Un día en 1950, el físico nuclear Enrico Fermi propuso una cuestión a unos pocos colegas con los que estaba
comiendo en el Laboratorio Nacional de Los Álamos que llegaría a conocerse como la Paradoja de Fermi: Si la Vía Láctea está efectivamente bullendo con civilizaciones alienígenas, como tantas teorías sugieren, ¿dónde están? ¿No debería haber pruebas de su existencia? Casi 60 años más tarde, la pregunta sigue siendo igual de desconcertante. Después de todo, la búsqueda de señales de radio extraterrestres o las pruebas de civilizaciones alienígenas no han dado resultado.
No obstante, los programas de búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI) siguen al pie del cañón. Y la búsqueda de cualquier vida alienígena, incluso en forma microbiana, avanza rápidamente con instrumentos como los que estudian Marte y otros probable candidatos cercanos en mayor detalle y con la detección regular de nuevos planetas fuera del Sistema solar. En ausencia de pruebas sólidas de vida extraterrestre inteligente, algunos investigadores se han propuesto estimar cuánta vida podría haber allí fuera. La esperanza es que puedan justificar la continuidad de las búsquedas SETI o incluso refinarlas y te esta forma mejorar las probabilidades de encontrar ET, y tal vez algún día interpretar la debatible Paradoja de Fermi.
En un reciente artículo publicado on-line por la International Journal of Astrobiology, el estudiante graduado Duncan Forgan del Observatorio Real de Edimburgo, en Escocia, configuró un modelo numérico del universo bajo distintos escenarios de biogénesis. Su modelo depende del actual conocimiento observacional de estrellas y sistemas planetarios, así como algunas suposiciones sobre la viabilidad de la vida y su capacidad de evolucionar en una forma inteligente y avanzada. Si la vida puede surgir sólo bajo un estrecho conjuntos de condiciones iniciales, Forgan estima que debería haber 361 civilizaciones estables avanzadas en la Vía Láctea. Si la vida puede extenderse de un planeta a otro a través de moléculas biológicas incrustadas en asteroides, no obstante, el número salta a casi 38 000. (Incluso dada una galaxia poblada densamente, apunta Forgan, no existen garantías de un contacto mutuo inmediato).
El modelo de Forgan hace uso del método de Monte Carlo, mediante el cual las variables de inicio en un sistema son aleatorizadas a lo largo de repetidas simulaciones para permitir incertidumbre en sus valores. Haciendo la media de los resultados de 100 de tales simulaciones, el análisis de Forgan arroja una estimación que cuenta con variaciones en las entradas.
Pero algunos colegas del campo argumentan que las estimaciones sobre la cantidad de inteligencia extraterrestre no pueden llevar ningún grado de precisión, dadas las lagunas en nuestro conocimiento. Tales estimaciones numéricas son “subjetivas a todas las otras incertidumbres y todos los imponderables” con respecto al origen de la vida, dice el científico planetario Ian Crawford del Birkbeck College en la Universidad de Londres. “Tenemos que admitir que somos tremendamente ignorantes en muchas partes de la información que necesitaríamos tener antes de que pudiésemos hacer una estimación realista de la predominancia de la vida inteligente en la galaxia”.
Mark Burchell, profesor de ciencias espaciales en la Universidad de Kent en Inglaterra, dice que, astronómicamente hablando, nuestra base de conocimiento está bastante refinada. “Pero los aspectos sociales y biológicos de la ecuación siguen siendo especulativos”, dijo en un correo electrónico. “Como apunta Forgan, estamos limitados a observaciones de un solo evento (la vida en la Tierra) para hacer predicciones generales (vida en cualquier punto)”.
Forgan reconoce que el análisis tiene algunas incertidumbres, surgiendo en parte de un pequeño y algo sesgado conjunto de datos sobre planetas fuera del Sistema Solar. Se han encontrado unos 300 sistemas planetarios desde 1995, cuando se descubrió en primer planeta orbitando una estrella normal. Pero los métodos de detección empleados en esta tarea tienden a encontrar planetas que son bastante grandes y calientes. El satélite europeo COROT y la próxima sonda Kepler de la NASA, no obstante, deberían poder localizar mundos más similares a la Tierra en los próximos años con una monitorización dedicada y más sensible de la atenuación del brillo estelar que tiene lugar cuando un planeta pasa frente a una estrella. Forgan dice que “planetas rocosos de la masa de la Tierra son la mejor apuesta para la habitabilidad”, por lo que tales descubrimientos afectarían significativamente a su conclusión.
También apunta que los números, sujetos a ciertas incertidumbres, no deberían considerarse como el único resultado de este artículo. Simplemente refinando los modelos de dónde y cuándo surgiría la vida, comenta, podría mejorar las búsquedas SETI. “La búsqueda de vida en la galaxia es la definitiva aguja en un pajar”, dice Forgan, y cualquier guía sobre dónde y cuándo buscar tal aguja sería útil.
Pero Crawford cree que tales análisis no afectaría al status quo. “No tenemos más opción que seguir buscando; no hay otra cosa que podamos hacer”, comenta. “Todo lo que pueden hacer las búsquedas SETI es lo que han estado haciendo los últimos 40 años, seguir escuchando”.
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