miércoles, 25 de febrero de 2009

Pensamiento Mínimo

Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí.

Pensamiento Mínimo

¿Por qué las cosas siempre se encuentran en el último lugar donde se las busca?

Orígenes del Temple I

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Denominados como los Defensores de la verdadera Fe, el ejército de Dios..., según Marion Melville habría dos autores a los que hacer referencia cuando se habla del origen de los templarios:

· Guillermo de Tiro

· Jacobo de Vitri

Este último no deja de copiar a Guillermo de Tiro pero como obispo de Acre realiza alguna que otra aportación novedosa consecuencia del contacto con los templarios. Jacobo relata:

"Ciertos caballeros elegidos de Dios y ordenados para su servicio renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el patriarca de Jerusalén [Gormondo, francés de Amiens], se comprometieron a defender a los peregrinos contra bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano. Observaban la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio, no fueron más que nueve los que tomaron tan santa decisión y, durante nueve años se vistieron con ropas de seglar, que los fieles les daban como limosna. El rey, sus caballeros y el señor patriarca se llenaron de compasión por estos hombres nobles que lo habían abandonado todo por Cristo y les concedieron ciertas propiedades y beneficios para atender a sus necesidades y por el alma de los donadores. Y como no tenían iglesia ni lugar en que habitar o que les perteneciera, el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo [Temple en francés] del señor. El abad y los canónigos regulares del Templo les dieron un terreno no lejos del palacio para su servicio, y por este motivo, se les llamó más tarde templarios".

Las cruzadas

El 27 de noviembre de año 1095 el Papa Urbano exhorta a la Cristiandad a conquistar la Tierra Santa situada en Palestina y a controlar las peregrinaciones que hacia allí se dirigen. Son años en los que el poder turco es especialmente cruel. En las aldeas europeas se propagan historias del trato cruel con que el infiel premia la gran devoción del peregrino cristiano, sea este hombre o mujer, niño o adulto, religioso o seglar. A los demonios sarracenos les da igual, no respetan a nada ni a nadie. A esto se suman otras circunstancias que facilitan el movimiento guerrero que está a punto de iniciarse y que durará más de 100 años. Una de estas circunstancias es la amenaza que para los cristianos orientales (bizantinos) suponen los turcos selyucidas. Europa ve amenazadas sus fronteras orientales y pretende ayudar a los "otros cristianos". Otra situación que facilita esta gesta, novedosa en la religión cristiana, es la explosión demográfica que Europa está soportando en esos momentos como resultado de la ausencia de guerras importantes y de los nuevos y más eficaces métodos de producción agrícola. Para el papado representa también un factor de cohesión sobre sus fieles y la oportunidad de afianzar su poder omnímodo. Las cruzadas ayudan también a librarse de maleantes. Muchos son condenados a pena de muerte por sus delitos la cual se les conmuta a cambio de prestar sus servicios guerreros a Cristo. Por su parte los segundones de las familias nobles sin hacienda, la cual pasaba al primogénito, tienen una oportunidad para dejar tranquilos a sus convecinos y forjarse fortuna en las nuevas Tierras. Es pues también un guerra colonial donde los nobles de segunda fila, pero muchos de ellos primeros en valor, pueden hacerse con tierras y riquezas en países que evocan en Occidente a los cuentos de las mil y unas noches. Existe pues una idea de Jerusalén y Tierra Santa como lugares milagrosos, en los que todo puede suceder. Esto último en una sociedad fuertemente aleccionada desde los pulpitos eclesiales y profundamente supersticiosa que cree que el fin del milenio traerá acontecimientos cruciales para ellos, como la segunda venida de Jesucristo que por supuesto tendría lugar en el Reino de Jerusalén. Factores económicos como el comercio con Oriente también supondrán un serio reclamo. Nadie quería quedar fuera del futuro reparto consecuencia de la conquista. Sin olvidar el fervor que mostraba la Iglesia por las donaciones que los peregrinos ingenuamente dejaban en sus templos y que por consiguiente convenía seguir fomentando a través de cualquier medio.

