Los intelectuales resuelven problemas… los genios los evitan.
domingo, 31 de octubre de 2010
¿Es la Tierra hueca?
“Saint Louis, Territorio del Missouri. América del Norte, 10 de abril (de 1818). Al mundo entero, declaro: que la Tierra está hueca y habitada interiormente, que contiene varias esferas concéntricas sólidas, situadas unas dentro de otras, y que está abierta en el Polo, de los doce a los dieciséis grados. Me comprometo a demostrar la realidad de lo que afirmo y estoy dispuesto a explorar el interior de la Tierra, si el mundo acepta ayudarme en mi empresa”. Quien así habla no es el verniano profesor Otto Lidenbrock, de Viaje al centro de la Tierra, sino el mucho más real Jonathan Cleeves Symnes, ex capitán de infantería del ejército de EE. UU. y belicoso defensor de la Teoría de la Tierra Hueca, en carta abierta a los miembros del congreso estadounidense, los directores de las principales universidades y los hombres más sabios del momento.
Symnes afirmaba que todos los planetas son huecos, y que en el caso de la Tierra existen cinco esferas concéntricas, colocadas una dentro de otra, como si se tratase de las famosas muñecas rusas. La superficie de cada una de estas esferas sería perfectamente habitable, y se podría transitar entre ellas a través de dos grandes agujeros situados en los polos. Aunque en pleno siglo XXI la teoría puede parecer descabellada, en 1824 el Congreso de los Estados Unidos debatió la propuesta de enviar una expedición al Polo para comprobar su veracidad, recibiendo 25 votos afirmativos.
Realmente, Symnes no decía nada nuevo. Muchas religiones han considerado la Tierra como hueca, situando en sus entrañas otro mundo habitado por los muertos y los espíritus. Es el caso, por ejemplo, del Cristianismo; ahí están los infernales círculos concéntricos que Dante atraviesa en la Divina Comedia hasta llegar al último de ellos, aquel en el cual Lucifer prisionero devora las almas de los mayores pecadores.
Poetas y teólogos aparte, el más ilustre antecedente de Cleeves Symnes es Edmund Halley, el descubridor de la órbita del cometa de mismo nombre. Partiendo de las variaciones del campo magnético terrestre a lo largo del tiempo, desarrolló la idea de que la tierra estaba formada por una serie de esferas concéntricas, habitadas por seres humanos y por bestias. Las esferas interiores tendrían una atmósfera luminosa, de la cual la Aurora Boreal sería una emanación.
En la segunda mitad del siglo XIX, surge una variante de la Teoría de la Tierra Hueca, proclamada por el americano Cyrus Read Teed, y según la cual nosotros no viviríamos en el exterior de la Tierra sino en su interior, en la parte cóncava. Teed creó una religión con su teoría. Tras cambiar su nombre por el hebreo Koresh, fundo una pequeña comunidad en Florida en la cual se dedicó a predicar la verdad a sus 250 fieles hasta el día de su muerte, que tuvo lugar en 1908.
En 1914 un aviador alemán llamado Bender descubre por casualidad en París las tesis de Teed y decide desarrollarlas. Según su visión, en el núcleo de esa esfera cóncava en la que vivimos quedarían situados el Sol y la Luna (mucho más pequeños de lo afirmado por la Astronomía), y un Universo Fantasma, formado por un gas azulado y unos brillantes granos de luz a los cuales llamamos habitualmente estrellas. A nuestros pies, un infinito de tierra y roca.
La teoría de Bender se hace popular durante los años 30, llegando a oídos de los delirantes jerarcas nazis, que creen de forma seria en su veracidad. Cuentan que en 1942 Goering, Himmler y Hitler enviaron una expedición comandada por el doctor Heinz Fisher, experto mundial en rayos infrarrojos, a la isla báltica de Rugen. Su misión consistía en apuntar hacia el cielo sofisticados aparatos de observación, en un ángulo de 45 grados, para así obtener señales de la flota inglesa anclada en Scapaflow, al otro lado de la supuesta concavidad terrestre. Por supuesto, el experimento no tiene éxito, marcando el punto de inflexión de las teorías de la tierra cóncava entre los dirigentes del Tercer Reich. Con el tiempo, el propio Bender acabará sus días en un campo de concentración.
Sin embargo, la Teoría de la Tierra Hueca alcanzará más éxito que su variante cóncava y nunca le faltarán seguidores, aunque en los años 20 el intrépido aviador Richard E. Byrd sobrevuele por primera vez el Polo Norte (1926) y el Polo Sur (1929) sin notificar la presencia de esos supuestos pasos a las esferas inferiores. Al menos sin notificarlo oficialmente, ya que la rumorología esotérica afirma que el piloto voló accidentalmente al interior de la corteza terrestre, llegando a un continente verde y misterioso.
Circula por ahí (se puede encontrar algún fragmento en Internet) un supuesto diario secreto del aviador, La Tierra Interior. Mi diario secreto, con toda la pinta de ser apócrifo, en el cual narra su odisea en ese mundo perdido bajo los polos. Byrd sobrevuela verdes montañas y ríos, y distingue un animal que desde la distancia identifica como un mamut, antes de llegar a una ciudad futurista que le parece “sacada de un escenario de Buck Rogers”. Es interceptado entonces por unos hombres que pilotan aeronaves discoidales y que tras darle por radio la bienvenida le indican que aterrice.
Una vez en la ciudad, Byrd es conducido ante su líder. El hecho de que los edificios estén decorados con una especie de esvásticas, de que todos sus habitantes sean rubios y altos, hablen en un idioma aparentemente germánico y se autodenominen Arianni, resulta un poco mosqueante. Pero no hay de qué preocuparse, los Arianni resultan ser pacíficos, y transmiten a Byrd un mensaje claramente antibélico. Según su líder, a los humanos de la superficie nos espera una larga edad oscura hasta que comprendamos la futilidad de la guerra, pero cuando eso pase ellos saldrán del mundo interior para ayudarnos. El piloto, después de recibir el encargo de transmitir estas palabras al mundo, es conducido de vuelta a su avión y guiado amablemente hasta la superficie. Posteriormente, el Pentágono le ordenará guardar silencio sobre su aventura, privándonos de la revelación del líder de los Arianni. La historia es muy fantasiosa, aunque no deja de tener un punto sugerente.
Como se ve, la concepción de la Tierra como una esfera hueca con otros mundos en su interior realiza a lo largo de los tiempos un viaje de ida y vuelta: primero del mito a la ciencia, después de regreso al mito.
viernes, 29 de octubre de 2010
Hashashins
Era un caluroso mediodía del verano de 1125, cuando el cadí chiíta Ibn al-Jashab salía de realizar sus oraciones en la mezquita mayor de la ciudad Siria de Alepo. Un individuo, con aspecto de asceta, se le acercó y sin mediar palabra le asestó una puñalada mortal en el pecho. Ibn al-Jashab había encabezado la defensa de la ciudad frente a los cruzados habiéndose distinguido por la encarnizada persecución de una de las más temibles sectas de la historia, la secta de los Asesinos. Como en otras ocasiones, la venganza se había cumplido pero... ¿Quienes eran los Asesinos?
EL VIEJO DE LA MONTAÑA
La palabra árabe hassasi o hashashin, que significa bebedor de hasis (hachís), la trajeron los cruzados a occidente durante la Primera Cruzada. Es el origen etimológico de la palabra asesino que ya se usaba en el siglo XIII para calificar a los criminales fanáticos o a sueldo. Más adelante se popularizó en la Italia del siglo XVI y se extendió a otras lenguas ya con el significado actual. Eran así llamados los integrantes de una secta ismaelita que había nacido en la antigua Persia (Irán) en el año de 1090 y que luego se extendió por Siria y las montañas del Líbano. Las diferentes familias fatimíes se dividieron en diversas ramas en el siglo citado, una de estas ramas fue la de los nizaríes que crearon sus pequeños estados. Su tráfico de influencias, su ruptura con el califato fatamí y sus simpatías por los invasores frany, les granjearon enemistad entre los demás musulmanes.
Los fanáticos adeptos a esta orden secreta, se distinguieron por asesinar a sus enemigos político-religiosos y su terror e influencia se prolongó hasta doscientos años. Su conocimiento y leyenda pronto se extendió y no había magnicidio que no se les atribuyera, muchas veces erróneamente. Una de estas leyendas cuenta que el propio Saladino hizo la paz con la secta después de encontrar una daga sobre la almohada de su cama.
Las primeras noticias que llegan a occidente sobre los asesinos aparecen en las crónicas de las cruzadas en las que nos hablan de esta secta liderada por el misterioso “Viejo de la Montaña”. En 1192 las dagas de los asesinos se dirigieron contra el cruzado Conrado de Monferrat, señor de Tiro y rey consorte del reinado latino de Jerusalén. El asesinato favoreció a Guy de Lusignan que estaba apoyado por los templarios, aunque quizás todo fue una venganza más de los asesinos, ya que Monferrat había hundido un barco del jefe de los fatimíes. El impacto de este asesinato quedó patente en las crónicas de las cruzadas que empezaron a recoger las andanzas de los asesinos. Se dijo que eran temidos por “los buenos cristianos y los buenos musulmanes” y se les achacaban toda clase de creencias y prácticas demoníacas y mágicas.
Fue Marco Polo el primero que describió en sus escritos la fortaleza de Alamut, en Mazenderan, al sur del mar Caspio. Alamut, situado a unos 2.000 metros de altura, fue el inexpugnable cuartel general del “Viejo de la Montaña” y sus partidarios. Aunque estos ismaelitas eran seguidores de Nizam al-Mulk, el fundador de la secta fue un hombre de vasta cultura y con grandes conocimientos científicos, Hassán Ibn Sabbah, conocido como el “Viejo de la Montaña”, sobrenombre que se aplicó después a todos los Grandes Maestres de la orden. Precisamente Hassán mandaría matar a su antiguo compañero de estudios Nizam al-Mulk, visir y representante de la dinastía selyúcida de Persia. Este asesinato acaecido en 1092, sería el primero de una larga lista cometidos por esta orden religioso-militar. Hassán fue un iluminado, un personaje misterioso al que se atribuyó toda clase de milagros y se decía que era capaz de pasar días meditando sin dormir ni probar comida alguna. Curiosos y adeptos fueron llegando a Alamut y el “Viejo de la Montaña” fue ganando y expandiendo su poder.
Otra de las primeras referencias a esta secta iniciática, se la debemos al clérigo alemán Brocardus que vivió muchos años en Armenia. El rey Felipe VI de Francia estaba preparando una nueva cruzada a los Santos Lugares. Brocardus le ofreció unos escritos a modo de guía de viaje con consejos para los expedicionarios. En el apartado de los peligros de la empresa, el religioso hablaba de los asesinos pero sin darle ninguna connotación política o religiosa, los describía como mercenarios con poderes casi mágicos para mimetizarse o desaparecer entre las diversas gentes de la región imitando su aspecto y lenguaje. Ante la imposibilidad de reconocerlos, el cura aconsejaba no tomar a ningún nativo como criado durante el viaje.
LOS FALSOS JARDINES DE ALÁ
Quizás como Hassán Ibn Sabbah no tenía los medios necesarios para emprender guerras convencionales, enviaba a sus fidawis en pequeños comandos de seis hombres para eliminar a sus enemigos militares, religiosos o políticos sunitas. En esta guerra de guerrillas, los asesinos exhibían una gran destreza para la que se preparaban durante años. En el castillo de Alamut, los diversos niveles de adeptos seguían un riguroso plan de estudios religiosos y científicos, tenían nueve grados de iniciación como los templarios. En la estructura interna también coincidían ambas órdenes. Primero estaba el “Viejo de la Montaña” o Gran Maestre, luego seguían los Dais o Grandes Priores, los Refik o Caballeros, los Fidawis o Escuderos y los Lassik o Hermanos Sirvientes. Incluso llegaron a tener sus propios gremios de constructores. El contacto entre las dos Ordenes primero fue militar, pero luego fue más estrecha. Los asesinos llegaron a pagar tributos por los territorios y aldeas que los templarios les habían ocupado. En el castillo se conservaba una inmensa biblioteca sobre cábala, gnosis, alquimia, ciencia y filosofía, y poseía también un importante observatorio astronómico.
El entrenamiento para cometer crímenes era muy concienzudo para aquellos sectarios dedicados a este menester. Los fidawis eran expertos en el uso del puñal y el disfraz y podían estar como comandos “durmientes” durante mucho tiempo. Pasaban años infiltrados entre la servidumbre de un señor ganándose su confianza hasta que los dais les daban la orden de ejecutar a la víctima. Lo más temible de estos asesinos era que estaban dispuestos a morir por conseguir su objetivo. La serenidad con la que estos ejecutores afrontaban su suicidio, hizo creer a sus contemporáneos que el “Viejo de la Montaña” drogaba con hachís a sus partidarios y de ahí el sobrenombre de hashashin. Aunque podría haber sido cierto, la verdad es que todo lo concerniente a esta secta se mueve entre la historia y la leyenda.
El Jardín de Alá de Alamut es una de las historias legendarias recogidas por Marco Polo en su libro de viajes, es un relato deformado por la transmisión oral y no exento de una poética ingenuidad. Se dice entre los secretos que se guardaban celosamente en la árida montaña de Alamut, estaba un jardín paradisiático construido por Hassán donde crecían árboles frutales y flores exóticas, junto a toda clase de animales y pájaros extraños. Manantiales de agua cristalina manaban de las rocas de este vergel lleno de huríes, las hermosas mujeres que según el Corán acompañan a los creyentes en el paraíso islámico, y de jóvenes efebos. Palacios dorados con fuentes de miel y vino, completaban este paisaje de ensueño. Los fidawis designados para un combate, eran ligeramente narcotizados con hachís y opio y Hassán les hablaba sobre la misión y la recompensa que les esperaba tras su sacrificio. Ya adormecidos, eran vestidos con los mejores ropajes y llevados al jardín donde les esperaban exquisitos vinos y manjares servidos por seductoras jóvenes. Esto contrastaba con la austeridad de la vida en Alumut, donde incluso el consumo de vino estaba penado con la muerte. Después de un tiempo en este oasis, eran de nuevo drogados y devueltos a sus humildes celdas vestidos con su característica capa blanca y pretina roja al cinto. Luego se les decía que en sueños, el profeta Mahoma les había enseñado el premio que esperaba a los que luchaban y morían en la jihad.
EL OCASO DE LA SECTA
Aunque el fundador de la secta Hassán murió en Alamut en 1124, la actividad de los asesinos lejos de decrecer, se recrudeció en los años posteriores. Hassán fue sucedido por hijo Kia-Buzurgomid y luego por un sin fin de nuevos “Viejos de la Montaña”. El 26 de noviembre de 1126 cumplieron otras de sus venganzas asesinando al poderoso señor de Alepo y de Mosul al-Borsoki. Los guardias armados y la cota de malla con que se protegía el emir, no impidieron que los batiníes clavaran sus dagas doradas en el cuello del anciano militar turco para inmediatamente morir a manos de los guardaespaldas. Al-Borsoki fue el aliado de Ibn al-Jashab contra los invasores occidentales y artífice de la unión de Alepo y Mosul. Unión que supuso la creación de un poderoso estado que fue capaz de enfrentarse a la arrogancia de los cruzados.
