miércoles, 25 de febrero de 2009

Orígenes del Temple I

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Denominados como los Defensores de la verdadera Fe, el ejército de Dios..., según Marion Melville habría dos autores a los que hacer referencia cuando se habla del origen de los templarios:

· Guillermo de Tiro

· Jacobo de Vitri

Este último no deja de copiar a Guillermo de Tiro pero como obispo de Acre realiza alguna que otra aportación novedosa consecuencia del contacto con los templarios. Jacobo relata:

"Ciertos caballeros elegidos de Dios y ordenados para su servicio renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el patriarca de Jerusalén [Gormondo, francés de Amiens], se comprometieron a defender a los peregrinos contra bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano. Observaban la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio, no fueron más que nueve los que tomaron tan santa decisión y, durante nueve años se vistieron con ropas de seglar, que los fieles les daban como limosna. El rey, sus caballeros y el señor patriarca se llenaron de compasión por estos hombres nobles que lo habían abandonado todo por Cristo y les concedieron ciertas propiedades y beneficios para atender a sus necesidades y por el alma de los donadores. Y como no tenían iglesia ni lugar en que habitar o que les perteneciera, el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo [Temple en francés] del señor. El abad y los canónigos regulares del Templo les dieron un terreno no lejos del palacio para su servicio, y por este motivo, se les llamó más tarde templarios".

Las cruzadas

El 27 de noviembre de año 1095 el Papa Urbano exhorta a la Cristiandad a conquistar la Tierra Santa situada en Palestina y a controlar las peregrinaciones que hacia allí se dirigen. Son años en los que el poder turco es especialmente cruel. En las aldeas europeas se propagan historias del trato cruel con que el infiel premia la gran devoción del peregrino cristiano, sea este hombre o mujer, niño o adulto, religioso o seglar. A los demonios sarracenos les da igual, no respetan a nada ni a nadie. A esto se suman otras circunstancias que facilitan el movimiento guerrero que está a punto de iniciarse y que durará más de 100 años. Una de estas circunstancias es la amenaza que para los cristianos orientales (bizantinos) suponen los turcos selyucidas. Europa ve amenazadas sus fronteras orientales y pretende ayudar a los "otros cristianos". Otra situación que facilita esta gesta, novedosa en la religión cristiana, es la explosión demográfica que Europa está soportando en esos momentos como resultado de la ausencia de guerras importantes y de los nuevos y más eficaces métodos de producción agrícola. Para el papado representa también un factor de cohesión sobre sus fieles y la oportunidad de afianzar su poder omnímodo. Las cruzadas ayudan también a librarse de maleantes. Muchos son condenados a pena de muerte por sus delitos la cual se les conmuta a cambio de prestar sus servicios guerreros a Cristo. Por su parte los segundones de las familias nobles sin hacienda, la cual pasaba al primogénito, tienen una oportunidad para dejar tranquilos a sus convecinos y forjarse fortuna en las nuevas Tierras. Es pues también un guerra colonial donde los nobles de segunda fila, pero muchos de ellos primeros en valor, pueden hacerse con tierras y riquezas en países que evocan en Occidente a los cuentos de las mil y unas noches. Existe pues una idea de Jerusalén y Tierra Santa como lugares milagrosos, en los que todo puede suceder. Esto último en una sociedad fuertemente aleccionada desde los pulpitos eclesiales y profundamente supersticiosa que cree que el fin del milenio traerá acontecimientos cruciales para ellos, como la segunda venida de Jesucristo que por supuesto tendría lugar en el Reino de Jerusalén. Factores económicos como el comercio con Oriente también supondrán un serio reclamo. Nadie quería quedar fuera del futuro reparto consecuencia de la conquista. Sin olvidar el fervor que mostraba la Iglesia por las donaciones que los peregrinos ingenuamente dejaban en sus templos y que por consiguiente convenía seguir fomentando a través de cualquier medio.

