Organización
La Casa del Gran Maestre
El Gran Maestre: Llamado a veces de Ultramar (Oriente Próximo) porque su residencia estaba en Oriente. Obviamente era la máxima autoridad. Su poder sobre el resto de los hermanos era casi total en lo tocante al ámbito militar, en cuanto al religioso estaba sometido únicamente al Papa y al Capítulo General, como cualquier otro abad de una orden religiosa cristiana. De hecho era una especie de Abad General de la orden. Por otra parte era equiparado a príncipe entre la aristocracia, tenía su propio séquito y portaba el bastón de mando (y la vara, símbolos ambos de medida). Era elegido por doce electores, provenientes de las distintas provincias templarias, en un acto que presidía un capellán. El elegido debía ser un hombre con gran experiencia militar, sobre todo en la lucha contra los musulmanes. De origen noble, frecuentemente pertenecía a la aristocracia franca, flamenca, aragonesa u oriental. Se encargaba de inspeccionar el tesoro (las finanzas), de nombrar y cesar a los caballeros y altos cargos, siempre con beneplácito del Capitulo General. El bastón de mando era el ábaco. Un bastón en cuyo extremo superior destacaba un pomo blanco rematado por una cruz rodeada por un círculo. Poseía 4 caballos de marcha y un caballo turcomano, es decir un caballo de combate.
El Gran Maestre disponía de un Estado Mayor compuesto por un senescal y un mariscal. El primero representaba la jefatura de la Casa del Gran Maestre y el último se responsabilizaba de las gestiones militares.
El Senescal: Era el encargado de las labores administrativas generadas desde la jefatura del cuartel general de la Orden, el representante del Maestre y en su ausencia la máxima autoridad. Asistía a todas las reuniones de importancia. Sin embargo en la práctica tenía menos poder y atribuciones de importancia que el Mariscal.
El Mariscal: Estaba encargado del armamento y de los caballos, después del Maestre era la siguiente autoridad en importancia.
Comtur (comendador) o Tesorero: Se encargaban de la tesorería e intendencia general. Era de gran importancia el Gran Preceptor del Reino de Jerusalén o sea el Maestre Provincial de Jerusalén. Llevaba la administración económica de la orden y debía rendir cuentas periódicamente y cuando así se lo exigiesen los altos dignatarios. Era, pues, el encargado de administrar el botín de guerra. Debía, además, proveer de escolta a los peregrinos y se encargaba de las relaciones de la ciudad con Occidente.
La Casa del Gran Maestre la componía además de los anteriores sus capitanes, los caballeros, un capellán, un clérigo que hacía las veces de correo, un sargento, un escribano, un pañero o drapier (se ocupaba del vestuario de los hermanos), el turcopolier el encargado de la caballería ligera oriental, un intérprete árabe y varios criados como los encargados de cuidar de sus caballos, en especial del turcomano. Destacan también las figuras del Sotomariscal, ayudante del mariscal y encargado del buen estado del armamento, el gonfalonero (el portaestandarte), el cocinero, y el herrero.
El Capítulo
Los capítulos podían ser de 2 tipos:
· El ordinario, se reunía una vez a la semana y discutía sobre la gestión de la Casa y sobre cuestiones pendientes de disciplina.
· El general, no se sabe con exactitud que grandes personalidades del Temple formaban parte de él. Se sabe que elegían al Gran Maestre, ya fuese de forma definitiva o interina, sobre todo cuando corría prisa la elección como en caso de muerte del Gran Maestre en tiempos de guerra. Para la elección del Gran Maestre previamente se elegían a doce hermanos de distintas nacionalidades en honor de los doce apóstoles.
Organización provincial
· Maestre provincial o preceptor: Representaba la máxima autoridad Templaria en el reino cristiano en cuestión. No era extraño, sobre todo en los primeros tiempos encontrar a un Maestre Provincial controlando varios reinos, como aquel que controlaba las regiones de Aquitania-Cataluña o Aragón-Provenza.
· Bailíos: Responsables de pequeños territorios de la orden, que podían contener varias encomiendas.
