jueves, 28 de enero de 2010
¿Quién fue Preste Juan?
Origen del mito
Normalmente, cuando se trata de leyendas medievales, no se espera encontrar muchas fuentes históricas sobre ese tema. Éste no es el caso. Los referentes que hablan sobre la leyenda o existencia de Preste Juan van desde el siglo XII hasta finales del XV, o incluso principios del XVI. Se encuentran esparcidas por toda Europa, hasta Irán e incluso el Asia central.
Comprenden crónicas reales —especialmente de aquellos monarcas interesados en la cruzada—, crónicas de nobles —también relacionados con la cruzada—, crónicas y tratados de obispos y gente de iglesia, crónicas y relatos de viajeros, que incluyen cartas de cruzados a sus casas, informes oficiales de la Iglesia, etc. En general, fuentes relacionadas de un modo u otro con la idea de cruzada.
La leyenda
La leyenda en sí trata de un mítico rey cristiano, que gobernó sobre un pueblo cristiano, y que vivió en la zona de "las tres Indias", en alguno sitio al este de los antiguos estados latinos de Ultramar (cuando tenían Tierra Santa). Este rey, tarde o temprano, vendría desde Oriente para ayudar a los cruzados a recuperar Tierra Santa para la Cristiandad. Así podría aniquilar al poder musulmán en esa parte del mundo. Al menos eso era lo que se creía en la Europa medieval.
Por esa razón el Papa Alejandro III (1159 – 1181) envió una carta, en el año 1177, dirigida al ‘‘Apreciado hijo de Dios Juan, rey ilustre y magnífico en la India’’ (‘‘Carissimo in christo filio Iohanni, illustro et magnifico indorum regi’’). Esa era la creencia y esperanza de las gentes de la quinta cruzada (1217 - 1221). Por esa razón, San Luis envió al franciscano Longjumeau en un viaje hacia 0riente, hacia el pueblo de los ‘tártaros’ (en realidad mongoles, 1247) para tratar de descubrir alguna huella de ese Preste Juan.
La leyenda evoluciona
Parece que todo comenzó en 1145, con una nota en el libro del obispo de Freishing, Otto, ‘‘Historia duabus civitatibus’’ ("Historia de dos ciudades", libro VII, capítulo 33), que decía que Hugo, obispo de Jabala, le había contado la existencia de un tal Preste Juan. Era rey de unos cristianos, que vivían en Oriente, más allá de Persia y Armenia.
En su libro contaba que ese rey había iniciado una guerra contra el sultán de Persia pocos años antes y, tras haberle vencido, se dirigía hacia el Oeste para atacar a los estados musulmanes y ayudar a los cruzados. Sin embargo, ríos y montañas habían impedido su progreso y, tras perder a muchos hombres, se había visto forzado a regresar a su reino.
Otto también sabía que este rey era un cristiano nestoriano, que descendía de la raza de los Magi. Evidentemente esta historia no suponía que se esperara una ayuda inmediata para la segunda cruzada, que se estaba preparando en esos momentos y que Hugo trataba de animar, después de la caída de Edesa, que había estado en manos cruzadas (1141, Asia menor). Suponía una puerta a la esperanza. La idea de esa posible ayuda por parte de un rey cristiano desde el Oriente sobreviviría a sus creadores.
En 1220, durante el transcurso de la quinta cruzada, ya se creía que quien vendría no sería el propio Preste Juan, sino uno de sus nietos, heredero cristiano de su reino. La cruzada atravesaba por momentos difíciles en Damietta (Egipto). Al final, ni las tropas imperiales alemanes, ni el mítico sucesor de Preste Juan harían acto de presencia.
En busca de preste Juan
En 1246, Juan de Plano Carpini, enviado a los mongoles como embajador por el Papa Inocencio IV (gobernó entre 1243-1254), sostenía que Preste Juan era un rey cristiano en la Gran India. También decía que había conseguido derrotar a un importante ejército mongol, comandado por uno de los hijos de Gengis Kan. En ese tiempo el gran Kan (rey) era uno de los nietos del conquistador Gengis Kan.
En 1248, William of Reubruck, aparte de decir que al Oriente de los estados cruzados de Ultramar nadie conocía a Preste Juan, salvo unos cuantos nestorianos. También afirmaba, sin embargo, que Preste Juan era el rey y el pastor de un pueblo cristiano que vivía en el Oriente, en el tiempo de la conquista de Antioquía (Turquía, ca. 1100).
Cuando murió, sin herederos, su hermano Unc -que también era rey y pastor de otro pueblo de cristianos al este del de su hermano-, creció en poder. Sin embargo, Unc renegó de la fe cristiana. Poco después, se produjo una batalla entre Unc y Gengis Kan, en la que Unc murió. No obstante, una de sus hijas cristianas se casó con uno de los hijos de Gengis.
La visión de Marco Polo
En 1298, Marco Polo dictó su obra ''Libro de las cosas maravillosas'', basado en sus experiencias de viaje como comerciante por Asia y como embajador del gran kan (Kublai Kan, 1260-1294).
En este libro contaba que: ''en el principio, los tártaros [realmente, mongoles] no tenían un gran señor que los gobernara a todos, pero tenían que pagar un tributo a Preste Juan [llamado Uncan en su propia idioma, o Toghril por los mongoles], un rey cristiano nestoriano, hasta que la multitud de los tártaros hizo pensar a Preste Juan a llevar a cabo acciones punitivas contra ellos (...) en 1187, los tártaros, bajo el liderato de Gengis Kan se rebelaron (...) de tal manera que hubo una gran batalla contra Uncan [Preste Juan] en la que éste murió; con lo que todos sus territorios y vasallos pasaron a poder de Gengis Kan, quien desposó a sus herederos con los descendientes de Preste Juan, de tal manera que son éstos los que aún en día gobiernan sobre los tártaros y un montón de pueblos más.''
La realidad y la leyenda, ¿la cara amable de los Mongoles?
La historia narrada por Otto en 1145 parece estar basado en los acontecimientos que llevaron a la derrota del Sultán selyúcida Sanjar por los Karakitai en 1141. El kan de esta tribu mongola no era cristiano, pero sí contaba entre sus filas con muchos cristianos nestorianos.
Por otra parte, sí era verdad que había otras tribus mongolas que eran cristianos nestorianos, incluidos sus kanes, como los naimanos o los keraitos, principales aliados de Gengis Kan hasta que éste se enfrentó a ellos y los derrotó a principios del siglo XIII. Sin embargo, no los exterminaría sino que prefirió mezclarse con ellos, de tal manera que las mujeres keraitas, que eran todas cristianas nestorianas, se casaron con los descendientes de Gengis Kan.
Todo eso, junto la presencia de una considerable población cristiana nestoriana entre los mongoles, la influencia de las mujeres keraitas y la situación geográfica, hizo del Islam el principal enemigo de los mongoles. Así pasaron a convertirse en potenciales aliados de los cristianos
La esperanza cristiana era contactar con ese poder oriental, llamado Preste Juan, más o menos cristiano, para combatir al islam. Parte de esas esperanzas parecieron cumplirse cuando, en 1141, el sultán selyúcida había sido destruido. Especialmente, en 1218, cuando el principal sultanato islámico en Asia, Jorezm, quedó destruido bajo las hordas de Gengis Kan.
A esto, se añadirían los ataques mongoles sobre territorio islámico desde 1224, en adelante, hasta la caída de Bagdad (Iraq) en 1258. Sin embargo, para aquel entonces, los cristianos ya habían empezado a temer al poderío mongol.
En realidad, desde 1220, había motivos para estar preocupados. El reino cristiano de Georgia, así como un ejército búlgaro y otro ruso, habían sucumbido a manos de los mongoles. Sobre todo, desde 1237 hasta 1241, la cristiandad occidental había sufrido los devastadores ataques mongoles en Rusia, Polonia y Hungría.
Por lo tanto, en 1242 los mongoles, que hasta entonces se había considerado como las tropas de Preste Juan, pasaron a ser considerados como una amenaza inminente para la cristiandad.
No obstante, los poderes occidentales aún pensaban que debía existir un Preste Juan, o un descendiente suyo con el que tratar. Se enviaron emisarios tanto en su búsqueda como en la recopilación de más información sobre los mongoles. Hacia 1249, San Luis sabía que no había ningún Preste Juan con quien tratar.
Sin embargo, esperaba que los cristianos pudieran lograr algún tipo de pacto amistoso con los mongoles. De esta manera querían conseguir los puntos básicos que prometía la leyenda de Preste Juan: conseguir un aliado oriental que atacara desde el Este a las fuerzas islámicas mientras que los cristiano atacaran desde el Oeste para recuperar Jerusalén. Pero estos tratos corresponden a otra historia.
El éxito de la leyenda y su popularidad
Así que entre el corpus de las leyendas medievales la de Preste Juan contaba con muchas bases reales, incluso más de las que se podrían haber esperado sus originales impulsores en Occidente. Es verdad que había cristianos (nestorianos) en Asia.
