libar miel de las piedras, aceite de la roca más dura? ¿Será que las montañas no destilan dulzura? ¿Será que las colinas no manan leche y miel? ¿Será que los valles no están llenos de trigo?”
De los nueve Caballeros del Templo que conforman el origen de esta Orden dos de ellos eran buenos conocidos de este extraordinario monje. Uno el jefe de la misión, Hugo de Payns, y el otro su familiar, hermano de su madre, Andrés de Montbard. Escribió la primera regla de los templarios, o al menos tuteló el proceso de su redacción de forma muy estrecha. También sería el autor del famoso texto de exaltación a los nuevos freires De laude novae militiae.
Se elucubra con el hecho de que una supuesta debilidad física le impidió formar parte del "Proyecto Temple" y que se consoló insuflándole un carácter épico a la Orden.
Lo cierto es que San Bernardo era un hombre profundamente espiritual que siempre aborreció la violencia sin una finalidad seria. Un hombre como San Bernardo aborrecía sin duda la agresividad de los militares seglares cuyas motivaciones le parecían ridículas, tal vez en ocasiones las respetase, pero él desde luego aspiraba a metas más altas.
Veía en una orden militar una alternativa a la vida monástica, la disciplina que otorgaba el trabajo de sus monjes cistercienses era sustituida en este caso con la preparación guerrera. Eran dos métodos equivalentes de alcanzar el mismo fin, la búsqueda de Dios, a través en el caso de los templarios de la férrea disciplina militar y la oración. Los guerreros sagrados ya eran otra cosa, a estos sí que los podía entender y también tutelar.
Fue un gran devoto de la Virgen. San Bernardo afirmaría tener una visión en la que se le aparecía la Madre con el Niño, veneración que transmitiría a sus muchachos del Temple. Se cuenta que tanta penitencia hizo que se le dañó el estómago y que padecía terriblemente desde entonces. Las visiones y extremas penitencias son dos pistas que nos revelan a un hombre obsesionado con alcanzar un mayor estado de conciencia en el cual aspirar a cierta comunicación con Dios.
El santo también viajaba mucho, tanto que no le dejaban tiempo para la oración y la meditación lo cual creía compensar con los sabios consejos que dispensaba.
Fue el predicador absoluto de la segunda cruzada, consiguiendo un gran éxito de convocatoria que sin embargo acabó siendo su más amarga derrota. El desastroso final de la expedición minó su poderosa influencia y con ello su ánimo y salud.
Y así, el 20 de agosto del año 1153 a los 63 años de edad, abandonó este mundo dejando huérfanos a los muchos discípulos que tenía en Europa y al cristianismo occidental en general.
El nacimiento oficial del Temple
El 14 de Enero de 1128 en Troyes, capital de la Champaña, se inicia el concilio que tendrá por objeto la creación de la Orden del Templo de Salomón. La elección de la ciudad muestra a las claras que el concilio se centró en dotar de oficialidad a la orden religiosa, aunque probablemente se tocaron otros asuntos de interés para la Iglesia. La ciudad del conde Teobaldo, heredero de Hugo de Champaña era la elección perfecta, no se hallaba lejos ni de Payns ni del monasterio de Claraval. Se encontraba en el mismo epicentro en donde se había concebido todo el movimiento que ahora desembocaba en la creación de la nueva institución.
El Papa Honorio II remite al concilio la petición de creación de la orden por parte del patriarca de Jerusalén y el 14 de Enero de 1128, en la catedral de Troyes, se aprueba la Regla templaria que debería regir la vida de "los pobres caballeros de Cristo" de ahora en adelante.
Al concilio asisten una variedad de figuras entre obispos, cardenales, abades, teólogos, nobles pero cabe destacar la presencia de algunas de ellas:
· San Bernardo de Claraval: La figura intelectual del concilio sin duda. Místico, erudito y dotado de un gran magnetismo, era la gran personalidad de la iglesia en la época y el gran impulsor de la recién creada orden.