La decadencia de los asesinos sobrevino durante el liderazgo de Rukn al-Din que, entre otras cosas, propuso suprimir los tributos que pagaban a los templarios. Las guerras internas y las intrigas personales de algunos de sus dirigentes terminaron por debilitar a una secta que se había vuelto menos exigente a la hora de elegir a sus miembros. En 1256 no pudieron defenderse de la invasión mongol y se rindieron. Más de cuarenta castillos de los asesinos fueron destruidos como los de Lamiaser y Rubdar. El conocido como El nido de las águilas, Alamut, fue saqueado y destruida su biblioteca en 1270, los libros secretos de la secta fueron quemados y con ellos su misterio. Esta vez la venganza la ejercieron los ejércitos mongoles, la secta de Hassán había asesinado a Jagatai, segundo hijo de Gengis-Khan. Muchos miembros de la secta subsistieron en pequeños grupos durante años, y otros huyeron hacía la India donde algunos autores sostienen que existieron hasta el siglo XIX aunque la secta de los asesinos desapareció oficialmente en el siglo XIII.
jueves, 28 de octubre de 2010
Esoterismo y fin de ciclo
Es un hecho común entre los lectores de René Guénon, que en determinado momento, influenciados directamente por la verdad y la belleza de sus escritos, quieran efectivizar de modo concreto todo aquello que se está produciendo en ellos, y siguiendo a su guía intelectual, que les dice, que él no es un maestro, y que se necesita un vínculo con una tradición, quieran concretar aquello que aún es virtual en el largo camino hacia el Conocimiento. Es sabido que el metafísico francés señala a las grandes Tradiciones de la humanidad -incluso las tres religiones monoteístas- como posibles vehículos para la realización intelectual. De hecho, esta posibilidad mueve a personas poco informadas a creer que estas vías religiosas son las únicas disponibles para el acceso y posterior encarnación de la Sabiduría; eso se debe a la asimilación vulgar entre lo religioso y lo sagrado y a la confusión -para quien inicia un camino tan nuevo como sorpresivo- entre religión y metafísica. Es decir entre lo exotérico y lo esotérico, equívoco que más de un interesado en provocar el desorden promueve en su ignorancia o en su mala fe, ambas teñidas de un cierto fanatismo propio de este fin de ciclo.
En todo caso, como bien lo sabemos, la confesión oficial católica niega todo tipo de esoterismo; por otro lado, en ninguna religión existe una diferencia tan grande entre el exoterismo y el esoterismo como en el Islam. En cuanto al judaísmo actual, lo que entiende por Cábala -que como sabemos significa Tradición- es, en términos generales, un conjunto de usos y costumbres, marcados por el prejuicio y la intolerancia, atributos que comparte con las otras dos confesiones ya mencionadas; esto, sin olvidar, por cierto, el valor y el bien que han aportado estas religiones civilizadoras al conjunto de la humanidad, en particular en épocas pasadas.
Sin embargo hoy en día ellas casi constituyen un impedimento para toda iniciación, lo cual no quiere decir que no se trate de auténticas revelaciones y que lo más puro de sus mensajes, concretamente sus libros sagrados, donde se encuentra el legado prístino de sus enviados, no constituya una guía, por mediación de la Palabra sagrada y simbólica, expresión de un Logos Arquetípico y por lo tanto un soporte del Conocimiento. Pero, como parte de la ignorancia y signo de los tiempos, acontece que el rito y la enseñanza se han debido "arreglar" por el aparato teológico o legal y por la mala intención de supuestos sacerdotes y pretendidas autoridades que han adulterado a su conveniencia circunstancial la esencia de esas teofanías. No obstante, en ellas aún puede hallarse una vía de realización espiritual, siempre que pueda efectuarse de acuerdo a los principios allí enunciados, con una transparente vocación, libre de cualquier intención o manipulación interesada; tal el caso de esos libros de sabiduría que conforman la Biblia, especialmente los de Moisés para judíos y cristianos y sobre todo los Evangelios para estos últimos. Por otro lado los islámicos tienen el Corán y otros textos sagrados complementarios, tal como los otros dos monoteísmos. En todo caso está claro que todo el Conocimiento está allí, para quien pueda develarlo, y esta fuente de agua viva existe para aquéllos que puedan encarnarla, y sería un error, acaso una monstruosidad negar esta evidencia. En cuanto a los ritos y ceremonias exotéricas, ellos pueden acompañar alguna vez con provecho nuestro viaje hacia la Unidad Central y queremos señalar como método el trabajo con el Árbol de la Vida Sefirótico de la Cábala hebrea, pero éste prácticamente no se conoce en el exoterismo judío; ahora bien, resultaría igualmente erróneo pensar que el Conocimiento fuera exclusivamente el patrimonio de estas religiones abrahámicas, mucho más en los tiempos que corren, signados inevitablemente por la caída y corrupción de todo lo instituido.
Dicho esto, se trata de respetar otras varias alternativas o vías de acceso al Centro, en donde, como se sabe, se conjugan los contrarios y desde donde la Voluntad del Cielo se expande hacia los cuatro rincones del planeta abarcando igualmente en su totalidad a todos los seres humanos que se encuentren dispuestos a despertar movidos por un llamado de tal naturaleza. En ese caso deben tenerse en cuenta no sólo las tradiciones del Oriente, o del Extremo Oriente, aún hoy vivas, sino también otras numerosas, algunas de ellas arcaicas, que dado el momento cíclico crucial que nos toca vivir resurgen con toda la potencia de su vitalidad.
De todas maneras, para los habitantes de las ciudades de Occidente son pocos los caminos iniciáticos abiertos a la realización de acuerdo a nuestras posibilidades dadas por las limitaciones del medio en que nos ha tocado vivir. Como se sabe el proceso del Conocimiento es una senda invertida con respecto a la visión del mundo que nos otorgan los sentidos y es descrita como un ascenso del alma que va en una primera etapa de la multiplicidad a la Unidad, y en una segunda del Ser al No Ser, o Suprema Identidad (el Ayn soph de la Cábala); por lo que se revierte la concepción ordinaria, ya que lo que No Es es el origen, aún, del Ser Universal, en cuanto éste es una afirmación de aquél. Sin duda el mundo actual ignora y niega esa posibilidad que es la Metafísica y acepta sólo en el mejor de los casos a la Religión, expresión exotérica de un esoterismo interior, y va de suyo que estas dos modalidades no son incompatibles, salvo que lo exotérico corte su vinculación con "las raíces de las plantas", cosa que desgraciadamente sucede tanto en la cultura europea como en la americana y su zona de influencia que es hoy el mundo entero. Para Occidente René Guénon ha señalado especialmente dos instituciones donde pudieran encontrarse vestigios que facilitasen esta Iniciación en el Conocimiento: La Masonería, que como todos sabemos es una asociación esotérica que pese a la degradación de las instituciones contemporáneas aún mantiene viva la Iniciación en ciertas logias, y -a regañadientes- la Iglesia Católica -como emblema del cristianismo en general-, aunque esta última ha sufrido grandes modificaciones desde la muerte de Guénon, especialmente en su liturgia, a pesar de que aún hoy puedan detectarse algunos núcleos esotéricos en su seno, particularmente dentro de las órdenes monacales benedictinas y cistercienses (de hecho no sólo allí); esto debe extenderse a las iglesias ortodoxas griega y rusa y a otras ramas del cristianismo; tampoco habría que olvidar a determinados cabalistas, aunque esto no cabe para la inmensa mayoría de los rabinos, al igual que con los prelados cristianos. La pobreza de las religiones, en términos generales, es actualmente evidente, y aquí debe también sumarse el exoterismo islámico, es decir, la tercer rama de las tradiciones del libro, las que asimismo en su doctrina, o en la práctica, niegan toda posibilidad de iniciación. Este es el triste panorama que se le brinda a un hombre o mujer medios en el área de influencia de la cultura Occidental, salvo su adhesión a una Tradición de Oriente, como el Hinduismo, el Budismo, el Zen, el Taoísmo, incluso la de alguna Tarîqah auténtica.
Y dado que esta sombría situación -ya sea por la dificultad de conectar con estos verdaderos centros tradicionales, o por la imposibilidad de ligar efectivamente con culturas, usos y costumbres algunas veces diametralmente opuestos a los propios- es la realidad presente, conviene preguntarse qué otras posibilidades tiene el hombre actual de encontrar su verdadera identidad y efectivizar su realización intelectual-espiritual en los tiempos que corren.
En estas circunstancias y teniendo en cuenta los escollos que la jalonan -que bien podrían ser tomados como las primeras pruebas para el aprendiz- no es extraño que se produzcan hoy iniciaciones solitarias, es decir sin el apoyo de un maestro vivo, incluso en tradiciones arcaicas o aparentemente muertas, teniendo en cuenta que estos casos, otrora extraños, han de ser cada vez más frecuentes dada la imposibilidad de poder conectarse con aquéllos capaces de ir guiándonos en nuestro sendero o la de tener acceso a grupos esotéricos tradicionales, tal el caso de ciertas logias masónicas.
En este sentido Roland Goffin en un artículo aparecido en la revista Vers la Tradition y reelaborado para el Nº 9-10 de SYMBOLOS plantea la posibilidad de la iniciación individual en el mundo actual, (por la propia irregularidad de éste), mediante: "La importancia reconocida por René Guénon al conocimiento 'teórico' de los principios metafísicos, y ello al margen de toda vinculación iniciática parece a menudo ser perdida de vista por un buen número de guenonianos". Por otra parte Guénon también ha tocado el tema de los afrâd en sus estudios: "Otra cuestión, que se refiere también a la ligazón iniciática, se ha planteado igualmente en estos últimos tiempos; hay que decir en primer lugar, para que se comprenda exactamente su alcance, que concierne particularmente a los casos en que la iniciación se obtiene fuera de los medios ordinarios y normales. Debe entenderse bien, antes que nada, que casos así son siempre excepcionales, y que sólo se producen cuando ciertas circunstancias hacen imposible la transmisión normal, ya que su razón de ser es precisamente la de suplir en cierta medida esa transmisión. Decimos solamente en cierta medida, porque, por una parte, una cosa así sólo puede producirse para individualidades que poseen unas cualificaciones que sobrepasan mucho lo ordinario y que tienen unas aspiraciones lo bastante fuertes como para en cierto modo atraer a ellas la influencia espiritual que no pueden encontrar por sus propios medios, y también porque, por otra parte, e incluso para tales individualidades, todavía es más raro que, faltando la ayuda proporcionada por el constante contacto con una organización tradicional, los resultados obtenidos como consecuencia de esta iniciación no tengan un carácter más o menos fragmentario e incompleto". Empero, no hay que ir tan lejos y a casos especiales, ya que el propio Guénon reconoce la validez de la Tradición Hermética.
En efecto, en distintas oportunidades a lo largo de su obra y correspondencia el metafísico francés nos habla de la Tradición Hermética como una Iniciación ligada a los Misterios Menores, es decir a la restitución del ser adámico: o sea el nacimiento al verdadero estado humano.
Sin embargo, no explica de qué manera se puede adquirir esta Iniciación, puesta bajo la advocación del dios Hermes (Hermes Trismegisto), con la que se vincula esta transmisión que no incluye ningún rito salvo la senda del Conocimiento, el estudio y la meditación y la transmutación que se efectúa en esa vía, -llamada en la India Jnânî-Yoga-, donde la iluminación se produce en virtud de la identidad entre el sujeto y el objeto del conocer. En todo caso este hecho no es para nada sorprendente ya que tampoco menciona a lo largo de sus escritos ni siquiera una insinuación respecto a cualquier otro "método" u obtención de "resultados" en la vía iniciática, salvo indicar al símbolo como vehículo, o prácticas reconocidas de modo universal, como la respiración, el canto y la danza, la oración, el silencio y la soledad, etc.
Somos cristianos, específicamente católicos, y hemos sido bautizados y confirmados; conocemos los sacramentos de la confesión y la comunión y hasta alguno de nosotros ha tenido vocación religiosa. Igualmente hemos bautizado a nuestros hijos -alguno lo ha hecho de modo personal- y no les hemos negado instrucción de tipo religioso. Pero, de hecho, no podemos identificarnos ni con la Teología oficial, ni con la Iglesia de Roma, y mucho menos con la ignorancia, la hipocresía, la corrupción y hasta la delincuencia del clero de nuestros días. Por otra parte el medio en el que hemos nacido, la cultura que nos ha nutrido es cristiana, y por lo tanto con un trasfondo judío y pagano, aunque vistos sin embargo desde una programación y condicionamiento histórico que nos otorgó graciosamente la Iglesia de Roma, con un toque de nacionalismo, intolerancia y dictadura, ejercidos en este siglo en los países de habla castellana. Y es dable observar cómo hemos tenido que irnos despojando de ataduras y tabúes, muchísimos de ellos en el plano religioso-moral, cosa que ha tenido que hacer la propia Iglesia, por sus necesidades y las de los fieles que, aún así, son cada día menos. De hecho, en este mismo siglo el catolicismo ha modificado totalmente el rito, la teología, y la conducta y piedad de la feligresía y sus pastores. En honor de la verdad hemos de decir que por razones rítmicas, tocantes al fin de ciclo, todas las instituciones están igualmente corruptas. Empero, nos hemos mantenido totalmente fieles a las enseñanzas evangélicas, así como a las del Antiguo Testamento. Igualmente a la doctrina de la Iglesia en cuanto no se aparta del pensamiento tradicional, enunciado en Grecia por Platón, expresado posteriormente por los neoplatónicos y gnósticos (cristianos o no), el Corpus Hermeticum, también Proclo, y manifestado más luego por Dionisio Areopagita, cristalizándose de esta manera las estructuras de la Edad Media y su secuela (la escuela de Chartres, los San Victor, San Alberto Magno, también varios aspectos del aristotélico Sto. Tomás, Eckhart, Suso, y tantos, tantos otros) hasta llegar al Renacimiento: Gemisto Pletón, el Cardenal Bessarion, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, Nicolás de Cusa, etc., etc. y sus prolongaciones en el mundo moderno. Esa es la doctrina que nos interesa por ser el auténtico cristianismo original. Y hemos de reconocer que ese pensamiento ha venido a nosotros a través de Occidente, y por lo tanto de la cristiandad, y desde luego de su forma de vida y sus usos y costumbres, que son los nuestros, derivados en gran parte como se ha dicho de judíos y paganos.
Pero si la proximidad del Fin de Ciclo se advierte particularmente en las religiones, y en los grupos esotéricos, también lo hace en auténticas organizaciones iniciáticas, como la Masonería; empero queremos manifestar que donde es más notorio es en los "seguidores" de Guénon, especialmente en tres de sus "herederos": F. Schuon, M. Pallis y Jean Reyor. A ellos debe sumarse los "tradicionalistas guenonianos" de "estricta observancia", que en su mayor parte son más papistas que el papa, y les coge una especie de rigor que asocian con la visión religiosa, la "moral", la política inquisitorial y una presunción inversamente proporcional a su Conocimiento. Y es lógico que así sea: ¿de qué forma podría la contratradición cumplir su función de mejor modo que adulterando el pensamiento y la obra del más grande intérprete de la Ciencia Sagrada en este siglo? Guénon comenzó la lucha contra los impostores y la degeneración no ha cesado y ¿dónde podría notarse más si no es precisamente en los ámbitos supuestamente relacionados con esa Ciencia Sagrada?