Si no era verdad que su líder era cristiano, sí lo era que era el hijo adoptivo de un kan (rey) cristiano y que sus hijos desposaron a princesas cristianas; y resultó verdad que un enemigo común a cristianos y mongoles eran los poderes musulmanes de Próximo Oriente.
En cualquier caso, para buscar la respuesta al porqué de la popularidad de la leyenda habría que ir al punto de partida: Jerusalén (Israel). Era imposible que los francos asentados allí desconocieran la existencia de peregrinos cristianos que procedían tanto del Oriente como de Etiopía, otro reino cristiano en África.
Alimentando esta conciencia, se puede encontrar la tradición de relatos de las 'maravillas de Oriente', que datan del período clásico. La combinación de todos esos elementos es suficiente explicación para la popularidad de la leyenda en época de la segunda y quinta cruzada.
El fin de Preste Juan
1249 pudo haber sido el fin de Preste Juan, pero la leyenda aún pervivió. Así, los portugueses de principios de s. XV continuaron buscándole, esta vez ya no en India sino en su camino hacia la India, es decir, en Etiopía.
Cabe recordar que, entre las razones que se encuentran en el diario de Cristóbal Colón para justificar su expedición hacia el Oeste (América) figuraba en primer plano la búsqueda de ese posible aliado en Oriente. O sea, ese preste Juan, que ayudaría al rey Fernando el Católico en su soñada cruzada final para liberar Tierra Santa. El siglo XVI, la regularización de los contacto con Filipinas y Japón supuso la muerte efectiva del mito de Preste Juan. Felipe II ya no buscaría la ayuda de ese imaginario aliado.
martes, 26 de enero de 2010
Pensamiento Mínimo
Ocho de cada diez personas utilizan bolígrafo para escribir... ¿qué hacen las otras dos con el bolígrafo?
Las brujas de Zugarramurdi
En 1608 el tribunal inquisitorial de Logroño abarcaba tan amplias tierras que era necesario andar cinco jornadas a uña de caballo para poder recorrerlas de punta a cabo: toda la Navarra, el territorio vascongado, la diócesis de Calahorra, de Santo Domingo de la Calzada, parte de Osma y algo del Arzobispado de Burgos; pero si grandes eran las tierras de su encomienda, mayor era su poder, cuyos tentáculos alcanzaban más allá de Ainhoa y Sare aldeas pertenecientes a la diócesis de Bayona.
Por esas fechas, en un pequeño rincón de este vasto territorio, rayano con la frontera francesa, un clérigo de mirada torva y delirios de santidad: fray León de Araníbar, abad del monasterio premostratense de Urdax, desató la más descabellada caza de brujas que jamás se haya conocido en tierras navarras.
La cosa empezó con veladas amenazas entre vecinos por rencillas de herencias o lindes mal trazados; luego vinieron las denuncias ante el abad por blasfemias dichas al calor de una disputa: blasfemias tan comunes como darse al Diablo, mandar a alguien a las llamas del Infierno, dudar de que Dios pudiera salvar boca tan mentirosa o llamar a un cristiano viejo “marrano comedor de niños”, para pasar a acusaciones formales de haber visto a gentes del pueblo en celebraciones salvajes las vísperas de San Juan y fechas parejas, lo que llevó al reverendo a encaramarse en el púlpito y clamar contra el Maligno, contra sus amantes y lacayos a los que sacralizó con una terrible palabra: brujos; y esto no fue más que el comienzo de una espantosa locura colectiva.
Pero los hechos se precipitaron definitivamente cuando a primeros de enero de 1609, don Juan de Monterola, comisario de la Inquisición en el pueblo de Arano, asistido de un notario y seis hombres armados, se presentó a instancias de fray León en el pueblo de Zugarramurdi para levantar acta de las declaraciones hechas por ocho feligreses, testigos de la confesión pública que hicieran cuatro mujeres del lugar en la iglesia, de haber practicado las malas artes de la brujería y haberse dado al Diablo por aquellos montes y aquellas cuevas en fechas recientes.
El día 27 del mismo mes ingresaron las acusadas en las cárceles secretas de la Inquisición de Logroño y, a partir de este momento, todo fue rodando hasta acabar en un solemne Auto de Fe que tuvo lugar el 7 de noviembre de 1610 donde fueron condenadas unas cincuentena personas acusadas de la más variopinta sarta de maldades brujeriles y satánicas.
La cosa acabó tan mal, que basta leer la Cautela Inquisitorial, traída por Zacaróas Covaleda, para darse cuenta dell pensar de la Santa Iglesia respecto a estos temas:
A los Reverendísimos Señores Inquisidores de Logroño:
Encarecidamente les rogamos que atiendan a las siguientes conclusiones habidas en este Tribunal, dadas por fiscales y asesores del mismo, a la vista de las condenas hechas en el Auto de Fe acaecido en esa ciudad el año de 1610.
Por esto venimos a pronunciar y pronunciamos:
Que los señores Inquisidores procederán en todo momento según los criterios que ordenare la Santa Madre Iglesia, las doctrinas de sus Pastores y lo que corresponda a la buena fama de sus fieles.
Que en las causas de brujos que se ofrecieren de aquí en adelante inquieran y se informen bien antes de denunciar los hechos que se les achacan: si las muertes de criaturas y personas que los brujos confiesan haber hecho sucedieron realmente en aquellas noches como dicen, no sea que previamente estuvieran enfermos, o que hubiera algún accidente o causa para que murieran de muerte natural o violentamente. Que para ello examinen físicos y peritos en medicina si hallaron señales en los cuerpos u otras circunstancias para saber de qué murieron.
Item, que recaben mejor información por donde entran y salen en las casas cuando dicen acudir a sus aquelarres. Que procuren saber si van realmente a hacer los daños que dicen, y si hay alguno que no sea de ellos que los haya visto de día o de noche en sus juntas o haciendo algún maleficio.
Item, que se informen de los dueños de ganados si es verdad que murieron y cómo fue lo de las reses, y qué señales hallaron en ellas.
Item, que anoten las devastaciones y daños que confiesan haber hecho en los trigos, frutos y campos, si los vieron o hallaron dañados, o si en aquellos tiempos vino piedra, niebla o algún mal aire o hielo que fuese causa de la perdición de dichos campos. Si esto sucedió en invierno, en verano, o en el tiempo en que naturalmente suelen venir estos accidentes.
Item, que los Inquisidores adviertan a los predicadores y den a entender a las gentes, que el perderse los panes u otros daños en los frutos nos los envía Dios por nuestros pecados y por la disposición del tiempo, como acontece en otros lugares que no hay brujos, y que es grande inconveniente imaginarse que estas cosas y otras enfermedades las hagan solamente estas personas.
Item, que los Inquisidores hagan diligencias y averiguaciones para verificar si estas gentes se juntan solos, o si en aquellas noches que confiesan ir a los aquelarres van con el Demonio, o se quedan en sus casas sin salir de ellas, lo que se podrá saber por personas vecinas. Y si se untan algún ungüento, saber si es para ir corporalmente a las reuniones o es para dormirse. O qué diferencia hay entre el unto para volar e ir al aquelarre y los polvos y el agua amarilla que usan para provocar los maleficios.
Item, que cuando uno acuda a declarar de sí o de otros, se escriba puntualmente lo que dijere y le pregunten qué causa le ha movido a hacer tal declaración. Si han sido forzados, persuadidos o atemorizados y si tienen enemistad con la tal persona denunciada.
Item, que estén advertidos si lo que confesaren y testificaren los de esta secta de brujos se puede comprobar con otras personas ajenas a los cómplices, o que las hayan hecho en diferente tiempo y lugar del que dicen haber ido y estado en sus juntas y aquelarres.
Item, que las revocaciones que hicieren los reos y testigos antes o después de ser reconciliados o sentenciados se consideren con mucha puntualidad y se ponga en los procesos, recibiéndoles con toda blandura para que con más libertad puedan descargar sus conciencias, sin que les estorbe el miedo que comúnmente se tiene de ser castigado por semejantes revocaciones, y que esta orden se dé a los Comisarios del Santo Oficio para que lo cumplan y remitan al Tribunal.
Item, que en viniendo cualquier persona, hombre o mujer, de edad legítima que según derecho en los hombres es de catorce años arriba, y de doce en las mujeres, según su propia y espontánea voluntad, sin haber precedido violencia, fuerza ni temor ninguno, sea acogida con palabras de amor y caridad, mostrando señales de dolor y arrepentimiento, confesando sus errores de haber ido a aquelarres, solos o acompañados y haber hecho reverencia y acatamiento del Demonio que aparecía en signos diferentes tomándole por señor, renegando de Dios, del Bautismo y de las creencias de todo buen cristiano.
A tales personas se les preguntará cuántos años llevan en la apostasía y si fuera de las noches que van, si han perseverado de día, despiertos, en adorar al Demonio. Y si para ir a los aquelarres se han untado o hecho actos encaminados a ir a adorar al Demonio y mantenerse en la apostasía de la fe.
A los que hicieren espontáneas confesiones, se les reconciliará sin confiscación de bienes. Y a los que confesaren no haber perseverado después de despiertos en la herejía, se les medicine las almas absolviéndolos ad cautélam, tal como se hace con los extranjeros luteranos holandeses, escoceses e ingleses que están en algunos presidios por herejes.
