Mundo Celta
Introducción
Los celtas se expandieron por el continente europeo, desde las Islas Británicas a la meseta de Anatolia (actual Turquía), desde el norte de Europa hasta Cádiz (el sur de España). Se asentaron en la parte septentrional de Italia y en la península Ibérica, en este último caso sobre todo en su zona noroccidental (Galicia, Asturias) a donde llegaron presionados por otros pueblos.
La celta, era una sociedad tribal (grupos más o menos grandes con un jefe) guerrera, de castas, a semejanza de otros pueblos indoeuropeos como los hindúes. La más alta de estas clases la constituían la clase intelectual que ellos llamaban druidas. A estos, le seguían la de los guerreros, algunos de los cuales acababan contratados como mercenarios por algún rey extranjero, pues eran soldados valientes y buenos forjadores de armas.
Tenían una lengua común, derivada de la Indoeuropea, madre de casi todas las lenguas actuales del viejo continente (excepto el eusquera, el finés y el magiar).
Eran sociedades de eminente carácter agrario y ganadero, no eran nómadas, pero los excesos de población precipitaban la emigración de los más jóvenes en busca de oportunidades. También fueron excelentes metalúrgicos, artesanos e incluso constructores de calzadas. Su sistema legal estaba bastante desarrollado e incluso se hallaba estipulado el tratamiento a los enfermos, y el establecimiento de hospitales. No existían los conceptos de propiedad privada, herencia o derecho de primogenitura.
Los druidas evitaron plasmar sus conocimientos de forma escrita, tal vez para que no cayera en malas manos o más probablemente para evitar la pérdida de poder que tal divulgación supondría. Es por este motivo y por las represiones que sufrieron, tanto procedentes del imperio romano como del cristianismo, por lo que su imagen y la del mundo celta, del que formaban su cúspide, se ve hoy en día, tan borrosa y contradictoria. Roma y el cristianismo intentaron acabar con los druidas por que formaban la especie más peligrosa del celtismo conquistado, la de los sabios. Hoy los llamaríamos intelectuales. Representaban y dirigían a una sociedad y a unos pueblos que en muchos aspectos de su personalidad chocaban frontalmente con Roma y su idea de civilización.
"Los romanos eran materialistas, los druidas espirituales. Para los romanos, el estado era una estructura monolítica extendida sobre territorios deliberadamente organizados en una jerarquía. Para los druidas era un orden moral libre aceptado, con una idea central completamente mítica. Los romanos basaban su ley en la propiedad privada de la tierra, con derechos de propiedad enteramente concentrados en el cabeza de familia, mientras que los druidas siempre consideraron la propiedad como algo colectivo. Los romanos consideraban a las mujeres portadoras de niños y objetos de placer, mientras que los druidas incluían a las mujeres en su vida política y religiosa." (La mujer celta, Jean Markle)
Los druidas sin embargo, a pesar de la represión ya comentada más arriba, no desaparecieron, si no que se integraron en las nuevas sociedades que iban sucediéndose a lo largo de los siglos, de modo que muchos descendientes de aquel antiguo saber siguieron en puestos equivalentes en las nuevas sociedades. Algunos de ellos se hicieron sacerdotes cristianos. Al mismo tiempo el legado celta comenzó a ser plasmado por escrito en la edad media. Surgían así las llamadas fuentes vernáculas.
Nuestros conocimientos actuales a cerca del mundo celta provienen pues fundamentalmente de tres fuentes:
· Las fuentes vernáculas: Escritos medievales fundamentalmente irlandeses y galeses.
· Las fuentes clásicas: Escritos procedentes de la Grecia clásica y del Imperio Romano.
· Los hallazgos arqueológicos.
Fuentes vernáculas
o El libro de las invasiones: Nos presenta a los Tuatha de Danann raza divina precelta que tras ser derrotados por los celtas se exilian en el mundo subterráneo, desde donde controlan aspectos del mundo a través de sus poderes mágicos sobrenaturales.
o El ciclo de Fionn: Los Fionn son un grupo de soldados de élite que juran proteger al rey de Irlanda ante cualquier invasor.
o El ciclo del Ulster: Se sumerge en las luchas entre los hombres del Ulster y sus vecinos, y las aventuras de sus héroes, como es el caso de Cuchulain.
Fuentes clásicas
o Escribieron sobre los celtas Julio Cesar, Lucano en Farsalia, Plinio, Varron, la escuela de Alejandría y la de Poseidonio...
Druidas, bardos y videntes
Los conocimientos y sabiduría de los druidas partían de antiquísimas transmisiones orales. Su adiestramiento era largo y duro, gozaban de una alta consideración entre la población. Su función más divulgada por los propagandistas romanos consistía en el control de las fuerzas naturales mediante el arte de la adivinación. Para ello no dudaban, dicen, en realizar sacrificios humanos, con el fin de estudiar las vísceras de la víctima en pos de dicha predicción. Consecuentemente, conocían los momentos propicios para llevar a cabo los grandes acontecimientos de la comunidad como la guerra, la elección de monarca, la época a sembrar o a recoger las cosechas... Por suerte los rituales de adivinación solían realizarse con animales domésticos, por ejemplo había el llamado Himbas Forosnai en el que se masticaba la carne cruda del cerdo. La adivinación también se realizaba por medio de otros métodos menos agresivos:
Estudiando el comportamiento de los pájaros (sonidos, vuelos…), interpretando los sueños, arrojando palitos con inscripciones en el suelo, por la forma de las raíces de plantas y árboles...
