Nombre dado a varias sectas herejes que aparecieron en los siglos catorce y quince, principalmente en Italia. Como el término ha sido frecuentemente mal usado, es conveniente una definición. En su sentido filológico, Fraticelli es un diminutivo derivado del Italiano frate (plural, frati). Frati era la designación de los miembros de las órdenes mendicantes fundadas durante el siglo trece, principalmente los Franciscanos o Frailes Menores. El término latino Fraterculus no se encuentra en los antiguos registros correspondientes a los Fraticelli. Etimológicamente el nombre Frailes Menores (Fratres Minores) es equivalente al diminutivo Fraticellus. El ideal del fundador de la orden de los Frailes Menores, San Francisco, era que sus discípulos mediante la pobreza evangélica, la completa negación de sí mismos, y la humildad, guiaran al mundo de regreso a Cristo. Los italianos designaban como Fraticelli a todos los miembros religiosos, particularmente de las órdenes mendicantes, y especialmente los solitarios, ya sea que observaran una regla definida o regularan sus propias vidas.
En este artículo, el nombre Fraticelli está restringido a las sectas heréticas separadas de la Orden de los Franciscanos por disputas concernientes a la pobreza. Los Apostólicos (Pseudo – Apóstoles o Hermanos Apostólicos) son excluidos de de esta categoría, dado que la admisión a la Orden de San Francisco le fue expresamente negada a su fundador, Segarelli. No tenían conexión con los Minoritas, en general deseaban más bien exterminarlos. Es necesario, por lo tanto, diferenciar los diversos grupos de Fraticelli, aunque el término puede ser aplicado a todos ellos.
El origen de los Fraticelli y la causa de su crecimiento dentro y fuera de la Orden Franciscana debe ser visto dentro de la historia de los Espirituales. Es suficiente señalar aquí, que como consecuencia de los severos requerimientos de la Orden de San Francisco respecto a la práctica de la pobreza, sus seguidores se dividieron en dos ramas, los Zelanti o Espirituales, y los Relaxati, más tarde conocidos como Conventuales. Los papas del siglo trece intervinieron para traer armonía entre ambas facciones, y Gregorio IX, Inocente IV, y Nicolás III expusieron con autoridad en sus Bulas, explicaciones de los puntos en discusión. Pero las diferencias no fueron completamente resueltas, ni la unidad fue completamente restaurada entre los Espirituales y el cuerpo principal de la orden, la Comunidad (Fratres de Communitate), (Hermanos de Comunidad).
I. En orden cronológico, aparece primero, el grupo fundado por el hermano Angelo da Clareno (o de Cingoli). Angelo y varios hermanos de la Marca de Ancona fueron condenados (c. 1278) a prisión perpetua, pero fueron liberados por el general de la Orden, Raimundo Gaufredi (1289 – 95) y enviados a Armenia. Exilados desde Armenia hacia el final de 1293, regresaron a Italia, donde en 1294 Celestino V, notorio por su ascetismo, pero cuyo pontificado duró escasamente 6 meses, voluntariamente les permitió vivir como ermitaños en la estricta observancia de la Regla de San Francisco. Tras la abdicación de Celestino V, su sucesor, Bonifacio VIII, revocó todas las concesiones de Celestino, por lo que emigraron hacia Grecia, donde algunos de ellos atacaron la legitimidad de lo actuado por el Papa. Como el Papa, a través del Patriarca de Constantinopla, determinó que se tomaran activas medidas en contra de ellos, regresaron a Italia, donde su líder, Fray Liberatus, intentó una reivindicación de sus derechos, primero con Bonifacio VIII (que murió el 11 de octubre, 1303), y luego con Benedicto XI, quien también murió prematuramente (7 de julio, 1304). Mientras viajaba a encontrarse con Clemente V (1305 – 14) Liberatus murió en Lyons (1307), y Angelo da Clareno lo sucede como líder de la comunidad. Permaneció en Italia Central hasta 1311, cuando viaja a Avignon, donde es protegido por sus patronos los Cardenales Giacomo Colonna y Napoleone Orsini. A comienzos de 1317 Juan XXII, conforme a un decreto de Bonifacio VIII, declara excomulgado a Angelo y lo pone bajo custodia. Se defiende hábilmente a sí mismo en su "Epistola Excusatoria" (“Carta de Disculpa”) donde se representa como un celoso franciscano, pero Juan XXII se rehúsa a admitir su disculpa, y Angelo se convierte en ermita Celestino, y en el decreto "Sancta Romana et universalis ecclesia" (Santa Iglesia Romana y Universal) (30 de diciembre, 1317), rehúsa autorizar a la congregación de la cual Angelo es cabeza. Angelo se somete temporariamente, pero en 1318 escapa a Italia Central, donde, actuando como general, se hace cargo de la congregación disuelta por el Papa, designa provinciales, ministros y custodios, establece