· Visitadores: Eran los inspectores de la orden. Iban viajando por las distintas provincias templarias, controlando la disciplina y el sometimiento a la Regla, así como el correcto funcionamiento de las encomiendas.
· Comendadores: Muchos de ellos no eran más que sargentos, eran encargados de las distintas propiedades de la Orden.
· Capellanes: Se dedicaban a la oración y a impartir el Santo Oficio.
· Caballeros monjes y seculares: En la práctica había 2 tipos de caballeros templarios, unos los guerreros (seculares) y otros los monjes. Estos últimos, más inclinados hacia labores laicas o seculares no tenían por qué ser de origen noble y debían pasar un duro noviciado. En cambio a los guerreros sí debían ser de alta alcurnia pero nunca bastardos y no sufrían un periodo de preparación tan exhaustivo, a lo que sí se les obligaba era a prometer seguir unas pautas de comportamiento de acuerdo a la Regla. Eran aristócratas porque sólo a la nobleza le estaba permitido o podían permitirse combatir en caballo en aquella época. El no a los hijos ilegítimos, más que a cuestiones religiosas podía deberse a la intención de evitar que los nobles los colocaran en la Orden para favorecer sus intereses, como era muy común en la época.
· Caballeros seculares: Disponían de tres monturas, en concreto de dos corceles de marcha y uno de arremetida (combate). En campaña dormían en tienda y fuera de ella en celda separada con colchón, sabana y manta. Poseían escudero. Era muy común en la época entre los nobles participar durante una año de las experiencias templarias, para al finalizar ese periodo volver a sus territorios. Una especie de servicio militar voluntario para la aristocracia.
· Sargentos: Eran mandos que por su linaje no aristocrático ocupaban un escalón inferior al de los caballeros, aunque también tenían caballo y sirviente. En campaña no disfrutaban de tienda donde descansar, dormían al raso.
· Hermanos legos o de oficio: Ejercían las distintas profesiones, menesteres u oficios como los carpinteros, herreros, armeros, tejedores, marinos, agricultores, técnicos de las máquinas de guerra... Eran los pilares que sustentaban a la Orden tanto en Oriente como en Occidente.
Organización territorial del Temple
Se dividía en Oriental y Occidental y estaba lógicamente adaptada a las distintas circunstancias de los dos territorios. En Oriente un nutrido ejército preparado para la rápida movilización y en Occidente un factor de orden, civilización y progreso garantizado por la red de encomiendas. En España, donde por razones obvias, el factor militar tenía un papel protagonista, las dos políticas se aunaban en una con características específicas.
La organización templaria acabó extendiéndose desde Portugal hasta Hungría.
Un conjunto de encomiendas formaba una bailía y un conjunto de bailías una casa provincial:
· OCCIDENTE
- Portugal
- Aragón y Cataluña
- Castilla y León y Mallorca
- Francia y Aubernia
- Inglaterra, Escocia e Irlanda
- Alemania y Hungría
- Austria y Bohemia
- Italia
- Pouille (Apulia) y Sicilia
· ORIENTE
- Jerusalén
- Trípoli
- Antioquía
- Chipre
- Edesa
Atuendos templarios
El ajuar del templario constaba de dos camisas, cuatro calzones, un sayón o falda, una túnica, dos mantos, uno de verano y otro de invierno, un cinturón, un bonete de algodón y otro de cuero. La túnica sería de lana blanca al estilo cisterciense. Usaban camisa y calzones de piel de oveja de los cuales no debían desprenderse para dormir. Tenían a su disposición dos sábanas y dos mantas. Los caballeros vestían además capa blanca, los sargentos capa parda y los capellanes ropas verdes, con guantes blancos para impartir la eucaristía. Por el 1147, el Papa Eugenio III les concedió portar la cruz roja en sus capas, símbolo de la sangre que deberían derramar (incluida la suya) en virtud de la defensa de la fe cristiana. Sobre la ubicación de esta cruz y su tipo hay diversas opiniones. Es probable que inicialmente la portaran en el hombro izquierdo únicamente pero con el transcurrir del tiempo también la exhibiesen sobre el pecho e incluso en la espalda.