Item, que aquellas Justicias seglares o eclesiásticas que hubieren conocido o comenzado un proceso, se lo remitan al Santo Oficio. Y estén muy advertidos los Inquisidores, si los tales reos o testigos fueron antes atormentados por dicha Justicia y la manera del tormento, porque si los indicios no fueran bastantes, se vea cuánta fe se puede dar a tales confesiones forzosas.
Item, que todas las testificaciones y probanzas hechas se suspendan para que, empezando unas nuevas, no se proceda contra ninguno por las testificaciones ni se tenga por anotado en el Santo Oficio. Si sobreviene otra testificación, que se acumule a las existentes para que juntas se voten en el tribunal, excepto cuando se suspendiere la causa.
Item, y que cuanto a las personas que murieron en las cárceles o fuera de ellas estando pendientes sus causas, que no las prosiga el Fiscal y no les conste a sus descendientes para cosas y oficios honrosos.
Item, que las personas que en el Auto de Fe de 1610 fueron relajadas al brazo secular y de los que fueron reconciliados, no se pongan los sambenitos en ningún tiempo o lugar, ni se les confisquen los bienes y se adicionen a sus procesos estas resoluciones para que no les obste a los hijos ni descendientes para un oficio de honra o del Santo Oficio.
Item, que los Inquisidores dejen libremente actuar a la Corte de Navarra y a cualesquiera otra Justicia proceder y castigar los delitos de brujería sin impedírselo por ninguna vía judicial, ni medios particulares.
Item, que a los Confesores y Curas se les dé orden por medio de los Comisarios y se les advierta de palabra la moderación y templanza con que han de proceder sin excederse en ninguna cosa más de lo que va puesto en estas Instrucciones, ordenándoles lo guarden con toda puntualidad. Que no prohíban la comunión de los Sacramentos a los que estuvieren anotados en esta secta de brujería hasta que por el Santo Oficio se mande otra cosa.
Item, que de todas las Cartas e Instrucciones del Santo Oficio se saque copia y cuaderno continuado para que así junto se halle a mano y estén advertidos para los casos que se ofrecieren en adelante.
Dado en Madrid, a 29 de Agosto de 1614
Desde los altos del puerto de Otsondo, en Navarra, en un día claro, casi puede verse el mar si la selva de hayas y robles que lo visten te permiten otear el horizonte. A sus pies, tras una endiablada pendiente, salen al paso Urdax y Zugarramurdi, dos pueblecitos que saben de leyendas, cuevas y conjuros, sambenitos y otros misterios que se dieron hace cuatrocientos años, cuando empezó a hablarse de brujas y demonios por aquellos caseríos.
Las sorguiñas, mujeres de aspecto huraño, iban y venían de uno al otro lado de la muga en un tránsito de pueblos vecinos para acudir a esas reuniones que pronto los inquisidores conocieron como akelarres: fiestas a campa abierta sin otra pretensión que bailar y danzar hasta el amanecer al son del txistu, los atabales y el tamboril.
Pero todo se torció cuando la Inquisición pretendió ver un culto al Diablo en esas celebraciones nocturnas que reunían a gentes venidas de los alrededores en torno a una hoguera, en las que se comía, se bebía y fornicaba a pierna suelta con la sana intención de olvidarse por una noche del duro trabajo de cada día.
El Diablo en forma de macho cabrío se les aparece para sodomizarlas y hacer escarnio en nuestra santa religión -rugía fray León de Araníbar desde su abadía de Urdax-, y ellas se complacen en ofrecer los cuerpos para satisfacer sus deseos nefandos.
Pronto se corrió la voz de que la Inquisición necesitaba nuevas brujas para las hogueras de Logroño y los párrocos de la ribera del Baztán, desde Elizondo a Vera de Bidasoa, se aprestaron a complacerlos predicando rigurosos edictos que pusieran coto a una depravación imaginada, porque nadie tenía noticia de que realmente existieran las mal llamadas sorguiñas.
Aquella locura fue el comienzo, el Auto de Fe, la quema y todo lo demás vino después.
Lo cierto es que, a lo largo y ancho de una Europa obsesionada por la salvaguarda de unos valores religiosos fanatizados, fueron quemados cientos de pobres hombres y mujeres cuyo mayor delito era, precisamente, ése: ser pobres.
miércoles, 13 de enero de 2010
¿Niños Índigos?
Nuevos Seres de Luz están poblando la Tierra con un alto potencial intelectual y una nueva conciencia interna. Estos niños vienen con la misión de romper los antiguos esquemas sociales que atan a la humanidad para lograr mediante la transformación de la humanidad abolir la infelicidad en la Tierra.
Desgraciadamente, este tema aunque no es nuevo, permanece todavía oculto ante los ojos de la generalidad de la gente. Al tratar con niños de una nueva conciencia, nos veremos obligados a cambiar los antiguos patrones educacionales para darles la libertad de expresión y de acción que mueven su alma, su esencia y su corazón.
Nuevos Niños, Nuevos Hombres
Una nueva raza humana, más sensible y democrática, menos autoritaria y manipuladora, ya comienza a poblar el Planeta. Se trata de seres especiales aunque tan terrenales como sus padres. Solo que, a diferencia de estos, traen consigo la tarea de propulsar cambios en la humanidad.
Bautizados como Niños Índigo, estos muchachos tienen la capacidad de ver más allá de los espectros de la Luz, escuchar todo tipo de sonidos, incluso su propio fluido sanguíneo, y denotan una destacada hipersensibilidad táctil. "Los Niños índigo, como su nombre lo sugiere, no son Niños azules, sino que se les denomina así porque su aura, o campo energético, tiende a reflejarse dentro de los colores añiles, azules, manifestando la utilización de centros energéticos superiores", asegura María Dolores Paoli, especialista en Psicoespiritualidad. Es por esto que se les adjudican grandes dosis de intuición, que se demuestra en el desarrollo de la telepatía, cualidades para predecir el futuro, y hasta reconocer la presencia de seres etéreos como hadas y duendes a su alrededor. Además, algunos menores llegan al mundo con el don de la sanación.
¿Pero, por qué vienen al planeta Tierra?
La Psicoespiritualidad es un concepto relativamente nuevo, que se refiere a la psicología transpersonal, donde se unen el conocimiento del Ego con el conocimiento del alma. Y según Paoli, la llegada de estos "nuevos hombres" no es casualidad, sino que tienen una tarea muy específica por delante. "Porque son puentes entre la tercera y cuarta dimensión, y el verdadero cambio lo activan en la familia, en el hogar", señala.
A juicio de la especialista, estos niños llegan al planeta con la misión de aumentar la rata vibratoria, y poseen mejores condiciones biológicas para manejar las impurezas creadas por el hombre, incluso un potencial de cambio en su ADN.
"Científicamente ya tenemos confirmación del cambio que aportan estos chicos, manifestándose en la activación de 4 códigos más en el ADN. Lo normal en los humanos es tener 4 núcleos que, combinados en sets de 3, producen 64 patrones diferentes, llamados códigos. Los humanos tenemos 20 de esos códigos activados que proporcionan toda la información genética. Exceptuando 3 códigos, que son los códigos de arrancar y parar como si fuese una computadora", añade la especialista venezolana.
Hasta ahora la ciencia ha considerado a estos códigos desactivados con programas remotos que hoy en día no necesitamos. Pero aparentemente los niños índigos nacen con un potencial de activación de cuatro códigos más, que se denota en un claro fortalecimiento del sistema inmunológico.
Esto ha quedado demostrado en estudios realizados en la Universidad de California (UCLA). Algunos de estos experimentos han consistido en mezclar células de niños índigos con dosis letales de virus de Sida y con células cancerosas, que no tuvieron efecto alguno en las células de los infantes. "La conclusión es que estos pequeños vienen con un sistema inmunológico fortalecido, manifestando inmunidad a las enfermedades".
Para la especialista, los Niños Índigo (termino reconocido a nivel internacional) nacen en cualquier clase socioeconómica y se caracterizan, básicamente, por poseer un nuevo estado de conciencia.
Sin embargo, destaca Paoli, ciertos rasgos físicos distinguen a los niños azulados del nuevo mundo: "Son más delgados, tienen ojos grandes, ligeramente abultado el lóbulo frontal, por lo general zurdos o ambidiestros. Comen poco, e incluso, algunos son vegetarianos por no soportar la carne", añade.
Y es que, según estima Paoli, en 1999 esta nueva raza ya abarcaba el 80% de la población infantil mundial, por lo general en querubines menores de diez años de edad.
De acuerdo a Paoli, la crianza y los valores que se transmitan a los niños de la actualidad, requiere de parte de padres y especialistas una revisión. Y para ello hay que tomar en cuenta, ante todo, que las criaturas de la Nueva Era no aceptan la imposición ni la autoridad, rechazan la manipulación, la inautenticidad y la deshonestidad. Tampoco aceptan los viejos trucos de la disciplina basados en crear temor y culpa.
