El título original Al Azif. Azif es una palabra árabe que designa un ruido nocturno (producido por insectos) que se supone que es el aullido de los demonios.
Fue escrito por Abdul Alhazred, un poeta loco de Sanaá, en Yemen, que se dice que vivió durante el periodo de los califas omeyas, alrededor del 700 A. D. Visito las ruinas de Babilonia y los subterráneos secretos de Menfis y paso diez años solo en el gran desierto del sur de Arabia - el Roba el Khaliyeh o el "Espacio Vació" de los antiguos- el desierto de "Dahna" o "Crimson" de los árabes modernos, del que se dice que está habitado por espíritus "protectores" malignos y monstruos de la muerte. Sobre este desierto cuentan extraños y maravillosos milagros aquellos que pretenden haberse internado en el. En sus últimos años Alhazred vivió en Damasco, donde escribió el Necronomicon (Al Azif) y donde se cuentan terribles historias sobre su muerte o desaparición definitiva en el 738 A. D. Dice Ebn Khallikan (biógrafo del siglo XII) que fue capturado y devorado por un monstruo invisible a plena luz del día delante de un gran número de testigos paralizados de temor. Se cuentan muchas cosas de su locura. Decía que había visto la fabulosa Irem, Ciudad de los Pilares, y que había encontrado, debajo de las ruinas de un pueblo sin nombre del desierto los sorprendentes anales y secretos de una raza más antigua que la humanidad. Era un musulmán no practicante, adorando a entidades desconocidas a las que llamaba Yog-Sothoth y Cthulhu.
Sobre el año 950 A. D., el Azif, que había conseguido una considerable circulación clandestina entre los filósofos de la época, fue traducido en secreto al griego por Theodorus Philetas de Constantinopla bajo el titulo de Necronomicon. Durante un siglo inspiro algunos experimentos y hechos terribles, hasta que fue prohibido y quemado por el patriarca Miguel. Desde esto solo se oye hablar de él de forma furtiva, pero más adelante en la Edad Media (1228) Olaus Wormius escribe una traducción latina, y ese texto latino fue impreso dos veces - una en el siglo quince en tipografía gótica (evidentemente en Alemania) y otra vez el siglo XVII (probablemente en España), ambas ediciones carecen de marcas identificativas y se pueden localizar tanto en el espacio como en el tiempo solo mediante pruebas tipográficas. Ambos trabajos, latino y griego, fueron prohibidos por el papa Gregorio IX, poco después de la traducción latina, que llamo su atención. El original árabe se perdió en tiempos de Wormius, como indica en su prefacio, y no hay ninguna pista de la copia griega - que fue impresa en Italia entre 1500 y 1550- desde la quema de la biblioteca de cierto hombre de Salem en 1692. Una traducción al inglés del Dr. Dee no se imprimió nunca, y solo existe en fragmentos manuscritos recuperados del original. Del texto latino existe actualmente una copia (del siglo XV) que se sabe que está guardado en el British Museum bajo llave, y otra (del siglo XVII) en la Bibiotheque Nationale de Paris. Hay una edición del siglo XVII en la Biblioteca Widener, en Harvard, y otra en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic en Arkham. Además de en la biblioteca de la universidad de Buenos Aires. Probablemente existan en secreto numerosas copias, y se rumorea de forma persistente que una edición del siglo XV puede formar parte de la colección de un famoso millonario americano. Un rumor vago concede la conservación de una edición griega del siglo XVI por la familia Pickman, de Salem, pero si realmente la conservaron se desvaneció con el artista R.U. Pickman, desaparecido en 1926. El libro está prohibido por las autoridades de la mayoría de los países y por todas las ramas de organizaciones eclesiásticas. La lectura acarrea consecuencias terribles. Fue de rumores sobre este libro (que conocen relativamente poca gente del público general) de donde se dice que R.W. Chambers saco la idea de su novela temprana El rey en Amarillo.
Howard Philips Lovecraft realizó a lo largo de distintas novelas referencias a un libro que según relataba contenía fórmulas mágicas para la invocación de demonios, además de dejar entrever un conocimiento particular de la relación espacio-tiempo. Muchos lectores trataron entonces tratar de localizar una copia impresa de aquel misterioso libro, pero sus resultados fueron infructuosos. Lovecraft sin embargo ofrecía poco a poco más detalles sobre aquella obra. Así afirmaba que la biblioteca Widener de la Universidad de Harvard atesoraba dentro de una caja fuerte una de las cuatro copias disponibles, puesto que el original fue destruido. Aquel libro fue escrito por el poeta Abdul Al-Hazred durante el siglo VIII. A mediados del siglo X, la obra fue traducida al griego por Theodorus Philetas con el título de Necronomicón, trabajo que realizó en el más absoluto de los secretos, pero que no evitó que el patriarca Miguel tratase de destruir todas las copias sin conseguirlo. En 1228, Olaus Wormius tradujo la obra al latín. A pesar de la persecución, según Lovecraft se realizaron distintas impresiones en España y Alemania durante el siglo XVII. Hoy, además de la copia de la Universidad de Harvard, quedan algunos fragmentos dispersos en Simancas, y tres ejemplares completos más, una copia del siglo XV que está en la Biblioteca Nacional de París, otra en la Universidad de Miskatonic en Arkham (EEUU) y otra en la Universidad de Buenos Aires.
Sin embargo, Libro de los Nombres Muertos, Necronomicón o Al Azif, uno de los libros más temidos, perseguidos y buscados durante toda la Historia, no existe. Pero sobrevive en la Red, distintos sitios web están dedicados a aquel libro que sacado de la mente de un autor creó una auténtica leyenda que abocaba a distintos investigadores a suplicar el acceso a aquel texto en las universidades en las que se supone se custodiaba. Curiosamente la Universidad de Miskatonic no existe en la realidad, pero sí dispone de página web propia (o varias).