Otros tipos de druidas eran los bardos y los videntes. Los primeros eran poetas que participaban en rituales sagrados. Los videntes eran expertos en adivinación y responsables del mantenimiento y transmisión de la tradición oral sagrada.
Así los veían los romanos:
"Tienen también ciertos filósofos y teólogos que son tratados con especial honor, y a los que llaman druidas. Además, utilizan videntes, a los que consideran dignos de alabanza. Estos últimos, mediante sus observaciones de augurios y los sacrificios de determinados animales, pueden predecir el futuro, y mantienen a todo el pueblo sometidos a ellos."
Especialmente cuando son requeridos para asuntos de gran importancia, tienen una extraña e increíble costumbre. Entregan a la muerte a un ser humano y le apuñalan con una daga en la región por encima del diafragma, y, cuando ha caído, predicen el futuro según como haya caído, por las convulsiones de sus miembros y también por la salida a chorros de la sangre poniendo su confianza en algunas observaciones antiguas y continuadas de estas prácticas. Su costumbre es que nadie debe ofrecer un sacrificio sin un druida, porque dicen que las gracias deben ser dadas a los dioses por aquellos que estén versados en la naturaleza divina, pues son gentes que pueden hablar su lengua (de los dioses), y a través de ellos reciben también los beneficios que solicitan"
Los celtas pues parece que utilizaban los sacrificios para ganarse el favor de los dioses y obtener poderes sobrenaturales, protegerse de los espíritus malignos, dotar de estabilidad a los edificios, luchar contra las plagas y favorecer las cosechas. Estrabón acusa:
"Se nos dice que todavía tienen otros tipos de sacrificios; por ejemplo, disparan a sus víctimas con flechas, o las empalan en sus templos, o, después de construir un coloso de paja y madera, arrojan dentro del coloso un montón de animales de todos los tipos y a seres humanos…"
Sin embargo, hay que tomar con cautela estas informaciones, pues provienen de los vencedores y ya sabemos lo que suele suceder en estos casos. De modo, que no es de extrañar esta opinión en los escritores prerromanos, pero sí que ofusca un tanto, el hecho de que aquellos que tenían como deporte nacional el juego de gladiadores (donde se mataban seres humanos entre sí para deleite de otros), o que sacrificaban a sus enemigos en medio de bochornosos espectáculos populares, se mostrasen tan remilgados hacia las costumbres brutales de otros pueblos.
“La deducción a la que realmente se llega es que la idea del sacrificio humano generalizado entre los celtas era mera propaganda romana para apoyar su poder imperial durante su invasión de las tierras celtas y conseguir, asimismo, la destrucción de los druidas." Druidas Meter Berresford (Ed Oberon).
Sin embargo, los druidas no solo eran meros adivinos, sus funciones eran infinitamente más amplias: jueces, filósofos, médicos, poetas, profesores, sacerdotes, historiadores, astrónomos, astrólogos… Acaparaban aquellas profesiones donde la razón, la sabiduría y la palabra jugaban un papel preponderante. Enseñaban a la juventud celtas en cuevas o bosques pero también, es muy probable que gozasen de escuelas en lugares fijos donde desarrollaban un sistema de estudios bastante estructurado. Utilizaban los acertijos y adivinanzas como un método de enseñanza:
¿Qué es más blanco que la nieve? La verdad
¿Qué es más negro que el cuervo? La muerte
¿Qué es más dulce que la hidromiel? Una conversación íntima
¿Qué es más afilado que una espada? La comprensión
La sabiduría de los druidas, por lo menos en las Galias, es probable que no se recogiera por escrito pero existen más dudas en el caso de otras naciones celtas, como Irlanda. De todos modos, no sería de extrañar que hubiesen existido libros en alguna sociedad celta, que los fanáticos cristianos al considerarlos meras supersticiones y falacias, acabaron destruyendo sin ningún remordimiento.
Existían mujeres druidas, muy activas sobre todo en los campos de la profecía y videncia (oráculos). Podían ocupar altos cargos y poseer grandes influencias, sin embargo el machismo inherente al patriarcado cristiano fue relegándolas poco a poco en el olvido. Muchas saciaron sus deseos transcendentes convirtiéndose en santas de la nueva religión, como fue el caso de Irlanda. Lo mismo ocurrió con los hombres.