¿Qué es la Tradición?
Así como puede decirse que es necesario que exista un desorden para que se cree un orden, un encuadre, podría afirmarse que la instauración de esos límites es lo que nos puede llevar a la idea de lo ilimitado.
La sociedad contemporánea es pues el encuadre, la limitación, donde podemos ver acontecimientos de otro orden que han existido y existirán por siempre.
El hombre contemporáneo ha creído que por el simple expediente de cerrar los ojos y negar lo que unánimemente ha sido llamado Conocimiento y Realidad, por todas las civilizaciones tradicionales y por todos los sabios dignos de ser designados como tales, el Conocimiento y la Realidad no existen.
Exactamente lo mismo ha sucedido con el Espíritu que, como se lo niega, se supone es insignificante o sea prácticamente nada; sin embargo desde el punto de vista hermético, lo pequeño es lo más poderoso.
El Espíritu, apenas virtual en cada hombre, es la energía más poderosa y la única que tiene realmente un poder transmutante.
A esta transmutación está dirigido todo el trabajo hermético y esa obra no puede realizarse sino en el medio en que estamos insertados, con la "materia" que tenemos en nuestras manos.
Como se sabe esta "transformación de la materia" no es sino la transformación de nosotros mismos, en el medio donde nos ha tocado vivir, del que no funcionamos independientemente, que incluye tanto a Europa como América, pues en cualquier tramo del ciclo está latente la posibilidad de la liberación.
Viendo lo que somos en verdad y no suponiendo o imaginando lo que querríamos ser es que vamos a poder realizar nuestro trabajo.
En este sentido ese medio es también un reflejo de nosotros mismos en que podemos vernos una y otra vez espejados; no somos ajenos a él sino por el contrario, semejantes, ya que siendo la vida un conjunto de relaciones en movimiento estamos íntimamente vinculados a la sociedad actual, puesto que hemos nacido en su seno, por lo cual nuestra relación con ella es mutua, como igual sucede entre el micro y el macrocosmos.
El hecho de que nuestra vida individual se haya producido en la matriz, en el cuño de la sociedad contemporánea, no establece una diferencia esencial, sino secundaria, con respecto a otro hombre que hubiera nacido bajo el signo de otra sociedad cualquiera, es decir en un medio diferente, y en una época distinta, bajo otras estrellas.
El cosmos entero es un inmenso conjunto de relaciones armónicas en movimiento y la tierra es parte constitutiva de ese conjunto. Y es sabido que la armonía se logra a través de la desarmonía, puesto que este primer concepto no podría existir sin el segundo. Por lo tanto las aparentes desarmonías parciales no son sino la expresión en un mundo, o plano u orden, de lo que es la armonía del conjunto.
Asimismo la historia de las civilizaciones y las distintas etapas por las que ellas han atravesado son igualmente la expresión refleja de lo que les es inherente; en ese sentido es muy importante recalcar que el hombre actual se visualiza como histórico. De hecho no puede imaginar su existencia sin historia: los detalles anecdóticos de su personalidad prolongados en la cinta de la sucesión temporal constituyen lo que llama su ser, aquello con lo que se identifica. Siente lo mismo respecto al cuerpo social al que tiene que dotar de una historia, o un credo, para que sea "efectivo", "real".
En contra, para las civilizaciones tradicionales o culturas arcaicas, es decir para aquellas que vivían el Conocimiento y que nos lo legaron como la expresión suprema de su propia esencia, –por sobre todas las cosas o detalles– la historia era secundaria.
Al vivir el Eterno Presente, las dos caras de la sucesión –el pasado y el futuro– quedaban completamente anulados. Sin la ilusoria ansiedad de venir de algún lado para dirigirse a algún otro, simplemente eran; realizaban en sí aquello para lo cual habían sido diseñadas. Respondiendo así el modelo social a su estructura interna, en íntima relación con el cosmos. Cada uno de los individuos que participaban en ese orden, estaban incluidos también en lo que había inspirado ese orden mismo, su razón de ser. Así el esquema social no era arbitrario ni casual, ni todo el aparato cultural, su Tradición, una mera suma de convenciones cualesquiera. Sino que simbolizaban otras realidades que se manifestaban por su intermedio a los efectos de establecer un enmarque, apto para vivenciar diversos niveles de conocimiento y para efectuar diferentes maneras de existencia; por ello es que se dice que los orígenes de cualquier cultura son sagrados. De más está subrayar que esta frase en nada se refiere a la concepción de lo sagrado que en general posee el hombre contemporáneo. El cual, por otra parte, no es enteramente responsable, ni culpable de sus propias concepciones. Heredero de una Tradición degradada, habitante de una ciudad profana, que ha perdido la memoria de todas las cosas, teniéndose que identificar con ella para poder subsistir, es inevitable que el sello de la ignorancia –y por lo tanto del sufrimiento– se halle marcado sobre su frente. Y es interesante destacar que aquél que lleva esa marca indeleble, que le condiciona constantemente y en toda ocasión, no es otro que uno mismo, expresándose en concepciones de tipo histórico –y aún geográfico.
Aprendemos a comer, caminar, hablar. Aprendemos a simbolizar y a tener memoria. Y sin embargo olvidamos que absolutamente todo, en el hombre ordinario, es aprendido. Damos por supuestas todas esas cosas. Y como los demás hacen lo mismo, asistimos por un lado al espectáculo de la más increíble confusión de lenguas e incomunicación; por el otro al estallido de la violencia en todas sus formas y manifestaciones, directamente derivadas de esos supuestos, de esas valoraciones que juzgamos convenientes o inconvenientes, de acuerdo a personas, ideas, o cosas que aceptamos sin discusión, identificándonos con ellas por el hecho de que "son nuestras".
No es de extrañar entonces que los conceptos en una sociedad como la que nos toca estén muy netamente adulterados al punto de aparecer invertidos con respecto a una auténtica civilización o a una cultura "primitiva", que es lo mismo que decir con respecto al Conocimiento y la Sabiduría. No podría caber otra suerte a las imágenes relacionadas con lo sagrado a las que inevitablemente se asocia con lo religioso. Esta concepción infantil está emparentada con cualquiera que se arrogue la posesión de tal o cual deidad. La Verdad es una, y sólo en sus estratos más bajos se divide dando lugar en nuestro orden al hecho de la multiplicidad institucional. Como es obvio, la Verdad, en sí, nada tiene que ver con ninguna institución.
Por otra parte las diferentes iglesias, pseudoiglesias y sectas de hoy día– que cada vez serán más prolíferas, según se está viendo– no tienen un punto de vista, una visión diferente de la sociedad en que están insertadas (muchas de ellas son su producto), y más bien modifican todas sus ópticas –que en sus orígenes tuvieron un entorno sagrado– para subsistir en el medio actual. Esto se ha llevado a tales extremos que no es fácil distinguirlas, por una parte, de ciertas fraternidades o asociaciones de socorros mutuos, por otra, de las sociedades comerciales que se reparten la utilidad de diferentes balanzas de pagos y, últimamente, de bandas de simples forajidos.
La institución visible, lleva en sí el germen de su propia decadencia y de la humanidad a la que pertenece. Cuando los templos y las culturas terminan de construirse, de solidificarse, comienzan en ese momento su lenta degradación. Tal es la ley del ciclo; cuando por fin se ha podido constituir la cultura o la ciudad, –creada por sus constructores– cuando por fin el inmenso esfuerzo de unos pocos ha dado lugar a una codificación, es decir, a un orden, adecuado para la realización de la vida humana, este orden comienza a decaer. Su época de mayor brillantez corresponde a la de su mejor funcionamiento. Pero es esa propia "función" la causa de su "caída". La organización viva se va convirtiendo en un modelo mecánico. Con el tiempo, los hombres alejados de sus orígenes tomarán literalmente al modelo mecánico como la "realidad". Dicho de otra manera: confundirán sus propias concepciones culturales con la vida misma. Hecho particularmente doloroso cuando estas concepciones han ido perdiendo verdad en virtud de un desgaste inherente a cualquier ciclo.
En ese sentido es que se dice que en el ciclo solar el propio sol es el protagonista y la víctima del rito que simboliza a diario. En efecto, encerrado en su propia cárcel, no puede trascender los límites del amanecer, mediodía, atardecer y medianoche, o sea, de su "caída". Tampoco los topes que le imponen los solsticios y los equinoccios. En esa danza ritual, llegado al verano y al mediodía en su camino de ascenso, ya no puede sino descender hacia el otoño y el atardecer.
Si tenemos en cuenta que el ciclo solar comienza en Oriente y se pone en Occidente y que a este punto cardinal corresponden el otoño, símbolo del decaimiento experimentado por la naturaleza en ese período, y el atardecer, momento del ciclo diario en que cae la noche y se producen las sombras que dificultan la visión, podemos inferir algunas cosas interesantes.
Y no sólo aquellas que están relacionadas con el medio social actual, que se visualiza a sí mismo como occidental, sino también el hecho de que este mismo ciclo que vivimos tiene otro que le precede –en el que la sociedad y el ser humano individualizado pueden haber sido diferentes– y otro que le ha de seguir, es decir, otra humanidad; de ambos, lo ignoramos todo.
Lo que no podemos permitirnos es no saber nada acerca de las circunstancias que nos han tocado vivir. Debemos conocerlas porque ellas son las formas, los símbolos, en que se ha manifestado a nosotros la vida, al ser partes integrantes de la misma. Si no conocemos nuestro medio y no nos sentimos partícipes en menor o mayor grado de él, no podremos salir del mismo. Y entonces no tendremos más remedio que intentar una fuga imaginativa que, por otra parte, es lo que estamos habituados a hacer cotidianamente. Por el contrario, la primera labor del aspirante al Conocimiento es enfrentar el mundo que le ha correspondido. Es decir, verlo y oírlo, aunque estemos en la fase final del Kali-Yuga.
Para poder lograr este propósito, paradójicamente, es imprescindible que nos apartemos de él, pues estando confundidos en su devenir y habiendo extraído del mismo todas las valorizaciones que constituyen nuestro ser, debemos detenernos y observarlo desapasionadamente.
Esto es evidentemente una labor muy ardua, puesto que nuestra misma programación –con la cual no se nos ocurriría dejar jamás de identificarnos–, no es otra cosa que un sentimiento prohijado y acunado por el propio medio al que intentamos observar. En efecto, cuando se nos dice que nuestras concepciones son extraídas del ambiente no se nos está diciendo que este hecho se refiere sólo al intelecto, sino a la totalidad del ser humano; a las más caras creencias, las más arraigadas convicciones, los más puros sentimientos, o sea a la identidad del hombre ordinario, que es una alternativa de lo que le ofrece el sistema socio-cultural vigente en un determinado tiempo cíclico y cósmico. Con respecto a ello es que juega sus diferentes roles o papeles.
Va de suyo entonces, que lo que entendemos por Cultura no son las "artes" y las "letras" imperantes en uno u otro periodo, ni lo que comprendemos por Tradición son ciertos usos y costumbres válidos para un tiempo histórico. Ni siquiera es el catálogo de los detalles de esos diferentes pueblos. Una Cultura es la concepción internalizada de un modo coherente de ser, que vivencian todos los integrantes de la misma. Es un organismo vivo que a los efectos de su manifestación ha tomado una estructura determinada que la hace apta para la interrelación de sus distintos integrantes, cuyos canales se comunican entre sí con el objeto de satisfacer todas sus necesidades.
Esta forma particular de ver la organización, cultural o social, tiene especial interés no bien se reflexiona en que todas las ciudades o civilizaciones tienen un Origen Mítico, vale decir, sagrado. En un medio de esa naturaleza, la Tradición, en sí, no es sino la imagen del Mundo Arquetípico, Atemporal, que se expresa cíclicamente en la cinta del tiempo.
Y llama poderosamente la atención que todos los instrumentos culturales en donde se expresa en su función civilizadora, es decir, la Obra de sus dioses, semidioses, sabios o héroes, son unánimemente atribuidos a revelaciones supra-cósmicas, es decir supra-humanas.
Igualmente no es propio suponer que hay varios cosmos. El cosmos es uno solo como bien se encarga Platón de explicarlo en el Timeo. La sucesión de mundos o de ciclos de dimensión o duración indefinida es lo que se entiende conceptualmente por Cosmos. El ciclo del electrón vivo, el ciclo atómico insertado en el ciclo molecular, el molecular navegando en el celular, el celular presente en el ciclo humano, el humano desplazándose en el ciclo de la naturaleza, el de la naturaleza coexistiendo con el de la Tierra, el de la Tierra en todo dependiente del ciclo solar, el ciclo solar circunscripto al orden de su centro galáctico, el centro galáxico determinado por otro centro galáctico y así sucesivamente, en forma indefinida, es lo que constituye el concepto de Cosmos. Fuera todo es imposible, puesto que no puede existir algo que sea exterior a él. Cualquier posibilidad, de cualquier tipo, está excluida, por lo que el Cosmos es uno solo y la idea de la pluralidad de Cosmos o de distintas metafísicas, es una pura contradicción a lo que el concepto de Cosmos y Ciencia Sagrada significan.
El Cosmos no es la suma de sus partes, así como tampoco la Tradición es el conjunto de costumbres, morales y ortodoxias de un tiempo concreto, ya que su Origen está más allá de cualquier época o determinación.
Por lo tanto cuando se nos dice que algo es supracósmico, o constituye la Tradición, debemos comprender que se nos está hablando de un concepto que está más allá de la comprensión ordinaria del hombre. De algo invisible que no es aprehensible por los canales del hombre común. Algo que sin embargo es tan auténtico y real que llega a decirse que es la vida misma.
Este nivel de percepción (para llamarlo de algún modo) está íntimamente relacionado con los conocimientos directos de otras modalidades del tiempo y del espacio vulgares. Pues éste se halla aprisionado entre las paredes de su propio cosmos. Es decir, de todo aquello que ha sido capaz de concebir, ya que nada hay fuera del cosmos de nuestra conciencia. Estas concepciones se transmiten en el organismo humano –de ida y de vuelta– a través de los conductos del sistema nervioso, análogos a aquéllos por donde se revela la civilización, las calles por donde se comunica una ciudad.
Y es bien sencillo entender que esta última no es la suma de sus habitantes, ni la de los ladrillos de sus casas, ni tampoco tal o cual accidente geográfico o particular, aunque todos ellos sean parte constitutiva de la misma.
Sino que la Cultura que transmite la Tradición –no hay Tradición sin Cultura ni Cultura sin Tradición– es fundamentalmente un concepto, una idea, un espacio otro, para decirlo de alguna manera.
Esta visión se hace más clara cuando tomamos una parte constitutiva del modelo de la ciudad o una tradición particular. El templo o la casa-hogar es una réplica en escala del modelo social y de la revelación que lo ha prohijado. Tanto la ciudad, como el templo o casa-hogar, son espacios construidos, significativos, con respecto a la aridez del espacio amorfo y desértico que los circunda.
Estos espacios significativos, estos legados tradicionales, han sido creados a partir de materias preexistentes, indivisas, invisibles, y caóticas –en el más alto grado de esta expresión–, tal como se dice en todos los génesis; la obra de la creación es efectuada por el Demiurgo y sus auxiliares.
