Desde los tiempos más remotos, el hombre en su intento de unirse a la Divinidad, siempre ha contemplado, en ésta, su aspecto femenino, como una parte imprescindible dentro de su expresión religiosa. La Divina Madre, en sus diferentes aspectos de manifestación, es el objeto de nuestro estudio, aclarando sus variantes como derivación de nuestro propio Ser interior. Antes de Babilonia, los Sumerios ya honraban a Virgo, esta constelación se hallaba en el cenit de la Vía Láctea, representando a la reina del cielo, a la Divina Madre de todo el universo. Se representaba en forma de mujer con una espiga de trigo en las manos, lo cual coincide con la estrella más brillante de esta constelación; Spica o Espiga. En el cristianismo también podemos ver a las divinidades femeninas de todas las culturas, representadas en una sola: La Magna Mater. Es curioso ver la representación de la Virgen María y El Niño, ocupando el lugar destinado al signo de Virgo en un zodiaco existente en la catedral de Notre Dame, en París; o a María con una espiga, representando a la lshtar Babilónica. En la catedral de Hildesnein (Alemania).También cabe destacar las celebraciones del nacimiento y muerte de la Virgen (8 de septiembre y 15 de Agosto) coincidiendo con el ocaso y amanecer de la estrella Spica (espiga). La humilde y desconocida mujer hebrea María, madre del adorable Salvador Jesús (El Cristo), recibió los mismos atributos Cósmicos de la Diosa lsis, Juno, Demeter, Ceres, Vesta, Maia, Adonia, lnsoberta, Rea, Cibeles, Tonantzin, etc. Todas estas Deidades femeninas representan siempre a la Divina Madre, el eterno femenino Cósmico. Si investigamos, en todas las religiones permanece inmutable el elemento Dios-Madre, el eterno femenino en sus diferentes expresiones religiosas, como la Virgen María entre los cristianos, lsis para los Egipcios, Diana y Artemisa en Grecia y Roma, Tonantzin entre los Aztecas, y otras acepciones como Sophía, Parvati, Cibeles, Rea, etc... Lo que nunca se especificó claramente, y es lo que hoy en día genera tanta confusión al intentar estudiar y comprender todas estas expresiones de la Divinidad en su aspecto femenino, es la variante de Esta como parte de nuestro Ser interior, el aspecto individual humano de lsis o La Divina Madre. Las causas, hemos de buscarlas en los diferentes círculos esotéricos en que se desarrollaban todas las religiones y que sólo en secreto se comunicaba a los Iniciados. No solamente tenemos una madre física, la que nos trajo al mundo, nos alimentó, etc... sino una Madre Interna que es el aspecto femenino de Dios en nosotros. En muchas culturas, la serpiente representa, también, a la Divina Madre. En un antiguo ritual Egipcio, lsis dice: «Yo soy la serpiente que da la sabiduría... Yo soy la Cobra Sagrada de los grandes misterios». Los indostanes dicen que Devi Kundalini es la serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes, encontrándose enroscada tres veces y media dentro del chakra coxígeo Muladhara, de la anatomía oculta. El Kundalini, cuando despierta, asciende por el canal medular y visto clarividentemente, es semejante a una culebra ígnea. Entre los antiguos gnósticos, los Nahasenios eran adoradores de la serpiente. Los Druidas de la región Celta de Britania, se llamaban a sí mismos serpientes. Entre los egipcios, Karnac es el símbolo viviente del monte de la serpiente. También los Mayas y Aztecas rendían culto a la serpiente, y conocían la sabiduría serpentina y en sus recintos sagrados siempre aparece este símbolo. El Kundalini en su ascensión por el canal medular activa y desarrolla los chakras, sentidos ultra-sensibles adormecidos en el ser humano, y pone en funcionamiento facultades latentes del Alma, como son: La clarividencia, la clariaudiencia, la telepatía, etc. Los Nagas del Budismo Esotérico, son hombres que han sido devorados por el poder de la serpiente, es decir, los que han desarrollado el Kundalini. La serpiente es, por tanto, un símbolo esotérico de sabiduría y conocimiento