Los druidas eran la institución que mantenía el sentimiento de unidad dentro la diversificación y dispersión de las distintas naciones celtas, a través de su autoridad y de la lucha por la conservación de las ancestrales tradiciones culturales. Los druidas alcanzaban rango de institución internacional, tenían la suprema autoridad (incluso por encima de los reyes) en el sistema legal y probablemente se les reconociese supra territorialmente e incluso internacionalmente. Este poder se basaba en la razón o sabiduría reconocida.
Se diferenciaban entre ellos según las funciones que desempeñasen dentro de la comunidad. Algo parecido a lo que ocurre en nuestra sociedad contemporánea, de cuyas universidades salen preparados maestros, expertos en leyes, médicos, ingenieros, biólogos… listos para aportar sus conocimientos aprendidos. Negarse a obedecer el veredicto de un juez celta suponía verse apartado de la comunidad, convertirse en un apestado y acabar normalmente en el destierro. Los druidas se encargaban de la transmisión y permanencia de la historia y las genealogías de las familias, de la música y la poesía. A los celtas les apasionaba la música, las canciones y los bailes, y sus bardos eran magníficos poetas, de rápidas y despiertas mentes. Acompañados de sus liras, trompetas, tambores y gaitas cantaban sus composiciones poéticas, muchas veces reunidos en festivales interterritoriales donde se retaban unos a otros. Allí presentarían obras con claro carácter pedagógico como estas:
No hay necesidad de celos
Porque le gusto a otra.
El viento puede sacudir a una rama [pero]
Sólo un hacha perturba a la raíz del árbol
Como médicos gozaban de buena fama, de tal modo que algunos investigadores contemporáneos han visto en su buen hacer sanitario las claves para comprender su gran poder e influencia. Eran buenos conocedores de las técnicas quirúrgicas (aquellas que posteriormente prohibiría el oscurantismo cristiano) y de las hierbas sanadoras, de tal modo que las trepanaciones eran una técnica habitual. Mientras nadie duda que Grecia tuviera excelentes médicos e investigadores, sólo mencionar a Galeno o a Hipócrates, a sí mismo en Irlanda todo parece indicar lo mismo. Disponían de una especie de sistema público de salud, abierto a todas las clases sociales, incluidos los pobres. Una especie de sistema socialista de carácter reparador y protector, donde los culpables pagaban sus daños y no se dejaba desamparados a aquellos que dependían del herido para subsistir (rudimentaria seguridad social). Paralelamente, en Roma y en Grecia no se tenía esta conciencia, pues las enfermedades eran causadas por los dioses y el método para combatirlas consistía "lógicamente" en congraciarse con estos entes. Aquí a los enfermos se les dejaba normalmente desamparados, cuando no se les quitaba de en medio directamente.
Los druidas cultivaron también la astronomía/astrología, fruto de lo cual se descubrió en Francia el complejo calendario de Coligny donde se marcaban los días como favorables o desfavorables. Se piensa, incluso, que aunque los celtas no fueron los constructores de los monumentos megalíticos (como Stonehenge), anteriores en antigüedad, sí que sería posible que hubieran heredado de una forma u otras los conocimientos astronómicos en ellos plasmados. La astrología, inseparable en aquellos tiempos de su colega ortodoxa, la astronomía, indicaba el lugar propicio para construir las casas, el momento óptimo para acometer una empresa…
Con la llegada del cristianismo los druidas pasaron a ser tachados de peligrosos magos, que buscaban la alteración del orden natural de las cosas para su provecho, a través de sacrificios, conjuros, hechizos, encantamientos, maldiciones y similares y así paso a la psique popular cristiana. Los druidas originaban tormentas, tinieblas, nieblas espesas, avalanchas, nevadas, cambiaban la forma de lo que les rodeaba, incluidas las personas, proporcionaban mantos de protección que hacían invisibles a aquellos que lo poseyeran, realizaban milagrosas curaciones…
Los celtas y la religión solar
El celta veneraba al sol y lo representaba a través de la rueda solar y el dios correspondiente que se enfrenta al MAL y a las TINIEBLAS, sus antítesis. Por esta lucha se asocia también con la guerra y el combate.
La figura del caballo estuvo asociada a la religión de la luz pues el sol en la mitología es tirado por uno o varios caballos en su viaje diario por el firmamento.
El sol es vida, fertilidad y abundancia. Así abundaban ritos en los que se arrojaban ruedas solares a las aguas para atraer la fortuna y la dicha.
El fuego, replica del sol en la Tierra es adorado al igual que su Padre, el Astro rey. El fuego elemento purificador por antonomasia junto con el agua, de sus cenizas brota una vegetación verde y robusta representando la resurrección y el carácter cíclico de la naturaleza. A través de los rituales del fuego se pretende fortalecer y atraer al sol que durante las estaciones frías habría dejado un tanto huérfanos a los hombres. Con un gran periodo de fiestas se pretende saludar con regocijo esta vuelta del vigor solar, gran augurio para la propia fortaleza y fertilidad del pueblo. Por ello se solía prender una rueda y hacerla rodar desde las colinas hasta un río, siendo su llegada e inmersión en el agua, señal de un año de buenas y abundantes cosechas.