Tanto en la ciudad, como en el cosmos, el creador (o creadores) está siempre presente pero no es ninguna de las partes de los mismos. Toda la construcción es el producto de una idea primigenia, de una concepción inteligente que se desarrolla a partir de un centro, de una síntesis conceptual, por intuición directa.
Y así como nosotros no somos nuestro corazón o nuestros pulmones, ni nuestro hígado o pies o manos, sino que las relaciones entre todos constituyen un organismo vivo, así también las diversas relaciones reveladas conforman la Tradición y el Cosmos y sus ciclos. Sin embargo esta limitación impuesta por el cosmos mismo, del que dependemos en todo para vivir, del que somos hijos, es decir hechos a su imagen y semejanza, puede ser trascendida por su propio medio y el de la Tradición que ha prohijado.
Efectivamente, las "vibraciones" del creador están siempre presentes en su obra aunque de modo inmanente. Es decir, ocultas bajo la forma de la idea o la inteligencia creadora. Esta idea o inteligencia es de otro orden con respecto a la construcción material a que da lugar. Es "anterior", en el tiempo sucesivo, a la construcción manifestada, pero coexiste perfectamente con ella. Es otra dimensión del tiempo lineal que se puede decir está "más allá" del mismo; que lo trasciende y le da su verdadero sentido.
Así acontece con el mundo pues la idea que tenemos del mismo está relativizada por sus partes constitutivas; pero del mismo modo que un espacio cualquiera, una habitación por ejemplo, no es la suma de sus constituyentes sino que fundamentalmente conforma una idea "anterior" que la habitación o espacio simbolizan, y que está implícita en la habitación o el espacio mismo, así la Tradición no puede sujetarse a estas o aquellas normas…
Lo que se trata de decir en definitiva es que tanto el cosmos, como la cultura, son limitados. Y que esa limitación es la que marca nuestro condicionamiento. Por otra parte son esas mismas estructuras las que permiten salir de ellas y exactamente para eso es que han sido diseñadas; tal el caso de la Tradición, pues así como el movimiento cósmico es el que nos da la idea de la inmovilidad, así también el límite es el que nos da la idea de lo ilimitado.
La Cultura es entonces una ausencia que nada tiene que ver con la información o la historia, algo que no es la estadística del hecho cultural sino más bien su negación. Análogo es lo que sucede con la emanación cósmica. No es esta o aquella parte del cosmos, o su "energía" lo que interesa, sino comprobar que esta realidad es inexistente como tal, más allá de sus mismos límites.
Ello se simboliza por la piedra que corona la obra constructiva y que es también el origen y la salida del cosmos, aquello que establece un contacto con "otros mundos", es decir con otras relaciones espacio-temporales, que como todas las cosas, sólo se perciben en la interioridad de la conciencia.
Todo esto se encuentra en estricta relación con lo que es la Tradición, Unánime y Perenne, siempre presente y vertical, tan válida para hoy como lo ha sido siempre y lo será para cualquier otro manvantara, o humanidad, ya que es Eterna y simultánea, simbolizada por el Polo como puerta de entrada y salida a lo supracósmico, origen y fin de cualquier manifestación, en contra de la visión perpetuamente histórica de los que por sus limitaciones tradicionalistas sólo pueden imaginar sociedades ideales, tan confusas en su vaga imaginación como las proyecciones de sus frustrados anhelos.
En la actualidad cualquiera de los interesados en buscar un camino espiritual se encuentra con un panorama que, por decir lo menos, es caótico en el sentido más bajo de la expresión.
En efecto, lo primero con que suele tropezarse es con aquello que se ha dado en denominar la "New Age", el más numeroso y heterogéneo agrupamiento de distintos movimientos en los que las sectas juegan un papel primordial y son capaces de poseer millones de miembros en sus filas. A ellas se unen numerosos grupos de origen oriental, aunque es importante aclarar que muchas de las sectas poseen ese mismo origen; estos grupos tienen principalmente diferentes grados de acercamiento con el hinduismo y su tradición -como sucede en la propia India-, o con formas degradadas de la misma como puede observarse en indefinidos gurúes que, en base a cierta terminología y prácticas de meditación, han fundado sus propios "ashrams". En ello son iguales a distintas personalidades que van por la libre y mantienen ideas de tipo psicológico o sexual, que incluyen "canalizaciones" o prácticas supuestamente basadas en el tantra yoga. La totalidad de estos dirigentes son profanos, por no decir absolutamente ignorantes de la Ciencia Sagrada y creen, como la ciencia profana, que el mundo está evolucionando, progresando, hacia la culminación de sus pretensiones espiritualistas. A ellos se suman psíquicos, mánticos, curanderos y espiritas de diferentes denominaciones. Todos ellos tienen algo fundamental en común que los identifica inmediatamente: la creencia -consciente o no- en un espiritualismo material, es decir la necesidad de que sus prácticas se relacionen con situaciones personales y sus necesidades en el nivel más bajo e individual.4 Dentro de este planteo caben numerosos movimientos pseudorreligiosos, o religiosos, con la distinción de que estos últimos no pretenden ningún esoterismo, sino sólo la salvación de sus fieles en otro mundo.
No pretendo aquí hacer un listado de las distintas modalidades del "esoterismo" actual, lo que por otra parte llevaría más de un volumen, sino destacar algunas características de estos movimientos entre los cuales deben incluirse no sólo las indefinidas sectas ya mencionadas, sino también a los "cazadores" de sectas. Con ellos conviven en Occidente verdaderas tradiciones como el Budismo Mahayana, la Masonería, la Tradición Hermética, el Zenbudismo, alguna tradición arcaica, ciertos autores fiables como René Guénon, Mircea Eliade, Walter Otto y Alan Watts, entre muchos otros y el esoterismo de las Tradiciones Abrahámicas; aquí habría que hacer una distinción importantísima entre el esoterismo cristiano, y el "cristianismo esotérico" -y lo mismo ocurre respecto al esoterismo judío, e islámico- el cual toma a la religión como base imprescindible de la metafísica, desvirtuando así la auténtica Ciencia Sagrada, el Conocimiento Tradicional, poniéndolo a un nivel piadoso y dogmático que, hemos visto, necesariamente desemboca en fanatismos de distinto tipo, por lo que a veces puede considerárselos aún más peligrosos que los mencionados anteriormente, ya que estos últimos buscan la salvación, o la conversión de la humanidad, por cualquier expediente que sea, y aquellos, la mayor parte de las veces no sobrepasan la órbita individual y no ejercen ningún tipo de apostolado, ya sea protestante, católico, o islámico; aunque ello no es válido para el judaísmo, cerrado en sí mismo.
Por otro lado queremos observar que quienes se acerquen hoy con ingenuidad y objetividad a los pocos medios esotéricos tradicionales existentes en Europa y América podrán observar la animosidad que existe entre ellos, el amiguismo y las cuestiones personales que los distinguen, cuando no diferencias de nivel en cuanto a las experiencias que tienen de la Realidad, poseyendo a veces sólo ideas debidas a meras referencias librescas e históricas; sin mencionar que las religiones creen que su Dios privado conforma la única verdad, de la que excluyen cualquier creencia, o usos y costumbres diversos, incluso la existencia de diversos dioses, o nombres de poder, ángeles y arcángeles, que curiosamente existen en su cuerpo doctrinal aunque ellos parezcan no saberlo, o consideren son sólo alegóricos.
Es lógico para quien comienza un camino desconocido que pueda extraviarse en él; de esa cuenta unos se pierden al tomar de modo literal algunos conceptos, o creen indispensable practicar determinadas dietas, de las cuales el vegetarianismo ocupa el lugar más destacado, asociadas incluso a determinadas concepciones relacionadas con la salud y el mantenimiento corporal, subordinando el alma -sin hablar del Espíritu- a la modalidad más grosera de la manifestación. Hasta el paso por alguna, o varias organizaciones New Age y la ejecución de determinadas prácticas puede ser valioso, en cuanto sirva de modo negativo para abandonarlas, por encontrar con el tiempo que no correspondían a sus necesidades espirituales. Esto puede estar ligado a los peligros que se asocian con el transcurrir por cualquier camino y puede ser puesto en relación con el precepto evangélico de que hay que perderse para encontrarse.
Pero quien acepta apriorísticamente ciertas ortodoxias de cualquier tipo sin reparar en ellas, no está ni siquiera permitiéndose extraviarse en la senda de lo que se supone es el Conocimiento. Esto se halla dado ya desde el comienzo por la forma en que se enfrenta el hecho de Conocer: como una búsqueda y aventura del alma, sedienta de sí misma, o como la sumisión a una estructura que generalmente se encuentra adulterada por la creencia, o sea por una especie de suma de axiomas, absorbidos casi con criterios administrativos, aceptados de modo pasivo y lineal, sin claroscuros, y sin la Pasión, que la antigüedad denominó Furor; en cuanto a los peregrinajes, para poner un solo ejemplo, la confusión con caminatas deportivas u otros ejercicios más o menos profanos es a veces evidente. No se puede salir del laberinto cuando éste ni siquiera existe, lo cual es propio de medios esclerotizados que confunden al psicopompo con lo pomposo.
En ese sentido nos hemos preguntado más de una vez qué interés pueden tener ciertas personas en un supuesto esoterismo a no ser como hobbie, o por no tener otra cosa que hacer, o aún peor, para destacarse respecto a sus semejantes.
Aquí también cabría referirse al fanatismo tomado como una creencia en sí, propia, entre otros, de los autollamados tradicionalistas, que a través de un autoritarismo esencial pretenden juzgar a los demás, de acuerdo a una hipotética ley divina y humana, la cual no sólo está de su lado sino que les exige que se cumpla, siempre, es claro, según sus criterios y las circunstancias aleatorias, que suelen inventar a su antojo con la misma belicosidad. Pues se trata de tener un enemigo y actuar contra algo para ellos mismos sentirse unificados, para pensar que son, o para "ser" una cosa, aunque ésta fuese una sombra proyectada sobre otra.
Esto suele generar la falsa idea de una élite a la que se aspira. Si verdaderamente eres de una élite, casi no te enteras de ello, y no tienes ninguna pretensión al respecto, igual que si eres un ser noble no tienes aspiración a serlo, lo eres por naturaleza. Querer pertenecer a una élite, según lo comprendemos, es bastante como querer ser de "la sociedad" o aparecer en la "prensa del corazón", o sea ambiciones meramente profanas; o lo que es lo mismo que apetecer ser un miembro conspicuo de un entorno donde no sólo se es "brillante" -o "respetable"-, sino que se adquiere una "notoriedad", desde luego egótica, olvidando aquello de que "mi reino no es de este mundo"; todo ello adornado de una tonalidad moral pacata que envidiaría cualquier puritanismo, y que resulta mucho más hipócrita, cuando se les observa en su accionar delincuencial, que tal vez ellos imaginen como una guerra santa. Para nosotros es claro que si alguien se siente llamado hacia la Suprema Identidad y no se identifica con ningún condicionamiento, de hecho debe tener una sólida moral de base (la valentía, la generosidad, el desprendimiento, etc., es decir la virtus romana) para encarar tamaña aventura, y no aspira a ser un buen ciudadano ni al perfeccionamiento ético ya que ello es un índice de que no se lo posee. No hay mayor garantía para luchar con las pasiones que la entrega a la Belleza y la Verdad, o sea al Conocimiento. Empero, debemos advertir que, en estadios inferiores de esta senda se adquiere cierto poder y son numerosísimas las personas que se quedan enganchadas en este mundo oscuro, las más de las veces provocado por el resentimiento de no avanzar hacia la fuente luminosa que nos da el ser, es decir la asimilación con el Ser Universal, que sólo da la Gracia, y no las acciones. "Muchos son los llamados, y pocos los escogidos". (Mateo 22, 14)". En este mismo sentido señalaremos al pasar que el tema de la traición aparece en distintas tradiciones, pero se encuentra singularmente destacado en el cristianismo, en el caso obvio de Judas (e igualmente en la Masonería con la muerte de Hiram -recordemos también que Dante sitúa a los traidores en el círculo más profundo del Infierno), y en el Islam, en las raíces mismas de la constitución del califato, transparente en el asesinato de Alí, ocurrido pocos años después que el de 'Utman, el tercer califa, y seguido por el de su hijo Al-Husayn quien aseguraba la descendencia del Profeta ya que Alí sólo era el esposo de Fátima, es decir su yerno. El problema del mal se encuentra así entretejido en la historia del bien, sin ser negado, o mejor, es asimilado a la historia del sacrificio, dando lugar al mito del traidor-héroe.
Volviendo al tema de las sectas puede observarse que, en particular el cristianismo, en vista de la popularidad de alguna de ellas, en especial entre los jóvenes, decidió perseguir y satanizar estas alternativas por un lado, por otro tomar muchas de las características de la New-Age, modernizarse, con el objeto de atraer a un público que irremisiblemente se alejaba de él.
En el caso del Islam, donde en ciertos núcleos hasta la obra de Ibn Arabi no sólo es sancionada, sino prohibida, la forma que toma esta subversión y rechazo a todo lo que no se imagina como propio, y la necesidad de imponer su espada sobre el resto llegan al extremo de hacernos creer que la shariyah es el tasawwuf, y organizaciones religiosas adulteran el sentido de la Paz, la Sumisión y el Amor, es decir la vía de Sufí, y al auténtico islamismo, al identificarlo con intereses particulares, ligados a lo histórico y relativo. En Occidente suele creerse que hay algo monoblóquico llamado Islam, cuando al contrario éste se encuentra dividido desde su comienzo en shiítas y sunnitas -e incluso los igualmente ortodoxos khâwarij-, división que por cierto existe aún, y que ha dado lugar a innumerables fragmentaciones, que igualmente sacan la espada unas contra otras, imaginando cada una de ellas que su posición es la verdadera, con un odio tal, que palidecen las reyertas cristianas; sin embargo, este odio común hace que en estos momentos se unifiquen en Occidente algunos sectores de estas religiones entre sí, en el fanatismo común, intelectual y moral, que tratan de vender con el nombre de tradicionalismo.
De hecho es correcto que no se puede ser sufí sin ser musulmán y está claro que el estudio del Sagrado Corán y los hadith y la profundización en la lengua árabe -asunto este último que también es casi indispensable en otras tradiciones como el taoísmo, el budismo mahayana, etc.- son propios de ella, sin embargo, estas posibilidades ni siquiera se les brindan a aquéllos que son engañados por grupos -desgraciadamente con numerosos integrantes hoy en Europa y América- que ofreciéndose como tariqah (verdadero esoterismo) sólo se dedican a la ley, o shariyah, e insisten en que el cumplimiento de ella, del modo en que ellos la comprenden -inclusive tienen pretensiones políticas-, es decir de modo arbitrario la mar de las veces, es el tasawwuf (iniciación), y que el cumplimiento de sus normas y requisitos son requerimientos indispensables para obtener las bendiciones de un conocimiento que no pasa de lo religioso.