nuevos monasterios, y arrogándose toda autoridad, publica cartas pastorales, y recibe novicios; en una palabra, funda una Orden Franciscana independiente, los Fraticelli. Sus adherentes se declaran a sí mismos los Frailes Menores originales. Niegan que Juan XXII sea realmente papa, dado que derogó la Regla de San Francisco, la cual, de acuerdo a su doctrina, representa al Evangelio puro y simple. Sostienen que sus decretos son inválidos, todos los otros religiosos y prelados son condenados, y que el haber cometido pecado mortal priva a los sacerdotes de su dignidad y poder. Estos puntos de vista fueron dados a conocer durante los juicios a los que fueron sometidos por los inquisidores, los adherentes de Fray Angelo prisioneros, principalmente en 1334. Durante estos juicios y en numerosas Bulas papales ellos son llamados, como regla, Fraticelli seu fratres de paupere vitâ (Fraticelli o hermanos de vida pobre). Como se deduce de las Bulas papales, los seguidores de Angelo se establecen en Italia Central, o sea en las provincias de Roma, Umbria, y la Marca de Ancona, y también en el sur de Italia (Campagna, Basilicata y Nápoles). Fray Angelo disfrutó de la protección del Abad de Subiaco, a pesar del hecho que Juan XXII (21 febrero 1334) comisionó a los guardias de los claustros de Ara Coeli que detuvieran a Angelo “el hereje demente que se define a sí mismo como general de la secta condenada de los Fraticelli”. Igualmente infructuoso resultó un edicto papal para su encarcelamiento (22 de noviembre de 1331), cuando escapó al sur de Italia. Murió el 15 de julio de 1337, y la congregación, privada de su líder y duramente presionada por la Inquisición, se dividió en numerosos grupos cada uno de los cuales sostenía su propia doctrina, aunque sea imposible determinar exactamente su origen. Debe recalcarse que desde la controversia respecto a la pobreza (1321 – 28), todos los Fraticelli mostraron una fuerte oposición al papado. Fue natural que hombres de su calibre y tendencias extremistas hayan caído en excesos; pero, cismáticos y herejes como eran, las caídas morales de los individuos no deben imputarse a todo el cuerpo, el cual de todos modos estaba laxamente organizado. Angelo da Clareno, a pesar de las circunstancias de su muerte, fue venerado como hacedor de milagros.
Teniendo en mente la historia primitiva de la secta, debemos buscar pistas de ésta en Italia Central, Umbria y la Marca de Ancona. Angelo fue altamente estimado por los Ermitaños Agustinos, con quienes estaba en términos amigables, especialmente con Gentile da Foligno y Simone da Cassia, un escritor asceta de gran reputación. Tenía correspondencia con ambos, y Simone lamentó amargamente la muerte de Angelo y la pérdida de un amigo y consejero espiritual. Podemos asumir con seguridad, que los Fraticelli que Simone defendió exitosamente después contra los Dominicos en las cortes civiles de Florencia (c.1355), donde se encontraba predicando, fueron adherentes de Clareno. Lo mismo sea probablemente cierto, también, de los Fraticelli en Toscana, quienes para la misma época fueron atacados en las cartas sensacionalistas, del inculto y poco habilidoso ermita Fray Giovanni dalle Celle. Las cartas fueron respondidas por los Fraticelli. Giovanni fue más lejos aun, y usó a Fray Angelo como un peón contra sus adversarios. Esto, más aún, los separó enteramente de la Iglesia de Roma. Adquirieron tal poder en Florencia que invitaron a los “teólogos” a debate público. Los “teólogos”, o sea el clero oficial, no respondieron. El 13 de octubre de 1378, los priores de Florencia redactaron un estatuto contra los Fraticelli; el 8 de julio de 1381, el Consejo de la Ciudad de Florencia los condenó a abandonar la ciudad en dos días o enfrentar al tribunal de la Inquisición. Sin embargo, eran tan respetados que, cuando su expatriación fue demandada por los magistrados de la ciudad ese mismo año (14 de diciembre de 1381), uno de los cancilleres tomó una atrevida posición contra esta demanda.
De todos modos, Fray Michele Berti, de Calci cerca de Pisa, miembro del la rama de Ancona de los Fraticelli, después de predicar la Cuaresma a sus asociados de Florencia, fue arrestado el 20 de abril de 1389, cuando estaba por abandonar la ciudad, y fue condenado por el Arzobispo Franciscano de Florencia, Bartolomeo Oleari, a ser quemado en la hoguera. Murió cantando el Te Deum, mientras sus seguidores, tolerados por las autoridades, lo exhortaban a permanecer firme (30 de Abril de 1389). Hasta el fin proclamó que Juan XXII se convirtió en un hereje por sus cuatro decretos; que él y sus sucesores habían condenado al papado, y que ningún sacerdote que lo defendiera podía absolver en forma válida.