El sol también se hallaba presente durante el tránsito al otro mundo, de modo que a los muertos se les enterraba con amuletos de ruedas solares que protegerían su alma en las regiones oscuras y tenebrosas del Más Allá.
Las montañas son lugares sagrados para los celtas, ideales para el recogimiento y el acercamiento del ser humano a las moradas celestiales o solares, como bien lo sabía Zaratrusta (al que tan sólo le acompañaba el águila de la montaña) y otros grandes iluminados de la historia universal. Los dioses de la montaña se identifican con los elementos atmosféricos, como Tanan el dios celta del trueno y de las tormentas. Es probable y ya que hablamos de Zoroastro, que el culto solar celta se hubiera introducido desde Oriente y con él todo su bagaje dualista. La eterna lucha del Bien y del Mal, de la Luz y de la Oscuridad, de la Vida, de la Muerte… Por todo ello el comienzo del buen clima y de los días largos se celebraba con fiestas como la de Beltené el 1 de Mayo, donde se llevan a cabo ceremonias como las de caminar sobre el fuego. En España tenemos la famosa fiesta del pueblo de San Pedro Manrique (Soria) durante el solsticio de verano (24 de Julio) donde se lleva a cabo la sorprendente demostración. En muchos de estos ceremoniales la madera debía ser de roble, árbol sagrado de los indoeuropeos.
Para los celtas el universo era cíclico (representado por el círculo), a los días les sucedían sus noches y nuevamente el amanecer, a una estación le sucedía otra y vuelta a empezar…, todo en un eterno ciclo que se repetía una y otra vez. Observaban, a si mismo, como el sol, fuente imprescindible de prosperidad y vida, recorría su camino sin descanso en dirección derecha por lo que se hizo habitual en sus rituales la presencia de fuegos, muchos de los cuales se les hacía danzar tomando trayectorias circulares y dextrógiras en lo que se denominan círculos de prosperidad. Por el contrario, ir hacia la izquierda significaba una violación de las leyes del universo (magia negra) y por tanto podía atraer grandes males.
La verdad no sólo era moralmente deseable para el pueblo celta, sino todo un acto cargado de magia positiva, de divinidad. La mentira, como todo aquello que atentaba contra el orden natural de las cosas, suponía un atentado a Dios con consecuencias fatales.
Las cosas existirían sólo por el hecho de nombrarlas, dioses, el universo, el mundo… surge al pronunciar sus respectivos nombres.
El Numen, la conciencia universal
Los celtas perseguían la armonía con la naturaleza pues todas las cosas participan de una inteligencia cósmica común, por ello las piedras son capaces de emocionarse, las espadas de hablar y los carros de actuar con voluntad propia.
En cada árbol, en cada arrollo, en el viento, en toda la naturaleza, se manifestaba el espíritu y los lugares descansaban bajo la protección de las divinidades. El numen se encontraba presente en todos los aspectos de la cotidianeidad. Las montañas, los bosques, los manantiales eran sagrados. El mundo celta sentía predilección por el orden natural de las cosas y ello se manifestaba en la actitud general que mantenían los druidas a cerca del mundo. Un druida busca más que la observación y el dominio de la naturaleza (la actitud occidental contemporánea) la integración con la misma.
Los celtas al igual que los indios americanos al creer en una conciencia universal presente en todas las cosas creían factible el poder comunicarse con la naturaleza (con el espíritu de un río, de un bosque, de la niebla, de los animales…), y así leer los peligros que acechaban al hombre escondidos más allá de la corriente percepción del mundo.
¿Politeísmo o Monoteísmo?
La especie de equívoco que sobre la palabra Dios mantiene la concepción judeocristiana hace suponer bastante fácilmente que nuestros antepasados eran politeístas. Esta concepción debería revisarse. De hecho una parte de los supuestos dioses ligures y celtas correspondería a lo que actualmente nosotros llamamos santos patronos, es decir hombres que han existido realmente pero que se revelaron como de una naturaleza superior a la Humanidad que les rodea.
Otra parte de aquellos dioses no era más que representación de fuerzas naturales, lo que daba lugar a un dios trueno, un dios viento o diosas fuentes, cosas todas ellas cuya naturaleza escapa al hombre, que el hombre no puede dirigir ni dominar y que, por tal motivo, se revelan como superiores...
Está también el dios de la raza o del pueblo. Para los celtas, éste era Teutates; Jehová para los hebreos. Tales dioses han sido representados, signo este de su materialidad, sobre todo entre los griegos y latinos, pero también entre otros pueblos: son los ídolos, los iconos...
Del Ser Supremo, no se puede siquiera intentar dar la definición, ya que por su propia naturaleza, es incognoscible para la mente humana. Ha sido una debilidad del cristianismo haberlo rebajado al rango de imagen representable.
