jueves, 3 de diciembre de 2009

Simón el Mago, gran rival de Cristo

¡Pobre Simón el Mago! Contemporáneo de Cristo, sin duda fue su más poderoso rival. ¿No lo convirtió la literatura cristiana de los primeros siglos en una especie de monstruo anticristo, de fundador histórico de la gnosis de nombre mentiroso según la expresión de Ireneo de Lyon?

Simón el Mago

Simón se diferencia netamente de los otros pseudomesías de la época. Hoy se sabe, sobre todo a través de sus detractores, que Simón el Mago fue el "padre de la gnosis". Se le debe la elaboración de uno de los primeros sistemas gnósticos. En "Les Gnostiques", Madeleine Scopello define claramente la gnosis como "un don divino reservado a unos elegidos, que les permite unirse a Dios o, más aun, reintegrarlo" Simón defiende a menudo la tesis según la cual existe detrás del Dios creador otro Dios oculto, que se asemeja a la Deidad de la que habla el Maestro Eckhart. Por eso polemizó larga y violentamente con los primeros cristianos, sobre todo con Pedro.

El otro rasgo distintivo de Simón es su carácter de mago. Al igual que Jesús, obra numerosos milagros públicos y maravilla a las masas. También es capaz de mostrarse aterrador. Sus prodigios causan miedo: entra en las ciudades rodeado de espectros, hace caminar a las estatuas, etc. Desgraciadamente, la mayoría de las fuentes sobre este Mesías herético proceden de sus adversarios cristianos. Por consiguiente, resulta muy difícil distinguir la verdad de la leyenda, ya que autores como Ireneo de Lyon o Clemente de Alejandría lo presentan siempre como un ser pérfido deshonesto y, forzosamente, peligroso.

He aquí en cualquier caso un posible resumen de la vida alucinante de Simón el Mago.
Nuestro hombre nace en Gitta, en Samaria, aproximadamente en la misma época que Cristo. Es samaritano. Pertenece, pues, a una entidad religiosa muy concreta que todavía hoy sobrevive en Israel. La doctrina samaritana se asemeja muchísimo al judaísmo. Incluso puede ser considerada una rama disidente, aun cuando los samaritanos se refieren estrictamente al Pentateuco. Se trata de un puro monoteísmo, desprovisto de toda influencia gnóstica.

En tales condiciones, Simón no puede ser considerado en absoluto el Mesías esperado por los samaritanos, el Taheb. No se sitúa en la ortodoxia samaritana. Nuestro hombre descubre en seguida en sí mismo una naturaleza divina. Se declara el verdadero Cristo y acaba por considerarse la emanación directa de Dios en la tierra.

Predicador itinerante, recorre el mundo mediterráneo en compañía de una soberbia prostituta llamada Helena, a la que ha comprado en un burdel de Alejandría. Para sus discípulos, ¡Helena es la encarnación del pensamiento divino! Allí por donde pasa, Simón obra los milagros más asombrosos. En sus Homilías, donde la emprende violentamente contra "el herético", Clemente de Alejandría cita el curioso testimonio de un tal Aquila. "Simón hace caminar a las estatuas; se revuelca sobre el fuego sin quemarse; a veces incluso vuela; convierte las piedras en pan; se metamorfosea en serpiente o en cabra y aparece con dos caras; se transforma en oro; abre puertas cerradas con llave; rompe el hierro; en los festines, hace aparecer fantasmas dotados de las formas más diversas; obedeciendo sus ordenes, los muebles de una casa se presentan por si solos para el servicio, sin que se pueda ver quien los pone en movimiento". Clemente expresa evidentemente su asombro ante semejante relato, y añade: "Pero Aquila y Niceto me aseguraron haber visto con sus propios ojos muchísimos prodigios de esta clase".

Aquí nos encontramos ante uno de los mayores misterios del mesianismo. A lo largo de la historia se ve a presuntos Mesías obrar milagros públicos. Tomemos el caso de Simón. La autenticidad de los prodigios se encuentra avalada por dos de sus feroces adversarios cristianos: Niceto y Aquila. ¡Dos discípulos de Cristo reconocen que aquel al que tienen por un impostor realiza a veces los mismos milagros que su Dios! Es realmente extraño.

En realidad, Clemente y los demás cristianos no niegan los prodigios de Simón, sino que los atribuyen a la magia e insisten constantemente en su aspecto negativo. Es preciso decir que el mago samaritano adopta en ocasiones aspecto de brujo, tal como atestigua Berenice, hija de la cananea Justa, que reside en Tiro, en Fenicia: "Pero escuchad ahora los otros hechos que conciernen al propio Simón y que tal vez ignoráis. Todos los días hace que aparezcan en plena plaza pública espectros y fantasmas, llenando así de estupor a toda la ciudad. A su paso, las estatuas se ponen en movimiento. Va precedido de una multitud de sombras que según él son almas de muertos. Varios hombres se esforzaron en convencerlo de impostura, pero él logró atraerlos en su favor.

Luego, algún tiempo después, con el pretexto de ofrecerles un festín, inmoló un buey y, habiéndolos recibido en su mesa, los castigó con diversas enfermedades y los entregó a unos demonios. En resumen, causando daño a muchas personas, se hace pasar un Dios. Y no solo es temido; también es colmado de honores".

En la historia de Berenice seguramente hay una parte de propaganda y de exageración. Pero, pese a todo, la duda puede subsistir: ¿Seduce Simón a los pueblos o los aterroriza? Un día afirma poder crear con sus manos un ser vivo, a semejanza del Creador. Le bastaría poseer el alma de un niño. ¡Más bien inquietante! No obstante, el sombrío mago no ha abandonado la luz. Ha mantenido una larga polémica con los cristianos. Incluso un día solicita incorporarse a las filas de Cristo. Pero, según los Hechos de los Apóstoles (8, 9-25), Simón trata de sobornar a Pedro para obtener el poder de imponer las manos. Esta indignidad se hizo célebre. Incluso se incorporo al lenguaje corriente de la teología con el nombre de "simonía". Realmente, para la Iglesia católica Simón es el adversario, un autentico Anticristo

Su muerte continua siendo un enigma, al igual que su vida, que constantemente va entre mito y realidad. Nos han llegado dos contradictorias. Según la primera, Simón habría muerto en Roma durante una violenta discusión con el apóstol Pedro. Le habría asegurado a este ser capaz de volar por los aires. Para demostrar sus palabras, este efectivamente lo habría hecho. Pero, al implorarle Pedro de inmediato al Señor, Simón se habría estrellado ante los ojos de la multitud.

La segunda es todavía más simbólica. Durante un debate con los apóstoles (¡otra vez!), Simón habría afirmado que, si se le enterraba vivo, resucitaría al cabo de tres días, a semejanza de su rival Jesús. Pero el excesivamente presuntuoso mago habría sucumbido en su tumba bajo tierra.

Cualquiera que sea el fin real de Simón el Mago, no es en absoluto comparable a la muerte "mediática" que le hizo sufrir la Iglesia en sus primeros días. Este rival de Cristo no cuenta en la actualidad con ningún discípulo. De sus tesis, no nos quedan más que exposiciones hostiles.

De este modo paga, desde hace dos mil años, su concepción herética del mundo, según la cual "aquel que viene de Dios es Dios"

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