La toma de Jerusalén

El 7 de Junio de 1099 las tropas cruzadas divisan desde las colinas por primera vez los tejados de las casas y las mezquitas de Jerusalén. Por un momento atrás quedan las feroces batallas y los terribles padecimientos. Por un momento un verdadero regocijo se apodera de las almas de los creyentes. Pero esta situación pronto iba a cambiar. Los defensores egipcios de la ciudad habían preparado a conciencia su defensa. Sabedores de la llegada del contingente invasor, habían avisado a El Cairo y este les mandaba un gran ejército de refuerzo. Habían acumulado grandes reservas de agua y alimentos. Los pozos de agua los habían sido cegado y los rebaños recogido. Los cristianos de Jerusalén habían sido expulsados de la ciudad para que los cruzados repartieran con ellos sus escasos pertrechos y así desavituallarlos aún más. El puerto más cercano estaba a kilómetros y además se hallaba bloqueado por naves árabes. La ciudad por su parte presenta una buena muralla que aprovechaba los accidentes del terreno, con gruesos muros y un foso. La situación de los cristianos por tanto no era muy halagüeña. La enfermedad, la sed y el hambre se cebaban con ellos. La ciudad parecía imposible de conquistar, las escalas eran muy cortas y tampoco había madera para construir torres de asalto Los musulmanes hostigaban todo lo que podían y entre los distintos grupos que formaban el ejercito cruzado estallaban continuas rencillas ¡Además estaba aquel abrasador sol y el siroco, el infernal viento del desierto!

Ante esta situación sólo un milagro podía hacer que cayera Jerusalén. Un rumor se va extendiendo, alguien ha tenido una visión que anuncia que si cesan las disputas, se reza y se ayuna durante 3 días, en 9 la ciudad será tomada. El bloqueo en Jaffa se rompe y la flota consigue hacerles llegar madera para sus ingenios de asalto. Se prepara la construcción de 2 gigantescas torres de asalto de 3 pisos cada una.

Al noveno día comienza el asalto. Raimundo de Tolouse por el norte ve destruida su torre por la acción del fuego griego y los impactos del ejército defensor. Sin embargo Godofredo de Bouillon consigue acceder después de mucho esfuerzo a un trozo de muralla y despejarla. Una cantidad considerable de soldados consiguen trepar por medio de las escalas y abrir la puerta de Josafat. El grueso del ejército cruzado consigue entrar e iniciar la toma de la ciudad.

No se sabe realmente cual fue el motivo, si fue por las ofensas que los confiados defensores musulmanes infringieron a los por entonces sufrientes asaltantes, si fue por fanatismo religioso, si acaso lo fue por el afán de botín, lo cierto es que se da comienzo a una auténtica carnicería de la que sólo unos pocos afortunados iban a tener la suerte de salvarse.

Nadie es respetado. Mujeres, niños y ancianos son pasados a cuchillo casa por casa, mezquita por mezquita. Tan sólo unos pocos son apresados para ser vendidos como esclavos y tan solo unos pocos consiguen huir por las zonas derruidas de las murallas. La mezquita de Al-Aksa en la explanada del Templo está inundada con la sangre de los muertos que dicen llegaban en algunos puntos hasta las rodillas de los caballos. Los judíos, que habían colaborado en la defensa de la ciudad son quemados vivos dentro de la sinagoga donde habían corrido a refugiarse y muchos de los cuerpos de los ciudadanos son abiertos en canal en la creencia de que ocultaban en su interior objetos de valor.

Después del sangriento asalto los cruzados se dirigen en solemne procesión hacia la Iglesia del Santo Sepulcro para dar gracias a Dios. El reino de Jerusalén había sido reconquistado. Eso sí, a sangre y espada.

La Misión de los caballeros templarios

Según la Historia oficial los templarios protegían de salteadores y sarracenos a los sufridos peregrinos que se atrevían a viajar hacia Tierra Santa. Jacobo de Vitri, obispo de Acre en tiempos de la Orden, así nos lo cuenta:

“Ciertos caballeros elegidos de Dios y ordenados para su servicio renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano. Observaban la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio, no fueron más que nueve los que tomaron tan santa decisión y, durante nueve años se vistieron con ropas de seglar, que los fieles les daban como limosna. El rey, sus caballeros y el señor patriarca se llenaron de compasión por estos hombres nobles que lo habían abandonado todo por Cristo y les concedieron ciertas propiedades y beneficios para atender a sus necesidades y por el alma de los donadores. Y como no tenían iglesia ni lugar en que habitar o que les perteneciera, el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo [Temple en francés] del señor. El abad y los canónigos regulares del Templo les dieron un terreno no lejos del palacio para su servicio, y por este motivo, se les llamó más tarde templarios.”