Culto a la fertilidad
Los pueblos celtas, inmersos en una cultura inminentemente agrícola, se preocupaban mucho por la fertilidad de sus tierras, ganado y familia. De este modo no es de extrañar que las divinidades más importantes tuvieran una función dadora de fertilidad, abundancia y prosperidad. Estos dioses aparecen representados con símbolos de fertilidad como huevos, recién nacidos, frutas, pan, pañales, toallas, palanganas o falos erectos…
Algo relacionado con lo que estamos hablando son los huevos de druida o de serpiente: se creía eran de cristal y del tamaño de una manzana (tal vez más pequeños). Provendrían de la espuma de los silbidos de dos serpientes copulando que al enfriarse y al convertirse en una bola si era cogida en el aire por un druida servía para realizar conjuros y como talismán.
Lugares sagrados
Los árboles como reflejo de la unión del mundo celeste con el subterráneo, con sus características de longevidad, equiparada a sabiduría, con la muda regeneradora cíclica de sus hojas, metáfora de la propia vida, muerte y posterior resurrección, son considerados sagrados. Aún, hoy en día encontramos recogidas esta creencia en nuestras tradiciones culturales. De este modo incluso los reyes solían tomar posesión de su cargo bajo las hojas de un árbol. El roble (también el águila) estaba ligado a la divinidad principal, al señor del cielo. Ciertos lugares como los bosques y alguno de ellos en particular, quizás aquellos más apartados, oscuros y tenebrosos, eran considerados por los celtas sagrados, es decir espacios donde la comunicación con el Más Allá y los poderes ocultos se hacía más propicia. Allí era donde moraban los druidas, en la espesura, en el silencio, en la penumbra. Allí adoraban a sus dioses y cultivaban la sabiduría. Eran los señores del bosque...
Los celtas veneraban los árboles en general, pero sin duda sus preferidos eran el roble, el serbal, el tejo y el avellano. Y de estos, el roble era el rey. Incluso se dice que la palabra druida significaría "conocimiento del roble". La admiración de estos pueblos por el roble quizás proviniera de muy antaño, de los antepasados indoeuropeos pues muchos de estos pueblos tenían a este árbol como protagonista de sus ritos religiosos. Se cree que admiraban en el los atributos de dureza, resistencia, majestuosidad, longevidad y utilidad. Los inmensos bosques de roble del 4000 antes de Cristo y anterior proporcionaban alimento (bellotas), calor y vivienda a los hombres, por eso aquellos que supieran cómo utilizarlos adecuadamente, serían los más valiosos de la comunidad, los más sabios, por ello se les llamaría druidas, los que poseían el conocimiento del roble. Así, los restos del culto a los árboles no sólo quedaron registrados en la Europa fría, sino también en la mediterránea, pero en este caso se perdieron mucho antes. También se encuentran retazos en la India y en algunas de nuestras manifestaciones culturales actuales. El árbol de navidad, los numerosos árboles sagrados que existen en Occidente y sobre muchos de los cuales se acabaron construyendo edificaciones religiosas.
Parece ser que todas las tribus celtas poseían su árbol sagrado que actuaba como tótem de modo que en una batalla o escaramuza la destrucción del árbol significaría un presagio terrible para la tribu. Los ritos asociados particularmente al roble son numerosos, encontrándose este árbol relacionado con el dios del trueno en varias culturas.
Las zonas acuíferas también solían considerarse zonas sagradas. A los ríos, lagos, manantiales, ciénagas, pozos, se arrojaban objetos preciosos. Los celtas sentían especial predilección por los nacimientos y confluencias de los ríos. Se podían arrojar armas, amuletos, calderos, carros, animales e incluso seres humanos sacrificados a los dioses.
Los celtas como la mayoría de los pueblos indoeuropeos poseían una diosa madre, Danu, de la que se deriva el nombre Danubio y con la que se la relacionaba quizás por ser de sus riberas de donde habían surgido como pueblo. Tanto el Danubio como el Támesis fueron con gran probabilidad ríos sagrados al estilo del Ganges de la India, así lo parece confirmar el gran número de ofrendas halladas. Los ríos transportaban el alma de los muertos hacia el Más Allá. Lo vemos claramente hoy con el río Ganges y lo vemos registrado en la muerte del mítico rey Arturo, por poner unos ejemplos. El río al representar a una diosa madre consigue a través del bautismo en sus aguas que el ser humano absorba el poder femenino de la naturaleza y la purificación tanto física como espiritual.
Los pozos y manantiales eran centros de curación y purificación. Las propiedades medicinales de algunos de estos manantiales como ocurre hoy en día, atraían a peregrinos de lejanos lugares. Estos peregrinos dejaban sus ofrendas entre las que era común una figurita representativa de sí mismo o de la parte enferma que querían curar, todo ello en busca de un efecto curativo mágico. El siguiente acto sería descansar en un recinto especialmente preparado donde contactarían a través de sueños con el dios del que pretendían ayuda. Las fosas o pozos eran objeto de especial atención religiosa, tal vez imaginándolas como los oídos desde donde escuchaban los dioses del Submundo. Allí se les arrojaba animales y humanos sacrificados como ofrendas para ganarse sus favores. Los santuarios celtas podían contener estas fosas, también estructuras circulares de madera o altos postes centrales también de este material. A parte de sangre, también se ofrecía a los dioses metal, armas, herramientas y monedas rotas ritualmente con el objeto de que no pudiesen volver a ser utilizadas. El celta siempre se desprendía de algo valioso y el ser humano era lo más precioso, por lo que los sacrificios de personas, eran llevados a cabo en ocasiones de especial dificultad o agradecimientos a sus dioses.