En cualquier caso, la leyenda en torno a este libro no nos debe de sorprender, ya que no se trata de un hecho aislado. Muchos son los libros que citados por distintos autores que no existen ni existieron (Como Los Protocolos de los Sabios de Sión), aunque tampoco hay que ir a la rama ocultista para encontrar enigmas de este tipo como es el caso del Segundo Libro de Poética de Aristóteles de El nombre de la rosa.
Como una curiosidad más, en la Universidad de California se descubrió en el Archivo de la Biblioteca General una ficha muy bien elaborada sobre un ejemplar del Necronomicón. ¿Un bibliotecario gracioso?
Como una curiosidad más, en la Universidad de California se descubrió en el Archivo de la Biblioteca General una ficha muy bien elaborada sobre un ejemplar del Necronomicón. ¿Un bibliotecario gracioso? ¿O un poquito freak?
Howard Phillips Lovecraft mencionó por vez primera al Necronomicon en el año 1922. La posibilidad de la existencia de lo que se presentaba como auténtica guía al feudo de los muertos suscitó de inmediato un inmenso interés en todo el mundo. Los libreros se vieron asediados por montones de pedidos, mientras que los anticuarios se lanzaron a la búsqueda febril de la misteriosa obra.
A partir de entonces se generó una viva controversia entre los partidarios de S.T. Joshi, de la Miskatonic University, en cuya opinión el Necronomicon no existió jamás. Atribuyendo la obra a Lovecraft mismo, y aquellos estudiosos de los conocimientos ocultos que estaban convencidos de la autenticidad del libro de los nombres muertos.
En un texto publicado en 1938 por Wilson H. Shepherd en The Rebel Press, Oakman (Alabama), H.P. Lovecraft resume la historia del Necronomicon. Puntualiza allí que el título original era Al Azif, siendo Azif el término utilizado por los árabes para designar el rumor nocturno producido por los insectos y que se suponía era el murmullo de los demonios. La obra fue compuesta por Abdul al-Hazred, un poeta loco de Sana, en el Yemen, que habría vivido en la época de los Omeyas, hacia al año 700 Este poeta visitó las ruinas de Babilonia y los subterráneos secretos de Menfis, y pasó diez años en la soledad del gran desierto que cubre el sur de Arabia, el Rub al Khali o «espacio vacío» de los antiguos y el Dahna o «desierto escarlata» de los árabes modernos. Se dice que este desierto está habitado por espíritus que protegen el mal y por monstruos de muerte. Las personas que dicen haber penetrado en él cuentan que se producen allí cosas extrañas y sobrenaturales. Durante los últimos años de su vida, al-Hazred vivió en Damasco, en donde escribió el Necronomicon, y en donde circularon rumores terribles y contradictorios concernientes a su muerte o a su desaparición, en el año 738. Su biógrafo del siglo XII, Ibn-Khallikan, cuenta que fue asido en pleno día por un monstruo invisible y devorado de forma horrible ante un gran número de testigos aterrados por el miedo. Se cuentan también muchas cosas de su locura. Pretendía haber visto a la famosa Irem, la ciudad de los pilares, y haber hallado bajo las ruinas de cierta ciudad situada en el desierto los anales y los secretos de una raza más antigua que la humanidad. Fue un musulmán poco devoto, adorando entidades desconocidas que llamaban Yog-Sothoth y Cthulhu. En el año 950, el Azif, que había circulado secretamente entre los filósofos contemporáneos, fue traducido al griego por Theodorus Philetas, bajo el título de Necronomicon. Durante un siglo se sucedieron a raíz de este libro una serie de terribles experiencias, por lo que el libro fue prohibido y quemado por el patriarca Miguel. Después ya no se volvió a hablar más que esporádicamente del Necronomicon hasta que en 1228 Olaus Wormius hiciera una traducción latina del mismo, que fue impresa en dos ocasiones, una en el siglo XV, en letras negras, y la otra en el siglo XVII. Ambas ediciones están desprovistas de cualquier mención particular y únicamente puede especularse con la fecha y el lugar de su impresión a partir de su tipografía. La obra, tanto en su versión griega como en la latina, fue prohibida por el papa Gregorio IX en 1232, poco después de ser traducida al latín. La edición árabe original se perdió en la época de Wormius. Hay una vaga alusión a cierta copia secreta localizada en San Francisco a principios de siglo, pero que habría desaparecido con ocasión del gran incendio de 1906. No queda ningún vestigio tampoco de la versión griega, impresa en Italia entre 1500 y 1550, tras el incendio de la biblioteca de un habitante de Salem en 1692. Habría igualmente una traducción preparada por el Dr. Dee, que jamás fue impresa y cuyos fragmentos procederían del manuscrito original. De los textos latinos que aún quedan, uno – del siglo XV – estaría encerrado en el British Museum y el otro – del siglo XVII – en la Bibliothèque Nationale de París. Un ejemplar del siglo XVII se halla en la biblioteca Widener en Harvard y otro en la biblioteca de la universidad Miskatonic en Arkham, en Massachusetts.
Existe otro igualmente en la biblioteca de la universidad de Buenos Aires. Existen probablemente numerosos ejemplares secretos más, y un rumor insistente asegura que un ejemplar del siglo XV forma parte de la colección de un célebre multimillonario americano. Otro rumor menos consistente asegura que un ejemplar del siglo XVI en versión griega está en poder de la familia Pickman de Salem. Pero este ejemplar habría desaparecido con el artista R.U. Pickman, en 1926.
Esta es la historia que nos cuenta Lovecraft del Necronomicon.
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