"A estos pequeños seres les gusta ser tratados y honrados como individuos" apunta Paoli en su Material de Apoyo para la Educación de los Niños del Futuro. Por ello la especialista considera que la crianza emocional debe basarse en la visibilidad y transparencia.
"A los niños índigo no se les debe avergonzar ni culparlos, mentirles ni gritarles. Por el contrario, hay que preservarles la autoestima. Se les debe brindar la posibilidad de elegir y, al mismo tiempo, evitar la comparación. Deben recibir disciplina sin emoción", agrega la psicóloga.
Otras características importantes para la crianza emocional de los infantes es estimular su excelencia, más no la competencia entre individuos. Y, además, involucrar el buen humor. Según Paoli, existen palabras claves durante el proceso de enseñanza de los pequeñines, de acuerdo a su edad biológica, basados en las Siete Leyes Espirituales para los Padres. Por ejemplo:
Hasta el primer año de vida: los vocablos esenciales son amor, afecto y atención. "A los bebes hay que tocarlos, abrazarlos, proveerles mucha seguridad y, además, jugar con ellos", explica.
Entre el primer y segundo año: Hay que resaltar los términos libertad, respeto y estimulo. "Durante esta etapa se prueba el desapego a los padres. No hay que condicionarlos a través del temor. Hay que evitar que el niño conecte el dolor como sinónimo de malo, de debilidad. Si así fuese no habría espacio para el crecimiento espiritual", afirma Paoli.
Entre los 2 y 5 años: Merecimiento, explorar y aprobar, son las palabras claves, época de transición entre el Yo Soy y el Yo puedo. "Si le reprimimos el sentirse poderoso no se lograra que sea un adulto capaz de enfrentar cualquier reto", enfatiza la especialista.
Entre los 5 y 8 años: el niño ya asimila conceptos más abstractos. Por ello hay que manejar los términos dar, compartir, aceptación, verdad y no juzgar. "A ellos les encanta compartir cuando sienten amor. Si se les enseña que para dar tienen que perder algo, entonces no aprenden el verdadero significado de dar. En cuanto a la verdad, deben aprender que va acompañada de un sentimiento agradable y no como antesala a un problema, en caso de ocultarla".
Entre los 8 y 12 años: El niño ahora convertido adolescente, requiere que los padres manejen términos como la experiencia, la responsabilidad y el estar alerta. "Los que aprendieron las lecciones de la crianza espiritual, entonces reflejarán la confianza de sus padres. De lo contrario, se encontrara confuso, cederá a las presiones amistosas y buscará experiencias indiscriminadas".
De acuerdo a Paoli, los colegios y demás centros educativos, deben estar atentos para reconocer la presencia de niños índigos dentro de los salones escolares. A su juicio, estos particulares alumnos no funcionan con los métodos de enseñanza tradicionales. Por el contrario, "aprenden de forma reflexiva y participativa, mas no mediante la memorización. Por ello no extraña que a muchos de estos pequeñines se les califique como niños problemas, ya que se dispersan con gran facilidad durante las clases".
La Misión de un Niño Índigo
Los niños índigo son sanadores por excelencia, ellos tienen la capacidad de drenar, equilibrar y elevar la energía de quién lo rodea. La frecuencia vibratoria de estos niños, permite sanar utilizando solamente su energía. Al principio ellos "no saben" que pueden hacerlo, pero o tienen en conciencia, actúan instintivamente en ello, pudiera ser que tu menciones frente a un niño índigo de dos años de edad que te duele la cabeza, entonces el instintivamente te dice "¿te duele aquí?", dirige su manita a tu cabeza… y en unos segundos tu dolor desaparece. Esta faceta de sanación es una característica sobresaliente en los niños índigo, ya que todos son sanadores, sin excepción.
Un niño índigo viene a elevar la energía del planeta y de sus habitantes, son quienes ayudarán a trascender de nuestra tercera dimensión a la cuarta, para ello tienen que trabajar en el cambio de conciencia de los seres humanos que siguen actuando bajo normas, preceptos y estructuras ya caducas. Esto implica realizar cambios en todo el sistema, en la familia, la educación, las formas de gobierno, los valores, los roles, etc. Todo lo que por caduco estorba tanto para el desarrollo del ser humano, como para el planeta entero.
Esta filosofía o misión puede sonar bonito y hasta poético, pero no es una tarea fácil ni para los niños ni para los padres, que continuamente se verán sometidos al enfrentamiento de su propia realidad, desarrollándose una enorme confusión, sobre todo en la educación de los niños, ya que pocos estarán preparados para esto, solamente los padres de un niño índigo que tengan una conciencia diferente, un cierto grado de evolución, podrán hacerlo bien, ya que podrán comprender al niño, su misión y le ayudarán a llevarla a cabo sin obstaculizar.
domingo, 10 de enero de 2010
Hashashins
Era un caluroso mediodía del verano de 1125, cuando el cadí chiíta Ibn al-Jashab salía de realizar sus oraciones en la mezquita mayor de la ciudad Siria de Alepo. Un individuo, con aspecto de asceta, se le acercó y sin mediar palabra le asestó una puñalada mortal en el pecho. Ibn al-Jashab había encabezado la defensa de la ciudad frente a los cruzados habiéndose distinguido por la encarnizada persecución de una de las más temibles sectas de la historia, la secta de los Asesinos. Como en otras ocasiones, la venganza se había cumplido pero... ¿Quienes eran los Asesinos?
EL VIEJO DE LA MONTAÑA
La palabra árabe hassasi o hashashin, que significa bebedor de hasis (hachís), la trajeron los cruzados a occidente durante la Primera Cruzada. Es el origen etimológico de la palabra asesino que ya se usaba en el siglo XIII para calificar a los criminales fanáticos o a sueldo. Más adelante se popularizó en la Italia del siglo XVI y se extendió a otras lenguas ya con el significado actual. Eran así llamados los integrantes de una secta ismaelita que había nacido en la antigua Persia (Irán) en el año de 1090 y que luego se extendió por Siria y las montañas del Líbano. Las diferentes familias fatimíes se dividieron en diversas ramas en el siglo citado, una de estas ramas fue la de los nizaríes que crearon sus pequeños estados. Su tráfico de influencias, su ruptura con el califato fatamí y sus simpatías por los invasores frany, les granjearon enemistad entre los demás musulmanes.
Los fanáticos adeptos a esta orden secreta, se distinguieron por asesinar a sus enemigos político-religiosos y su terror e influencia se prolongó hasta doscientos años. Su conocimiento y leyenda pronto se extendió y no había magnicidio que no se les atribuyera, muchas veces erróneamente. Una de estas leyendas cuenta que el propio Saladino hizo la paz con la secta después de encontrar una daga sobre la almohada de su cama.
Las primeras noticias que llegan a occidente sobre los asesinos aparecen en las crónicas de las cruzadas en las que nos hablan de esta secta liderada por el misterioso “Viejo de la Montaña”. En 1192 las dagas de los asesinos se dirigieron contra el cruzado Conrado de Monferrat, señor de Tiro y rey consorte del reinado latino de Jerusalén. El asesinato favoreció a Guy de Lusignan que estaba apoyado por los templarios, aunque quizás todo fue una venganza más de los asesinos, ya que Monferrat había hundido un barco del jefe de los fatimíes. El impacto de este asesinato quedó patente en las crónicas de las cruzadas que empezaron a recoger las andanzas de los asesinos. Se dijo que eran temidos por “los buenos cristianos y los buenos musulmanes” y se les achacaban toda clase de creencias y prácticas demoníacas y mágicas.
Fue Marco Polo el primero que describió en sus escritos la fortaleza de Alamut, en Mazenderan, al sur del mar Caspio. Alamut, situado a unos 2.000 metros de altura, fue el inexpugnable cuartel general del “Viejo de la Montaña” y sus partidarios. Aunque estos ismaelitas eran seguidores de Nizam al-Mulk, el fundador de la secta fue un hombre de vasta cultura y con grandes conocimientos científicos, Hassán Ibn Sabbah, conocido como el “Viejo de la Montaña”, sobrenombre que se aplicó después a todos los Grandes Maestres de la orden. Precisamente Hassán mandaría matar a su antiguo compañero de estudios Nizam al-Mulk, visir y representante de la dinastía selyúcida de Persia. Este asesinato acaecido en 1092, sería el primero de una larga lista cometidos por esta orden religioso-militar. Hassán fue un iluminado, un personaje misterioso al que se atribuyó toda clase de milagros y se decía que era capaz de pasar días meditando sin dormir ni probar comida alguna. Curiosos y adeptos fueron llegando a Alamut y el “Viejo de la Montaña” fue ganando y expandiendo su poder.
Otra de las primeras referencias a esta secta iniciática, se la debemos al clérigo alemán Brocardus que vivió muchos años en Armenia. El rey Felipe VI de Francia estaba preparando una nueva cruzada a los Santos Lugares. Brocardus le ofreció unos escritos a modo de guía de viaje con consejos para los expedicionarios. En el apartado de los peligros de la empresa, el religioso hablaba de los asesinos pero sin darle ninguna connotación política o religiosa, los describía como mercenarios con poderes casi mágicos para mimetizarse o desaparecer entre las diversas gentes de la región imitando su aspecto y lenguaje. Ante la imposibilidad de reconocerlos, el cura aconsejaba no tomar a ningún nativo como criado durante el viaje.