Desde luego no es así en todos los casos, pero son mayoría la impostura de estos movimientos que, como en el caso del cristianismo y la New Age, tratan de aprovecharse amparados en la confusión y en las necesidades espirituales que caracterizan al Fin de Ciclo. Debemos agregar que algunas personas creen que ser descendiente directo del Profeta es una garantía con respecto al Conocimiento, por lo que se debe destacar que de su descendencia se dan, y se han dado, todo tipo de casos, y en la época actual se conocen alternativas de dirigentes políticos -sin duda musulmanes- que no han tenido ninguna vinculación con la metafísica, como los fallecidos reyes Hussein de Jordania y Hassan de Marruecos, o notorios play boys como lo fueron hace unos años el Aga Khan y su hijo Ali Khan, sin contar a fanáticos religiosos, inclusive a conocidos asesinos, o a personalidades que costaría reconocer como islámicas, de lo que sólo llevan el nombre, y que de tradicionales nada. Están asimismo quienes disputan y se invalidan entre ellos la línea genealógica, que con tantos siglos y tantas esposas no siempre será suficientemente clara.
En varias oportunidades hemos hecho notar la existencia de un auténtico esoterismo cristiano, islámico y judío, pero también hemos advertido la dificultad de llegar a él por medio de las organizaciones que toman a esas religiones y sus aparatos como base imprescindible para la realización metafísica. Y que oran a un Dios externo ajeno a ellos mismos. Igualmente hemos advertido aquí sobre otros grupos relacionados con la New Age y también sobre las fantasmagorías al respecto. Con respecto a la Masonería, institución iniciática occidental por excelencia, el panorama no es más claro, aunque ha podido observarse en los últimos años un interés creciente en las logias por investigar en sus orígenes y acerca de sus auténticos contenidos. Tampoco es fácil, a veces, ligar con talleres que practiquen sus ritos con auténtico espíritu Tradicional y donde se provea al aprendiz -iniciado virtual- de los elementos que le permitan acceder adecuadamente a la Enseñanza. Empero, en la mayor parte de las logias se ha mantenido el rito iniciático, reflejo del rito cósmico, y cualquier hermano por su propia meditación en los símbolos que se le ofrecen y los ritos que practica puede llegar a la comprensión del modelo del Universo, paso previo para encontrar allí su salida a otros planos o niveles de conciencia, es decir, a otros mundos, que aún invisibles o informales son tan reales como lo que se percibe con los sentidos. Esto supone como en toda iniciación el ascenso a través de una escala, por medio de grados, en la que cada cual podrá llegar a su destino, de acuerdo a sus necesidades o capacidades, como todo en la vida. Agregaremos que esta Tradición ha sido en una época Hermética-Cristiana en su forma de manifestarse, pero jamás un "Cristianismo Hermético", lo cual salta a la vista por la respectiva antigüedad de ambas Tradiciones, sin mencionar otros motivos de diferente orden, o nivel.
Sólo queda señalar algunos otros peligros que puede encontrar aquél que se interese en la vía de la realización intelectual-espiritual.
En efecto, acabamos de utilizar los vocablos intelectual y espiritual como equivalentes, según la interpretación que Guénon da de ellos, ya que la sabiduría como tal es una forma de la santidad, y no necesariamente esto es válido de modo inverso, cuando se supone que lo "milagroso" o lo "legal" en el plano natural es lo sobrenatural. Empero la Sabiduría y el Conocimiento, por una cuestión de terminología podrían confundirse con una falsa intelectualidad y muchas veces, aún peor, con la erudición y catálogos de citas, nombres, fechas, referencias, a saber: con inmensas minucias.
En ese sentido debemos sentar nuestra crítica a las universidades y a su labor profana, las que son manejadas por personajes adocenados, que posan de sabios y consideran a la universidad más importante que el Conocimiento al tomar a su pequeña erudición como sabiduría, o sea a lo que se entiende por referencias librescas como lo más importante, y valoran a los autodidactas -así el caso de nuestro guía intelectual René Guénon- como algo menor. No se hagan ilusiones los aspirantes: en la senda del Conocimiento todos somos autodidactas en busca del Maestro Interior y no hay universidad que nos conduzca a la Suprema Identidad.
Esta actitud que acabamos de describir se debe, en numerosas ocasiones, a un tipo de conservadurismo al que nos aferramos y que impide nos desprendamos de lo que es nuestro tesoro. De hecho, la frase evangélica acerca de que "es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que entre un rico en el Reino de los Cielos" (Mateo 19, 24), no sólo se refiere a aquellos que atesoran dinero, sino a todos los que son o se consideran ricos en cualquier cosa, así eso sea la inteligencia, la virtud, la ciencia, el arte, la belleza o lo que fuere. Muchas veces se ha tomado el ejemplo de que si la copa del ego está llena, es imposible que pueda recibir los efluvios de lo celeste, las emanaciones divinas. La adquisición del Conocimiento, la Buena Nueva, es incompatible con un espíritu ahorrista que guarda algunas migajas "por si acaso". En la senda de la Iniciación esto es imposible dado que no se puede servir a dos amos a la vez. En definitiva en lo que se es más rico es en prejuicios e ilusiones, a las que asignamos valor sólo por los mecanismos de nuestra mente dual, la cual condiciona -cuando no programa- nuestras pautas de comportamiento.
Conclusión
En definitiva se debe considerar a este Fin de Ciclo, y a la Historia (tiempo) como moldeada constantemente por el Demiurgo que produce la permanente Obra de Arte, el diseño creacional. El fin de la Historia, es pues, quién lo duda, el fin del tiempo y la muerte de este Demiurgo.
La Historia del mundo (la de la Creación) es el desarrollo de la potencialidad de la semilla, génesis que incluye un ascenso (niñez, juventud) y un descenso (madurez, vejez) y es coronado por un apocalipsis.
Si se considera a este apocalipsis como el viaje del alma post-mortem, es decir como la descripción del proceso iniciático, que transmuta y da sentido a la creación, la Historia del mundo, pero igualmente la del hombre, serían una revelación y adquirirían una nueva dimensión, es decir, un sentido último, que posibilitaría el origen de cualquier otro desarrollo.
La Tradición, es decir el Arquetipo en acción, es idéntica a la actualización permanente del ser -que jamás ha salido de sí- y su reabsorción en el Sí Mismo cuando esa Tradición se acaba y cesa de girar el movimiento de la Rueda. Este instante de detención, análogo al solsticio en el año, y por lo mismo de simultaneidad, es la coyuntura por la cual el tiempo se hace Eternidad, lo cósmico es un soporte de lo supracósmico, y se realizan otros estados del Ser Universal, y donde una vez que este tiempo es absorbido por el espacio, da lugar a un nuevo mundo, a una nueva humanidad, fabricados por un nuevo Demiurgo, por su perpetua readecuación a las leyes de los ciclos.
El misterio de todo esto que para algunos es la culminación y el sentido de su vida, a otros no debe quitarles la Esperanza y la auténtica Fe en un mundo futuro, virginal y nuevo, con la frescura de otro amanecer, al que debemos arribar por medio del sacrificio, y aun del sufrimiento que caracteriza a cualquier re-generación, después del cual ya el dolor, la enfermedad, la ignorancia y la muerte han sido de una vez por todas abolidos, contemporáneamente con la entrada al Paraíso de una Nueva Edad de Oro, tanto para nosotros como para nuestros semejantes.
jueves, 21 de octubre de 2010
Elementos gnósticos en la civilización Inca
El V.M. Samael Aun Weor, pionero de la Antropología Gnóstica se refiere a la existencia de elementos gnósticos en las diferentes culturas de América Precolombina o Indo-América.
La civilización Inca tiene un valioso pasado esotérico. Su origen se explica en forma de leyendas y mitos al igual que otras civilizaciones, confirmado su tradición esotérica.
Existe la llamada Capac Cuna o lista de los Reyes Incas, la cual menciona únicamente a 13 Incas. Sin embargo la auténtica relación de incas se ha perdido en la leyenda, no se ha podido fijar la época en que reinaron los primeros Incas, llamados Incas legendarios, especialmente en lo referente al primer inca llamado Manco Cápac.
Conocemos de los Incas por la tradición oral, recogida por los cronistas, debido a que la escritura que en algún tiempo muy remoto existió estaba prohibida en la nación Inca (El Tahuantinsuyo o país de los cuatro suyos o partes del Universo).
Las leyendas que nos hablan del origen de la civilización Inca nos remontan a los tiempos del diluvio universal y a la edad de Oro que se inició después de aquel gran cataclismo, recordado por todas las tradiciones de la Tierra.
EL HUNO PACHACUTI O GRAN DILUVIO
De las tradiciones del lago Titicaca encontramos que habiendo sido creado el mundo y el hombre por Viracocha o Huiracocha y habiendo pecado el hombre acaeció el gran diluvio, el huno Pachacuti o agua que trastornó la tierra. Algunos hombres fueron convertidos en piedra, otros en otras formas, otros fueron tragados por el mar o por la tierra, y llovió 60 días y 60 noches, anegándose todo; y sólo quedaron algunas señales de los que se convirtieron en piedras.
Aquí encontramos una alusión alegórica a aquellos que se convierten en piedra, anunciándonos a una civilización cimentada sobre la piedra, la sexualidad trascendente según el V.M. Samael Aun Weor, que permite crear al hombre auténtico.
Después del Gran Diluvio apareció el Dios Huiracocha en Tiahuanaco y, viendo la tierra desierta, creó a los hombres y les dio cuatro jefes, distribuyéndoles el mundo. A Colla Cápac le entregó el Mediodía, a Tocay Cápac el Levante, a Pinahua el Poniente, y a Manco Cápac el Septentrión o norte.
LEYENDAS DEL NACIMIENTO DE LA CIVILIZACIÓN INCA O TAHUANTINSUYO
LEYENDA DE LOS HERMANOS AYAR
Fue después del diluvio, en Pacaritambo o tambo del amanecer, que aparecieron los hermanos Ayar. Salieron del cerro Tampu Tocco, de una oquedad o ventana llamada Cápac Tocco o ventana de los reyes. Hubieron otras dos ventanas: de la ventana Sutic Tocco salieron los Tampus, y de la ventana Maras Tocco los Maras.
Los cuatro hermanos eran Ayar Manco (Manco Cápac), Ayar Cachi, Ayar Uchu y Ayar Auca con sus respectivas esposas Mama Ocllo, Mama Cora, Mama Rahua y Mama Huaco. Llevaban los hermanos alabardas de oro, hondas de nervios, y ropas finas recamadas de oro.
Estando la tierra arruinada y los campos empobrecidos por el diluvio, decidieron los cuatro hermanos salir en busca de tierras fértiles. Descendieron del cerro y juntaron diez parcialidades o ayllus: Chavín, Araicaca, Tarpunytay, Guacaitaqui, Sañoc, Sutic, Maras, Cuicusa, Masca y Uru.
Con esta gente salieron a cumplir con su designio. La marcha fue en forma procesional. Llevaban al pájaro Inti, animal que simbolizaba al Sol, que sabía hablar y daba consejos (el Espíritu). También llevaban el Napa sagrado, auquénido de color blanco adornado con gualdrapa colorada y orejeras de oro. Como objetos de culto tenían los topacusi, vasos de oro (la copa sagrada, el santo grial, el yoni femenino), y ciertas semillas (la simiente sagrada). Precedía la marcha el suntuoso Sunturpaucar, un gran adorno de plumas colocado en la parte alta de un palo.
El primer tramo del camino fue sin contratiempos. Luego Ayar Cachi marchaba derribando montes con piedras que lanzaba con su onda (destreza en el trabajo con la piedra, la sexualidad trascendente). Dice la leyenda que envidiosos los hermanos lo hicieron volver con engaños a su lugar de origen: la ventana de Cápac Tocco, diciéndole que se habían perdido en Napa, los vasos y las semillas, y que fuera a buscarlos. Al llegar a la caverna de Cápac Tocco un criado, Tambochacay, la selló con una gran peña, matando a Ayar Cachi quien por tal motivo procedió a convertir al criado en piedra. Regresar al origen y morir es algo que nos invita a reflexionar en los misterios de la muerte del yo y la resurrección esotérica.
Los hermanos restantes siguieron su camino. Llegados a Huanacauri encontraron al ídolo de este nombre en forma de ave pétrea. Ayar Uchu osó posarse en las espaldas del ave quedando convertido en piedra y formando parte de la escultura. Ayar Uchu convertido en piedra les anunció que serían grandes señores y les rogó que, en su memoria, celebraran el Huarachico o ceremonia de iniciación de los jóvenes.
Llegando a Matagua celebraron por primera vez la ceremonia del Huarachico, armando caballero a Sinchi Roca, hijo de Ayar Manco y Mama Ocllo.
Llegaron a un paraje denominado Huanaypata, en el actual valle del Cuzco donde la vara que llevaba Ayar Manco (Manco Cápac) se hundió en la tierra roja y blanda, resultando difícil arrancarla. Por tal hecho decidieron quedarse allí. El color rojo de la tierra nos recuerda al cuarto color de la alquimia, etapa culminante de la Gran Obra, a la tierra roja de los antepasados de Quetzalcoatl adonde este Sagrado señor se dirige para adquirir sabiduría. La vara de oro, el cetro de los reyes, es la columna espinal recorrida por la ascendente serpiente de fuego que nos transforma radicalmente en el auténtico hombre.
Contemplando el valle del Cuzco Ayar Manco le señaló a Ayar Auca un conjunto de piedras cerca de lo que después fue el Inticancha (el primer Templo del Sol) y Ayar Auca, a quien le habían salido alas, voló a ese lugar a tomar posesión de él. Más llegado al sitio quedó convertido en piedra.
Manco procedió luego a fundar la ciudad del Cuzco, la capital sagrada del Tahuantinsuyo en nombre de Huiracocha y del Sol. Posteriormente la nueva ciudad del Cuzco sería construida adoptando la forma de un puma en sus contornos.
Es indudable que con la fundación del Cuzco se establecía en la zona una dinastía Solar con innegables atributos Iniciáticos.
Es pues la Ciudad sagrada del Cuzco una ciudad cimentada sobre la piedra (la piedra filosofal) y resultado de un proceso en el cual los personajes se transforman en piedras, cristalizan la Gran Obra.
El significado de la palabra Cuzco es centro u ombligo del Universo, también se ha dicho que significa amontonamiento de piedras.
LA LEYENDA DE MANCO CÁPAC Y MAMA OCLLO
Esta leyenda recoge parte de las tradiciones del lago Titicaca y de la leyenda de los hermanos Ayar. Dice que en tiempos muy antiguos el Sol creó una pareja: el varón era Manco Cápac y la mujer Mama Ocllo. Los puso en el lago Titicaca y les dio un cetro o bastón de oro. Luego les dio la misión de ir por el mundo civilizando a la gente; y les encargó que fueran hundiendo la vara en todos los lugares que conociesen, y que en el terreno donde ésta se hundiese fundaran un reino. Los nombró señores de la Tierra y les dio título de reyes, reconociéndolos hijos suyos y encomendándoles la implantación de la religión solar. Luego de esto la pareja se alejó del lago sagrado camino del Septentrión.
En su recorrido pasaron por Pacaritambo, llegando posteriormente al cerro de Huanacauri donde el cetro fue tragado por la tierra, procediendo entonces a cumplir con el mandato del Sol.
En esta leyenda encontramos más atributos esotéricos para el Inca Manco Cápac. El sale de las aguas y se convierte también en nacido o "salvado" de las aguas como Moisés o Aquiles, de las aguas creadoras que cada hombre lleva en su interior (el ensseminis, la materia prima de la Gran Obra).