oculto. La Divina Madre Kundalini puede manifestarse en 5 aspectos: La lnmanifestada Kundalini, es el aspecto más difícil de comprender puesto que no tiene forma, es el espacio infinito, sin límite. En un ritual egipcio, Osiris dice: «Oh Nut, inconfundida, inacabable luz de los cielos, que los hombres no hablen de ti dentro de la forma, sino que te sientan como inconsútil y alada y diluida en todo lo existente. No permitas que se hable de ti como cosa tangible, porque tu eres la perpetua y continua luz que nunca se apaga». Nueve meses permanece el feto entre el claustro materno; nueve edades permaneció la humanidad entre el vientre de la Madre Cósmica. La lnmanifestada, Nerske entre los Griegos, no tiene simbolismo, ella es la Prakriti lndostánica, La Diosa Shutet, La Madre Cósmica que mora en el océano de la luz increada, que es lo que ha sido y será. Los sabios indostanes citan en todos sus libros sagrados a la Prakriti, sustancia de donde devienen, por sucesivas condensaciones, los doce hidrógenos básicos que sirven de cimientos a los siete Cosmos, (las diferentes ordenes de mundos). Cada uno de ellos de distinto grado de materialización y controlado por diferente número de leyes. La Manifestada Isis, Sophia, Parvati, Tonantzin, Cibeles, María... En todas las culturas y civilizaciones, siempre se le ha rendido culto al eterno femenino. En la mitología griega encontramos a Artemisa, que era la casta Diana entre los Romanos; Diosa de los bosques y de la cacería en la tierra, tiene un séquito de sesenta ninfas llamadas Oceanas y otras veinte; llamadas Asías. Se la representa con túnica corta, recogida por un lado, llevando arcos y flechas, con la media luna sobre la frente y perros de caza a su alrededor. El templo más célebre que se erigió en su honor fue el de Éfeso, cuya construcción duró 220 años. Afrodita, entre los griegos; Venus, entre los romanos, era la diosa del amor, la belleza, la dulzura y la alegría femenina. Cuenta la leyenda que nació del mar y llegó a la costa de Chipre recostada sobre el suavísimo e irisado nácar de una concha marina que le servía de lecho y nave. Hestia o Vesta, que según Hesiodo tenía un trono en el centro del Cosmos, representaban el fuego central de la tierra y la tierra misma. Demeter o Ceres fue la diosa más adorada, su nombre significa Madre Tierra, se le pedía en la época de la simiente o de la siega (nacimiento y muerte). En Egipto, lsis era la diosa de los cazadores de la región de Buto. Sin el 211 aspecto de la Divina Madre es más que imposible la manifestación del prana, de la electricidad, de la fuerza magnética, de la cohesión molecular y de la gravitación cósmica. Sin ella es imposible avanzar en el camino espiritual, ella es la encarnación de la misericordia y el auxilio Divinal, ella ruega por nosotros para que no caigamos en la senda del mal, pero el hijo ingrato se olvida de su madre y cae en el error. La Divina Madre tiene el poder de hacerse visible y tangible en el mundo físico cuando así lo quiere y tomar la forma que desee, según la circunstancia y la enseñanza que quiera dar. Cuentan que Venus (Afrodita) descendió de las altas cumbres y se disfrazó de cazadora, para visitar a su hijo Eneas, con el sano propósito de orientarle. Ella también, es la que nos lleva al Padre. En la Odisea, Telémaco va en busca de su padre, en medio de la oscuridad, y camina el joven guiado por la luz de la Luna. En la mitología egipcia está escrito lo siguiente: «Yo lsis, conozco la ciencia del camino, acompaño a mi hijo en el vía crucis, y si él es fiel, podré conducirlo hasta el Dios Tum». En nuestra vida familiar ocurre algo similar; cuando el hijo quiere conseguir algo del padre, primero convence a la madre, para que ésta interceda por él ante el padre. El tercer aspecto de la Divina Madre es Hécate, Proserpina, Coatlicue, la diosa Azteca de la muerte. Ella es la única que nos libera del dolor y de la amargura, al desintegrar con su poder ígneo todos los defectos psicológicos que condicionan