LOS FALSOS JARDINES DE ALÁ
Quizás como Hassán Ibn Sabbah no tenía los medios necesarios para emprender guerras convencionales, enviaba a sus fidawis en pequeños comandos de seis hombres para eliminar a sus enemigos militares, religiosos o políticos sunitas. En esta guerra de guerrillas, los asesinos exhibían una gran destreza para la que se preparaban durante años. En el castillo de Alamut, los diversos niveles de adeptos seguían un riguroso plan de estudios religiosos y científicos, tenían nueve grados de iniciación como los templarios. En la estructura interna también coincidían ambas órdenes. Primero estaba el “Viejo de la Montaña” o Gran Maestre, luego seguían los Dais o Grandes Priores, los Refik o Caballeros, los Fidawis o Escuderos y los Lassik o Hermanos Sirvientes. Incluso llegaron a tener sus propios gremios de constructores. El contacto entre las dos Ordenes primero fue militar, pero luego fue más estrecha. Los asesinos llegaron a pagar tributos por los territorios y aldeas que los templarios les habían ocupado. En el castillo se conservaba una inmensa biblioteca sobre cábala, gnosis, alquimia, ciencia y filosofía, y poseía también un importante observatorio astronómico.
El entrenamiento para cometer crímenes era muy concienzudo para aquellos sectarios dedicados a este menester. Los fidawis eran expertos en el uso del puñal y el disfraz y podían estar como comandos “durmientes” durante mucho tiempo. Pasaban años infiltrados entre la servidumbre de un señor ganándose su confianza hasta que los dais les daban la orden de ejecutar a la víctima. Lo más temible de estos asesinos era que estaban dispuestos a morir por conseguir su objetivo. La serenidad con la que estos ejecutores afrontaban su suicidio, hizo creer a sus contemporáneos que el “Viejo de la Montaña” drogaba con hachís a sus partidarios y de ahí el sobrenombre de hashashin. Aunque podría haber sido cierto, la verdad es que todo lo concerniente a esta secta se mueve entre la historia y la leyenda.
El Jardín de Alá de Alamut es una de las historias legendarias recogidas por Marco Polo en su libro de viajes, es un relato deformado por la transmisión oral y no exento de una poética ingenuidad. Se dice entre los secretos que se guardaban celosamente en la árida montaña de Alamut, estaba un jardín paradisiático construido por Hassán donde crecían árboles frutales y flores exóticas, junto a toda clase de animales y pájaros extraños. Manantiales de agua cristalina manaban de las rocas de este vergel lleno de huríes, las hermosas mujeres que según el Corán acompañan a los creyentes en el paraíso islámico, y de jóvenes efebos. Palacios dorados con fuentes de miel y vino, completaban este paisaje de ensueño. Los fidawis designados para un combate, eran ligeramente narcotizados con hachís y opio y Hassán les hablaba sobre la misión y la recompensa que les esperaba tras su sacrificio. Ya adormecidos, eran vestidos con los mejores ropajes y llevados al jardín donde les esperaban exquisitos vinos y manjares servidos por seductoras jóvenes. Esto contrastaba con la austeridad de la vida en Alumut, donde incluso el consumo de vino estaba penado con la muerte. Después de un tiempo en este oasis, eran de nuevo drogados y devueltos a sus humildes celdas vestidos con su característica capa blanca y pretina roja al cinto. Luego se les decía que en sueños, el profeta Mahoma les había enseñado el premio que esperaba a los que luchaban y morían en la jihad.
EL OCASO DE LA SECTA
Aunque el fundador de la secta Hassán murió en Alamut en 1124, la actividad de los asesinos lejos de decrecer, se recrudeció en los años posteriores. Hassán fue sucedido por hijo Kia-Buzurgomid y luego por un sin fin de nuevos “Viejos de la Montaña”. El 26 de noviembre de 1126 cumplieron otras de sus venganzas asesinando al poderoso señor de Alepo y de Mosul al-Borsoki. Los guardias armados y la cota de malla con que se protegía el emir, no impidieron que los batiníes clavaran sus dagas doradas en el cuello del anciano militar turco para inmediatamente morir a manos de los guardaespaldas. Al-Borsoki fue el aliado de Ibn al-Jashab contra los invasores occidentales y artífice de la unión de Alepo y Mosul. Unión que supuso la creación de un poderoso estado que fue capaz de enfrentarse a la arrogancia de los cruzados.
La decadencia de los asesinos sobrevino durante el liderazgo de Rukn al-Din que, entre otras cosas, propuso suprimir los tributos que pagaban a los templarios. Las guerras internas y las intrigas personales de algunos de sus dirigentes terminaron por debilitar a una secta que se había vuelto menos exigente a la hora de elegir a sus miembros. En 1256 no pudieron defenderse de la invasión mongol y se rindieron. Más de cuarenta castillos de los asesinos fueron destruidos como los de Lamiaser y Rubdar. El conocido como El nido de las águilas, Alamut, fue saqueado y destruida su biblioteca en 1270, los libros secretos de la secta fueron quemados y con ellos su misterio. Esta vez la venganza la ejercieron los ejércitos mongoles, la secta de Hassán había asesinado a Jagatai, segundo hijo de Gengis-Khan. Muchos miembros de la secta subsistieron en pequeños grupos durante años, y otros huyeron hacía la India donde algunos autores sostienen que existieron hasta el siglo XIX aunque la secta de los asesinos desapareció oficialmente en el siglo XIII.
sábado, 9 de enero de 2010
Los Evangelios Gnósticos
Descubrimiento de Nag Hammadi.
En diciembre de 1945, un campesino árabe hizo por casualidad un descubrimiento arqueológico cerca del poblado de Nag Hammadi, en el Alto Egipto. Este se ha convertido en fuente imprescindible de estudio para los historiadores de las religiones. Se trataba de 13 papiros, encuadernados en cuero, que muy luego despertaron el interés de todos los especialistas del mundo, ya que serían una de las pocas fuentes directas existentes de los llamados «evangelios gnósticos». Entre los 52 textos descubiertos en Nag Hammadi se encontraban, entre otros, el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, el Apocrifón (literalmente «libro secreto») de Juan, el Evangelio de la Verdad, y el Evangelio de los Egipcios (identificado como el «Libro sagrado del Gran Espíritu Invisible»). También se encontraron entre ellos algunos atribuidos a seguidores directos de Jesús, tales como el libro secreto de Jaime, el Apocalipsis de Pablo, la Carta de Pedro a Felipe y el Apocalipsis de Pedro.
Muy pronto se comprobó que los textos encontrados en Nag Hammadi eran traducciones en escritura copta hechas hace unos 1.500 años de textos aún más antiguos. Los originales fueron escritos en griego, el mismo idioma del Nuevo Testamento. Si bien la datación de estos textos los sitúa alrededor de los años 300 a 400 D.C., ha habido discusión sobre el año en que pudieron haber sido escritos los textos primitivos. En todo caso, no pueden ser posteriores a los años 120-150 D.C. ya que Ireneo, el obispo ortodoxo de Lyon, escribiendo hacia el año 180 D.C. dice que los herejes «se jactan de poseer más evangelios de los que realmente existen», y se queja de la gran circulación que han alcanzado dichos textos.
Los textos fueron encontrados enterrados, dentro de una vasija de greda, y habían permanecido prácticamente ignorados hasta hoy como resultado de la lucha infatigable dada en su contra por los cristianos primitivos. Todos los textos encontrados en Nag Hammadi habían sido denunciados como heréticos, por los cristianos ortodoxos, en la mitad del siglo II. Casi todo lo que se sabía de ellos, antes de su descubrimiento, procedía de lo que sus oponentes habían escrito para atacarles. El mismo Ireneo escribió cinco volúmenes titulados «Refutación y derrocamiento de la falsamente llamada Gnosis», describiendo algunos de los textos a que nos estamos refiriendo como «especialmente llenos de blasfemias».
A partir del siglo IV, tras la conversión al cristianismo del emperador Constantino, el castigo a los herejes fue más severo. La posesión de libros denunciados como heréticos se convirtió en delito y los ejemplares encontrados eran destruidos. Hasta los descubrimientos de Nag Hammadi no existían textos originales en los que pudieran estudiarse sus planteamientos. Desde que terminó su publicación, la que demoró cerca de 30 años por diversas dificultades de orden académico pues todos querían «ser los primeros», se han multiplicado las investigaciones y existe una gran bibliografía sobre ellos.
Estas investigaciones han demostrado que la tradición cristiana representa sólo una pequeña selección de fuentes, elegidas entre docenas. Quién hizo la selección, por qué motivo, por qué se excluyeron los demás escritos, porqué fueron prohibidos como heréticos, qué los hacía tan peligrosos, son preguntas que tienen explicaciones políticas y sociales, además de religiosas. Los debates que promovían estos evangelios gnósticos eran cruciales para el desarrollo del cristianismo como religión institucional. Es por eso que a ideas cuyas implicaciones eran contrarias a dicho desarrollo, se les colocó la etiqueta de «herejías», mientras que ideas que lo apoyaban implícitamente se consideraron «ortodoxas».