LOS ELEMENTOS GNÓSTICOS
Tratando acerca de la relación de la Atlántida con las culturas de indo-América, que proceden de aquella, el V.M. Samael Aun Weor apela a la Filología para explicar similitudes lingüísticas con la civilización oriental. Así nos dice que "Viracocha" peruano es el mismo "Viraj", varón divino, "Kabir", o "Logos" de los hindúes.
Sobre la palabra "Inca", título de Manco Cápac y la clase gobernante del Tahuantinsuyo, dice que al leerse con las sílabas invertidas la palabra "Cain" (Sacerdote - Rey), el Inca era "el hijo del Sol". La esposa del Inca era la Coya, palabra que puede leerse como laco. El Inca tenía como distintivo la mascapaicha o borla de color rojo (el cuarto color de la alquimia, la culminación de la Gran Obra), mientras que el príncipe o futuro gobernante usaba una mascapaicha de color amarillo (el tercer color de la alquimia).
Nos habla también acerca de las infinitas conexiones intrínsecas que la Doctrina y hechos de los primeros Incas guardan con toda la Iniciación oriental.
Manco Cápac es el Superhombre, cuya presencia tuvo el evidente propósito de ayudar a la humanidad.
LA TRINIDAD Y EL FUNDAMENTO
El Dios de los incas fue el Sol. El Sol era Triuno: el Sol Padre (Apu Inti), el Sol Hijo (Churi Inti) y el Sol hermano (Inti Guauqui).
Pero el origen de todo, el fundamento, superior al Sol, era Pachacámac (Illa Ticsi Huiracocha Pachacámac), el Dios ignorado, el ordenador del mundo. La tradición recuerda cierta asamblea sagrada en la que concluyeron que teniendo el Sol, que seguir su ruta diariamente debía haber algo que lo mandara (Illa Ticsi Huiracocha Pachacámac. Illa: el rayo, Ticsi: fundamento).
Al Sol le hicieron Templos, pero a Pachacámac, como era un Dios invisible, lo veneraban en silencio, en el corazón.
Existió una ciudad sagrada donde se rendía culto al dios Pachacámac de los Incas, siendo éste representado en un madero tallado, como un dios doble, varón-mujer: un personaje "siamés" en el que aparecen los cuerpos femenino y masculino unidos por la espalda, y con los rostros mirando en direcciones opuestas, al estilo del Dios Jano. En la parte inferior del madero aparecen talladas diferentes representaciones mitológicas: serpientes, cruces, felinos. Esta ciudad conocida como Pachacámac desde su anexión al Tahuantinsuyo (el país o mundo Incaico) tenía por nombre original Ichimay lo que significa color rojo. Aquí encontramos nuevamente la denominación de tierra roja (el cuarto color de la alquimia) para una ciudad sagrada. Allí, en el templo de Pachacámac, existió tal vez el oráculo más famoso de América Precolombina.
LOS TRES MUNDOS
Al igual que en otras religiones los Incas concebían la existencia de 3 mundos: el Hanan Pacha era la morada de los Dioses, el cielo. Este mundo, era el Hurin Pacha, y el mundo inferior se denominó Ucu Pacha, la morada de los hombres, animales y plantas por nacer.
LAS SERPIENTES MITOLÓGICAS
Encontramos dos serpientes en la mitología Inca, estas, reptando, pasaban por los tres mundos superpuestos: la serpiente yacumama al pasar por el Hurin Pacha se transformaba en un caudaloso río, y al pasar al Hanan Pacha se convertía en el Rayo, era la diosa del agua y del fuego, el fuego sagrado serpentino proveniente de las aguas de vida (el ensseminis), el Kundalini oriental.
La otra serpiente, denominada Sachamama, tenía dos cabezas, caminaba verticalmente con gran lentitud y tenía la apariencia de un árbol añoso, y al llegar al Hanan Pacha se transformó en el Arco Iris; nos recuerda a la serpiente antigua, la serpiente tentadora del Edén y al titán de los antiguos tiempos (lucifer) que cayó con la serpiente descendente, pero al ascender ésta nuevamente a los cielos vuelve a ser la luz (el arco iris).
EL PAÍS DE LOS MUERTOS
El peregrinar de los difuntos se ajustaba a un itinerario purificador (la muerte del yo) por sitios peligrosos y oscuros, hasta llegar al Upa-Marca o país de los muertos, "tierra de los que no hablan ni oyen", a la que se ingresa por un puente tan delgado como un cabello humano (el difícil sendero, el camino secreto), con la sola guía de un perro negro (el instinto sexual). Es el Upa-Marca una tierra de quietud, de paz total.
CONSIDERACIONES FINALES
La civilización Inca, proveniente de la Atlántida al igual que otras culturas o tribus de indo-América poseyó muchos enigmas aún no descifrados. Sus grandes construcciones en piedra en los palacios reales, fortalezas y templos fueron realizadas con una tecnología desconocida en la actualidad y sobre la cual sólo existen especulaciones. Piedras de formas caprichosas unidas entre sí en forma perfecta y sin ninguna amalgama de por medio, y con finos acabados. Muros similares fueron encontrados en las costas de Bimini, en el fondo del mar, confirmando la tesis del origen Atlante de los Incas y de su tecnología de construcción.
En los palacios, templos y fortalezas de piedra del Cuzco, del Valle Sagrado de los Incas y Macchupicchu nosotros podemos admirar no sólo unas joyas arquitectónicas sino variados símbolos propios de su religión y mitos.
Poseyeron asimismo una gran organización social, económica y política solucionando los problemas del hambre y con una delincuencia prácticamente inexistente por su elevada moral cimentada en tres leyes: no seas mentiroso, no seas ladrón, no seas perezoso.
domingo, 17 de octubre de 2010
Al-Khadir. La vía marial de los afrâd
En diferentes ocasiones, tanto en su obra como en su correspondencia, René Guénon ha hecho alusión a un personaje misterioso al que llaman Seyidna Al-Khadir en el Islam, o Khizr en la denominación persa.
En una carta fechada el 5 de noviembre de 1936, Guénon escribía a Ananda Koomaraswamyy, en este sentido:
"Vuestro estudio sobre "Khwaja Khadir" (aquí decimos "Seyidna El Khidr") es muy interesante, y las correlaciones que habéis señalado son totalmente justas desde el punto de vista simbólico: pero lo que puedo asegurarle es que hay en ello algo muy distinto a simples "leyendas". Tendría muchas cosas que decir al respecto, pero es dudoso que las escriba nunca, pues, de hecho, es un asunto de los que me tocan un poco demasiado directamente..."
El artículo de Koomaraswamyy debía aparecer, en su versión francesa, en 1938, en "Etudes Traditionnelles", revista dirigida por Guénon bajo el título de "Kwâjâ Khadir y la Fuente de la Vida". Este ensayo se circunscribía a la zona indo-persa e incidía más en los aspectos mitológicos del personaje que en su dimensión iniciática.
La iconografía de Asia occidental representa al profeta Al-Khadir bajo los rasgos de un hombre viejo, al modo de un fakir, totalmente vestido de verde y portado sobre el agua por un pez.
La leyenda de Khadir está ligada al simbolismo del Agua de la Vida (Aquae Vitae), la Bebida de la Inmortalidad que se encuentra en diferentes tradiciones con otros vocablos, como haoma avéstico o soma védico. Todos estos elixires simbolizan el verdadero conocimiento divino, esotérico y matutino. En las novelas medievales la búsqueda de esta supraconciencia se confunde con la conquista caballeresca del Graal, copa sagrada que contiene la sangre de Cristo -modalidad cristiana de la Bebida de la Inmortalidad como la "Leche de la Virgen", en la misma simbólica que, en la misma época, designábase metafóricamente a la Vía Láctea, polo celeste de los Caminos de Compostela.
La verdadera naturaleza de Khwâkâ Khadir se descubre a través de numerosos cuentos populares donde el esquema narrativo se parece al de la "Queste del Graal". Khadir es el maestro del "Río de la Vida" que fluye en la tierra de las tinieblas y que el héroe de la narración quiere alcanzar.
El profeta corresponde al dios védico Varuna, en cuya morada está la fuente de los ríos y que también es transportado por un pez, el makarah.
Esta semejanza entre Varuna y Khadir es más obvia si se considera que el reino del profeta se sitúa en el extremo norte, es decir en la Tierra del Jabalí ("Varâhi " en sánscrito), que es la Tierra de la Tradición Primordial, la Tierra Sagrada Polar. En efecto, la raíz "var", por el nombre del jabalí, se encuentra en las lenguas nórdicas bajo la forma de "bor"; "Varâhi" es entonces "Boreas".
Sin embargo, aunque Guénon se negó escribir directamente sobre Khadir, éste había hecho su aparición, algunos meses atrás que la carta de Koomaraswamyy, en Le Voile d´Isis -del que era entonces redactor-, en una traducción de Abdul-Hâdi sobre "Las categorías de la Iniciación" (Tartînut-Taçawwuf) de Ibn Arabî.
En este tratado, que corresponde al capítulo 73 de las "Revelaciones de la Meca (Futûhat...)" el llamado Sheikh al-Akbar ("el más grande de los maestros") considera las diferentes vías iniciáticas del esoterismo musulmán.
Los afràd constituyen la tercera categoría del sufismo. Su nombre significa "los solitarios". Se les llama también "los sabios" (al-hokama") o también "los que llegan a la cúspide de la iniciación" (al-waçilûn), y el profeta Al-Khadir es su maestro. Abdul-Hâdî nos lo presenta así: "Kidr es un personaje tan misterioso como importante en el mundo musulmán. Desempeña con los más santos la misma función que desempeñó Gabriel con el Profeta de Allah. Es el Océano de la ciencia esotérica. Se le representa como el distribuidor de las Aguas de la Vida y de la Inmortalidad, y su nombre está ligado al importante símbolo universal del pez. Su leyenda se encuentra en el Corán".
El número de "afrâd" es desconocido e indeterminado, pero forzosamente ha de ser impar. El 3 es el primer número impar después de la unidad, principio de los números que en sí no es un número. Los "abdâl”, los "maestros de la perfección", representan la cuarta categoría de los altos grados del sufismo. Son 7 y todos deben ser "afrâd". En cuanto a la quinta categoría, los "malâmatiyah", las "gentes del reproche", son de número ilimitado y constituyen el grupo más elevado de todas las categorías puestos bajo la jurisdicción del "Polo (Qutb)". Sin embargo es preciso dejar claro que este rango no corresponde a ninguna primacía jerárquica en relación a los afrâd puesto que son ajenos a las vías regulares y habituales de la iniciación. En efecto, los afrâd representan el grado supremo de la santidad, además del "Polo" que es la cumbre espiritual de la época y la más grande autoridad de la jerarquía iniciática, siendo él mismo un "fard" (singular de "afrâd").
En el tratado traducido por Abdul Hâdi, los datos sobre los "afrâd" son muy sucintos, si bien Ibn Arabî habla sobre ellos en numerosos pasajes de su obra.
El hecho de que generalmente les llama "al-rukkan" (jinetes) nos sugiere que el tipo de iniciación de los "afrâds" es de tipo caballeresco, y la presencia del sable en las representaciones de Al-Khadhir nos lo hace así entender.
Otro nombre que caracteriza a los afrâd es el de muqarrabûn ("Los próximos o reconciliados") término coránico que designa la más alta categoría de los elegidos, el que está más allá de la distinción dualista de las "Gente de la Derecha" y de las "Gente de la Izquierda" y que el Corán llama también sâbiqûn, es decir, "los que preceden", "los precursores", "los antecesores". Se puede deducir que los afrâd identifican a esta Vía del Medio, esta Vía del Cielo que es esta vía de la habla Lao-Tsé en su célebre aforismo: "El Tao que puede ser expresado no es el Tao eterno".
Hay otras indicaciones importantes dadas por Ibn Arabî concernientes a los afrâd: carecen de discípulos, no reivindican ningún magisterio y no imponen ninguna disciplina y dispensan su ciencia como un don al que uno puede acogerse o rehusar.
Una de sus características fundamentales es su renuncia a todo movimiento propio por estar en un estado de reposo perpetuo: no se mueven, son antes bien portados por una montura que tira de ellos, una potencia, una fuerza deseada que es el Amor de Dios. Pues ellos son "los queridos-deseados" (al-murâdûn) más que los que desean, pues son los Amados del Amigo.
El sueño -la dormición- es para ellos el estado privilegiado de abandono a Dios, un mi´raj, una ascensión parecida a la del Profeta Muhammad, que fue transportado por Allah en su sueño (Corán 17,1). Actuando por esta fuerza del Deseo, ellos son los agentes del Secreto -o más exactamente, del Sello que les preserva: ellos se mantienen apartados hasta la hora en que deberán darse a conocer. Y es que hay, según Ibn Arabî, dos tipos de profecía: la legisladora cuyo sello es Muhammad -Sello de la Profecía- y una profecía indeterminada que representa el grado supremos de la santidad, la profecía de los "afrâd" que sellará Jesús, el "Sello de la Santidad".
Una nota de Titus Burckhardt nos resultará esclarecedora: "El papel del Sello de los Profetas corresponden a una función cíclica principal, mientras que la función del Sello de los Santos es necesariamente intemporal y oculta; ella representa el prototipo de la espiritualidad, independientemente de toda misión (risälah)".
Algunos años más tarde, en 1946, en otro artículo de Abdul Hâdî, "Páginas dedicadas a Mercurio", aparecido en "Etudes Traditionnelles", en el subtítulo "Las dos cadenas iniciáticas" introduce el siguiente párrafo: "Una vía es histórica, la otra es espontánea. La primera se comunica en los senderos establecidos y conocidos, bajo la dirección de un sheikh vivo, autorizado, poseedor de las claves del misterio; tal es Et-Talîmur-rijal o Instrucción de los Hombres. La otra vía es Et.Talîmur-rabbâni o Instrucción Señorial, que yo me permito denominar Iniciación Marial, puesto que es la que recibió la Santa Virgen (...) Esta segunda vía es actualmente poco frecuente en Europa, al menos en sus grados inferiores, pero resulta casi inexistente en Oriente. Hace ocho siglos la Iniciación Marial era tan frecuente como en el Oriente musulmán porque ella es sobre todo pragmática". Según esto, por consiguiente, en lo que concierne a la vía de los afrâd, Abdul-Hâdî no se refiere, como podría esperarse de él, al maestro Al-Khadir sino, cosa extraña, a la Virgen María.
La redacción de la revista -es decir, Guénon en persona- diligentemente añadiría una larga nota al respecto con el propósito de "precisar el sentido": "En lo que respecta a la Vía de los afrâd, cuyo maestro es Seyidna Al-Khidr, y que está fuera de lo que podría llamarse la jurisdicción del "Polo" (Al-Qutb), que sólo comprenden las vías regulares y habituales de la iniciación. No nos cansaremos de insistir en que se trata de caos muy excepcionales y que sólo se produce en circunstancias en las que la transmisión normal se vuelve imposible, por ejemplo ante la inexistencia de cualquier organización iniciática regularmente constituida".
Como se constata, Guénon no utiliza la expresión "Vía Marial" -él no la rechaza por tanto, y precisa simplemente que el maestro de los afrâd es Al-Khird que, precisamente, no es citado en el párrafo en cuestión de Abdul-Hâdî. Por otro lado, cuando Guénon indica que esta vía no se ofrece más que "en ausencia de toda organización iniciática regularmente constituida", no tiene manifiestamente en cuenta la afirmación de Abdul Hâdî según la cual este tipo de iniciación eran antaño tan frecuente como la vía regular ocho siglos atrás en el Oriente musulmán, de donde se puede, por tanto, suponer que en aquel tiempo el Tartîbut-Taçawwuf, es decir las órdenes iniciáticas, no están ausentes en el Islam.