Tenemos evidencias indiscutidas que varios seguidores herejes de Clareno estaban en el territorio de Nápoles en 1362. Luis de Durazzo, sobrino de Roberto, Rey de Nápoles, mantuvo a un número de Fraticelli en el hospital adjunto a su castillo, Monte Sant’ Angelo, y asistía a sus servicios. Estos Fraticelli estaban divididos en tres sectas: aquellos que reconocían a Tommaso da Bojano, antes Obispo de Aquino; los seguidores del pretendido ministro general, Bernardo de Sicilia; y aquellos que proclamaban a Angelo de Clareno como su fundador y reconocían solo a su sucesor como su general. Las tres sectas estaban de acuerdo en sostener que el verdadero papado había cesado desde la llegada del hereje de Juan XXII, pero los partidarios del ministro general reconocían como legítimos, en caso de necesidad, al ministerio de los prelados que adherían al papado.
Los “Pobres Ermitaños” de Monte della Majella, cerca de Sulmona, eran también Fraticelli y adherentes de Angelo de Clareno, y en un momento tuvieron la protección del famoso tribuno del pueblo, Cola di Rienzi (1349). Fanáticos como eran en el tema de la pobreza, ellos eran, de acuerdo con las antiguas costumbres, protegidos por los monjes Celestinos en la proximidad de la Abadía del Santo Spirito. El origen de los ortodoxos Clareni, aprobados como verdaderos franciscanos por Sixto IV en 1474, es desconocido; tampoco es claro si fueron seguidores de Angelo que se mantuvieron apartados de la herejía, o, luego de caer en el error, se retractaron.
II. Desde el punto de vista cronológico, el segundo grupo en importancia de Fraticelli, fue el de los Espirituales, quienes huyeron de Toscana a Sicilia, denominados al principio como Hermanos Rebeldes y Apóstatas, y luego como los Fraticelli de paupere vita (Fraticelli de vida pobre). Es un error aplicarles el nombre de Beghards Cuando, en 1309, las diferencias entre los Relaxati y los Espirituales alcanzaron un punto crítico, Clemente V citó a los representantes de ambas partes a presentarse frente a la Curia como forma de resolver sus disputas. El resultado de estas conferencias fue la Constitución “Exivi de Paradiso” (“Salí del Paraíso”), publicada en la sesión final del Concilio de Viena (6 de mayo, 1312). Esta Constitución contiene una explicación de la Regla de San Francisco con líneas más estrictas que aquellas de la Bula “Exiit qui seminal” (“Salió el sembrador”) de Nicolás III (14 de Agosto de 1279), y da la razón a los Espirituales en varios temas. Estos debates, provocaron, de todas maneras, que los superiores de los “Relaxati” tomaran enérgicas medidas contra los Zelanti. Hacia fines de 1312, un número de Espirituales toscanos desertaron de sus monasterios y tomaron por la fuerza posesión de los monasterios de Carmignano (cerca de Florencia), Arezzo y Anciano, poniendo en fuga a los “Relaxati”. Alrededor de 50, temiendo el castigo, huyeron a Sicilia. Clemente V, enterado de esta insurrección, comisionó al Arzobispo de Genoa y a otros dos obispos a forzarlos a volver a la obediencia bajo pena de excomunión. Como casi todos desobedecieron este mandato, el prior de San Fidele de Siena, quien había sido comisionado a ejecutar la sentencia, los declaró excomulgados y clausuró todos sus monasterios (14 de mayo, 1314). Siendo también perseguidos por el Arzobispo de Florencia, los rebeldes hicieron una solemne protesta contra la violación de la regla por parte de la Comunidad o Conventuales (7 de julio, 1313). Como les fue imposible permanecer en Toscana, huyeron todos a Sicilia, donde se unieron a numerosos Zelanti del norte de Italia y del sur de Francia. El rey Federico de Sicilia, hermano del rey Jaime II de Aragón, los admitió, luego que ellos sometieran sus estatutos a su inspección. Fray Enrico da Ceva fue ahora su nuevo líder. El 23 de enero de 1318, el papa Juan XXII los excomulgó en la Bula “Gloriosam ecclesiam” (“Iglesia gloriosa”), especificando 5 errores, a saber: (1) designaban a la Iglesia de Roma como carnal y corrupta, y a ellos mismos como espirituales; (2) niegan a los sacerdotes de Roma todo poder y jurisdicción; (3) prohíben tomar los votos (4) enseñan que los sacerdotes en estado de pecado no pueden otorgar los sacramentos; y (5) sostienen que sólo ellos cumplen verdaderamente con el Evangelio. Para esa época, adoptaron una vestimenta ajustada, corta y sucia como hábito religioso. Juan XXII (15 de marzo de 1317) exhortó al rey Federico a tomar severas medidas contra ellos. En una carta enviada por la misma fecha por los cardenales de Avignon a toda la jerarquía de Sicilia, se remarcó especialmente el hecho que los rebeldes fugitivos habían elegido un superior general, provinciales, y guardianes. Desterrados de Sicilia, donde, de todos modos, algunos permanecieron hasta por lo menos el año 1328, se establecieron con seguridad en Nápoles. El 1 de agosto de 1322, Juan XXII proclamó un decreto general en su contra y luego de enviar al rey Roberto (4 de febrero de 1325) la Bula especialmente dirigida contra Ceva, el 10 de mayo de 1325, demandó su arresto por parte del rey Roberto, y de Carlos, el Duque de Calabria. El papa debió repetir su amonestación en varias oportunidades (1327, 1330, 1331) contra los Fraticelli y renovó (5 de diciembre de 1329) la intimación de la Bula "Gloriosam Ecclesiam". Desde entonces, resulta difícil distinguir a los adherentes de Ceva de aquellos que corresponden a los siguientes grupos; se unieron a los Micaelitas y utilizaron los mismos métodos de ataque en contra del papa. La acusación que algunos profesaron el Mahometanismo puede estar basada en los hechos, considerando su situación y las circunstancias locales.