Diferencias entre ortodoxos y gnósticos.
Después del descubrimiento de Nag Hammadi se pudo estudiar por primera vez «la otra cara de la medalla», esto es, lo que los gnósticos atacaban de los ortodoxos. El Segundo Tratado del Gran Set señalaba: «éramos odiados y perseguidos, no sólo por aquellos que son ignorantes (paganos) sino también por aquellos que creen estar promoviendo el nombre de Cristo, toda vez que están vacíos sin saberlo, no sabiendo quienes son, igual que animales estúpidos».
Para los gnósticos, la iglesia católica era una iglesia de imitación, una falsificación. Tales cristianos -decían- inmersos en una ciega arrogancia pretenden poseer la legitimidad exclusiva: «Algunos que no entienden el misterio hablan de cosas que no comprenden, pero se jactan de que el misterio de la verdad les pertenece a ellos solos». Alrededor del año 200, la controversia entre ortodoxos y gnósticos estaba en su punto más alto. Ambos creían representar la iglesia verdadera y se acusaban mutuamente de ser intrusos, hermanos falsos e hipócritas. La diferencia fundamental se centraba en quiénes podían formar parte de lo que ambos denominaban «iglesia verdadera».
Según los gnósticos, aplicando criterios cualitativos, ellos representaban sólo a los pocos elegidos. El bautismo, por ejemplo, para ellos no significaba nada: «mucha gente se sumerge en el agua y vuelve a salir sin haber recibido nada» (Evangelio de Felipe). En general - pensaban ellos - la comunidad simplemente imitaba. Ellos, en cambio, citando un dicho de Jesús: "Por sus frutos los conoceréis", exigían pruebas de madurez espiritual para demostrar que se pertenecía a la iglesia verdadera.
Para los ortodoxos bastaba cumplir requisitos objetivos para ser miembro de la iglesia: confesar el credo, aceptar el ritual del bautismo, participar en el culto y obedecer al clero. A principios de la consolidación de la iglesia como institución, la unificación del movimiento era esencial y se eliminaron los criterios cualitativos para pertenecer a la iglesia. Valorar a cada candidato según su madurez espiritual, percepción o santidad personal - como pretendían los gnósticos - requería una organización mucho más compleja y además excluía a muchos. Para la iglesia era fundamental ser católica, es decir, universal, con la mayor cantidad de personas bajo su mando: «Que nadie haga nada relativo a la Iglesia sin el obispo. Considerase válida la eucaristía celebrada por el obispo o por la persona que él designe... Dondequiera que el obispo ofrezca (la eucaristía), que esté allí presente la congregación, del mismo modo que la Iglesia Católica está dondequiera que está Jesucristo... No es legítimo ni bautizar ni celebrar ágape (banquete de culto) sin el obispo... Unirse al obispo es unirse a la Iglesia; separarse del obispo es separarse no sólo de la Iglesia, sino del propio Dios». (Ignacio, obispo de Antioquía, ortodoxo; Carta a los de Esmirna, 8,1-2)
Ireneo, el crítico radical del gnosticismo decía que «la verdadera gnosis es la que consiste en la doctrina de los apóstoles y la antigua constitución de la Iglesia a lo largo y ancho de todo el mundo». Para él, sólo la Iglesia Católica brinda un «sistema de doctrina completo», proclamando un Dios único, creador y padre de Cristo, que encarnó, sufrió, murió y resucitó corporalmente de entre los muertos. Fuera de la iglesia no hay salvación: «ella es la entrada a la vida; todas las demás son ladronas y salteadoras». (Ireneo, Adversus Haereses, IV.33.8)
Los gnósticos, por el contrario, afirmaban que lo que distingue la iglesia falsa de la verdadera no es su relación con el clero, sino el nivel de comprensión de sus miembros. Aquellos que son de la vida - declara el Apocalipsis de Pedro - habiendo sido iluminados, discriminan por cuenta propia entre lo que es verdadero y lo que es falso. No tratan de dominar a los otros ni se someten a los obispos y diáconos, aquellos «canales sin agua».
En el fondo, los gnósticos se preocupaban de su propio desarrollo espiritual como individuos, mostrándose indiferentes ante las responsabilidades de la iglesia con la comunidad.
Conocimiento Secreto.
A diferencia de los evangelios del Nuevo Testamento, los evangelios llamados gnósticos, se identificaban a sí mismos como «secretos». El Libro Secreto de Juan, por ejemplo, comienza ofreciendo revelar «los misterios y cosas escondidas en el silencio» que Jesús enseñó a sus discípulos. Estas serían enseñanzas ocultas a los ojos de «los muchos».
En general, la gnosis no se presenta como una nueva religión. Lo que pretende es poseer el esoterismo (lo oculto, reservado) de religiones preexistentes: fundamentalmente del cristianismo, el judaísmo, el islamismo. Casi siempre los gnósticos fundan escuelas de iniciación, en que van comunicando los misterios a los aspirantes a medida que maduran, por medio de revelaciones sucesivas.
En la gnosis cristiana Jesús es considerado el poseedor de secretos salvadores. Después de su ascensión a los cielos, habría impartido una enseñanza secreta indispensable para comprender el sentido oculto de los evangelios. Y del mismo modo como Jesús reservó esta enseñanza a un grupo reducido de discípulos de ambos sexos, la instrucción de los misterios gnósticos se dispensa sólo a unos pocos dignos de ella. «Pocos pueden poseer este conocimiento; uno entre mil, dos entre diez mil». (Evangelio de Tomás).
Tipo de Conocimiento.
Este secreto es un verdadero «conocimiento» (gnóstico viene del griego «gnosis», palabra que suele traducirse como conocimiento). Pero gnosis no significa conocimiento racional. La lengua griega distingue entre conocimiento científico o reflexivo (teoría) y conocimiento por observación o experiencia, que es la gnosis. Tal como la utilizan los gnósticos se podría traducir como «intuición» ya que la gnosis entraña un proceso intuitivo de uno mismo.
Al estudiar los textos gnósticos se puede ver que se trata menos de un conocimiento, que de una revelación secreta y misteriosa... "la gnosis es una experiencia interior destinada a convertirse en estado inamisible (del latín inamissibilis: que no puede perderse), a través del cual, en el curso de una iluminación que es regeneración y divinización, el hombre se encuentra en su verdad, vuelve a recordar y adquiere otra vez consciencia de sí mismo, o sea que conoce simultáneamente su naturaleza y origen auténticos. A través de esta experiencia se conoce o se reconoce en Dios, conoce a Dios, aparece ante sí mismo como emanado de Dios y ajeno al mundo, adquiriendo así, con la posesión de su «yo» y de su verdadera condición, la explicación de su destino y la certidumbre definitiva de su salvación, al descubrirse merecidamente salvado para toda la eternidad".
Un «conocimiento» tal, una «revelación» semejante convierten a quien lo posee en un ser prestigioso, «pues un hombre es un ser viviente divino, que no debe ser comparado con los demás seres vivientes, sino con los que habitan allá arriba, en el cielo, y que se llaman dioses»,
La gnosis - simbolizada por el fuego - arranca el alma del elegido del espeso «sueño» en que se hallaba sumida. Una vez que ha sido alcanzada constituye un conocimiento total, inmediato, que el individuo posee enteramente o del que carece en absoluto, que abarca al Hombre, al Cosmos y a la Divinidad. Para los gnósticos es ese conocimiento lo que salva al individuo.
Camino al Conocimiento.
Según los gnósticos, Jesús vino al mundo a señalar la senda para encontrar el camino del conocimiento. Más que ofrecer una serie de respuestas, lo que él buscaba era ser un estímulo para iniciar una búsqueda: «Buscad e inquirid sobre los caminos que debierais seguir, pues no hay nada tan bueno como esto» (Enseñanza Autorizada; Texto de Nag Hammadi, 34,20-23).
Los cristianos ortodoxos rechazaban la idea gnóstica que el conocimiento de Dios pudiera lograrse conociéndose a sí mismo. Ellos postulaban el conocimiento de Dios sólo a través de Cristo: «Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Responde Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí». Este texto de Juan (Juan, 145-6) es contado levemente distinto por los evangelios gnósticos, El Diálogo del Salvador, por ejemplo, cuenta que cuando los discípulos hicieron esa pregunta a Jesús, éste respondió: «el lugar a que podéis llegar, ¡colocaos allí!» El Evangelio de Tomás relata que Jesús se habría limitado a decir: «Hay luz dentro de un hombre de luz e ilumina al hombre entero. Si no brilla es oscuridad». Ambos dichos lo que hacen claramente es dirigir al hombre hacia sí mismo, hacia la «luz de adentro».
Para los gnósticos, los ortodoxos «no buscan... a Dios... no inquieren acerca de Dios... el hombre insensato oye la llamada, pero ignora el lugar de donde ha sido llamado. Y no pregunta, durante la prédica, ¿Dónde está el templo en que debería entrar para adorar? (Enseñanza autorizada, 33, 3-44). Se limitan a creer las prédicas que oyen, sin hacer preguntas, aceptando el culto y, lo que es peor, censurando a quienes preguntan acerca de su salvación».