Así es; con la toma de Jerusalén en 1099 la mayoría de cruzados habían regresado a sus hogares en Europa con lo que se carecía de fuerzas seguridad con que proteger a los peregrinos de las hordas hostiles sarracenas y de los numerosos bandidos. La tradición habla en concreto de un aljibe donde se cometían frecuentes asaltos, en el peligroso camino Jerusalén-puerto de Jaffa. Aunque existían algunas fortificaciones dispersas, no eran suficientes para dar cobertura a la gran extensión de territorio. El déficit de fuerzas cristianas que controlasen los caminos motivó que algunos caballeros como el referido Hugo de Payns se encomendasen a la protección de los viajeros cristianos. Con este fin en 1118 reúne a otros 8 camaradas y juntos se dirigen a Jerusalén. Allí el rey Balduino les hace alojar en lo que se dice fue el Templo de Salomón y sobre el que los musulmanes habían construido las mezquitas de Al-Aksa y de la Cúpula de la Roca. Es por ello que se les empiezan a llamar los Caballeros del Templo.

Es conveniente aclarar que su nombre original era el de "los Pobres Caballeros de Cristo" ya que habían jurado adoptar una vida de pobreza y sacrificio al servicio de Jesús. Pero también serían conocidos con otros apelativos, como soldados de Cristo, caballeros de la milicia del templo de Salomón, caballeros de Salomón, milicia de Salomón, hermanos del Templo...

Tenemos pues una sería de consideraciones admitidas por la mayoría de estudiosos:

· Nueve caballeros inicialmente.

· Conocemos el nombre de sus dos jefes, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer.

· Su categoría inicial en Jerusalén fue la de canónigos regulares. Siguen de forma provisional la regla de San Agustín.

· Habitaban en el lo que fue antaño el Templo de Salomón o en un edificio de sus inmediaciones. Probablemente en una parte del palacio que antaño había sido parte del recinto sagrado judío.

· Si bien en un principio los caballeros del templo pensaban vivir de la caridad posteriormente serían objeto de donaciones y rentas que con el tiempo les convertirían en una fuerza política y económica determinante.

· Su primer objetivo fue mantener las rutas que se encaminaban a los Santos Lugares limpios de bandoleros y soldados infieles. En particular la ruta de Jaffa a Jerusalén. Se decía por aquella época que los caminos hacia el Santo Sepulcro estaban repletos de huesos de peregrinos cristianos blanqueándose al sol.

· Por primera vez una orden cristiana complementaba la vida sobria dedicada a la oración y a la meditación con la vida ardorosa del guerrero y sus sangrientas batallas.

· Varios de ellos serían veteranos de la primera cruzada o al menos conocedores de los problemas de los que eran víctimas los visitantes cristianos del Santo Sepulcro.

· Todos ellos eran caballeros del área de influencia franca, de la Borgoña, Champaña y Flandes. Al igual que en las cruzadas el protagonismo se lo llevaban los francos...

· Pudiera ser como apuntan algunos investigadores, que durante unos años estos 9 caballeros vivieran solos y partir de la constitución oficial de su orden, en Troyes, su número fuera aumentando paulatinamente hasta constituirse en la grandiosa orden en que se convirtió. Aunque parece más lógico que ya desde sus inicios comenzaran con las labores de proselitismo.

· No existe constancia alguna que indique que durante estos 9 años hubiera algún enfrentamiento con enemigo alguno y posibilidades desde luego tuvieron muchas. Son años en que el buen rey Balduino de Jerusalén tuvo que emplearse a fondo por la defensa y expansión de su nuevo reino.