Todo ayuda a creer, por consiguiente, que en esta nota, el sheikh Abdel Wahed Yahia, desde su autoexilio en El Cairo, supo "nadar y guardar la ropa", y es que la función metafísica que se experimenta a través de René Guénon, y que se puede designar con el calificativo de Iniciación, es precisamente aquella de la cual Al-Khadir es el maestro.
GENEALOGÍA INICIÁTICA DE LOS SOLITARIOS
La Virgen María, que el ángel saluda como "llena de gracia", es el icono de los afrâd, la mujer perfecta que el Islam llama "Fâtir " porque ella es la expresión absoluta de la "Naturaleza Original”.
En los evangelios canónicos no se hace jamás alusión a linaje alguno de María. Todo acontece como si ella no tuviera antepasados, como si ella no perteneciera a linaje humano alguno: la cadena biológica se interrumpió con ella.
Esta ascendencia misteriosa nos retrotrae a este otro desconocido, Al-Khadir, que los musulmanes consideran como profeta -aunque no pertenece a ningún linaje profético. Sin embargo, una tradición referida por Kasimirsky afirma que se le considera proveniente de Pinchas, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, del que su alma habría pasado sucesivamente al cuerpo de Elías, y después al de San Jorge. Y bajo este punto de vista cabe recordar que María es llamada "hermana de Aarón" en el Corán.
Pero sin duda podría interpretarse esta tradición a partir del nombre "Aarón" que deriva de "Arôn", nombre que designa en hebreo un cofre, es decir, el arca. Simbólicamente Aarón es una personificación del Arca de la Alianza y, por consiguiente, la filiación de María y de Al-Khadir a la familia de Aarón muestra sobre todo que pertenecen a la familia de la Tradición Primordial.
Por otra parte, la literatura paratestamentaria aporta un texto, esencial y muy poco conocido, que introduce otro personaje en lo que podríamos llamar una genealogía iniciática de los solitarios. Se trata del "Libro eslavo de Henoch"" en el que se indica que Sophonim, madre de Melkisedeq, había concebido su hijo sin conocer hombre alguno. Esta concepción virginal de Melkisedeq no contradice, en el plano simbólico, a su caracterización canónica, tal como aparece en hebreos (7,39), donde se dice de él: "Sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días ni final de vida".
Es significativo recalcar que cada uno de estos tres personajes sin generación intervinieron más específicamente en los tres libros sagrados de la tradición abrahámica: Melkisedeq en la Thora, María en el Evangelio y Al-Khadir en el Corán. Observemos igualmente que si el nombre de Melkisedek vetero y neotestamentario no aparece explícitamente en el Corán, María, en cambio, es nombrada en el Evangelio y en el Corán pero no en la Thora. Por último, Al-Khadir sólo aparece en el Corán, y únicamente es citado directamente en la sura XVIII. Tal indistinción original es la expresión de la verdadera catolicidad, del auténtico ecumenismo.
Charles-Andé Gillis lo explicó muy bien tomando el término coránico de "al-Fitrah" como referencia. Esta noción equivale al Dharma del hinduismo, es decir, la Verdad Original. La Fitrah se manifiesta desde el origen en el llamado "Pacto Primordial" que Allah tuvo con los hombres. ¿Él les dijo: "No soy yo vuestro Señor? Respondieron "Sí, lo atestiguamos" (Corán 7,171). Este reconocimiento del verdadero Padre -de su Señorío Divino- es el que más se olvida el ser humano, de ahí la necesidad de la búsqueda iniciática de la Palabra Perdida. Más, ¿qué acontece en los casos en que se da una "ausencia de toda organización constituida iniciáticamente"...?
Según Charles-André Gilis, "puede acontecer, en algunos casos muy excepcionales, cada vez más raros a medida que el ciclo humano se acerca a su fin, y sujeto a ciertas gracias providenciales y compensatorias, que este Recuerdo no se haya perdido; en otros términos que la influencia del "padre y madre" no nuble la consciencia actual de la "filiación única" que es el de la Fitrah". El carácter marial de esta filiación es propio de la vía de los afrâd.
LA VIRGEN DE LOS AFRÀD
Si volvemos ahora al párrafo citado de Abdul Hâdî, "Las dos cadenas iniciáticas", constataremos que nos reenvía implícitamente a una época clave que corresponde a un momento de intensa presencia marial en Occidente: la época de las peregrinaciones medievales de los siglos XI y XII ligadas a los cultos de las Vírgenes Negras. El culto de las Vírgenes Negras debe ser puesto en relación con el hermetismo cristiano.
Abordaremos ahora un aspecto esencial de nuestro personaje, puesto que la vía de los afrâd parece reposar sobre técnicas de realización operativas ("pragmáticas", dice Abdul Hàdî) próximas a ciertas formas de la alquimia espiritual.
La verdad fundamental y secreta del cristianismo es su esencia alquímica: es la Alquimia Real y Total, la Cristogénesis amorosa y sacrificial que separa al puro del impuro. La mayoría de los tratados alquimistas se presentan bajo la forma de un sueño o de una visión y, según la expresión de Henry Corbin, la alquimia pertenece al "Mundus Imaginalis" (Mundo de lo Imaginal).
Esta noción de Mundus Imaginalis se revelará indispensable en nuestro acercamiento a la vía de los afrâd porque ella supone una conjunción esotérica del Cristianismo y del Islam, así como el reconocimiento de su filiación oriental -en el sentido metafísico y no geográfico del término. Esta filiación abre la perspectiva de un Tercer Mundo entre el mundo Inteligible y el sensible. Un Tercer Mundo de lo Imaginativo que el Islam denomina "âlam-al-mithal", para el que ha inventado el orientalista Corbin el neologismo "Imaginal", a fin de diferenciarlo de lo imaginario tal y como lo concibe nuestra psicología exotérica y particularmente la psicoanalista. Porque no se trata aquí de un onirismo psíquico, tal como practicaron algunos surrealistas en nuestra literatura, sino de un verdadero onirismo espiritual, del que llevaron a cabo Rimbaud, Nerval o Villiers de l´Isle-Adam. Lo Imaginal es el mundo de la realidad objetiva de la Revelación - la Anunciación de Gabriel a María pertenece al mundo espiritual -que se puede concebir como el de las analogías y de los símbolos. Entre lo divino y lo humano, el símbolo, lejos de negar la realidad tangible del evento, le devuelve su sentido anagógico, el "verticalizado".
Este "Mundus Imaginalis" es el que el platonismo neo-zoroastriano de Sohrawardi designa como la Tierra Celeste de "Hûrqalyâ", la tierra que, según la más bella expresión de Corbin, es la Teúrgia de su Ángel porque, por su femineidad, constantemente virgen, de ella emanan las Inteligencias Querubínicas.
Descubrimos así un triple universo: el mundo del hombre que es el de la percepción sensible; el mundo del alma que es el de la percepción imaginativa, y el mundo del ángel que es el de la percepción inteligible. "Ver las cosas de Hûrqakyâ" es descubrir el sentido oculto de las cosas, la historia espiritual transparente bajo los eventos históricos.
Este mundo interior, visionario, no ha sido mejor descrito que en los relatos visionarios de Sohrawardî, el filósofo iraní del s.XII cuyo pensamiento se inspira en las fuentes mismas del mazdeísmo ancestral. Es el mundo donde se cumplen los hechos de nuestra hiero-historia, las teofanías, las manifestaciones del "Xvarnah -la Luz de Gloria" de la teosofía zoroastriana, tan cerca de las manifestaciones de nuestro Santo Graal.
Todos los relatos místicos de Suhrawardî son la representación de un prototipo de búsqueda que es la demanda-búsqueda (Quète) de Al-Khadir. La historia espiritual del profeta, la historia de su retorno hacia la puerta celeste, norte cósmico, "roca de esmeralda" en la cima de la montaña Qâf, en la cúspide de la jerarquía esotérica. Es el paraíso terrestre de la Hiperbórea, la tierra que no fue alcanzada por la Caída adámica, la Tierra de las Almas de la que habla el poeta persa Abdul Karim Jili: "el suelo es pura harina de trigo candeal muy blanca, el Cielo es de verde esmeralda; sus habitantes sedentarios son de una raza pura y de alta nobleza y no reconocen a otro rey que no sea Khezr (Al-Khadir)". Es allí donde reside Sîmorgh, el maravillo pájaro divino, forma angélica de Al-Khadir "el verdeante", porque por este color verde que le califica, el profeta testifica esta visión esmeraldina que es la capacidad espiritual de "ver las cosas de Hûrqalyâ".
Iniciador de la vía profética secreta, Al-Khadir, el maestro de los (sin) maestros, representa la figura misma del guía interior, el que orienta el peregrinaje del alma. A los ojos de Suhrawardî, el encuentro con el ángel es la clave de la ascensión del alma hacia la luz. En la medida en que Dios es inaccesible en su esencia, nosotros no podemos encontrarle más que a través de su manifestación angélica. En este cara a cara con el ángel, el alma descubre, en el arcángel al que ella está unida, su alter ego. Del sufismo, Sohrawardî recibió la idea de un maestro interior que, en su realidad esencial, no es otro que el Ángel de la Revelación, el arcángel Gabriel.
Uno de los textos más bellos de Suhrawardî, el Arcángel purpúreo termina con estas palabras: "Si tú eres Khezr, también puedes franquear la montaña de Qâf". Y, en otro de sus relatos, "El Exilio Occidental", el narrador probará su capacidad de reconocer a Khezr al referir, "en primera persona", la Búsqueda profética de Al-Khadir. La narración suhrawardiana instaura una vía operativa de escritura que es la de los afrâd.
Cuando un alma singular encuentra al arcángel Gabriel, éste es el "ángel personal" que ella ve. El ángel personal es el que la doctrina suhrawardiana de la Luz llama "Naturaleza Perfecta". El ángel Gabriel es el ángel-arquetipo de la humanidad.
En un relato iniciático de una belleza sublime, Le bruissement des ailes de Gabriel (El rumor de las alas de Gabriel) Sohrawardî muestra el símbolo de la dualidad de la Naturaleza Perfecta a partir de las alas del arcángel: su ala derecha es blanca y su ala izquierda es negra, símbolos respectivos del espíritu y del psiquismo (Noûs y Psyquê). Así que, el Espíritu Santo, enviado a María, se muestra con dos alas, una pura y la otra no tenebrosa y ahrimaniana sino como un susurro ceniciento-lunar (entenebrada), y, por tanto, en este reflejo de la luz que constituye el ala izquierda del ángel, las tinieblas, por la voluntad de Dios, pueden precipitarse.
LA CIENCIA DE HERMES, CIENCIA DE LA INVOCACIÓN DE LA NATURALEZA PERFECTA
René Guénon ha definido el hermetismo como perteneciente al dominio de la Iniciación Real. Es una tradición de origen egipcio helenizada, transmitida por los árabes al mundo cristiano medieval y cuyo nombre deriva del dios Hermes, que los griegos consideraban idéntico al Thot egipcio y que se correspondería con el Mercurio romano. El hermetismo es "una aplicación de la doctrina principal del conocimiento de lo que podemos llamar el Mundo Intermediario, es decir, el dominio de la manifestación sutil en el que se sitúan las prolongaciones extracorpóreas de la individualidad humana".
El culto a las Vírgenes Negras integra la figura marial en el simbolismo de la Gran Obra alquímica .que es la finalidad misma de la doctrina. La relación de las Vírgenes Negras con el Arte Real está inscrita en el corazón de nuestras catedrales, en la cripta subterránea donde María simboliza la "materia" de los alquimistas.
Se sabe que el sentido de la Gran Obra es obrar una transmutación de la materia simultáneamente a la transfiguración del alma del adepto. Como toda ciencia tradicional operativa, el método alquímico se funda sobre la imitación del acto cosmogónico primordial.
Se encuentra en la escena de la Anunciación la gran cosmogénesis védica donde el papel de "Purusha" correspondía a Gabriel y el de Prakriti a María. Se trata para el filósofo de realizar el matrimonio hermético entre lo ígneo, el alma-azufre, y lo volátil, el espíritu-mercurio -cabe reseñar al respecto que en la India el mercurio es la simiente de Shiva, al que se consagran los linga mercuriales. El mercurio es entonces el principio masculino, el yang, el cual tiene el poder de purificar y de fijar el oro, y es un alimento de la inmortalidad, símbolo del soma, de ahí que el tantrismo se aplica a controlar la secreción y la circulación.
Sobre la vía alquímica la Virgen Negra desempeña el papel de la Gran Iniciadora: es el modelo al que el alma del iniciado debe conformarse. En esta perspectiva, el alma deberá aniquilarse para entrar en la Noche Oscura, para que el rayo del Espíritu pueda iluminar la oscuridad, tornando blanca la tierra negra y transfigurándola en "Agua Viva".
Pues bien, existe una técnica iniciática y marial que es la de los âfrad. Esta ciencia permite penetrar en el "Mundus Imaginalis". Es una alquimia espiritual que descansa en la invocación del Nombre y sobre la contemplación de la imagen santa.
El rosario -que en opinión de Frithjof Schuon es la "Oración del Corazón" de Occidente- es una técnica de oración encantatoria e invocadora. La repetición del nombre divino actualiza el Recuerdo de Dios -el "pacto primordial"- en la conciencia del orante, al mismo tiempo que este último visualiza y dramatiza los misterios de su propio corazón. El orante debe revivir en su propio Nombre el misterio de los Nombres divinos y tal es el tipo de iniciación recibido por María. El orante deberá identificarse con la Virgen de la Anunciación y recibir las palabras del Ángel.
Él la saluda: "¡Ave María!". El núcleo fundamental de toda la himnología marial está al completo totalmente en esta bendición. El saludo angélico del Ave María es la clave de la fórmula de la iniciación marial. "Ave María": estas palabras mántricas adquieren no sólo un valor teológico sino también iniciático. Tradicionalmente "Ave María" evoca al "Aum" hindú -equivalente del "Amén" hebraico- puesto que, si se tiene en cuenta la equivalencia en latín de las dos letras ("v" - "u") se obtiene Av(e) M(aría).
Así, los tres nombres divinos de la invocación del Rosario son Ieschoua (Jesús), Mariam (María) y Aum (Ave María). Son los tres nombres en que reside la fuerza operativa de la oración.
Hay una práctica cristiana de los mantra: la influencia poderosa de los nombres, pronunciados interiormente, en una iniciación alquímica. A este respecto hay que reseñar que los adeptos definen su "fuego secreto, espíritu viviente y luminoso" como un cristal translúcido y verde.
La bendición del Ángel Gabriel, "Ave María", equivalente del nombre sagrado "Amén", es entonces el Alfa y Omega de la Cristogénesis alquímica. En efecto, este Nombre divino, "Amén", es el último nombre del Apocalipsis de Juan -cierra el último libro y lo abre por otro lado. La palabra del Ángel de este lugar del pasaje apocalíptico -que es el lugar del Ángel- es el lugar donde se opera la inversión final, entre dos ciclos, y que el hinduismo llama "Paravrtti".