· Esteban de Cister: Esteban Harding, abad de Citeaux, la segunda personalidad más influyente del concilio, inglés de nacimiento creó para los cistercienses su regla Reformada, la Carta de la Caridad. Fue sin duda la segunda personalidad religiosa de la época después de San Bernardo. Gran estudioso, viajero y de personalidad afable, según Marion Mellville representaba la fraternidad y camaradería de la iglesia.
· Cardenal Mateo de Albano, legado pontificio del Papa en Francia y presidente del Concilio.
· Juan II, obispo de Orleans por la gracia de Luis VI: Acusado de sodomita, súcubo y licencioso, podría ser considerado el personaje malvado, el precursor del ministro Nogaret. Era odiado profundamente por San Bernardo al que le molestaba sobremanera la abierta vida de homosexual practicante que llevaba junto a su habilidad para escalar peldaños de poder. Era conocido por el mote de Flora un intrigante personaje de la época clásica.
· Juan Michaelensis: Jean Michiel, secretario del concilio.
· Teobaldo de Blois, conde de la Champaña: Sobrino de Hugo de Champaña y su sucesor, al renegar el primero de su hijo legítimo. Legó un inmenso territorio y derechos al Temple como el monopolio de la explotación forestal de una buena parte de la comarca.
· Los templarios: El Gran Maestre Hugo de Payns acudió con cinco hermanos de la Orden. Godofredo de Saint-Amand, Rolando, Godofredo Bisoi, Payen de Montdidier y Archibaldo de Saint-Amand.
· Las órdenes cisterciense y benedictina, ampliamente representadas.
En el concilio se limitó la actuación a ratificar las normas que seguían desde hacían 9 años los templarios, matizando o eliminando algunas y aprobando el resto. Así en el prólogo de la regla del temple se expone:
“Y oímos por capítulo común la manera y el establecimiento de la orden de caballería de la boca del antedicho maestre, hermano Hugo de Payns; y según el conocimiento de la pequeñez de nuestra conciencia, lo que nos pareció bien y provechoso lo alabamos y lo que nos pareció sin razón lo descartamos. Y todo lo que en el presente concilio no pudo ser dicho ni contado por nosotros...lo dejamos a la discreción de nuestro honorable padre Honorius y del patriarca de Jerusalén, Esteban de la Ferte, que conocía la cuestión de la tierra de Oriente y de los Pobres Caballeros de Cristo... Yo, Juan Miguel..., fui el humilde escribano de la presente página, por mandato del concilio y del venerable padre Bernardo, abad de Claraval, a quien se había encargado y confiado este divino oficio.”
Los historiadores más ortodoxos fijan la finalidad del concilio en un deseo del rey Balduino II y del patriarca de la ciudad de oficializar la orden y facilitar el reclutamiento de guerreros que sirviesen a los intereses del reino. De atraer colonos cristianos a través del aumento de la seguridad que suponían los templarios y asegurar de paso las ofrendas que estos traían consigo y que enriquecían al clero. Por ello plantean que el viaje de los templarios a Europa lo financió el rey, siendo encargado Andrés de Montbard en compañía de otro hermano de entregar un mensaje de este al Papa.
Justificación moral
A simple vista causan asombro posturas tan alejadas entre sí como las de aquellos primeros cristianos que se dejaban masacrar dócilmente en los circos del Imperio Romano y la de los templarios, guerreros de afilada espada. Dos modelos de buen cristiano tan alejados entre sí como lo está la paz de la guerra ¿Cuál es la explicación a este cambio de mentalidad?
Fue precisamente San Bernardo quien justificó la guerra contra los enemigos de Cristo y ensalzó las conductas que llevasen a la muerte del infiel. Para el futuro santo existía una gran diferencia entre el homicidio penado que conducía al Infierno y el homicidio en nombre de Cristo que conducía al Paraíso ¿Cuándo sería lícito la utilización de la violencia? Cuando el poder de la iglesia peligrara, como por ejemplo ante un cisma, y en general para defender cualquier derecho legítimo o cuando un país no supiera castigar a sus delincuentes. Estamos ante el concepto de guerra defensiva donde la violencia es entendida como un medio de defensa ante inminentes ataques contra la fe católica que ponga en peligro la libertad de su práctica. San Bernardo zanjó los conflictos de conciencia con su manuscrito Elogio a la nueva milicia donde deja claro que la muerte del infiel suponía una salvaguarda a la libertad de profesar la verdadera fe, la católica.