· Su vestimenta inicial sería un hábito seglar o un manto blanco sin la cruz bermeja que los inmortalizaría para la historia. Esta última fue una adquisición posterior.

Sin embargo no todo está tan claro. Muchos investigadores ven en la historia algunas piezas que no encajan. En primer lugar el hecho de que únicamente 9 caballeros ya entrados en años pretendieran defender el largo camino Jaffa-Jerusalén. No parece plausible, de hecho de lo que sí existe constancia es de las excavaciones que durante 9 años realizaron debajo de su acuartelamiento, los restos del Templo de Salomón, con la excusa de crear caballerizas para la futura tropa. Allí dejaron constancia de una red de galerías que se creé comunicaban con la mezquita de Omar. Todo ello con la aquiescencia del rey Balduino.

¿Por qué se les ubicó precisamente en el Templo? ¿Buscaban algo realmente los caballeros? Y en ese caso ¿Cómo supieron donde debían excavar? ¿Encontraron algo de valor? ¿Qué fue lo que hallaron?

San Benito

Para el escritor Louis Charpentier los orígenes de la orden no hay que situarlos en la época de las cruzadas sino más atrás en el tiempo, en Monte Casino, Italia. Allí San Benito de Nursia, un ermitaño francés, fundó la orden Benedictina. La Orden se encargaría de recopilar y estudiar lo viejos textos del saber clásico para así en un futuro sacar a occidente del estado lamentable de barbarie en que vivía motivado por las invasiones germánicas. Los monjes de San Benito trabajaban siete horas en los campos, cuatro en distintos oficios y otras cuatro volcados en el estudio y la oración. La orden cisterciense cuyo máximo exponente fue San Bernardo pretendió revivir estas espartanas costumbres de sus predecesores los monjes benitos.

A la orden benedictina se uniría el saber celta de la mano de monjes-druidas como Pelagio, San Colombano o San Malaquias procedentes de Irlanda la mayor parte. Hay que tener en cuenta que toda nueva civilización no borra por completo la anterior. Se produce un proceso de retroalimentación donde las distintas corrientes de pensamiento se influyen mutuamente y generan un sincretismo religioso y cultural. Eso es lo que pasó con el cristianismo y el modo de vida de los pueblos paganos, incluyendo dentro de ellos a los celtas.

Este proceso sincrético, es decir el conocimiento pagano-celta y el clásico, unido sin duda al hebreo y al oriental, sobre todo el sufí, desembocó en la figura de San Bernardo y la creación de su milicia sagrada, los caballeros del Temple. En la figura de los templarios se intuye el instrumento de una gran misión, la civilización de Europa Occidental. Su creación se encaminaba a una búsqueda. En principio se deseaba el acceso a los saberes del pueblo de Israel. El pueblo judío, el elegido por los dioses para transmitir un legado crucial a la humanidad. En los monasterios de Citeaux primero y en Claraval después se intentaría supuestamente descifrar ese legado.

Aunque para muchos los templarios no eran más que unos guerreros fanáticos que contribuían a mantener el status quo de la época, es decir el feudalismo y las injusticias que ese sistema conllevaba, lo cierto e indiscutible es que estos caballeros contribuyeron al desarrollo del comercio, de la agricultura y de la artesanía. En su época también floreció el arte, cuya expresión más sobresaliente fue el gótico. Un estilo producto de conocimientos ancestrales aplicados a la época. Sus inventores, los gremios de artesanos, son considerados un colectivo protegido desde las encomiendas templarias. Por estos motivos la desaparición de la orden es considerada hoy en día por algunos autores como uno de los mayores dramas en la historia de la humanidad.

Hugo de Payns

Hugo de Payns es considerado el fundador oficial de la Orden de los Caballeros Templarios y su primer Gran Maestre. Como su nombre indica era natural de Payns (actual Francia) donde nació alrededor del 1080. Documentos de la época lo sitúan como uno de los principales oficiales de la casa de Champaña. No se tiene la certeza de que participare en la primera cruzada pero si es probable que conociera tanto a Godofredo de Bouillon como a su hermano Balduino, los futuros regidores del recién creado Reino Cristiano de Jerusalén. Incluso es plausible que conociera al primo de estos, Balduino II, que sucedería a los anteriores y ocupaba el trono en la época en la que los primeros nueve caballeros se trasladaron a Jerusalén. Todo esto es importante para entender el aprecio que se le dispensaba en Tierra Santa. Recordemos que alojan a los caballeros ni más ni menos que en el palacio donde vivía el propio rey.