La toma de Jerusalén

El 7 de Junio de 1099 las tropas cruzadas divisan desde las colinas por primera vez los tejados de las casas y las mezquitas de Jerusalén. Por un momento atrás quedan las feroces batallas y los terribles padecimientos. Por un momento un verdadero regocijo se apodera de las almas de los creyentes. Pero esta situación pronto iba a cambiar. Los defensores egipcios de la ciudad habían preparado a conciencia su defensa. Sabedores de la llegada del contingente invasor, habían avisado a El Cairo y este les mandaba un gran ejército de refuerzo. Habían acumulado grandes reservas de agua y alimentos. Los pozos de agua los habían sido cegado y los rebaños recogido. Los cristianos de Jerusalén habían sido expulsados de la ciudad para que los cruzados repartieran con ellos sus escasos pertrechos y así desavituallarlos aún más. El puerto más cercano estaba a kilómetros y además se hallaba bloqueado por naves árabes. La ciudad por su parte presenta una buena muralla que aprovechaba los accidentes del terreno, con gruesos muros y un foso. La situación de los cristianos por tanto no era muy halagüeña. La enfermedad, la sed y el hambre se cebaban con ellos. La ciudad parecía imposible de conquistar, las escalas eran muy cortas y tampoco había madera para construir torres de asalto Los musulmanes hostigaban todo lo que podían y entre los distintos grupos que formaban el ejercito cruzado estallaban continuas rencillas ¡Además estaba aquel abrasador sol y el siroco, el infernal viento del desierto!

Ante esta situación sólo un milagro podía hacer que cayera Jerusalén. Un rumor se va extendiendo, alguien ha tenido una visión que anuncia que si cesan las disputas, se reza y se ayuna durante 3 días, en 9 la ciudad será tomada. El bloqueo en Jaffa se rompe y la flota consigue hacerles llegar madera para sus ingenios de asalto. Se prepara la construcción de 2 gigantescas torres de asalto de 3 pisos cada una.

Al noveno día comienza el asalto. Raimundo de Tolouse por el norte ve destruida su torre por la acción del fuego griego y los impactos del ejército defensor. Sin embargo Godofredo de Bouillon consigue acceder después de mucho esfuerzo a un trozo de muralla y despejarla. Una cantidad considerable de soldados consiguen trepar por medio de las escalas y abrir la puerta de Josafat. El grueso del ejército cruzado consigue entrar e iniciar la toma de la ciudad.

No se sabe realmente cual fue el motivo, si fue por las ofensas que los confiados defensores musulmanes infringieron a los por entonces sufrientes asaltantes, si fue por fanatismo religioso, si acaso lo fue por el afán de botín, lo cierto es que se da comienzo a una auténtica carnicería de la que sólo unos pocos afortunados iban a tener la suerte de salvarse.

Nadie es respetado. Mujeres, niños y ancianos son pasados a cuchillo casa por casa, mezquita por mezquita. Tan sólo unos pocos son apresados para ser vendidos como esclavos y tan solo unos pocos consiguen huir por las zonas derruidas de las murallas. La mezquita de Al-Aksa en la explanada del Templo está inundada con la sangre de los muertos que dicen llegaban en algunos puntos hasta las rodillas de los caballos. Los judíos, que habían colaborado en la defensa de la ciudad son quemados vivos dentro de la sinagoga donde habían corrido a refugiarse y muchos de los cuerpos de los ciudadanos son abiertos en canal en la creencia de que ocultaban en su interior objetos de valor.

Después del sangriento asalto los cruzados se dirigen en solemne procesión hacia la Iglesia del Santo Sepulcro para dar gracias a Dios. El reino de Jerusalén había sido reconquistado. Eso sí, a sangre y espada.

La Misión de los caballeros templarios

Según la Historia oficial los templarios protegían de salteadores y sarracenos a los sufridos peregrinos que se atrevían a viajar hacia Tierra Santa. Jacobo de Vitri, obispo de Acre en tiempos de la Orden, así nos lo cuenta:

“Ciertos caballeros elegidos de Dios y ordenados para su servicio renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano. Observaban la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio, no fueron más que nueve los que tomaron tan santa decisión y, durante nueve años se vistieron con ropas de seglar, que los fieles les daban como limosna. El rey, sus caballeros y el señor patriarca se llenaron de compasión por estos hombres nobles que lo habían abandonado todo por Cristo y les concedieron ciertas propiedades y beneficios para atender a sus necesidades y por el alma de los donadores. Y como no tenían iglesia ni lugar en que habitar o que les perteneciera, el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo [Temple en francés] del señor. El abad y los canónigos regulares del Templo les dieron un terreno no lejos del palacio para su servicio, y por este motivo, se les llamó más tarde templarios.”

