Allá por el siglo VI a.C. los antiguos celtas del norte de Europa celebraban el Samhein (o La Samon) cada 31 de octubre, al anochecer. El ‘Samheim’ simbolizaba para los celtíberos un nexo de unión entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Pensaban que los malos espíritus habitaban debajo de la tierra. Por este motivo tapaban pozos y cuevas, y los druidas invocaban el poder de la naturaleza, sobre todo el de tres árboles: el ciprés, el laurel y el pino, que simbolizaban la inmortalidad y el triunfo. De esta manera, pretendían evitar que los malos espíritus cruzaran la barrera que separaba los dos mundos, el día del ‘Samheim’. Los poblados celtíberos se quedaban sin luz y todos sus guerreros lo rodeaban con antorchas de fuego para impedir que los espíritus no deseados llegaran a las casas.
Lo que también preocupaba a los celtas era que esos fantasmas entraran en sus propios cuerpos. Para evitarlo -al igual que ocurre en otras tradiciones- recurrían a las pinturas. Como a través del ojo izquierdo se veían cosas terribles, esta zona de la cara se pintaba de color negro en el caso de los hombres, blanco en el de las mujeres y verde en el de los druidas. La otra parte del rostro se dejaba sin pintar porque con el ojo derecho se apreciaban cosas hermosas, como los espíritus de seres queridos. Finalmente, algunos druidas ofrecían macabros sacrificios humanos para así aplacar a los demonios.
Ya cristianizados los celtas, el ‘Samhein’ se convirtió en superstición, y la Iglesia Católica acabaría convirtiendo esta fiesta pagana en el Día de Todos los Santos. Esa fecha se convirtió en sinónimo de miedo a la muerte y los fantasmas. Inmigrantes irlandeses (católicos) trajeron esta superstición a América, donde pasaría a ser conocida como “Halloween”, corrupción derivada de la frase “All Hallow’s Eve”, que en inglés moderno significa “All Hallows Eve”, o sea “Víspera de Todos los Santos”.
El símbolo del Halloween fue una calabaza conocida como “Jack-o-’Lantern”, derivado a su vez de “Jack of the Lantern”, o sea “Jack de la Linterna”; según la superstición irlandesa. Jack-o-’Lantern fue un malvado que no era admitido ni en el cielo ni en el infierno. Vagaba por los caminos portando una linterna primitiva hecha de un vegetal. La gente lo ahuyentaba poniendo una linterna similar en sus ventanas.
La costumbre del “Truco o trato”, trick or treat en inglés, debe su origen a la persecución de los protestantes contra los católicos en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII.
Como consecuencia de estas persecuciones, el rey protestante James I y su Parlamento fueron víctimas de un intento de atentado; pero el plan fue truncado cuando Guy Fawkes, uno de los conspiradores, posteriormente ejecutado, habló bajo la presión de los verdugos y traicionó a sus compañeros.
El hecho dio lugar a una fiesta de carácter burlesco, en que pandillas de luteranos que protegían su identidad bajo máscaras lúgubres, celebraban la fecha del descubrimiento de la traición visitando los hogares católicos y exigiendo a sus acobardados moradores cerveza y pasteles. La amenaza, se hizo popular muy pronto: “Trick or Treat”. De esta manera el “Día de Guy Fawkes” llegó a América con los primeros colonos, se trasladó al 31 de octubre y se unió a la fiesta de Halloween.
Las fiestas de disfraces aluden a la superstición de los pueblos celtas, que se disfrazaban de monstruos para pasar desapercibidos ante los seres malignos sueltos la noche de ‘Samhein’. ¿Por qué creían en estos seres malignos? La cosa tiene su qué, pues desde muy antiguo se pensaba que los signos de putrefacción en el cadáver de un muerto -cuando comienza la descomposición de la carne, después de la autólisis-, se debían a los devoradores de cadáveres, los demonios que merodeaban las tumbas en busca de carne de fallecidos.
Si los devoradores de cadáveres aparecían la noche de Halloween, el día en que los demonios y las almas de los muertos salían de tus tumbas, los aldeanos se vestían imitando, de la mejor manera posible, la apariencia de los devoradores de muertos, para no ser confundidos con una potencial comida. Poco a poco se fue convirtiendo en una práctica más extendida, y la gente fue disfrazándose desde devoradores de cadáveres a fantasmas, brujas y vampiros. Hoy en día, con la globalización de por medio, esta práctica norteamericana se ha extendido a Europa, sin que la gente tenga la más mínima idea o conciencia de la razón por la que se están disfrazando y el sentido de este ritual.
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