nuestra psiquis. La Madre Muerte, nos muestra nuestro estado interior, nuestro mundo psicológico. Para que podamos auto conocernos y de esta manera producir un cambio radical, profundo, en nuestras vidas. Cuando se le pide, provoca un fuerte gimnasio psicológico en nuestro ambiente familiar, laboral, social, etc. Por ello debemos permanecer alertas y vigilantes para autodescubrirnos (descubrir nuestros hábitos, nuestra conducta, nuestros pensamientos y emociones, etc.), y luego reflexionar en todos los eventos. Coatlicue, la serpiente tentadora del Edén como también se le ha querido representar, nos devora (elimina el yo, los agregados o defectos psicológicos), con el propósito de liberar a la conciencia, al Alma. Con el Alma emancipada termina el dolor y el sufrimiento. La Madre Natura es el cuarto aspecto de la Divina Madre, ella ha creado toda la naturaleza y ha tomado la forma de esta. En las antiguas culturas el hombre vivía dentro del seno de la Madre Natura y en los organismos humanos resonaban potentemente los poderes internos que la naturaleza les había ciado. Hoy en día el cuerpo humano está completamente desadaptado a la naturaleza y esos poderes innatos se han ido atrofiando. No valoramos el organismo físico que la Madre Natura nos ha dado con gran esfuerzo: Cada día es más alto el índice de suicidios; se consumen drogas, los alimentos cada vez son menos naturales; trasnochamos, escuchamos música estridente; somos, en algunos casos, tremendamente sedentarios y perezosos, y en otros machacamos el cuerpo a base de trabajo excesivo o deporte abusivo. Tenemos que sentir un profundo respecto por toda la naturaleza, y ver en toda criatura una creación de la Madre Natura. La Maga Elemental, es el quinto aspecto de la Divina Madre, es la que originó nuestros instintos, nuestros impulsos vitales. Los elementales de los reinos de la naturaleza (es decir, el Alma de los vegetales, de los animales y de los minerales), encierran todos los poderes de la Maga Elemental. La auténtica magia es la ciencia misteriosa que nos permite controlar las fuerzas sutiles de la naturaleza. El amor es el ingrediente íntimo de la magia. La palabra magia deriva de la raíz aria: Mab (En persa, Maga; en sánscrito, Mahas; en latín, Magis). Significa en general un sentido del saber más allá de lo normal, un conocimiento fuera de lo corriente. Este conocimiento es individual, intransmisible, es el resultado de la experimentación. Cuando uno sabe por propia experiencia de la existencia de los elementales y de la sabiduría que encierra, es cuando comienza a trabajar con este aspecto de la Divina Madre. Los elementales del fuego reciben el nombre de Salamandras; los Silfos y Sílfides son los elementales del aire; las Ondinas y Nereidas del agua y los Gnomos, de la tierra. Tanto las plantas, como los animales y los minerales, además de estar constituidos de materia y energía, tienen un principio inteligente o conciencia que es lo que se conoce por elementales. Cada átomo es un trío de materia, energía y conciencia. Los elementales son Almas inocentes, que se las puede utilizar tanto para bien, como para mal. En la antigüedad, el mago tenía control sobre los fenómenos naturales porque podía mandar y ordenar a los elementales. Nadie puede mandar a los elementales de la naturaleza si antes no hemos aprendido a gobernar a los elementales atómicos de nuestro propio cuerpo. Sólo mediante la ayuda de este quinto aspecto de nuestra Divina Madre, podemos dominar a nuestros elementales internos. Para concluir diremos que tenemos que aprender a dirigir, con sabiduría, los cinco aspectos de la Divina Madre, esa poderosa energía interior de signo femenino que cada ser humano tiene adormecida en su constitución oculta. Meditando en estos cinco aspectos y no olvidándonos nunca de nuestra Divina Madre podremos avanzar en el conocimiento, porque sólo ella es capaz de guiarnos hacia el auténtico conocimiento de la verdad. |
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