Así es; con la toma de Jerusalén en 1099 la mayoría de cruzados habían regresado a sus hogares en Europa con lo que se carecía de fuerzas seguridad con que proteger a los peregrinos de las hordas hostiles sarracenas y de los numerosos bandidos. La tradición habla en concreto de un aljibe donde se cometían frecuentes asaltos, en el peligroso camino Jerusalén-puerto de Jaffa. Aunque existían algunas fortificaciones dispersas, no eran suficientes para dar cobertura a la gran extensión de territorio. El déficit de fuerzas cristianas que controlasen los caminos motivó que algunos caballeros como el referido Hugo de Payns se encomendasen a la protección de los viajeros cristianos. Con este fin en 1118 reúne a otros 8 camaradas y juntos se dirigen a Jerusalén. Allí el rey Balduino les hace alojar en lo que se dice fue el Templo de Salomón y sobre el que los musulmanes habían construido las mezquitas de Al-Aksa y de la Cúpula de la Roca. Es por ello que se les empiezan a llamar los Caballeros del Templo.

Es conveniente aclarar que su nombre original era el de "los Pobres Caballeros de Cristo" ya que habían jurado adoptar una vida de pobreza y sacrificio al servicio de Jesús. Pero también serían conocidos con otros apelativos, como soldados de Cristo, caballeros de la milicia del templo de Salomón, caballeros de Salomón, milicia de Salomón, hermanos del Templo...

Tenemos pues una sería de consideraciones admitidas por la mayoría de estudiosos:

· Nueve caballeros inicialmente.

· Conocemos el nombre de sus dos jefes, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer.

· Su categoría inicial en Jerusalén fue la de canónigos regulares. Siguen de forma provisional la regla de San Agustín.

· Habitaban en el lo que fue antaño el Templo de Salomón o en un edificio de sus inmediaciones. Probablemente en una parte del palacio que antaño había sido parte del recinto sagrado judío.

· Si bien en un principio los caballeros del templo pensaban vivir de la caridad posteriormente serían objeto de donaciones y rentas que con el tiempo les convertirían en una fuerza política y económica determinante.

· Su primer objetivo fue mantener las rutas que se encaminaban a los Santos Lugares limpios de bandoleros y soldados infieles. En particular la ruta de Jaffa a Jerusalén. Se decía por aquella época que los caminos hacia el Santo Sepulcro estaban repletos de huesos de peregrinos cristianos blanqueándose al sol.

· Por primera vez una orden cristiana complementaba la vida sobria dedicada a la oración y a la meditación con la vida ardorosa del guerrero y sus sangrientas batallas.

· Varios de ellos serían veteranos de la primera cruzada o al menos conocedores de los problemas de los que eran víctimas los visitantes cristianos del Santo Sepulcro.

· Todos ellos eran caballeros del área de influencia franca, de la Borgoña, Champaña y Flandes. Al igual que en las cruzadas el protagonismo se lo llevaban los francos...

· Pudiera ser como apuntan algunos investigadores, que durante unos años estos 9 caballeros vivieran solos y partir de la constitución oficial de su orden, en Troyes, su número fuera aumentando paulatinamente hasta constituirse en la grandiosa orden en que se convirtió. Aunque parece más lógico que ya desde sus inicios comenzaran con las labores de proselitismo.

· No existe constancia alguna que indique que durante estos 9 años hubiera algún enfrentamiento con enemigo alguno y posibilidades desde luego tuvieron muchas. Son años en que el buen rey Balduino de Jerusalén tuvo que emplearse a fondo por la defensa y expansión de su nuevo reino.

· Su vestimenta inicial sería un hábito seglar o un manto blanco sin la cruz bermeja que los inmortalizaría para la historia. Esta última fue una adquisición posterior.

Sin embargo no todo está tan claro. Muchos investigadores ven en la historia algunas piezas que no encajan. En primer lugar el hecho de que únicamente 9 caballeros ya entrados en años pretendieran defender el largo camino Jaffa-Jerusalén. No parece plausible, de hecho de lo que sí existe constancia es de las excavaciones que durante 9 años realizaron debajo de su acuartelamiento, los restos del Templo de Salomón, con la excusa de crear caballerizas para la futura tropa. Allí dejaron constancia de una red de galerías que se creé comunicaban con la mezquita de Omar. Todo ello con la aquiescencia del rey Balduino.

¿Por qué se les ubicó precisamente en el Templo? ¿Buscaban algo realmente los caballeros? Y en ese caso ¿Cómo supieron donde debían excavar? ¿Encontraron algo de valor? ¿Qué fue lo que hallaron?

San Benito

Para el escritor Louis Charpentier los orígenes de la orden no hay que situarlos en la época de las cruzadas sino más atrás en el tiempo, en Monte Casino, Italia. Allí San Benito de Nursia, un ermitaño francés, fundó la orden Benedictina. La Orden se encargaría de recopilar y estudiar lo viejos textos del saber clásico para así en un futuro sacar a occidente del estado lamentable de barbarie en que vivía motivado por las invasiones germánicas. Los monjes de San Benito trabajaban siete horas en los campos, cuatro en distintos oficios y otras cuatro volcados en el estudio y la oración. La orden cisterciense cuyo máximo exponente fue San Bernardo pretendió revivir estas espartanas costumbres de sus predecesores los monjes benitos.

A la orden benedictina se uniría el saber celta de la mano de monjes-druidas como Pelagio, San Colombano o San Malaquias procedentes de Irlanda la mayor parte. Hay que tener en cuenta que toda nueva civilización no borra por completo la anterior. Se produce un proceso de retroalimentación donde las distintas corrientes de pensamiento se influyen mutuamente y generan un sincretismo religioso y cultural. Eso es lo que pasó con el cristianismo y el modo de vida de los pueblos paganos, incluyendo dentro de ellos a los celtas.

Este proceso sincrético, es decir el conocimiento pagano-celta y el clásico, unido sin duda al hebreo y al oriental, sobre todo el sufí, desembocó en la figura de San Bernardo y la creación de su milicia sagrada, los caballeros del Temple. En la figura de los templarios se intuye el instrumento de una gran misión, la civilización de Europa Occidental. Su creación se encaminaba a una búsqueda. En principio se deseaba el acceso a los saberes del pueblo de Israel. El pueblo judío, el elegido por los dioses para transmitir un legado crucial a la humanidad. En los monasterios de Citeaux primero y en Claraval después se intentaría supuestamente descifrar ese legado.

Aunque para muchos los templarios no eran más que unos guerreros fanáticos que contribuían a mantener el status quo de la época, es decir el feudalismo y las injusticias que ese sistema conllevaba, lo cierto e indiscutible es que estos caballeros contribuyeron al desarrollo del comercio, de la agricultura y de la artesanía. En su época también floreció el arte, cuya expresión más sobresaliente fue el gótico. Un estilo producto de conocimientos ancestrales aplicados a la época. Sus inventores, los gremios de artesanos, son considerados un colectivo protegido desde las encomiendas templarias. Por estos motivos la desaparición de la orden es considerada hoy en día por algunos autores como uno de los mayores dramas en la historia de la humanidad.

Hugo de Payns

Hugo de Payns es considerado el fundador oficial de la Orden de los Caballeros Templarios y su primer Gran Maestre. Como su nombre indica era natural de Payns (actual Francia) donde nació alrededor del 1080. Documentos de la época lo sitúan como uno de los principales oficiales de la casa de Champaña. No se tiene la certeza de que participare en la primera cruzada pero si es probable que conociera tanto a Godofredo de Bouillon como a su hermano Balduino, los futuros regidores del recién creado Reino Cristiano de Jerusalén. Incluso es plausible que conociera al primo de estos, Balduino II, que sucedería a los anteriores y ocupaba el trono en la época en la que los primeros nueve caballeros se trasladaron a Jerusalén. Todo esto es importante para entender el aprecio que se le dispensaba en Tierra Santa. Recordemos que alojan a los caballeros ni más ni menos que en el palacio donde vivía el propio rey.

Anteriormente, en 1110, junto a otros peregrinos habría construido la Torre de Destroit entre Caifá y Cesarea, en donde con los años se construiría la gran fortaleza templaria conocida como el Castillo del Peregrino (Athlit).

Se cree que tuvo al menos un hijo de nombre Teobaldo que ejerció de Abad en un monasterio del cister, Sainte Colombe de Sens. Se baraja también como posibilidad que a través de su esposa estuviese emparentado con la familia Montbard, la familia materna de San Bernardo y de André Montbard, este último uno de los cofundadores del Temple.

Después de la constitución formal de la orden, en el concilio de Troyes, Hugo se desplazaría por Francia, Flandes, Inglaterra y Escocia (el viaje a España y Portugal lo dejaría a en manos de otro compañero) en busca de apoyos, fondos, donaciones y reclutas para la Misión en Tierra Santa. En 1129, después de obtener un gran éxito en la empresa, regresa a Palestina con cerca de 300 caballeros y numerosos auxiliares. Hugo y sus hermanos habían cosechado un rotundo éxito. Su proyecto había obtenido una gran comprensión y respaldo en todos los ámbitos de la sociedad europea de la época.