Motivos sociológicos ayudaron a la propagación de estas ideas. Por aquellos tiempos había surgido una nueva clase de militar, el soldado especializado en guerrear a caballo, es decir el caballero. Muchos de estos personajes se dedicaban a cometer cualquier abuso contra la población que les viniera en gana. Eran tiempos muy duros. Tan sólo encontraban una cierta oposición desde el clero que intentaba por algún medio frenar los delitos y remitir el perjuicio causado a los indefensos. La iglesia ante los pobres resultados llega incluso a conminar a que se respeten al menos los días sagrados. Muchos de estos violentos individuos una vez puestos bajo el poder de la autoridad son obligados a engrosar las filas de peregrinos hacia Tierra Santa y normalmente entran a formar parte de las filas de los monjes templarios u hospitalarios en Palestina. Con lo cual "los mejores ejemplares" de Europa acaban haciendo de las suyas en Los Reinos Cruzados.
“Entre ellos hay malvados, impíos, ladrones, sacrílegos, asesinos, perjuros, adúlteros,... Con lo cual hay una doble ventaja: el país se libra de semejantes individuos mientras que en Oriente serán bien recibidos debido al servicio que van a prestar.”
Por otra parte la Iglesia soñaba con independizarse de los poderes seculares, de emperadores, de reyes y de la sujeción del resto de la nobleza, por lo que no veía con malos ojos un ejército propio y altamente capacitado al que poder echar mano en caso de necesidad ¡Vana ilusión! Las órdenes militares rara vez se enfrentaron a los reyes de los países en los que se establecieron, más bien fueron un apoyo más de estos.
Este cambio violento dentro de la Iglesia concebida por San Bernardo da pie a que algunos investigadores piensen que el santo sustraía sus ideas de antiguas reminiscencias paganas, donde la lucha era el camino para alcanzar el Paraíso, piénsese sino en la religión nórdica.
Cuando se da el fenómeno espectacular de las cruzadas no hacía mucho que el norte de Europa se había convertido a la fe cristiana por lo que las viejas religiones precristianas como la vikinga aun tenían cierta fuerza aunque fuera de una forma inconsciente e irracional. Los nórdicos habían llevado su religión junto con sus conquistas y sus correrías a Inglaterra y al norte de Francia.
Para ellos el Cielo consistiría en formar parte de los ejércitos de Odín o Wotan (equivalente teutónico) que residía en el Walhalla, un mundo donde los guerreros muertos valientemente en combate, pasarían a ingresar en sus ejércitos para luchar contra los demonios y gigantes que atacarían como parte del destino final de los dioses, el Ragnarok, la batalla final. Como decimos Odín iría reclutando sus guerreros de entre aquellos que hubieran batallado más heroicamente en la Tierra, para ello enviaba a los campos de batalla a mujeres guerreras vírgenes llamadas valkirias. Las valkirias portaban armaduras y lanzas, y eran las encargadas de transportar el alma de esos valientes al Walhalla. La vida en el paraíso de Odín y sus hijos Thor y Tiw por lo demás era muy sencilla, por la mañana guerrear y por la noche engullir jabalí, hacer el amor, beber hidromiel y contarse las gestas logradas en combate. Incluso aquellos mutilados y muertos en los enfrentamientos celestes se recuperaban a tiempo para disfrutar por la noche del festín. Mientras engullían narraban sus hazañas al calor del fuego, de la carne asada, la cerveza y la camaradería. Finalmente caerían rendidos, para despertar al amanecer y repetirse el ciclo, el eterno retorno, "la guerra".
En apariencia San Bernardo se ajustaba estrictamente a los cánones ortodoxos de su religión pero en realidad creemos que se dejaba guiar por otro tipo de ideas alejadas de los cánones cristianos. Tal vez esto lo sabía y lo aceptaba o bien nunca fue plenamente conscientemente de ello.
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