Los templarios mantuvieron una agria disputa con la orden de los Caballeros Teutónicos, motivada por el color de la capa de estos últimos. Los templarios se quejaron al Papa, por aquel entonces Inocencio III, de la utilización del color blanco por parte de los germanos y aunque el Papa falló en favor de los templarios, la disputa la zanjó el Patriarca de Jerusalén (que necesitaba de todos los soldados de Cristo), de modo que permitía a los alemanes vestir igualmente una capa blanca pero en cambio la cruz que portarían sería de ahí en adelante negra (por roja la de nuestros protagonistas).
Los templarios y sus sirvientes llevaban el pelo y la barba corta. No se la rasuraban. Esto les comportó un beneficio inesperado pues los árabes y demás poblaciones de Oriente consideraban la barba y el bigote un símbolo de virilidad y hombría mientras que en Europa la moda era la contraria, el rostro afeitado y el pelo largo. Esto hizo que los infieles no sólo respetasen a los templarios por sus hazañas en el campo de batalla y su actitud ante la vida sino también por su apariencia física. Para los infieles los templarios eran una raza aparte dentro del enemigo cristiano, los más valientes y los que más temor, sin duda alguna, les suscitaban de entre todos los europeos.
En el ámbito militar los caballeros templarios portaban una cota de mallas que les cubría prácticamente todo el cuerpo y que constaba de anillas unidas entre sí, muy flexible, se podía enrollar para facilitar su transporte en los viajes. La cabeza era protegida por un yelmo de forma cilíndrica al que únicamente se le practicaba unas pequeñas aberturas en cada lado de la cara a la altura de los ojos con la misión de facilitar la visión de los ojos y algunas veces también pequeños agujeros en la parte de las mejillas para propiciar la respiración. Unos remaches de acero en forma de cruz surcaban de arriba abajo y de derecha a izquierda la parte frontal del yelmo a la altura de los ojos y de la nariz. Este casco era muy pesado, 10 kilogramos, por lo que solo se llevaba en batalla. El escudo tenia forma de triángulo invertido con los bordes redondeados. Al igual que ocurría con la katana para los Sumarais los caballeros tenían en muy alta estima a su espada, la consideran una seña fundamental de su identidad por lo que no les gusta separarse de ella. La espada de los tiempos del Temple era de corte que daña con las hojas afiladas, no con la punta. Su altura podía alcanzar metro y medio lo cual da una idea del tamaño descomunal de estas armas, sobre todo cuando la talla de la población en la Edad Media era bastante inferior a la actual, debido con toda seguridad a las pobres dietas alimenticias de la época. Los templarios tenían prohibido exhibir adornos hechos de metales nobles y de piedras preciosas, ni lazos, ni zapatos puntiagudos muy de moda entre la nobleza europea por entonces.
"Vosotros, que cubrís vuestros cabellos con sedas y vuestra cotas de malla con femeninos adornos. Vosotros que adornáis lanzas, escudos, sillas de montar y espuelas con oro y piedras preciosas; vosotros qué vais pomposamente hacia la muerte, ¿creéis que estos oropeles, son los arneses de un verdadero caballero? ¡No, son adornos propios de mujer! ¿Creéis acaso, que los enemigos se deslumbrarán con el oro, se cegarán con el brillo de las piedras preciosas, o se quebrarán sus armas al chocar contra vuestras sedas? Vosotros continuáis peinándoos como mujeres, cubriéndoos las piernas con largas camisas, y escondiendo en anchas mangas vuestras delicadas manos ¡Y así vestidos os batís por banalidades, intrigas de mujer, insignificantes ofensas o bienes temporales!"
Cruces templarias
Es un tema continuo de discusión entre los estudiosos, el tipo de la cruz que portaban los templarios. No está nada claro cuales habrían sido las cruces que mostraban orgullosos los templarios durante sus andanzas, sin embargo lo más probable es que se decantaran por la cruz griega o por alguna variante de la cruz paté/malta. La forma dependería también del lugar y de los gustos. Incluso, el grado en la jerarquía pudiera ser que se identificase a través de la exhibición de una peculiar forma de cruz, simbolizando esta el grado de saber o iniciación en los secretos de la Orden. Lo cierto es que los investigadores no se ponen de acuerdo en el tipo de cruz o cruces predilectas de los templarios. Las que tendrían más posibilidades de ostentar el privilegio de denominarse "cruz templaria" serían:
· La Cruz Latina o la Cruz Griega: Campomanes las considera como la cruz templaria por antonomasia, al menos en España. Aparecen en las fachadas de los antiguos edificios de los caballeros o sobre el manto de los templarios representados en distintas obras de arte.