Ya que la ignorancia, y no el pecado es lo que causa el sufrimiento de los hombres, el movimiento gnóstico valora sobre todo el conocimiento. Y como el más importante, el autoconocimiento, que es percepción íntima. Careciendo de él, la persona tiene la sensación de ser movida por impulsos que no entiende. Esta es una idea totalmente moderna, compartida hoy por la psiquiatría. La mayoría de la gente vive en el olvido, o, por decirlo en términos contemporáneos, en el inconsciente. Y al permanecer inconsciente de su propio ser, el hombre pierde sus raíces.
Quien es ignorante, «creatura del olvido», (Evangelio de la verdad) no puede experimentar satisfacción.
Una persona así, sólo vive en deficiencia. Y la deficiencia consiste en ignorancia: «como con la ignorancia de alguien, cuando llega a tener conocimiento, su ignorancia se evapora por sí sola, del mismo modo que la oscuridad desaparece cuando aparece la luz, también la deficiencia se evapora con la satisfacción». (Diálogo del Salvador; 177)
La ignorancia de uno mismo es, por lo tanto, para los gnósticos una forma de autodestrucción: «Si uno no entiende como nació el fuego, se quemará en él, porque no conoce su raíz. Si uno no entiende primero el agua, no sabe nada... Si uno no entiende como nació el viento que sopla, correrá con él. Si uno no entiende como nació el cuerpo que lleva, perecerá con él... Quienquiera que no entienda como vino, no entenderá cómo se irá... (Diálogo del Salvador; 177).
La psicoterapia y los gnósticos están de acuerdo al decir que la psiquis lleva dentro de sí el potencial para la liberación o la destrucción. Según el Evangelio de Tomás, Jesús habría dicho «Si sacas lo que está dentro de ti, lo que saques te salvará. Si no sacas lo que está dentro de ti, lo que no saques te destruirá. Reconoce lo que está ante tus ojos y lo que está oculto te será revelado».
Silvano, cuyas Enseñanzas se encontraban entre los textos encontrados en Nag Hammadi pide: «Poned fin al sueño que pesa con fuerza sobre vosotros. Partid del olvido que os llena de tinieblas... ¿Por qué perseguís la oscuridad, aunque la luz esté a vuestra disposición? ... La Sabiduría os llama y, pese a ello, vosotros deseáis la necedad... Un hombre necio... sigue los caminos del deseo de toda pasión. Nada en los deseos de la vida y se ha ido a pique... es como un barco que el viento zarandea de un lado a otro y como un caballo suelto que no tiene jinete. Porque este (caballo) necesitaba al jinete, que es la razón..., antes que todo lo demás... conócete a ti mismo».
El Evangelio de Tomás advierte que el descubrimiento provoca una gran confusión interior. «Jesús dijo: «Que aquél que busca siga buscando hasta que encuentre. Cuando encuentre, se turbará. Cuando se turbe, quedará asombrado y gobernará sobre todas las cosas»
Los gnósticos cristianos interpretaban el Reino de Dios no como un hecho real esperado en la historia, sino como una transformación interna: «Jesús dice: Si aquellos que os guían os dicen: Mirad, el Reino está en el cielo, entonces los pájaros llegarán antes que vosotros. Si os dicen: Está en el mar, entonces, los peces llegarán antes que vosotros. En vez de ello es un estado de autodescubrimiento. El Reino de Dios está dentro de vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos, entonces seréis conocidos y os daréis cuenta de que sois los hijos del Padre que vive. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, entonces moráis en la pobreza y vosotros sois esa pobreza» (Evangelio de Tomás).
Conocimiento Salvador.
El gnóstico se salva mediante el conocimiento. Pero, ¿de qué se salva? La doctrina gnóstica, por lo mismo que no existe una iglesia unificadora de criterios, es riquísima. Se pueden encontrar entre ellas infinidad de explicaciones sobre la creación del mundo y del hombre, sobre el papel del hombre en el mundo, la reencarnación, la resurrección de Cristo, el concepto de divinidad, entre otras. Sin embargo, hay principios en los que todos están más o menos de acuerdo. Es así que podemos decir que el conocimiento libera al hombre, en primer lugar de su cuerpo. El cuerpo es considerado una prisión del propio yo: «Yo soy un dios, hijo de dioses, brillante, centellante, resplandeciente, radiante, perfumado y hermoso, pero ahora he caído en la miseria. Innumerables y repugnantes diablos se apoderaron de mí y me redujeron a la impotencia» (Texto kanteo). «Yo sufro en mi vestimenta corporal a la que ellos me trajeron y me arrojaron». (Ginzá, Libro sagrado de los mazdeístas).
El cuerpo es algo ajeno, que debemos soportar. Es una «tumba», una «prisión», un «cadáver», un «compañero indeseable», un «intruso», un «dragón devorador». Es un instrumento de humillación y sufrimiento, que hunde al espíritu en un sopor abyecto, en el «degradante olvido de su origen».
Y no sólo el cuerpo domina al hombre, sino también un conjunto de pasiones, de demonios que penetran en su alma produciendo en ella deseos inferiores y groseros. El hombre posee dos almas: un alma celeste, su verdadero «yo» y un alma inferior puesta en él por los demonios para obligarlo a pecar.
En segundo lugar, el hombre gnóstico se siente arrojado a un mundo ajeno, absurdo, con el que no tiene afinidad. El mundo es el sitio de la muerte, la fealdad y el mal. «Libéranos de la oscuridad de este mundo al que hemos sido arrojados».
Según algunos gnósticos, no hay un mundo sino una multitud innumerable de mundos inacabados. Este que habitamos se halla rodeado por «tinieblas exteriores», por «un gran mar» que no es otro que el firmamento, que son barreras que impiden la evasión fuera de él.
El cosmos visible es el dominio de la sucesión de nacimientos y muertes, la región en que se hallan aprisionadas las almas superiores desde su caída a la materia. La mayor parte de los gnósticos cree en la reencarnación, lo que da optimismo a su visión. La suerte de los hombres inferiores sólo es desesperada para esta encarnación, ya que nada impide que en encarnaciones posteriores vayan transformándose en seres «espirituales».
Arrojado al mundo, el hombre aspira desesperadamente a un «más allá» que es donde se encuentra la verdadera vida, en libertad y plenitud. El hombre -dicen los gnósticos- tiene dentro de sí un principio divino exiliado aquí abajo. Mediante el conocimiento, él reconoce su origen y así se salva: «el conocimiento del hombre es el comienzo de la perfección».
El hombre está en el mundo, pero no es del mundo. El mundo y su existencia en él es algo malo ya que es una mezcla violenta y anormal de dos naturalezas o dos modos de ser contrarios e irreconciliables, con exigencias opuestas.
Si el mundo es malo, el lugar donde las almas sufren, ¿quién lo creó? ¿porqué lo creó? Existen muchas y complejas explicaciones entre los gnósticos sobre quién habría creado este mundo tan imperfecto. Sin embargo, en general, siempre vuelve la idea que el mundo no fue creado por el verdadero Dios, sino por un poder inferior. El Demiurgo (Dios creador) es presentado con frecuencia como un obrero inexperto que se esfuerza por copiar la obra del verdadero Dios.
Si bien la gnosis es una actitud fundamentalmente dualista que opone al mundo y Dios, la luz y las tinieblas, lo superior y lo inferior, el hombre participa tanto del mundo inferior como de la naturaleza divina. Es un destello luminoso aprisionado en la carne. El alma, la parte superior del hombre es siempre un fragmento luminoso sustraído de la divinidad y aprisionado en la tierra. El problema es saber cómo el alma - chispa divina extraviada en la tierra - puede retornar a las regiones de donde ha caído.
La gnosis es reminiscencia: recuerda al elegido su primer estado: «Si estás hecho de vida y de luz y adviertes que esa es tu naturaleza, volverás a la vida y a la luz». El hombre que recibe la «luz», separa de él las pasiones que lo dominaban. La gnosis es el conocimiento del camino hacia lo alto y de los medios empleados para seguirlo. «Pero el hombre sólo puede llegar a ella si advierte que él mismo es, en pequeño, el mundo entero. El hombre es un microcosmos donde aparecen todos los poderes y sustancias del macrocosmos. Se compone de materia, pero contiene también el Logos, el Espíritu divino viviente que reina sobre las regiones superiores del Cosmos».
Conclusión.
Los descubrimientos de Nag Hammadi han replanteado cuestiones fundamentales a los estudiosos del desarrollo del cristianismo. Tal vez si la iglesia naciente no hubiera logrado una estructura organizativa y teológica tan firme, el cristianismo hubiera desaparecido de la historia, junto con decenas de cultos religiosos que rivalizaron con él en la antigüedad.
Sin embargo, no debemos perder de vista que los cristianos, tanto ortodoxos como gnósticos, al igual que toda la gente religiosa, defiende sus ideas como expresión de una particular experiencia religiosa. El gnosticismo y la ortodoxia expresan clases muy diferentes de experiencia humana y por lo mismo, atrae a tipos muy diferentes de personas.