Porque el misterio de Gabriel y de María, el misterio de la palabra crística, debe revelarse en los tiempos apocalípticos -ella se revelará nuevamente de otro modo. De ahí que la sura XVIII del Corán nos parezca esencial en esta perspectiva escatológica dado que es el único lugar del relato abrahámico donde interviene Al-Khadir, la forma profética del Ángel.
LA SURA DEL FINAL DE LOS TIEMPOS
El personaje de Al-Khadir sólo aparece en la sura XVIII, la de "Los Compañeros de la Caverna" (Ahl al-Kahf). El título evoca el simbolismo polar puesto que la caverna está ligada íntimamente a la montaña y a la "axialidad de los polos".
La letra árabe "Qâf" está, además, considerada como "jeroglífico del Polo" por René Guénon, puesto que equivale no sólo fonéticamente al nombre significativo de "caverna" (Kahf), sino que representa también en la tradición árabe, el nombre mismo de la Montaña Sagrada o Polar.
Al-Khadir está presente en cada uno de los tres relatos de la sura. Sin embargo no está explícitamente nombrado -es la tradición exegética quien identifica al "perro" de los Compañeros con el mismo Servidor de Dios que encuentra Moisés en el segundo relato.
Consideraremos únicamente el primer relato, que es el que da nombre a la sura. Es la leyenda de los "Siete Durmientes de Éfeso" que tiene la particularidad reseñable de que es común al cristianismo e Islam.
En el año 250, dice la tradición, durante la época de las persecuciones de los cristianos por el emperador Decio, tres, cinco o siete jóvenes, según el Corán -siete en la leyenda cristiana- se refugiaron en una caverna para sustraerse a los cultos idólatras. Por orden de Decio fueron emparedados vivos. Eran jóvenes cristianos "sumidos por Dios en la religión de Jesús, hijo de María", comenta Tabarî: "Dios hizo morir las almas de estos jóvenes en el sueño y su perro quedó despierto solo" (Tafsir, XV, 126). Tras dormir 309, fueron despertados y pudieron testificar acerca del milagro de su resurrección.
Louis Massignon considera este relato de los siete mártires resucitados como el "Apocalipsis" del Islam.
El perro que vela solitariamente en la caverna desempeña el papel de un Kerub (querubín): "... su perro, con las patas extendidas, está tendido sobre el suelo", podemos leer en el verso 17 de la sura. Se observará que su ubicación y soledad corresponde al de la tumba de santa María Magdalena, a la entrada de la cripta de los Siete Durmientes venerados en Éfeso. Según Massignon, el perro de la caverna sería Al-Khadir; textos islámicos le atribuyen, en efecto, un papel no sólo de guardián sino también de instructor de los Durmientes. Además es interesante observar las dos series de números que se dan en la aleya 21: "Él dirá: ellos eran tres, el cuarto es el perro; otro dirá: eran cinco, su perro era el sexto. Se escudriñará el misterio. El de más allá dirá: eran siete y su perro era el octavo. Di: Dios sabe mejor que nadie cuántos eran. Sólo unos pocos lo saben".
Se podrá observar que la primera serie de números (3,5,7) se aplica a los Durmientes y que son los tres primeros números impares: es así como podemos reconocer que los Compañeros de la Caverna eran afrâd.
El perro se considera parte y cosa aparte. Se coloca al pie de ellos, lo que da 17. Si dividimos 357 por 17 se obtiene 21, que es el número correspondiente a Shin, letra del alfabeto representante del Espíritu Santo; número que es además el de la aleya de la sura. Por otro lado, si se sustrae 357 (correspondiente a la serie de números aplicados a los Durmientes) de 468 (correspondiente a la serie de números que se aplican al Perro), se obtiene 111, número cuyo poder simbólico es grande puesto que se trata de un número polar, el alef hebraico, o alif árabe. Este número representa la unidad expresada simultáneamente en los Tres Mundos, lo que caracteriza la función misma del Polo: "Qutb", en cifras, es también 111 (100+9+2).
Prosiguiendo con las consideraciones numerológicas, diremos a continuación que el perro de la sura, asimilado a Al-Khadir, no es sino el llamado "Veltro", personaje iniciático que aparece también bajo el aspecto de un perro en la "Divina Comedia" y que, según la predicción de Beatriz, se le asigna el número 551, representando al Mesías por venir, el destructor de las potencias contra-iniciáticas del final del ciclo: "Un cinquecento diece et cinque, messo di Dio" (Purgatorio 33, 43-4). Pero lo que es remarcable es que este número es uno de los valores numéricos de "Shaddai".
En su primer artículo en "Etudes Traditionnelles", aparecido en 1950, Denys Roman insistía ya sobre el valor simbólico del color verde y su nombre: "está compuesto de las mismas consonantes que las palabras "vertu", "vertical", "verite" (virtud, vertical, verdad). Vert (verde) en latín se dice Viridis, que tiene como raíz "vir", de la que provienen palabras como virtualidad, virulencia, virilidad... Se da entre el color verde y la idea de fuerza una relación misteriosa. El verde, según Denys Roman, es símbolo de la esperanza, la virtud teologal que corresponde a la "fuerza" de la Masonería.
La orden caballeresca de "La Anunciada" tenía por divisa "Fert" de la que se han dado las explicaciones más bizarras, pero que probablemente habría que interpretarla como "Fuerte" (Fort) como derivada de "Vert", cuya primera consonante ha sido fortalecida fonéticamente.
Esta referencia a la "Orden de la Anunciada", fundada en 1362 por el duque Amadeo VI de Saboya y que se encuentra bajo la invocación de la Virgen María, nos parece particularmente interesante porque establece una correlación entre la Virgen y El-Shaddai. Este Nombre divino, "Shaddai", proviene del hebreo "Shed", "El seno", símbolo de la Naturaleza Nutricia. En la Kabala, toda la creación y todas las criaturas están ligadas a las fuerzas de la naturaleza (tierra, agua, fuego, aire). Estas fuerzas de la naturaleza se llaman Shédim. Y el Señor de las fuerzas naturales es, por tanto, "El-Shaddai".
Hemos visto que el número 515 en Dante se identifica a la figura del perro, cifra del Nombre divino Shaddai, pero existe otro valor numérico de este Nombre que lo relaciona con Schiloh de la profecía de Jacob: "El cetro no se marchará de Judá, ni el bastón de jefe de entre sus pies, hasta que venga Schiloh" (Génesis 49, 10). Para las tradiciones hebraica y cristiana este texto anuncia el advenimiento mesiánico del Final de los Tiempos. Es remarcable que Schiloh tiene el mismo valor numérico simple que el Nombre divino El-Shaddai, es decir, 345.
La figura del ángel Gabriel se identifica con esta misma función iniciática y escatológica: Gabriel en hebreo significa "fuerza divina", "Dios se muestra fuerte". Esta misma connotación de "fuerza" se encuentra en la lengua árabe, en la que el nombre del ángel Gabriel (Jibril) es muy similar al nombre divino "Al-Jabbar (El Todo Poderoso)". Según la tradición hebrea, en la era mesiánica Gabriel combatirá contra Leviathan.
La doctrina islámica rechaza la idea de que "El Altísimo, al-Alí", pueda ser el padre del Cristo manifestado, pues ello implicaría que el Único puede entrar en relación de par con otro, lo que resulta inconcebible. Es por ello que el Espíritu Santo tiene un estatuto angélico y es Nombre divino con el que se identifica el ángel Gabriel.
Por contra, en el cristianismo el ángel Gabriel tiene un simple papel de anunciador y el Espíritu Santo es considerado como una persona divina (de la Trinidad). Pero ¿cómo no considerar al anunciador de la Palabra como una forma hipostática del Verbo? Además como anunciador del Verbo, Gabriel debe relacionarse con Juan Bautista, último de los profetas del Antiguo Testamento y precursor que anuncia el Nuevo, "mensajero que abre el camino", según Malaquías (3, 1): "He aquí que yo envío mi ángel, el cual preparará el camino delante de mí. Y luego vendrá a su templo el Señor, el Señor a quien buscáis vosotros, y el ángel de la Alianza de vosotros tan deseado. Vedle ahí que viene”.
No obstante, este Ángel de la Alianza ¿no será el Ángel de Yahvé al que Agar llama El Rey? (Génesis 16,13) y que se anuncia también unos versículos después como "Yo soy El-Shaddai" (Génesis 17,1).
Observemos que en la iconografía medieval de la Iglesia Ortodoxa, San Juan Bautista, el precursor de Cristo, es representado con alas. El que "abre el camino" designa esta Vía del sacrificio que es la de los afràd, doctrina secreta que se manifiesta en la kenosis divina de la Encarnación -el acto absoluto del Amor por el que Dios se despoja, se vacía de poder, porque él quiere parecerse a su criatura, acercarse a él y salvarle: "Él, de condición divina, no retuvo celoso el rango que le igualaba a Dios, sino que él mismo se anonadó a sí mismo tornando la condición de esclavo y volviéndose similar a los hombres" (Filipenses, II, 6-7).
El personaje de san Juan Bautista - del que es conocida la veneración que le tenían los caballeros templarios, así como la tenían a la Virgen María- enlaza con la figura del precursor y puede asimilarse al del profeta Elías. En efecto, al inicio del evangelio de Lucas, el arcángel Gabriel anuncia a Zacarías el nacimiento de Juan Bautista, le predice que su hijo "unirá el corazón de los padres al corazón de los niños". Sin embargo esta expresión se encuentra igualmente al final del Antiguo Testamento en un versículo de Malaquías: "He aquí que yo os enviaré a Elías el profeta, antes de que llegue el día terrible del Señor. Y él unirá el corazón de los padres al de los niños".
Esta identificación es muy destacable, sobre todo porque se sabe que Elías, bajo la forma musulmana de Ilyas, es a menudo vista como otro nombre de Al-Khadir.
¿Encontraremos por aquí la figura enigmática del "Baphomet"? De forma circunstancial, John Charpentier había ya sugerido que Baphomet podría ser una contracción de "Bap (tiste)" y "(Ma) homet". Este comentario es más serio de lo que parece aunque sólo fuera porque reconoce de manera implícita la transmisión por la vía islámica de una tradición hermética y su incorporación en el esoterismo cristiano.
Ahora bien, hablando en serio, lo que debiera interesarnos desde el punto de vista iniciático más que la hermenéusis sobre las letras en sí no es otra cosa que, entre todas las grafías de siete letras (Bafomet, Bofumet, Baphomet), nuestro "Baphomet" tiene ocho letras.
Recordaremos, al respecto, el versículo de la sura de los últimos tiempos: "Ellos eran siete, su perro era el octavo". En "Baphomet" está en cierto modo la "H", la octava letra del alfabeto que representa el perro. Así que la elección gráfica del "phi" griego sería de orden iniciático.
Fulcanelli ha mostrado el valor simbólico de la letra "H" en el lenguaje de ciertas corporaciones hermético-místicas. Recordemos su evocación del artesonado del maravilloso techo de Dampierre-sur-Bontonne, en Charente-Maritime, donde él ve una corona trinitaria por encima de una gran "H" rodeada por una filacteria que dice: "In Te Omnis Dominata recumbit", que traduce como "En ti reposa toda Potencia", y, por otro lado, el gran alquimista declara en el estudio que le consagra a dicho artesonado: "La letra H, o al menos el carácter gráfico que la representa, había sido escogida por los Filósofos para designar el Espíritu, alma universal de las cosas".
Según Eugèn Canseliet se puede ver la representación más segura del Baphomet en la ilustración de la portada del libro Todas las Obras del filósofo anónimo Filaleto: "El mercure-mercurius-mercurio está de pie sobre la esfera y cubre su cabeza con una corona que está sobre el signo metálico-astrológico que designa simultáneamente el planeta y al mercurio, que tiene las alas desplegadas y los brazos horizontalmente extendidos".
El valor criptográfico de una palabra se obtiene sumando el rango alfabético de cada una de sus letras en el sistema de la lengua utilizada. Lo que da, en francés, para el nombre de Baphomet, 80.
Si realizamos la comparación con la expresión hebrea "Roua´h Hakodesh", el Espíritu Santo, vemos que tiene un valor idéntico de 80. El equivalente árabe es "Er-Rûh", que algunos textos coránicos identifican con Jabril (Gabriel).
¿Podría, por tanto, Al-Khadir asimilarse al Baphomet? Podría recordarse al respecto las cuatro estatuas bafométicas encontradas no ha mucho, al inicio del siglo XIX, en el museo imperial de Viena, por el arqueólogo austríacos Hammer Purstall.
La más importante de las estatuas es un personaje en pie, vestido con traje faraónico. Porta barba y tiene cuernos encorvados encima de la cabeza, como un Hermes. Se remarca una inscripción, en caracteres árabes, sobre sus brazos colgantes. Porbst-Biraben y Maitrot de la Motte-Capron la descifraron así: "El Señor Kouïder (el que perturba)". Puesto que "Al" o "El" significa "señor" y el nombre Kouïder está muy próximo a Khadir...
Más, ¿por qué ha de ser Khadir "el que perturba"? Recordemos ahora las terribles palabras de Leon Bloy anunciando la venida del Paráclito: "Él es ciertamente el Enemigo, de tal modo idéntico a Lucifer que fue llamado Príncipe de las Tinieblas, que es poco menos que imposible distinguir en el éxtasis beatíficos, separarlos... Que el que pueda comprender, comprenda. La Madre de Cristo ha sido considerada la Esposa de este Desconocido al que la Iglesia teme, y es por esta razón por lo que la Virgen es prudentemente invocada bajo el nombre de Estrella de la Mañana y Vaso Espiritual".
Es de su más grande poder entre los hombre ("El-Shadda"i=345) con el que Dios se despoja para revestir su más extrema pobreza entre los hombres (Jesús), y el cuerpo de María es el lugar de este sacrificio.
Porque el poder de Dios reside en su Nombre -que es el Nombre (He Shem=345) y este es el Nombre del que se despoja. En tanto que Hijo del hombre, Jesús, como todo ser humano, está enlazado a su ángel personal que le protege y canaliza sobre él las más altas energías del Padre. El Ángel guardián de Jesús no es otro que el "Ángel del Señor" del escrito de Mateo (I,20), el que Lucas asimila a Gabriel y el que se revela bajo el nombre de "El-Shaddâi", el que el Islam llama Al-Khadir y que reconocen en Elías (Ilyas).
Sin duda es así como nos lo hace comprender las siguientes palabras del Sheik al-Akbar: "El Sello de los Santos bebe de la misma fuente donde bebe el Ángel que inspira al enviado de Dios. Si tú comprendes lo que estoy aludiendo es que has alcanzado la ciencia totalmente eficaz".
Hay un hadiz donde el profeta habla del "Pájaro Verde" cuyo buche es como un abrigo del otro mundo, un refugio a los espíritus de los "testigos de la Verdad". El buche del Pájaro Verde es esta tierra de la que Al-Khadir es el rey, la tierra de Var que conserva la simiente de los cuerpos de resurrección, el Agua de la Vida. Y la "Ciencia plenamente eficaz" de la que habla Ibn Arabi es la ciencia de la formación y de la eclosión de los cuerpos de resurrección, la ciencia de los afrâd, porque la formación del cuerpo de resurrección es un don del Ángel y el nacimiento del "cuerpo de resurrección" es un don de María.