· La Cruz Paté: En su versión griega o latina también es considerada por muchos como característica de estos caballeros. Se pueden encontrar con frecuencia en sellos, edificaciones, documentos, obras de arte y tumbas relacionados con la orden.
· La cruz Tau: Xavier Musquera en su obra la Espada y la Cruz (Ediciones Nowtilus frontera) apunta a la posibilidad de que fuera emblema de las altas jerarquías dentro de la orden o señalizara la especial importancia de algún enclave.
· La Cruz Patriarcal: Igual que en el caso anterior algunos expertos la consideran signo de jerarquía. Por su parte, parece ser que fue la elegida por los monjes para el adorno de los relicarios a los que eran tan adeptos dentro de la Orden.
· La Cruz Resarcelada, Bífida, de Malta (la Cruz de Ocho Beatitudes), Octogonal o Céltica: Fue adoptada durante el liderazgo en la orden de Roberto de Craon y adoptada posteriormente por la orden rival del Hospital de San Juan. Sin embargo los brazos de las cruces templarias a diferencia de las de los hospitalarios no acababan en punta sino en medio círculo convexo o cóncavo. La bífida, que es parecida, se encuentra gravada sobre los muros de la encomienda inglesa de Galway. Todas ellas con sus variaciones vendrían a formar parte de un mismo esquema.
· La Cruz Potenzada: En color rojo también pudo ser utilizada por los caballeros templarios. Se encuentra representada sobre los muros de la encomienda de Galway.
· La Cruz Bizantina: También aparece en las encomiendas templarias.
Encomiendas
Contrariamente a lo que sucedía en Oriente donde la construcción de castillos y fortalezas eran un factor primordial en la estrategia de supervivencia de la Orden y del resto de la cristiandad, en esa parte del mundo, en Europa, los motores que movían de forma decidida la organización templaria eran las encomiendas. También es cierto que el Temple construyó fortificaciones, sobre todo en el sur de Europa, para luchar contra los moros y los piratas. Las encomiendas constituirán un motor civilizador que dotará de energía a la visión templaria del mundo. La encomienda constaba de una Casa Madre y de otras edificaciones separadas. El propósito de esta era reunir a los distintos hermanos templarios en una misma dependencia pues los caballeros-monjes debían vivir en recogimiento. Al principio, las encomiendas son pequeñas edificaciones de madera hechas de forma precaria donde viven los frailes y algunos pocos sirvientes con los que cultivan y cuidan las tierras adyacentes a sus dominios. Posteriormente, se convertirán en edificaciones más complejas en las que pueden llegar a trabajar prácticamente toda la población de los alrededores. Cada encomienda es responsable de una explotación agraria o varias. Se convierten, muchas de ellas, en un conjunto de edificios, en forma cuadrangular, con cuatro torres presidiendo las esquinas y con un sistema de fosos y lagos rodeándolo. Este agua podía servir como vivero (criadero de peces, el consumo de carne estaba limitado), abrevadero para las reses y tal vez defensivo. Suponían una buena fortificación contra bandidos y pequeñas bandas de asaltantes pero no contra un gran ejército.
Las encomiendas eran dirigidas por un caballero o sargento al que lógicamente se le llamaba comendador.