El gnóstico es individualista, no puede aceptar como acto de fe lo que digan otros. Sólo basándose en la experiencia inmediata podrá estar seguro de haber alcanzado realmente la gnosis. Para él, no hay nada comparable con la propia experiencia.
El cristiano ortodoxo, por el contrario, busca otra cosa. Para él es mucho más importante su relación con los otros. Cristo no conduce las almas fuera de este mundo para llevarlas a la iluminación, sino que él representa «la plenitud de Dios», bajando a la tierra con el fin de sacralizar la experiencia humana. El convertir en sagrada la vida corriente se manifiesta en rituales destinados a celebrar los principales acontecimientos de la vida: compartir los alimentos, en la eucaristía; la sexualidad, en el matrimonio; el nacimiento, en el bautismo; la enfermedad, en la unción, y la muerte, en los entierros. Todos estos actos se celebran en comunidad y todo el cuerpo social se hace partícipe de ellos.
Mientras el gnóstico se ve a sí mismo «uno entre mil, dos entre diez mil», el ortodoxo se ve como miembro de la familia humana y de la iglesia universal.
lunes, 4 de enero de 2010
Artabán, el cuarto Rey Mago
Cuenta una leyenda rusa que fueron cuatro los Reyes Magos. Luego de haber visto la estrella en el oriente, partieron juntos llevando cada uno sus regalos de oro, incienso y mirra. El cuarto llevaba vino y aceite en gran cantidad, cargado todo en los lomos de sus burritos.
Luego de varios días de camino se internaron en el desierto. Una noche los agarró una tormenta. Todos se bajaron de sus cabalgaduras, y tapándose con sus grandes mantos de colores, trataron de soportar el temporal refugiados detrás de los camellos arrodillados sobre la arena. El cuarto Rey, que no tenía camellos, sino sólo burros buscó amparo junto a la choza de un pastor metiendo sus animalitos en el corral de pirca. Por la mañana aclaró el tiempo y todos se prepararon para recomenzar la marcha. Pero la tormenta había desparramado todas las ovejitas del pobre pastor, junto a cuya choza se había refugiado el cuarto Rey. Y se trataba de un pobre pastor que no tenía ni cabalgadura, ni fuerzas para reunir su majada dispersa.
Nuestro cuarto Rey se encontró frente a un dilema. Si ayudaba al buen hombre a recoger sus ovejas, se retrasaría de la caravana y no podría ya seguir con sus Camaradas. El no conocía el camino, y la estrella no daba tiempo que perder. Pero por otro lado su buen corazón le decía que no podía dejar así a aquel anciano pastor. ¿Con qué cara se presentaría ante el Rey Mesías si no ayudaba a uno de sus hermanos?
Finalmente se decidió por quedarse y gastó casi una semana en volver a reunir todo el rebaño disperso. Cuando finalmente lo logró se dio cuenta de que sus compañeros ya estaban lejos, y que además había tenido que consumir parte de su aceite y de su vino compartiéndolo con el viejo. Pero no se puso triste. Se despidió y poniéndose nuevamente en camino aceleró el tranco de sus burritos para acortar la distancia. Luego de mucho vagar sin rumbo, llegó finalmente a un lugar donde vivía una madre con muchos chicos pequeños y que tenía a su esposo muy enfermo. Era el tiempo de la cosecha. Había que levantar la cebada lo antes posible, porque de lo contrario los pájaros o el viento terminarían por llevarse todos los granos ya bien maduros.
Otra vez se encontró frente a una decisión. Si se quedaba a ayudar a aquellos pobres campesinos, sería tanto el tiempo perdido que ya tenía que hacerse a la idea de no encontrarse más con su caravana. Pero tampoco podía dejar en esa situación a aquella pobre madre con tantos chicos que necesitaba de aquella cosecha para tener pan el resto del año. No tenía corazón para presentarse ante el Rey Mesías si no hacía lo posible por ayudar a sus hermanos. De esta manera se le fueron varias semanas hasta que logró poner todo el grano a salvo. Y otra vez tuvo que abrir sus alforjas para compartir su vino y su aceite.
Mientras tanto la estrella ya se le había perdido. Le quedaba sólo el recuerdo de la dirección, y las huellas medio borrosas de sus compañeros. Siguiéndolas rehízo la marcha, y tuvo que detenerse muchas otras veces para auxiliar a nuevos hermanos necesitados. Así se le fueron casi dos años hasta que finalmente llegó a Belén. Pero el recibimiento que encontró fue muy diferente del que esperaba. Un enorme llanto se elevaba del pueblito. Las madres salían a la calle llorando, con sus pequeños entre los brazos. Acababan de ser asesinados por orden de otro rey. El pobre hombre no entendía nada. Cuando preguntaba por el Rey Mesías, todos lo miraban con angustia y le pedían que se callara. Finalmente alguien le dijo que aquella misma noche lo habían visto huir hacia Egipto.
Quiso emprender inmediatamente su seguimiento, pero no pudo. Aquel pueblito de Belén era una desolación. Había que consolar a todas aquellas madres. Había que enterrar a sus pequeños, curar a sus heridos, vestir a los desnudos. Y se detuvo allí por mucho tiempo gastando su aceite y su vino. Hasta tuvo que regalar alguno de sus burritos, porque la carga ya era mucho menor, y porque aquellas pobres gentes los necesitaban más que él. Cuando finalmente se puso en camino hacia Egipto, había pasado mucho tiempo y había gastado mucho de su tesoro. Pero se dijo que seguramente el Rey Mesías sería comprensivo con él, porque lo había hecho por sus hermanos.
En el camino hacia el país de las pirámides tuvo que detener muchas otras veces su marcha. Siempre se encontraba con un necesitado de su tiempo, de su vino o de su aceite. Había que dar una mano, o socorrer una necesidad. Aunque tenía temor de volver a llegar tarde, no podía con su buen corazón. Se consolaba diciéndose que con seguridad el Rey Mesías sería comprensivo con él, ya que su demora se debía al haberse detenido para auxiliar a sus hermanos.
Cuando llegó a Egipto se encontró nuevamente con que Jesús ya no estaba allí. Había regresado a Nazaret, porque en sueños José había recibido la noticia de que estaba muerto quien buscaba matarlo al Niño. Este nuevo desencuentro le causó mucha pena a nuestro Rey Mago, pero no lo desanimó. Se había puesto en camino para encontrarse con el Mesías, y estaba dispuesto a continuar con su búsqueda a pesar de sus fracasos. Ya le quedaban menos burros, y menos tesoros. Y éstos los fue gastando en el largo camino que tuvo que recorrer, porque siempre las necesidades de los demás lo retenían por largo tiempo en su marcha. Así pasaron otros treinta años, siguiendo siempre las huellas del que nunca había visto pero que le había hecho gastar su vida en buscarlo.
Finalmente se enteró de que había subido a Jerusalén y que allí tendría que morir. Esta vez estaba decidido a encontrarlo fuera como fuese. Por eso, ensilló el último burro que le quedaba, llevándose la última carguita de vino y aceite, con las dos monedas de plata que era cuanto aún tenía de todos sus tesoros iniciales. Partió de Jericó subiendo también él hacia Jerusalén. Para estar seguro del camino, se lo había preguntado a un sacerdote y a un levita que, más rápidos que él, se le adelantaron en su viaje. Se le hizo de noche. Y en medio de la noche, sintió unos quejidos a la vera del camino. Pensó en seguir también él de largo como lo habían hecho los otros dos. Pero su buen corazón no se lo dejó. Detuvo su burro, se bajó y descubrió que se trataba de un hombre herido y golpeado. Sin pensarlo dos veces sacó el último resto de vino para limpiar las heridas. Con el aceite que le quedaba untó las lastimaduras y las vendó con su propia ropa hecha jirones. Lo cargó en su animalito y, desviando su rumbo, lo llevó hasta una posada. Allí gastó la noche en cuidarlo. A la mañana, sacó las dos últimas monedas y se las dio al dueño del albergue diciéndole que pagara los gastos del hombre herido. Allí le dejaba también su burrito por lo que fuera necesario. Lo que se gastara de más él lo pagaría al regresar.
Y siguió a pie, solo, viejo y cansado. Cuando llegó a Jerusalén ya casi no le quedaban más fuerzas. Era el mediodía de un viernes antes de la Gran Fiesta de Pascua. La gente estaba excitada. Todos hablaban de lo que acababa de suceder. Algunos regresaban del Gólgota y comentaban que allá estaba agonizando colgado de una cruz. Nuestro Rey Mago gastando sus últimas fuerzas se dirigió hacia allá casi arrastrándose, como si el también llevara sobre sus hombros una pesada cruz hecha de años de cansancio y de caminos.
Y llegó. Dirigió su mirada hacia el agonizante, y en tono de súplica le dijo:
- Perdóname. Llegué demasiado tarde.
Pero desde la cruz se escuchó una voz que le decía:
- Hoy estarás conmigo en el paraíso.