III. Los Micaelitas son el tercer grupo de los Fraticelli, cuyo nombre deriva de Miguel de Cesena, su mayor representante y líder natural. Se debe considerar la premisa que este nombre estuvo en boga durante el siglo quince, y el papel que se le designa ejerció gran influencia en asuntos de doctrina sobre los otros grupos ya desde 1329. Debe hacerse notar que poco después de este período se hace difícil diferenciar a estos grupos con algo de precisión. La controversia “teórica” sobre la pobreza, llevada adelante por la orden franciscana, o mejor, llevada adelante en contra de Juan XXII, dio lugar a la aparición de este grupo. Se la denomina “teórica” para distinguirla de la controversia “práctica” emprendida por los “Espirituales” en relación a la práctica de la pobreza franciscana que ellos querían observar, mientras los líderes del presente conflicto fueron antiguos miembros de la facción de los Relaxati y enemigos declarados de los Espirituales (1309-22).
En 1321 el Inquisidor Dominico de Norbonne, Juan de Belna, declaró heréticas las enseñanzas de un Beghard prisionero en la región, quien aseveraba que Cristo y los Apóstoles no poseían nada ni individualmente ni en común. El Lector franciscano, Bérenguer Talon, defendió al Beghard. Como se rehusó a retractarse y fue amenazado con el castigo por el Inquisidor, Bérenguer apeló al papa. El asunto pronto derivó en una controversia general entre Dominicos y Franciscanos; entre éstos últimos, tanto los Relaxati como los Zelati defendieron a Berenguer en base a la Bula de Nicolás III “Exiit qui seminat”. En dicha Bula, Nicolás III defendió la pobreza de los Franciscanos, tanto individual como colectivamente, como equivalente a la de los Apóstoles, y por lo tanto habían transferido a la Iglesia Romana todas sus posesiones en tierras y casas, como ya había sido promulgado por Inocencio IV (14 de noviembre de 1245). La prohibición de Nicolás III de discutir este punto fue revocada por Juan XXII en una nueva Bula, “Quia nonnunquam” (“Porque en algún lado”) (26 de marzo de 1322). El 6 de marzo del mismo año Juan XXII sometió el asunto a un consistorio. La orden fue defendida vigorosamente por los Cardenales Vitalis du Tour y Bertrand de Turre (de la Tour), el Arzobispo Arnaldo Royardi de Salerno, y varios otros obispos, todos Franciscanos; otros cardenales se opusieron a sus puntos de vista, y el papa se inclinó hacia la oposición. Requirió también la opinión de Ubertino de Casale, un renombrado líder de los “Espirituales” (1328), quien, con una sutil distinción, declaró (28 de marzo de 1322) que Cristo y los Apóstoles sí poseían propiedades, en tanto que ellos gobernaban la Iglesia, pero no como individuos o como ejemplos de Perfección Cristiana. Esta distinción, más sutil que real, pareció satisfactoria para ambos lados, cuando las provocativas medidas tomadas por el capítulo de la orden, destruyeron todos los propósitos de paz. Fray Miguel de Cesena, General de la Orden Franciscana (elegido en 1316), un Conventual, como atestiguan varias medidas tomadas por él con la aprobación de Juan XXII, convocó a un capítulo general para el 1 de junio de 1322, en Perugia. Anticipando, con el consejo de los Cardenales Franciscanos Vitalis y Bertrand, la decisión definitiva del papa, el capítulo se declaró solemnemente a favor de la “absoluta pobreza” de Cristo (4 de junio de 1322). Este pronunciamiento fue firmado por el general, Miguel de Cesena, los ministros provinciales del sur de Alemania, Inglaterra (Guillermo de Nottingham, no Occam), Aquitania, norte de Francia, y otros, así como por varios renombrados escolásticos. El 11 de junio el capítulo publicó solemnemente sus decretos a toda la Cristiandad. Indignado por estas declaraciones, Juan XXII, en la Bula “Ad conditorem canonum” (“De acuerdo a lo dispuesto por el fundador”) (8 de diciembre 1322), declaró que la Iglesia Romana renunciaba a todos sus reclamos sobre las propiedades muebles e inmuebles de la Orden Franciscana y se los restituía. Por lo tanto el papa revocó la Bula “Exiit qui seminat” de Nicolás III dando por tierra con la pobreza que formaba la base de la Orden Franciscana. Es fácil comprender los efectos de esta decisión sobre los Franciscanos, particularmente los Zelanti. En nombre de la Orden, Fray Boncortese (Bonagrazia) de Bérgamo, un abogado capaz, y por ese tiempo, amargo enemigo de los Zelanti, presentó una atrevida protesta contra esta Bula al Consistorio (14 de enero de 1323). Aunque el papa revisó entonces el texto de la Bula y la repromulgó bajo la fecha original, encarceló a Bonagrazia, y en la Bula “Cum inter nonnullos” (“Como entre todos”) (12 de noviembre de 1323) declaró hereje la aseveración que Cristo y los Apóstoles no poseían ninguna propiedad ya sea en forma separada o colectiva.
La controversia entre el papa y la orden pronto tomó un carácter político, siendo los Minoritas designados consejeros por Luis IV de Bavaria, rey de Alemania, quien también se encontraba en conflicto con el papa. Luego que Luis IV (1314-47) derrotó a su rival Federico, duque de Austria, en la batalla de Mühldorf (18 Sept. 1322), y su invasión de Lombardía para proseguir la causa del Gibelino Visconti, Juan XXII ordenó que toda la cuestión del derecho al trono Germánico debía ser presentado frente al tribunal papal y, el 8 de octubre de 1323, comenzó el proceso canónico en contra de Luis. En la Apelación de Nuremberg (18 Diciembre 1323), Luis, curiosamente, acusó al papa de favoritismo hacia los Minoritas, aunque dicho documento nunca fue publicado. Pero en la Apelación de Sachsenhausen del mismo rey Luis (22 mayo 1324), estaba llena de invectivas contra el “hereje que falsamente se designa a sí mismo como el Papa Juan XXII”, por soslayar la pobreza de Cristo. Esta famosa “Spiritualist excursus" (“Práctica espiritualista”) está estrechamente conectada con la Apelación de Bonagrazia, y con los escritos de Ubertino de Casale y de Pietro de Giovanni Olivi. Es cierto que se origina entre los Franciscanos, quienes bajo la protección del rey, apuntan a Juan XXII y sus enseñanzas, aunque Luis IV negó posteriormente toda responsabilidad en la materia. El resultado fue la excomunión de Luis IV (11 de Julio de 1324) y, en el decreto “Quia quorundam” (“Porque en algún lado “) (10 Nov 1324), Juan XXII prohibió toda contradicción o cuestionamiento de sus constituciones “Cum inter nonnullos” y “Ad conditorem”. El capítulo general del orden, reunido en Lyon, (20 Mayo 1325) bajo la presidencia de Miguel de Cesena, prohíbe cualquier referencia irrespetuosa hacia el papa. El 8 de junio de 1327, Miguel recibió instrucciones de presentarse el mismo en Avignon, mandato que obedeció (2 Dic 1327). Como el papa lo había reprobado bruscamente en público (9 de Abril de 1328) por su actuación en el capítulo de Perugia (1322), presentó una protesta en secreto (13 de Abril) y, temiendo el castigo, huyó, a pesar de las órdenes del papa, hacia Aigues-Mortes (28 de mayo) y luego a Pisa, junto a Bonagrazia de Bérgamo y William de Occam. Mientras tanto, se suceden otros eventos de importancia. Luis de Bavaria había entrado en Roma con un ejército germano, para felicidad de los Gibelinos. Lo acompañaban Ubertino de Casale, Juan de Jandum y Marsilius de Papua, autores de la “Defensor pacis” (“Defensor de la paz”), que declaraba que el emperador y la Iglesia están en general por encima del papa. Luis se proclamó solemnemente Emperador de Roma por Sciarra Colonna (17 Enero 1328), y el 12 de mayo nomina y es luego proclamado como antipapa a Pietro Rainalducci de Corvara, un Franciscano, bajo el nombre de Nicolás V. Los 3 fugitivos de Avignon se presentaron ante Luis y lo acompañaron a Bavaria, donde permanecieron hasta su muerte. Juan XXII depuso a Miguel como general de la orden (6 de junio de 1328) y el 13 de junio designó al Menor Cardenal Bertrand de Turre como vicario general de la orden para presidir el capitulo que se realizó en París (2 de junio de 1329), al cual Miguel de Cesena vanamente intentó prevenir, y llevó a la elección de Fray Gerardo Adonis de Châteauroux de la provincia de Aquitania. Obediente a Juan XXII, indujo a la mayoría de la orden a someterse a la Sede Apostólica. Miguel de Cesena y todos sus adherentes, los Micaelitas, fueron repudiados de la Orden. Al mismo tiempo, y por mandato de Juan XXII, se instituyeron actas papales contra ellos en todos lados. Los Micaelitas negaron el derecho de Juan al papado, y lo denunciaron tanto a él como a sus sucesores, como herejes. Esto demostró el carácter peligroso de la secta. En sus numerosas y apasionadas denuncias contra los papas, especialmente contra Juan XXII, ellos siempre señalan para refutar, definiciones aisladas de Juan en sus Bulas. A la controversia respecto a la pobreza se agregó (1333) la cuestión referente a la visión beatífica de los santos, respecto a la cual Juan XXII, contrariamente a la opinión general, y aun sin intentar definir la materia, había declarado que solo comenzaría en el juicio final.
Durante este período, el antipapa Nicolás V, nombró 6 cardenales, (15 de mayo de 1238), entre ellos un Agustino y un Dominico, y entre septiembre de 1328 y Diciembre de 1329, a otros 3 cardenales; también entre los obispos que consagró había miembros de las dos órdenes arriba mencionadas. Luego del retorno de Luis IV a Bavaria, Nicolás V, privado de todo apoyo, se refugió en el condado de Donoratico. Finalmente, en su desolación, Nicolás apeló a Juan XXII, se postró a sus pies (Avignon, 4 de agosto), y se sometió a un confina-miento honorable en Avignon, donde permaneció hasta su muerte (16 de octubre de 1333).
Juan inició mientras tanto, acciones contra Miguel y sus seguidores. De acuerdo a sus instrucciones a Aycardo, Arzobispo de Milán, las acciones contra Miguel fueron publicadas en varias localidades (20 de junio de 1328). El 5 de septiembre de 1328, Juan XXII dirigió la encarcelación de Fray Azzolino, quien actuaba como vicario de Miguel, y el 18 de agosto de 1331, el arresto de otro vicario, Fray Thedino, quien representaba a Miguel in la Marca de Ancona. Prominentes entre los seguidores de Miguel están los más o menos numerosos Minoritas de los monasterios de Todi y Amelia (contra los cuales se instituyeron procesos en 1329-30), en Cortona (1329) y Pisa (1330), donde, de todos modos, aparecieron abiertamente hasta en 1354, así como en Albigano y Savonna (1329-32).
El 21 de diciembre de 1328, Juan XXII graciosamente perdonó a Fray Minus, provincial de Toscaza, mientras que el 2 de diciembre ordenó el juicio de Fray Humilis, Custodio de Umbria. Los decretos papales rebelan la presencia de Micaelitas en Inglaterra (1329), Alemania (1322), Carcassone, Portugal (1330), España (1329), Sicilia y Lombardía (1329, 1334), Cerdeña, Armenia, y otros lugares. Juan XXII y sus inmediatos sucesores también dictaron numerosos decretos contra los Fraticelli en la Marca de Ancona, donde los obispos y barones feudales menores los defendieron exitosa y obstinadamente a pesar de las amenazas papales; también en Nápoles y Calabria, donde el rey Roberto y la reina Sanzia exhibieron especial veneración por San Francisco y sus humildes seguidores. En el castillo real, donde las capellanías eran realizadas por Franciscanos, residía Fray Felipe de Mayorca, hermano de la reina. Este Felipe (1328), solicitó a Juan XXII permiso para él y otros Franciscanos, para observar literalmente la regla de San Francisco, independientemente de los superiores de la orden; el papa, por supuesto, se rehusó. En una carta fechada el 10 de agosto de 1333, el Papa fue obligado a presentar algunas dudas de la reina respecto a la observancia de la “sagrada pobreza”, y el rey aun escribió un tratado favoreciendo el punto de vista del Capítulo de Perugia (1322). La condena papal de los Fraticelli, provocó, por lo tanto, escasos resultados en el Reino de Nápoles. El 8 de julio de 1331, el Papa advirtió al Rey Roberto sobre no rechazar más los decretos papales contra Miguel de Cesena ni prevenir su publicación en el reino. Felipe de Mayorca, de todos modos, predicó abiertamente contra el Papa. Fue debido a la influencia de la familia real que Fray Andrea de Gagliano, un capellán de la corte de Nápoles, fue acusado en el proceso instituido contra él en Avignon en 1338, debido a que continuaba sus conversaciones con Miguel de Cesena y con los cincuenta Micaelitas que residieron por algún tiempo bajo la protección del rey en el castillo de Lettere cercano a Castellamare, pero quien más tarde (1235) se sometió humildemente a sus superiores legales. En 1336 Fraticelli de “cortos ropajes” todavía ocupaban el monasterio de Santa Clara de Nápoles, fundado por la Reina Sanzia, y estaban establecidos en otras partes del reino; se demandó su expulsión (24 de junio 1336) por Benedicto XII (1334 – 42). En 1344 Clemente IV (1342 – 52) encontró necesario reiterar estos decretos anteriores. Entre 1363 – 1370 fue posible a los Franciscanos tomar al fin posesión de varios monasterios en Calabria y Sicilia de los cuales los Fraticelli habían sido expulsados; pero Gregorio XI se quejaba (12 septiembre 1372) que “las cenizas y huesos de Fraticelli eran veneradas como reliquias de santos en Sicilia, e incluso se erigían Iglesias en su honor”.
De los registros de un proceso conducido en forma irregular contra los Fraticelli del monasterio Franciscano de Tauris (1334), que fue descrito por los Dominicos, aprendimos que ellos vituperaban abiertamente contra Juan XXII y sostenían los puntos de vista de Miguel de Cesena, aunque en su forma apocalíptica declaraban que la orden de los Frailes Menores estaba dividida en tres partes, y que sólo serían salvados aquellos que viajaran hacia el Este, o sea, ellos mismos. Se desconoce si éstos eran idénticos a los Fraticelli de Armenia, Persia, y otras localidades orientales, donde todos los obispos fueron comisionados por Clemente VI a perseguirlos (29 de mayo de 1344).
Durante largo tiempo la secta prosperó extremadamente en el Ducado de Spoleto, gracias a la continua agitación política. En un proceso instituido contra un grupo particular de Fraticelli de Umbria en 1360, se nos informa que Fray Francisco Niccolò de Perugia fue su fundador. Ellos pretendían observar la Regla de San Agustín, pero eran fanáticos en la cuestión de la pobreza y miraban a todos los prelados como culpables de simonía. La salvación sólo se encontraba en su orden, supuestamente perfecto. Imitaban a los Fraticelli sicilianos en sus doctrinas y métodos de instrucción. Existe aún una interesante carta donde los Fraticelli de Campagna (1353 – 55) escriben a los magistrados de Narni cuando tiene referencias que uno de sus miembros (Fray Estéfano) ha sido cruelmente encarcelado por la Inquisición de la ciudad doce a quince años antes. En dicha carta, ellos solicitan que los magistrados lo liberen de acuerdo al ejemplo de las ciudades de “Todi, Perugia, Asís y Pisa”.
Los Fraticelli gozaban de una completa libertad en Perugia. Vivían donde mejor les convenía, principalmente en las casas de campo de los ricos. Se volvieron tan atrevidos, como para insultar públicamente a los Minoritas (Conventuales) en el monasterio de San Francisco del Prado. Parece que estos Fraticelli eligieron su propio papa, obispos y generales, y que se dividieron en varias facciones. Los Conventuales, como medio de defensa, llamaron a Fray Paoluccio de Trinci, el fundador de los Observantes, y le cedieron el pequeño monasterio de Monte Ripido cercano a la ciudad (1374). Fray Paoluccio fue exitoso en sus disputas contra los Fraticelli, y cuando se los expuso claramente como herejes, la gente los echó fuera de la ciudad. Debe hacerse notar que estos Fraticelli, y probablemente otros en eses período, eran designados como Fraticelli della opinione (Fraticelli de la opinión), quizás en relación a su opinión que el Papado Romano había dejado de existir con Juan XXII (1323) o Celestino V, y que solo ellos constituían la verdadera Iglesia. Para la misma época, Fray Vitale de Francia y Fray Pedro de Florencia ejercían una especie de generalato sobre los Fraticelli. Recibían protección y hospitalidad de las familias ricas e influyentes de Apulia, en los alrededores de Roma, y en la Marca. Uno de sus protectores fue el caballero Andreuccio de Palumbario, quien les dio protección en su castillo cerca de Rieti, por lo que fue severamente amonestado por Urbano VI (4 de Mayo de 1388). El mismo día el Abad Benedictino de Farfa fue reprendido por una falta similar. El 14 de Noviembre de 1394, Bonifacio IX facultó a los Minoritas de Terra di Lavoro a tomar posesión de los monasterios abandonados por los Fraticelli. Martín V concedió los mismos derechos a los Franciscanos de la Provincia de Roma (14 de Noviembre de 1418) y, el 7 de abril de 1426, les transfirió como una regalía especial el monasterio de Palestrina, que había sido fuertemente defendido por los Fraticelli. El mismo año, Martín V nombró a San Juan de Capistrano (27 de mayo) y a San Jaime de la Marca (11 de octubre) como inquisidores generales para tomar acciones en contra de los Fraticelli. Estos promotores del orden entre los Franciscanos, cumplieron estricta y enérgicamente sus deberes en este oficio y tuvieron éxito en golpear los centros vitales de la secta. En 1415 la ciudad de Florencia formalmente desterró a los “Fraticelli de vida pobre, los seguidores de Miguel de Cesena de infame memoria”, y en Lucca, cinco Fraticelli solemnemente abjuraron de sus errores en un juicio (1411). Martín V ordenó también a los Obispos de Porto y Alba a tomar medidas contra los Fraticelli “en la provincia