Fiestas celtas
No es de extrañar que un pueblo inmerso en una economía agrícola y ganadera como el celta se interesase hondamente por los fenómenos cíclicos del planeta, como las estaciones. Las fiestas más importantes solían estar pues relacionadas con el año agrícola:
· Imbolc: 1-2 de Febrero. Fiesta presidida por la diosa Brigit, protectora de los partos, de la poesía y de la producción cervecera. La fiesta se relaciona con la época de lactancia de las ovejas.
· Beltené: 1 de Mayo. Se celebraba la entrada del verano, la fuerza renovada del sol. Para ello se encendían multitud de hogueras y se llevaban a cabo rituales de purificación como protección contra las enfermedades. Durante estas fiestas se hacía pasar el ganado entre dos hogueras para espantar la esterilidad de los animales. El calor del sol se hacía notar en estas fechas y propiciaba la maduración de las cosechas y el inicio del pastoreo.
· Lughnasad: 1 de Agosto. Se celebraba la fiesta de la cosecha.
· Samhein: 31 de Octubre/1 de Noviembre. Es el inicio del invierno, el comienzo del año celta. Era el fin de la época de pastoreo, cuando los animales se traían de regreso a los hogares para sacrificarlos o para su cría. Se celebraban mercados y carreras de caballos.
“Samhein era una época de luto ritual por la muerte del verano y un periodo peligroso en el que las leyes normales del tiempo y el espacio podían sufrir inexplicables alteraciones. Las barreras se rompían. Los espíritus del Más Allá podían recorrer la tierra y los humanos recíprocamente visitar el mundo de los muertos”.
La tradición de Samhein ha sobrevivido en los tiempos modernos en las fiestas de Halloween y del Día de los Difuntos.
Decían algunos autores clásicos que este concepto tenía su origen en las teorías de Pitágoras (aunque otros defendían justo lo contrario). Pitágoras afirmaba que el alma era una divinidad atrapada en la materia (cuerpo). Los druidas enseñaban a la comunidad y en especial a los guerreros que la muerte era tan sólo el paso de una vida a otra y que el alma inmortal siempre tenía como meta inexorable la ocupación de un cuerpo. El alma, supuestamente, viajaba de una envoltorio (que puede ser humano, animal o vegetal) a otro en un viaje sin final a menos que se alcanzase, en vida, un estado de pureza particular que los budistas llamarían Nirvana. En ese momento el ciclo se rompe y el ser humano alcanza la felicidad absoluta, la integración con el cosmos, con Dios, su origen y su destino inexorable, por otra parte. Entre tanto, el alma con sus actos va determinando el camino que tomará su futura reencarnación, va construyendo su karma. Sin embargo este proceso de transmigración no sólo podría tener lugar en nuestro mundo si no en el de los muertos también. Al igual que los egipcios, los celtas pensaban que se reencarnarían en el Otro Lado, en esa creencia se enterraban con comida, bebida, armas, carros, prendas, alhajas y demás utensilios, dependiendo de su rango social. Un Mas Allá contradictorio, por una parte un lugar presentado como el culmen de la alegría, lleno de cantos, risas, fiesta, sin dolor ni enfermedad, ni decadencia, lleno de música, abundancia, ampulosidad y colorido. Pero eso sí, no de paz, los combates al igual que en el Walhalla de sus parientes nórdicos formaban parte necesaria de este Universo paralelo. Está claro que en el mundo ideal celta no cabía la paz, pues la guerra sería fuente de fuerza vital y de regeneración, como en el siglo XIX explicaría también el gran filósofo alemán Nietzsche. Por otra parte el Más Allá podía ser un lugar sombrío y peligroso. Se podía acceder a él vivo o muerto, es en este último caso cuando el más allá adquiere su tinte más siniestro, como si la escenografía cambiase y ya no hiciese falta engañar a nadie presentando un escenario irreal idílico, como ocurría cuando eran los vivos sus visitantes, y los habitantes del Otro Mundo pretendían algo de los visitantes vivos, pues los "dioses" suelen necesitar a los humanos para llevar a cabo una tarea que ellos en teoría no pueden realizar.