Como decíamos, el complejo estaba formado por la casa grande donde residía el comendador y los caballeros, hablamos del convento, separado normalmente físicamente del resto de las edificaciones. La capilla de los caballeros podía estar dentro o ser accesible desde la propia casa. Otras partes de las encomiendas serían la hospedería, donde los viajeros y peregrinos podían hacer noche a salvo de delincuentes, los edificios de los artesanos y de los granjeros (mesnia: los obreros de a pie de las granjas) que vivían en el recinto junto con sus familias, la Iglesia que la podían disfrutar todos los miembros de la encomienda a diferencia de lo que ocurría con la capilla de los caballeros, la cual sólo la podían disfrutar estos. Carpinteros, herreros, albañiles y artesanos de diversos oficios trabajaban para la Casa, y se agrupaban en hermandades bajo la protección de la Orden (que recordemos sólo respondía ante el Santo Padre) siendo constructores no sólo de encomiendas sino también de catedrales, las maravillosas catedrales góticas.
Las encomiendas urbanas funcionaban más que nada como almacenes y depósitos.
En estas granjas se producen además de legumbres, hortalizas y demás productos del campo como quesos, jamones... que no sólo se destinan al consumo propio sino que también se venden en los mercados, muchos de estos controlados por el Temple. Los productos de mayor durabilidad se exportan incluso hacia Ultramar.
Como decíamos, las encomiendas son la base del poder templario, desde ellas controlan los caminos y rutas que permiten el comercio, ofrecen seguridad frente a asaltantes por medio de su ejército (utilizan la letra de cambio para evitar el transporte de grandes sumas de dinero), controlan los diezmos, tributos y rentas de las que son objeto (e incluso las de otros, como reyes o nobles, por eso en algunas monografías son considerados banqueros), organizan sus granjas o haciendas e incluso llegan a controlar los mercados.
No obstante los centros templarios se dividirían entre aquellos destinados a la explotación económica y comercial y los que servían al estudio y búsqueda del conocimiento con mayúsculas. Esto último se deduce de la escasa rentabilidad económica y al alejamiento de las rutas comerciales de las tierras sobre las que en ocasiones misteriosamente se asentaban los templarios, lugares cargados de poder.
Las encomiendas templarias no dependían de señor ni obispo ninguno, no rendían tributo a poder secular o religioso alguno. Como orden religiosa que era el Temple, sus encomiendas sólo estaban sometidas al control Papal.
Rutas Templarias
Los templarios a través de sus encomiendas controlaban gran parte de las rutas comerciales dotándolas de una seguridad que favorecía el tránsito de mercancías y personas.
No sólo el Temple protegía estos importantes caminos sino que ofrecía hospitalidad al comerciante en sus encomiendas donde podía pasar seguro la noche. Les ofrecía la posibilidad de utilizar la letra de cambio, les orientaba en su viaje, en los caminos que debía seguir para evitar los peajes de algún Señor...
Esta faceta civilizadora era la verdadera misión del Temple, según Louis Charpentier, encaminar a Occidente hacia el progreso.
Una ruta de gran importancia para los freires templarios la tenemos en nuestro país, el Camino de Santiago. Prácticamente todas las edificaciones que la influencia del Temple hizo posibles, son detectables, a juicio de aquel investigador.
“Como los templarios de España no sufrieron el destino de sus hermanos franceses, italianos o ingleses, las cruces de sus casas no fueron golpeadas más que sus otras marcas, lo cual permite descubrirlas fácilmente. Además de ese panteón de San Juan de la Peña, se descubre estas marcas en el extraordinario pueblo de Berdún que domina el río Aragón y que guarda el valle de Ansó el "val du Jaru". Se las encuentra en Sangüesa, donde el temple poseía la capilla de San Adrián, asimismo sobre el río Aragón, enmarcando ambas construcciones templarias el monasterio de Leyre. Más al Oeste, y siempre dentro del camino de las estrellas, el Temple estaba instalado en Gares, que hoy es Puente de la Reina, en Estrella, en Torres del Río; más al Oeste todavía, en Gradefes, en Ponferrada, en el mismo Padrón, sobre el Atlántico, donde la iglesia está cubierta de cruces del Temple.”
En Puente de la Reina los templarios se establecen por primera vez en España, convirtiendo posteriormente este lugar en su casa madre. En el Camino a Compostela existen una gran cantidad de iglesias circulares, como la de Eunate, que Charpentier relaciona con el Temple y con los compañeros constructores, con sus rituales secretos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario