Una cuestión de especial interés relacionada con la Orden del Temple son sus filiaciones u Ordenes derivadas de carácter laico o seglar. Se poseen evidencias de que al menos una de estas filiaciones existía ya bastante antes del infame proceso al que fue sometido el Temple y de la pérdida del carácter canónico de la Orden, lo que tuvo lugar en 1312. Esta filiación a la que aludimos es la Orden de los Fedeli d'Amore (Fieles de amor), a veces designada también con el nombre de la doctrina iniciática por ella transmitida: la Fede Santa.
No parece caber duda razonable de que el nombre de Fedeli d'Amore provenía directamente del famoso grito de guerra de los caballeros templarios cuando estos se lanzaban al combate con valor insuperable. Ese grito era: ¡Viva Dios, Santo Amor!
Por otra parte es bien conocida la pertenencia de Dante Alighieri, con dignidad de Gran Maestre y otro tanto corresponde afirmar del pintor Pedro de Pisa. Pero no fueron ellos los dos únicos talentos sino que asombra aún hoy la pléyade de grandes figuras de la literatura italiana que revistaron entre los Fedeli d'Amore. Baste mencionar a Bocaccio, Petrarca, Andreas Cappelanus, el cardenal Francesco da Barberino, Cavalcanti, Dino Compagni como también Brunetto Latini, autor bien conocido de dos obras, el "Tesoro" y el "Tesorillo" a quién después nos referiremos. Incuestionablemente los Fedeli d'Amore poseían una transmisión iniciática y una corriente doctrinal esotérica propia en su forma externa, de indudable origen templario en lo inmediato pero ismailita (Orden de los Haschischin) en lo mediato. Esta doctrina, precisamente por ser iniciática, era suprarreligiosa y no podía de ninguna manera ser encuadrada en los cánones del cristianismo, ni siquiera como una heterodoxia.
Es necesario recalcar aquí una vez más que lo auténticamente iniciático y tradicional tiene su lugar propio en un plano espiritual-intelectual más elevado que lo religioso, entendiendo esto último tanto en el aspecto dogmático como devocional. Recordemos que lo religioso es, por excelencia, esencialmente pasivo y funciona exclusivamente a nivel de consuelo y soporte emocional. Lo iniciático, por el contrario, corresponde al modo activo de desenvolvimiento espiritual empleando técnicas propias y distintivas que son las disciplinas de esta vía. Por ello ambos caminos no pueden, en rigor, encontrarse ni coexistir, siendo esencialmente incompatibles tanto por una cuestión de nivel espiritual como por otra de índole metodológica. Además, y esto es básico, la vía iniciática está ante todo caracterizada por la transmisión espiritual que se denomina, precisamente, iniciación. No existe contrapartida o análogo de la iniciación en el campo religioso, a despecho de lo que han pretendido algunos autores desencaminados y confundidos, tales como Frithiof Schuon. Bien entendido, todo aquello de naturaleza devocional, tal como oración, éxtasis místico, mortificación ascética y limosna caritativa no tienen absolutamente nada que ver con la vía iniciática, correspondiendo sin excepción y exclusivamente a un nivel muy inferior de cosas que es, por supuesto, el religioso.
Esto aquí enunciado es muy simple de entender para quién posee las necesarias aptitudes y cualificaciones para emprender verdaderamente la vía iniciática pero no resulta por cierto cosa simple para la inmensa mayoría de las personas. De hecho, se requirió mucho tiempo para llegar a clarificar las ideas hasta este punto. Y por supuesto, durante muchos siglos quiénes recorrían la vía iniciática seguían (y generalmente siguen hasta hoy en día) añadiéndole elementos superfluos de tipo religioso con todos los perjuicios que ello implica: dogmatismo fanático, sectarismo, pérdida de universalidad y de fraternidad. Por supuesto, tales actitudes provienen de una incomprensión profunda de la naturaleza de lo iniciático, cuyo desenvolvimiento tiene lugar en el plano de la experiencia metafísica a nivel totalmente suprapersonal. Pero, por supuesto, quién jamás ha atravesado por tales experiencias inefables y, por ende, posee solo una idea muy vaga y remota de la naturaleza de éstas, mal puede comprender porqué debe desembarazarse de lo religioso para alcanzar algo ciertamente más elevado en lo que hace tanto a la vivencia interior como al Conocimiento del Ser.
Naturalmente todas estas dificultades provienen del hecho que normalmente se inicia a personas que no poseen, ni aún en grado ínfimo, las mínimas condiciones que las harían aptas para tal vía de realización espiritual. Y lo que aún es más grave, llegan a la Iniciación cargados de ideas absurdas y concepciones erróneas que generalmente toman del "saber" profano como del dogmatismo religioso y que luego les resultan muy difíciles de olvidar.
Pues bien, en los Fedeli d'Amore se daban en buena medida hechos de la naturaleza mencionada. Lo genuinamente esotérico e iniciático se revestía una y otra vez con un ropaje demasiado marcado por la ignorancia, el fanatismo y la superstición propios de lo típicamente religioso.
Otras veces, el temor a la Inquisición y a los güelfos hacía que ese ropaje religioso, con todos sus absurdos y limitaciones, fuera adoptado deliberadamente. Y así nació incluso un lenguaje secreto de los Fedeli d'Amore por demás interesante y del que nos ocuparemos más adelante.
Un tema de tanto interés como los Fedeli d'Amore no podía escapar a la atención de los especialistas tanto del campo esotérico como historiadores. Y así fue como hombres de la talla de René Guénon, Julius Evola, G. Rosetti, Luigi Valli, A. Ricolfi y Arthur Schult (para mencionar solamente a algunos de los más conspicuos) le han dedicado a esta Orden considerable esfuerzo. Hoy volcaremos en esta exposición algunos de los resultados por ellos obtenidos.
Veamos algunos hechos de interés al respecto. En el museo de Vienne, junto al Ródano, se conservan dos medallas con la imagen de Dante Alighieri y del ya mencionado pintor Pedro de Pisa y en las que se leen las letras FSKIPFT. El observador desprevenido podría fácilmente pensar que tales letras son simplemente las iniciales de las denominadas virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad junto con las correspondientes a las virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Pero un instante de reflexión basta para comprender que no era posible que hombres de exquisita ilustración como los nombrados admitieran o cometieran el burdo error de escribir en latín "caridad" (charitas) con K. La cuestión se aclaró por obra de Aroux, quién señaló que en realidad se trataba de una sigla que hacía a una cuestión absolutamente específica de la Orden de los Fedeli d'Amore. René Guénon pudo rectificar un error de Aroux y finalmente se llegó a la solución del enigma. Las letras mencionadas son las iniciales de "Fidei Sanctae Kadosch, Imperialis Principatus, Frater Templaris" o sea "Consagrado de la Fe Santa, Príncipe Imperial, Hermano Templario". Como el mismo René Guénon señala, la denominación de Kadosch (Consagrado o Santo) es una palabra que se emplea hasta hoy en conexión con el Grado 30 de la Masonería, Grado que es templario por excelencia. La denominación de Príncipe Imperial sin duda hay que vincularla a la marcadísima orientación gibelina de la Orden, es decir una actitud de total apoyo al Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en enfrentamiento con el poder temporal usurpado por la Iglesia Católica.
Pero lo que merece una aclaración más detallada es lo de Fidel Sancta (o Fede Santa en italiano) la que no guarda relación con el dogmatismo y creencias de ningún credo religioso corriente y esotérico.
De hecho, hay buenas razones par pensar con Guénon que la Fede Santa, filiación templaria laica o secular, era en tiempos de Dante algo que en alguna medida se asemejaba a lo que más tarde se conoció como "Fraternidad de la Rosa-Cruz", si es que esta misma no se originó directamente de ella. Para aclarar un malentendido frecuente aclaremos desde ya que los miembros de la Fede Santa se autodesignaban como Fedeli d'Amore, nombre con el que luego llegó a designarse a la misma Orden. El simbolismo básico era de naturaleza astrosófica, similar por una parte al que los Templarios habían tomado de los cátaros.
Sin entrar en detalles que no corresponden aquí, digamos que este simbolismo hace referencia al Trivium y al Cuadrivium es decir a las "siete artes liberales": Gramática, Lógica, Retórica, Geometría, Astronomía, Aritmética y Música. Naturalmente estas disciplinas eran encaradas en la Orden desde un enfoque sapiencial e iniciático, más elevado en espíritu y contenido que el saber profano. Naturalmente esto tiene amplia relación con las esferas o cielos planetarios a los que hace amplia alusión el Dante en la "Divina Comedia". Sin embargo, en cuanto a la estructura de grados, o sea la jerarquía iniciática interna, los Fedeli d'Amore se apartaban de la estructuración en siete grados de la Orden del Temple, que se conserva hasta el día de hoy. Esta estructura de siete grados se originó al parecer en la Orden de los Haschischin. Vale la pena señalar esto, mencionando de paso que existen distintos trabajos sobre las analogías entre ambas Órdenes. Volveremos luego al respecto pero señalemos desde ya que la estructuración de la Fede Santa se hacía en base a un sistema de cuatro grados que enseguida analizaremos. Conviene de paso recordar que otra de las autodenominaciones que se daban los Fideli era en base a la palabra Merzé o Mercé (regalo, gracia, merced) y que aún hoy un alto grado masónico, lamentablemente caído en desuso, pretende tener un origen o filiación hermético-templario. Este grado, aparentemente vinculado al menos en su simbolismo, con la Fede Santa es el de los "Príncipes de Mercy". Pues bien, lo notable es que la mejor fuente para conocer a fondo el simbolismo y ritual de los Fedeli d'Amore es una obra del Dante: la "Vita Nuova". Desde luego el profano que la lee sin cuidado ni advertencia nada podrá captar ni entender.
Pero el iniciado no podrá dejar de detenerse en detalles que pronto la revelarán la clave de toda la obra. Esta es genuinamente iniciática pero su valoración exige precisamente que pongamos en práctica el consejo del propio Dante en la "Divina Comedia":
"O voi ch'avete li'ntelleti sani, mirate la dottrina
che s'asconde sotto 'l velame de li versi strani".
(Inferno, IX, 61-63).
Y las sorpresas con la "Vita Nuova" comienzan desde la primera página, pues allí dice Dante algo preciso, inconfundible que constituye, por excelencia, una alta verdad en el orden iniciático y metafísico:
"In quel punto dico veracemente che lo spirito
della vita, lo quale dimora nella segretissima camera
del cuore..."
Aquí el esoterismo se vuelve transparente en una alusión directa a la presencia divina (átmica) en la cámara etérica del corazón de todos los seres. Dios está en nosotros mismos: para buscarle y hallarle no hacen falta enviados ni vicedioses. Naturalmente que Dante no pudo continuar en esa obra siendo tan explícito: hubiera terminado en las garras de los fanáticos. Esta es la causa determinante de que emplee una y otra vez una terminología secreta que es precisamente ese lenguaje en clave de los Fedeli d'Amore al que hacíamos referencia antes. Así, por ejemplo, una y otra vez el Dante habla de "corazón gentil" para dar a entender un corazón purificado de las pasiones propias de la naturaleza inferior del ser humano. El viento tenía para los miembros de aquella Orden el mismo sentido que tiene hoy la palabra "lluvia" para los masones: no hablar pues hay profanos que escuchan. Todas estas medidas de prudencia eran, como se dijo, impuestas por el fanatismo e intolerancia de la secta católica. Y reiteramos esto pues únicamente una religión corriente y exotérica puede ser sectaria (sectare: cortar, dividir) ya que separa y divide a sus seguidores de los que no tienen las mismas creencias.
En el nivel iniciático no puede haber sectas, pues toda genuina fraternidad esotérica practica el universalismo y postula la unidad, trascendiendo así toda posible división real o ficticia entre los seres humanos.
Decíamos que la "Vita Nuova" constituye una verdadera síntesis a nivel ritualístico y simbólico de la "Fede Santa", bajo las apariencias de canto a un amor sublime pero profano. Ciertamente sería muy ingenuo querer ver aquí un reflejo del amor del poeta por Beatriz, o sea Bice Portinari, una joven que conoció Dante a temprana edad. La obra tiene por cierto fines mucho más elevados y Beatriz, tanto aquí como en la "Divina Comedia" es un símbolo de la Sophia, la Sabiduría Divina de naturaleza trascendente y, por supuesto, ubicada mucho más allá de todos los dogmatismos sectarios e idólatras. Las investigaciones de los autores ya citados han permitido poner en claro que los cuatro primeros capítulos de la "Vita Nuova" corresponden al Primer Grado de la Fede Santa, denominado FEIGNAIRE o Aspirante. Los capítulos 5 a 13 se refieren al segundo Grado, PREGNAIRE o Postulante. En los capítulos 14 a 17 se velan simbólicamente ritual y doctrina del Tercer Grado, ENTENDEIRE u Oyente. Finalmente los capítulos 22 a 29 se centran en el Cuarto y último Grado, SERVUS o Servidor.
Los capítulos 30 a 34 inclusive narran las experiencias espirituales subsiguientes a la Iniciación entre los miembros de la Orden. Los capítulos 35 a 39 están dedicados a narrar los afanes del iniciado al retornar a la vida cotidiana. El final feliz se reserva para los capítulos 40 a 42 que constituyen un cántico espiritual de gran elevación.
Resulta de interés señalar que Dante fue iniciado en el Primer Grado de los Fedeli d'Amore alrededor de 1290. Su iniciador fue un eminente filósofo y erudito de la época, de nombre Brunetto Latini (1230, circa 1294), muy respetado y querido por Dante. El gran florentino se inspiró visiblemente al escribir el Canto Primero del Infierno en el "Tesoretto" de Latini, obra de neta inspiración_ templaria escrita en italiano a modo de resumen de una obra anterior en francés, el: "Trésor" del mismo autor.
Y entramos ahora a considerar brevemente la obra cumbre de toda la literatura italiana: la "Divina Commmedia". Obsérvese que este título del poema dantesco y que ha perdurado, le fue dado por Bocaccio. Dante murió dejando innominada su obra maestra. En su obra capital Dante vuelca lo más elevado de la gnosis templaria en forma recóndita, cifrada en símbolos y velada por alegorías. Y nuevamente aparece aquí patente su filiación templaria, pues tras haber sido guiado en el poema por Virgilio y por Beatriz es Bernardo de Clairvaux, fundador del Temple e inspirador de su Regla, quién lo conduce a los planos de más elevada espiritualidad, hasta llegar al "Amor que mueve al Sol y a las estrellas", donde culmina y finaliza el poema.
Respecto de los trece Cantos finales de la "Divina Commedia" vale tal vez la pena hacer la acotación siguiente. Dante murió en Ravenna en 1321. Los últimos trece cantos del Paraíso, precisamente aquellos en los que él había cifrado hábilmente lo más elevado de la doctrina esotérica del Temple y de los Fedeli d'Amore, no pensaba su autor publicarlos puesto que ello resultaba peligroso. Y así fue que los escondió en un hueco de la pared de su casa, hábilmente disimulado por una estera de paja. Aún cuando aquí no vamos a elucidar cual es esa doctrina vale la pena releer entre líneas esos Cantos pues ello puede conducir a hallazgos de mucha importancia.
Muerto el gran florentino, sus hijos y amigos pensaron que su obra maestra había quedado trunca. En efecto, como el Infierno consta de una Introducción y treinta y tres cantos y otros treinta y tres tiene el Purgatorio, era lógico esperar otros tanto como extensión del Paraíso. Cuenta Bocaccio en su "Vida del Dante" que esta historia tuvo un final tan feliz como sorprendente. Ocho meses después de muerto Dante, un discípulo suyo por largos años, de nombre Piero Ravignani, soñó con el poeta. El gran gibelino apareció en ese sueño vestido con túnica blanca e irradiando toda su figura un halo de luz, a modo de un auténtico Iniciado que era. En el sueño su discípulo le preguntó si estaba vivo a lo cual Dante respondió que en efecto él vivía pero la verdadera vida, no la nuestra terrenal y miserable. Al interrogarle de nuevo el discípulo, esta vez acerca de si su grandioso poema había sido concluido, Dante respondió de nuevo afirmativamente y en el sueño le condujo hasta el hueco antes mencionad en la pared de la que había sido su casa en vida, diciéndole que allí se hallaba lo que tanto se había buscado. Tras esto se desvaneció la imagen del poeta, despertó el discípulo y corrió en el acto hasta la casa de Jacopo Alighieri, hijo del gran florentino y que moraba en la que había sido casa del Dante.
Le cuenta su sueño y juntos corren a la pared de marras. Allí, tras la estera se hallaba el hueco del que extraen, terriblemente emocionados, los manuscritos a los Cantos faltantes del Paraíso, a los que la humedad ya comenzaba a deteriorar. Así se pudo disponer del texto completo de la "Divina Commedia" que nos ha llegado hasta hoy íntegra a pesar de que en diversas oportunidades la Inquisición pensó en destruirla. En particular, en la España del siglo XVII fueron quemados numerosos ejemplares por los siempre activos representantes de la intolerancia y el fanatismo ignorante.
El tema central del esoterismo de Dante es el Amor divino como medio para alcanzar la Sophia, la divina Sabiduría que se halla más allá de todas las creencias y dogmas. Y esta Sophia es el tema clave de todo el esoterismo gnóstico, incluyendo aquí no sólo a los Templarios y a los Fedeli d'Amore sino también a los cátaros, para no mencionar ahora sino corrientes iniciáticas occidentales. No cabe duda de que el catarismo y el templarismo mantuvieron relaciones muy estrechas, lo que se torna evidente al examinar ciertos ritos en los altos grados de la Orden del Temple. Y en cuanto a la Sophia o Divina Sabiduría, vale la pena recordar aquí lo señalado por el Dr. Hugh Schonfield, quien ha analizado en sus obras el código cifrado "Atbash", basado en la permutación de letras y que empleaban tanto los esenios como los sadoquitas y nazareos para hacer ininteligibles sus textos. De acuerdo al Dr. Schonfield al aplicarle esta clave criptográfica a la palabra "Baphomet" ésta se transforma en "Sophia", lo que resulta por lo menos muy sugestivo (C.f.r. Lincoln-Baigent-Leigh: "El Legado Mesiánico"). No cabe duda de que los Templarios tuvieron muy estrechos contactos con diversas agrupaciones iniciáticas en Tierra Santa y ésta podría ser una prueba más al respecto. En diversos trabajos se ha mencionado la evidente analogía entre los colores rojo y blanco usados en su vestimenta tanto por los ismailitas haschischin como por los Templarios, es decir que las dos Órdenes que reclamaban para sí el título de "Guardianes de Tierra Santa". Esta analogía en realidad va más lejos aún pues estos colores aparecen también en combinación con el negro como fundamentales en Alquimia.
Notablemente blanco y rojo son también los colores tanto de "Conduiramour" como de Beatriz, siendo la primera para Parsifal lo que es Beatriz para el Dante. Naturalmente hay que remitir aquí a la obra de Wolfram von Eschenbach... y recordar que la Tradición Iniciática es una y universal.
A esta altura ya es menester, para concluir, señalar algunos puntos más que hacen directamente a aspectos doctrinales de la Fede Santa. Resulta muy ilustrativa al respecto la obra "Documenti d'Amore" del cardenal Francesco da Barberino (nacido circa 1597). Este libro ostenta en su portada la imagen de un guerrero espada en mano. De la boca de éste sale una inscripción que es la siguiente:
"Yo soy la fuerza y miro si viniera
alguno que este libro abrir quisiera;
y si no fuese el de tener derecho
con esta espada le atravieso el pecho".
Resulta innecesario aclarar que este Cardenal era miembro de la Orden. La cuarteta anterior se refiere bien claramente a la absoluta necesidad de guardar los tesoros espirituales para quiénes sean realmente dignos de ellos. Una nueva y sabia indicación de que jamás debe iniciarse a profanos que no posean altas condiciones y virtudes (alejando al "vulgo ingrato" del que hablaba Dante o sea la chusma desagradable) la da el mismo da Barberino con aquello de "temere della gente grossa" (o sea de los ignorantes) y añade luego el mismo autor: "Digo y declaro que todas las obras hechas por muy referentes al Amor las entiendo en un sentido espiritual, pero no todas pueden ser comprendidas por todos". Y en otra obra emanada de la Orden, el "Jugement d'Amour" se hace referencia a los "Misterios de Amor" que no se pueden comunicar a los viles, a los indiscretos y a las personas vulgares.
Lo notable es que todo el disimulo empleado en sus obras en relación a temas iniciáticos, Dante lo perdía de golpe al pasar a ocuparse, incluso en las mismas obras suyas, de temas más profanos. Así por ejemplo, cuando en el Canto XXXI del Purgatorio hace referencia a la nefasta alianza entre la Iglesia y el rey de Francia, Philippe le Bel para destruir a la Orden del Temple, él afirma sin vacilar:
"Sicura, quasi roca in alto monte
seder sovr'esso una putana sciolta
m'apparve con le ciglia intorno pronte.
E come perché non li fosse tolta
vidi di costa a lei dritto un gigante
e baciavansi insieme alcuna volta".
En la traducción del Prof. Battistessa estos versos del Purgatorio quedan así:
Segura cual castillo en alto monte
divisé allí, sentada, a una ramera
medio desnuda, pronta a hacer guiñadas.
Y como porque no se la quitaran
Un gigante vi erguido frente a ella,
Y así de vez en cuando se besaban.
Cabe aclarar que aquí el poeta con el gigante alude a Philippe le Bel, el rey de Francia (era muy alto como todos los hombres en su familia). La "putana" o prostituta simboliza a la Iglesia Católica. Aquí Dante se inspira claramente en el Apocalipsis XVII, en cuanto este texto se refiere a la prostituta de la ciudad de las siete colinas que ha fornicado con todos los poderosos de la Tierra, y los habitantes de la Tierra se embriagaron con el vino de su prostitución.
Y nosotros agregamos: a confesión de partes, relevo de pruebas. Pero, sin duda era grande la justa indignación de Dante al asistir a un hecho tan inicuo como la destrucción del Temple. El corrió a París a comienzos de 1310, tan pronto comenzó la parodia de juicio a los Caballeros Templarios y permaneció allí hasta 1312, sin que ninguna razón profana le obligara ni a tal viaje ni a tal prolongada estadía. Cabe suponer, con buenos fundamentos, que si acudió a París fue simplemente para hacer cuanto estuviera a su alcance para salvar a los Caballeros, sus Hermanos, del tormento y de la hoguera.