de Roma, la Marca de Ancona, el Ducado de Spoleto y otras localidades” (7 de junio de 1427). El 27 de enero del mismo año, Martín V había permitido a los Observantes de Ancona ocupar el monasterio de las Fraticelli en Castro l’Ermita como primer paso en la campaña contra los Fraticelli de esa vecindad. El 1 de junio de 1428, comisionó al Obispo de Ancona a imponer sus reglas estrictamente en Maiolati, poner a todos los sospechosos en el potro, destruir su villa, separar a los niños de los padres herejes, y dispersar a la población adulta. Una carta que circuló, de los Fraticelli dirigida a toda la Cristiandad, probó ser ineficaz, y su condena fue sellada. Juan de Capistrano y San Jaime de la Marca quemaron treinta y seis de estos establecimientos o dispersaron a los miembros, y un número de ellos fue quemado en estacas en Florencia y Fabriano, en este último lugar en presencia del Papa. San Jaime de la Marca, comisionado por Nicolás V a proceder contra ellos (1449), escribió el famoso “Dialogus contra Fraticellos” (Diálogo contra los Fraticelli), que publicó primero en 1452, haciéndole algunas adiciones luego. De acuerdo con ello los principales establecimientos de los Fraticelli estaban situados en el valle de Jesi, en Maiolati, Pogio, Cupo, Massaccia y Mergo. Constituyeron también obispados en otros distritos donde contaron con un número suficiente de adeptos. Realizaron frecuentes viajes con propósitos de propaganda, especialmente a Toscana. Algunos se vestían en parte como Minoritas, algunos como eremitas, frecuentemente disfrazándose como forma de protegerse. Su doctrina era un resumen de sus errores sectarios primitivos: toda la Iglesia Romana había desertado de la verdadera Fe desde los tiempos de Juan XXII (1323); sólo ellos constituían la verdadera Iglesia y retenían los sacramentos y el sacerdocio.
Una forma de Fraticelli fue también representada por Felipe de Berbegni, un Observante fanático y excéntrico de España (1433), quien trató de establecer una sociedad estricta de la Capuciola, pero encontró una vigorosa oposición en Juan de Capistrano, quien escribió una disertación contra él.
Sólo una vez más se tomaron medidas contra los Fraticelli, hasta donde se conoce, en 1466, cuando un número de Fraticelli de Poli, cerca de Palestrina y Maiolati fueron capturados en Asís durante la celebración de la Porciúncula. Fueron hechos prisioneros en el Castillo de Sant’Angelo y se instituyeron procesos contra ellos. Su protector en Poli, el Conde Estéfano de’Conti, fue hecho prisionero, pero ellos también recibieron la protección de la familia Colonna de Palestrina. La Tradición también menciona que los Fraticelli establecieron muchas otras colonias y que tuvieron un centro importante en Grecia, de donde enviaron emisarios y buscaron refugio de las agresivas medidas de San Jaime de la Marca. Generalmente llevaban a cabo sus reuniones por la noche en casa privadas y se dice que la mitad de los habitantes de Poli se encontraban entre sus adherentes. La acusación de que sus servicios religiosos eran profanados por prácticas inmorales no pudo ser probada. De acuerdo con su doctrina, como está contenido en los “Dialogus”, los sacerdotes inmorales sufren la pérdida de sus poderes de orden y jurisdicción. Tenían también su propio obispo, llamado Nicolás. Durante este período se publicaron numerosos panfletos controvirtiendo los errores de los Fraticelli. Mientras se sostenía la campaña en Roma, se conoció información sobre otra secta similar a los Fraticelli, que se descubrió en Alemania; pero aunque estos visionarios, guiados por los Hermanos Johann y Livin de Wirsberg, encontraron adherentes entre los Mendicantes de Bohemia y Franconia, no pueden ser considerados como Fraticelli. A pesar de todas las persecuciones, sobrevivieron remanentes de los Fraticelli originales, pero su fortaleza estaba paralizada y no constituían por lo tanto un serio peligro para la Iglesia de Roma. El croquis precedente prueba en forma suficiente que estos herejes no eran miembros de la Orden de San Francisco, sino más bien ellos habían sido expulsados de la orden y de la Iglesia. La Orden en sí, y la gran mayoría de sus miembros permaneció fiel a la Iglesia a pesar que muchos de sus más prominentes monjes y aun secciones enteras se apartaron de ella.
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