Tal vez cada dios tuviera su propio Mas Allá sobre el que ejercía su dominio, o tal vez dependiera de la personalidad (o alma) del sujeto que lo viviese. El tiempo en estos espacios tangenciales no corre de igual manera que en el reino de los vivos. En el Más Allá, un humano vivo puede comprobar cómo el tiempo parece que no transcurre o se hace muy lento, pero he aquí que cuando regresa al mundo de los humanos recupera de sopetón la edad que le correspondería de acuerdo con el orden natural de las cosas. Obviamente el Más Allá celta se identifica con el país de las Hadas o de la buena gente. La tradición nos informa que se puede acceder a estos lugares a través de cuevas o lagos, islas en medio del mar… Aunque es probable que se pueda entrar desde el sitio menos sospechado, al estar estos lugares hipotéticamente en un espacio y tiempo diferentes al nuestro. En el Más Allá es frecuente acudir a festines donde el gran protagonista es el caldero mágico, del que nunca se agota la comida. Por otra parte el caldero de resurrección colmado de cierto líquido es aquel donde se introducía a los muertos, normalmente guerreros muertos en batalla con el objetivo de resucitarlos.
La transmigración de las almas
Decían algunos autores clásicos que este concepto tenía su origen en las teorías de Pitágoras (aunque otros defendían justo lo contrario). Pitágoras afirmaba que el alma era una divinidad atrapada en la materia (cuerpo). Los druidas enseñaban a la comunidad y en especial a los guerreros que la muerte era tan sólo el paso de una vida a otra y que el alma inmortal siempre tenía como meta inexorable la ocupación de un cuerpo. El alma, supuestamente, viajaba de una envoltorio (que puede ser humano, animal o vegetal) a otro en un viaje sin final a menos que se alcanzase, en vida, un estado de pureza particular que los budistas llamarían Nirvana. En ese momento el ciclo se rompe y el ser humano alcanza la felicidad absoluta, la integración con el cosmos, con Dios, su origen y su destino inexorable, por otra parte. Entre tanto, el alma con sus actos va determinando el camino que tomará su futura reencarnación, va construyendo su karma. Sin embargo este proceso de transmigración no sólo podría tener lugar en nuestro mundo si no en el de los muertos también. Al igual que los egipcios, los celtas pensaban que se reencarnarían en el Otro Lado, en esa creencia se enterraban con comida, bebida, armas, carros, prendas, alhajas y demás utensilios, dependiendo de su rango social. Un Mas Allá contradictorio, por una parte un lugar presentado como el culmen de la alegría, lleno de cantos, risas, fiesta, sin dolor ni enfermedad, ni decadencia, lleno de música, abundancia, ampulosidad y colorido. Pero eso sí, no de paz, los combates al igual que en el Walhalla de sus parientes nórdicos formaban parte necesaria de este Universo paralelo. Está claro que en el mundo ideal celta no cabía la paz, pues la guerra sería fuente de fuerza vital y de regeneración, como en el siglo XIX explicaría también el gran filósofo alemán Nietzsche. Por otra parte el Más Allá podía ser un lugar sombrío y peligroso. Se podía acceder a él vivo o muerto, es en este último caso cuando el más allá adquiere su tinte más siniestro, como si la escenografía cambiase y ya no hiciese falta engañar a nadie presentando un escenario irreal idílico, como ocurría cuando eran los vivos sus visitantes, y los habitantes del Otro Mundo pretendían algo de los visitantes vivos, pues los "dioses" suelen necesitar a los humanos para llevar a cabo una tarea que ellos en teoría no pueden realizar.
Tal vez cada dios tuviera su propio Mas Allá sobre el que ejercía su dominio, o tal vez dependiera de la personalidad (o alma) del sujeto que lo viviese. El tiempo en estos espacios tangenciales no corre de igual manera que en el reino de los vivos. En el Más Allá, un humano vivo puede comprobar cómo el tiempo parece que no transcurre o se hace muy lento, pero he aquí que cuando regresa al mundo de los humanos recupera de sopetón la edad que le correspondería de acuerdo con el orden natural de las cosas. Obviamente el Más Allá celta se identifica con el país de las Hadas o de la buena gente. La tradición nos informa que se puede acceder a estos lugares a través de cuevas o lagos, islas en medio del mar… Aunque es probable que se pueda entrar desde el sitio menos sospechado, al estar estos lugares hipotéticamente en un espacio y tiempo diferentes al nuestro. En el Más Allá es frecuente acudir a festines donde el gran protagonista es el caldero mágico, del que nunca se agota la comida. Por otra parte el caldero de resurrección colmado de cierto líquido es aquel donde se introducía a los muertos, normalmente guerreros muertos en batalla con el objetivo de resucitarlos.
Animales sagrados celtas
En una cultura agrícola y ganadera como la celta los animales salvajes no suponían la base de la alimentación, pero la caza era, como hoy en día, considerada una actividad deportiva y un signo de prestigio social. En una cultura que veía la espiritualidad impregnada en todos los rincones es normal que esta actividad estuviera revestida de cierto ritualismo religioso. Por lo tanto, la caza se realizaba bajo un ritual sagrado en el que se rendía honores y reconocimiento a la presa, a la vez que se pedía perdón a los dioses de la tierra por "robarles" un bien preciado. La caza, además, es considerada un reflejo del dualismo en equilibrio sobre el que se sostiene el mundo, por una parte un ser es muerto y por otra parte esa muerte proporciona vida a sus verdugos.