Tiempos muy duros fueron esos para el Temple y sus Ordenes filiales, tiempos en que se debían redoblar las precauciones para no caer como víctima de la vorágine del fanatismo ignorante. Por ello tantas precauciones, tanto secreto, tanta clave esotérica. Y así, a nivel de síntesis final, demos para facilitar la lectura de la obra del florentino desde el punto de vista esotérico, un breve glosario:
Amore: nostalgia y deseo de la unión con Dios.
Pietá: Iglesia espiritual o sea los Misterios Iniciáticos.
Violenza e Forza: El Papa y el clero romano.
Morte e crudeltá: Inquisición Romana.
Beatrice: ecclesia spiritualis, Sophia; Divina Sabiduría.
Beatrice es la antítesis de la
Prostituta: ecclesia carnalis, Iglesia Católica.
VELTRO (el lebrel): Es el VangELo eTeRnO (observar las mayúsculas) tal como sospechó Giovanni Papini pero con referencia a la Sophia y a la Iglesia Johannita (basada en el evangelio de San Juan) y no en las doctrinas de Gioacchino da Fiori y Gerardo de San Donnino, como conjeturaba Papini.
La tiranía del espacio nos impide entrar aquí en otros aspectos fundamentales del esoterismo dantesco tales como la influencia que tuvieron en el gran florentino los maestros espirituales islámicos y los esquemas astrosóficos que se observan en la "Divina Comedia". Desde luego esto reabre la vieja cuestión acerca de la muy probable iniciación recibida por los Caballeros Templarios por parte de esoteristas islámicos. Esta exposición no estará completa si no mencionamos brevemente dos grupos de hechos fundamentales que no pueden deberse al azar en modo alguno. En primer lugar el viaje poético de Dante por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso está calcado aun en detalles menores sobre el viaje nocturno de Mahoma descripto en el Al-Coran y en otros modelos de la literatura espiritual islámica. De esto se ocupa extensamente Miguel Asín Palacios en su famosa obra "La escatología musulmana en la Divina Comedia", reeditado por Hiperión, Madrid, 1984. Más sugestivas aún son las repetidas citas por parte del Dante del más grande de los maestros espirituales del Islam, el murciano Mohyiddin Ibn `Arabi sin citar jamás la fuente. Como señala Guénon mismo si Dante conoció la obra de Ibn 'Arabi de fuentes profanas porque lo ocultaba, máxime cuando no tiene inconveniente en citar a otros filósofos islámicos como ser Avicena y Averroes.
Remito para mayores detalles a la obra clásica de René Guénon "L' ésotérisme de Dante", Gallimard, París, 1957.
El otro grupo de hechos que se conecta estrechamente con lo dicho son los vínculos indudables que existieron entre el Temple y la secta islámica de los haschischin (mal traducido por asesinos o por "gente del haschisch"). De hecho haschischin solo puede traducirse como "Guardianes de Tierra Santa" es decir exactamente el que los Templarios daban a su propia Orden. Esto ha sido señalado por Guénon y por J.H. Pronst-Biraben "Los Misterios de los Templarios". Las similitudes de ambas órdenes iban mucho más lejos pues sus estructuras jerárquicas, pasando incluso por la adopción de los mismos colores (blanco y rojo) de una y otra. De hecho es sabido que Templarios y haschischin tomaron contacto en Siria antes de 1128, año de la redacción de la Regla del Temple.
Los hechos anteriores llevan a sospechar que nos hallamos frente a una corriente iniciática subterránea con indudable origen en el Islam. De esta lo que se ha hecho público solo lo fue en forma velada a través de los escritos de los Fedeli d' Amore. En realidad existen otros hechos contundentes del más alto interés pero es suficiente con lo que aquí ha sido expuesto. Concluyamos pues esta exposición y justifiquemos este silencio nuestro con palabras de otro miembro de la Fede Santa, Andreas Cappelanus, en su obra "Liber de arte amandi":
QUIEN NO SABE CALLAR
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