Anteriormente, en 1110, junto a otros peregrinos habría construido la Torre de Destroit entre Caifá y Cesarea, en donde con los años se construiría la gran fortaleza templaria conocida como el Castillo del Peregrino (Athlit).

Se cree que tuvo al menos un hijo de nombre Teobaldo que ejerció de Abad en un monasterio del cister, Sainte Colombe de Sens. Se baraja también como posibilidad que a través de su esposa estuviese emparentado con la familia Montbard, la familia materna de San Bernardo y de André Montbard, este último uno de los cofundadores del Temple.

Después de la constitución formal de la orden, en el concilio de Troyes, Hugo se desplazaría por Francia, Flandes, Inglaterra y Escocia (el viaje a España y Portugal lo dejaría a en manos de otro compañero) en busca de apoyos, fondos, donaciones y reclutas para la Misión en Tierra Santa. En 1129, después de obtener un gran éxito en la empresa, regresa a Palestina con cerca de 300 caballeros y numerosos auxiliares. Hugo y sus hermanos habían cosechado un rotundo éxito. Su proyecto había obtenido una gran comprensión y respaldo en todos los ámbitos de la sociedad europea de la época.

Hugo de Champaña

No participó en la primera cruzada se tiene constancia de diversas visitas que realizó a Palestina en los años 1104, 1108 y 1114, probablemente acompañado de Hugo de Payns. Influenciado por estos viajes a Oriente impulsaría el estudio de documentos sagrados hebreos y árabes. De vuelta de su último viaje cedió terrenos para la construcción de lo que sería la Abadía de Claraval. En 1125 renegó de su mujer, hijo y posesiones e ingresó en la Orden Templaria. Para muchos investigadores este personaje es de vital importancia para conocer los misterios de la orden. Su interés por los textos hebreos llama la atención. Unos documentos en cuyo estudio participaron incluso rabinos franceses. También el afán viajero en una época muy difícil para recorrer tales distancias y su ferviente deseo de ingresar en una orden de allá, en concreto en la Orden del Temple. Si en algo están de acuerdo la mayoría de historiadores es en el hecho de que el Conde Hugo de Champaña fue una pieza vital en el engranaje inicial del Proyecto Templario. Encontrar su posición exacta en este engranaje ya es una tarea más ardua.

Su comportamiento genera extrañeza pues no parece lógico que un miembro de la alta nobleza feudal estuviera ahora defendiendo los polvorientos y cansinos caminos de Oriente a las órdenes de uno de sus oficiales y vasallos, Hugo de Payns, el Gran Maestre templario. Desde luego se intuye algo más que fervor religioso, un asunto grande diríamos hoy en día. No obstante quizás Hugo de Champaña aprisionado por sus deberes y su rango en Europa, no pudiera tomar las riendas directamente del PROYECTO y se lo encomendara a un hombre de su confianza: Hugo de Payns. Otro factor a tener en cuenta es su amistad con San Bernardo, superior de los monjes cistercienses, como se demuestra en las cartas que dirigió el santo al conde con motivo del ingreso de este último en la orden del Temple.

Los frecuentes viajes a Oriente en sus últimos años, algunas veces acompañado de Hugo de Payns, parecen sugerir la existencia de algún asunto del mayor interés que requiere del posterior regreso del futuro maestre junto a otros compañeros para su culminación. De este comportamiento parece desprenderse una gran ansiedad por formar parte directa del proyecto. Parece no ver el día en que pueda volver a Oriente, quizás por el rotundo éxito de la misión que él comenzó junto a de Payns y que muy probablemente fue dirigida desde altas instancias, desde los conventos cistercienses.

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