Existían una serie de animales muy especiales para los celtas:
· El jabalí se hallaba muy presente en sus cultos como animal representativo de la lucha y la guerra.
· Del ciervo se admiraba su velocidad y virilidad. Así lo atestiguaban sus poderosos cuernos con los que se defendía de sus enemigos. El desprendimiento estacional de sus cornamentas y su posterior crecimiento lo convertían en símbolo de regeneración y resurrección. Es común la presencia de este animal, en una forma encantada, en la literatura de inspiración celta de la Edad Media.
· La serpiente es también símbolo de resurrección, regeneración y curación debido a su capacidad para mudar de piel, de fertilidad por su prolífica descendencia y su morfología fálica. Su vida en contacto permanente con la tierra la convierte en un animal eminentemente telúrico, en comunión con el Submundo (algo parecido al Infierno cristiano). Además sus hábitos cazadores la significan también como símbolo de la muerte.
· Las aves están también muy presentes en la religión celta. Su capacidad para el vuelo fomenta la imagen de animal espiritual que abandona la tierra al igual que lo hace el espíritu libre, en el momento de la muerte. Múltiples dioses del Más Allá adoptan la forma de pájaro y se convierten en un símbolo de la vida después de la muerte, como recogerá también el cristianismo. Las voces de las palomas y de los cuervos hacían que se les asociara a los oráculos y a las profecías, normalmente de carácter negativo, los gansos por medio de su carácter vigilante y atento a la guerra, a la protección. En grullas eran convertidas las malas mujeres, las cornejas y las grullas eran presagio de muerte y mal agüero quizás por su carácter carroñero y su plumaje negro al que relacionaban con la falta de luz.
· El águila es el animal celeste por antonomasia, un ser de la luz que ilumina a su paso las tinieblas. Los cisnes encantados son muy comunes en la literatura ancestral europea, en estos animales se convierten los amantes pues son símbolos de amor imperecedero y fiel, pues se sabe que los cisnes forman pareja de por vida. Son junto a la oca mensajeros del Más Allá e incluso eran el tótem de algunas tribus.
· A los cantos de algunos pájaros se les presumía un carácter terapéutico.
· Los caballos eran tenidos en alta estima, eran muy reconocidas sus cualidades estéticas, de bravura, de velocidad y vigor sexual, por ello eran un símbolo de la aristocracia guerrera, además de símbolo solar. La diosa de los caballos en la Galia era Epona, venerada durante el Imperio Romano, era representada siempre montada o rodeada de caballos.
· Los perros tenían un significado curativo, pues era conocido su costumbre de lamerse las heridas en un proceso autocurativo. Eran empleados en la caza y sacrificados en rituales religiosos. Muchos dioses eran representados junto a sabuesos ya que eran símbolo de protección y fidelidad.
· Los bueyes y toros eran también objeto de frecuente sacrificio al considerar que los dioses valorarían las virtudes de fortaleza, virilidad y ferocidad que estos animales encarnaban. Su culto se hallaba extendido por todo el mundo celta. Solían representarse con tres cuernos haciendo, probablemente referencia, el tercero, al atributo sexual. Existía un ritual llamado Tarbhfhess consistente en comer su carne y sustancia para que después se revelase en sueños la figura del futuro rey.
La estrecha unión entre los celtas y la naturaleza, en particular el mundo animal, se refleja en la representación zoomórfica de los dioses, y en el cambio a formas animales de que eran objeto tanto hombres como dioses, víctimas de encantamientos como castigo o venganza. En su transformación a bestia muchos aún conservan la forma de pensar y sentir humana, manteniendo incluso la capacidad del habla. Por otra parte, existen animales mágicos dotados de poderes sobrenaturales que ayudan a los héroes míticos celtas en sus búsquedas.
La monarquía sagrada
La unión de los dioses y de los mortales en las leyendas, de los dioses y los reyes más en concreto, ayudaban a legitimar las dinastías reales y las dotaban de una profunda raigambre psicológica entre el pueblo. Eran las diosas de la soberanía, representantes de la Tierra, las que otorgaban su consentimiento al rey o señor de un territorio y a sus respectivos consortes.
El poder de la verdad y la palabra (el verbo)
La verdad no sólo es moralmente deseable, sino que el acto en si llega cargado de magia positiva, de divinidad. La mentira como todo aquello que atenta contra el orden natural de las cosas, supone un atentado a Dios y trae como consecuencia fatalidad.
Las cosas existirían sólo por el hecho de nombrarlas. Dioses, el universo, el mundo… surge al pronunciar sus respectivos nombres.
Cabezas humanas
Al igual que árabes, germanos y otros muchos pueblos, los celtas eran aficionados a cortar las cabezas de sus enemigos para embalsamarlas y exhibirlas como trofeos. Las utilizaban como ofrendas a sus dioses o como objetos de advertencia o protección. Tenían un carácter mágico, creían que en ellas residía el alma de los vencidos. En literatura posterior, de raíces celtas (sobre todo Irlandesa), existen gran cantidad de testimonios a cerca de cabezas parlantes.