Hugo de Champaña

No participó en la primera cruzada se tiene constancia de diversas visitas que realizó a Palestina en los años 1104, 1108 y 1114, probablemente acompañado de Hugo de Payns. Influenciado por estos viajes a Oriente impulsaría el estudio de documentos sagrados hebreos y árabes. De vuelta de su último viaje cedió terrenos para la construcción de lo que sería la Abadía de Claraval. En 1125 renegó de su mujer, hijo y posesiones e ingresó en la Orden Templaria. Para muchos investigadores este personaje es de vital importancia para conocer los misterios de la orden. Su interés por los textos hebreos llama la atención. Unos documentos en cuyo estudio participaron incluso rabinos franceses. También el afán viajero en una época muy difícil para recorrer tales distancias y su ferviente deseo de ingresar en una orden de allá, en concreto en la Orden del Temple. Si en algo están de acuerdo la mayoría de historiadores es en el hecho de que el Conde Hugo de Champaña fue una pieza vital en el engranaje inicial del Proyecto Templario. Encontrar su posición exacta en este engranaje ya es una tarea más ardua.

Su comportamiento genera extrañeza pues no parece lógico que un miembro de la alta nobleza feudal estuviera ahora defendiendo los polvorientos y cansinos caminos de Oriente a las órdenes de uno de sus oficiales y vasallos, Hugo de Payns, el Gran Maestre templario. Desde luego se intuye algo más que fervor religioso, un asunto grande diríamos hoy en día. No obstante quizás Hugo de Champaña aprisionado por sus deberes y su rango en Europa, no pudiera tomar las riendas directamente del PROYECTO y se lo encomendara a un hombre de su confianza: Hugo de Payns. Otro factor a tener en cuenta es su amistad con San Bernardo, superior de los monjes cistercienses, como se demuestra en las cartas que dirigió el santo al conde con motivo del ingreso de este último en la orden del Temple.

Los frecuentes viajes a Oriente en sus últimos años, algunas veces acompañado de Hugo de Payns, parecen sugerir la existencia de algún asunto del mayor interés que requiere del posterior regreso del futuro maestre junto a otros compañeros para su culminación. De este comportamiento parece desprenderse una gran ansiedad por formar parte directa del proyecto. Parece no ver el día en que pueda volver a Oriente, quizás por el rotundo éxito de la misión que él comenzó junto a de Payns y que muy probablemente fue dirigida desde altas instancias, desde los conventos cistercienses.

lunes, 23 de febrero de 2009

Moral Totalitaria: el Vaticano y los otros

Silvia Alcoba

 

Aunque por razones distintas, Silvio Berlusconi, el Estado Vaticano, y la llamada prelatura del Opus Dei son buenos ejemplos de moral totalitaria. Casos recientes ponen de manifiesto la intolerancia oscurantista e inquisitorial de la que el premier italiano y las corporaciones citadas hacen gala cuando conviene para imponer sus particulares códigos morales, con abstracción de la libertad de la persona y las leyes aprobadas por el Parlamento.
La repugnante actuación de Berlusconi en el caso de Eluana Englaro es un primer ejemplo. Recuérdese que se trataba de una mujer que ha vivido en estado vegetativo desde un accidente ocurrido en 1992 y que ha muerto recientemente. Después de un largo proceso y de la evidente irreversibilidad de la situación clínica, la Corte Suprema de Casación autorizó la suspensión de la alimentación asistida. Pero, a pesar de esta decisión judicial, el primer ministro respondió con un decreto-ley dirigido a anular la decisión judicial. Por su parte, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, respetuoso con la Constitución y tras una carta de impecable factura jurídico-institucional dirigida a Berlusconi, no sancionó el decreto-ley por su manifiesta inconstitucionalidad: no se trataba de una norma que respondiese a una situación de urgencia, causa exigida por el artículo 77 de la Constitución italiana para aprobar un decreto-ley. En este sentido, ha habido precedentes en las presidencias de Pertini, Cossiga y Scalfaro.

Con su decisión, Berlusconi, sin atisbo alguno de escrúpulo institucional y moral, ha roto las reglas del Estado de derecho al oponer a una decisión judicial inapelable en Italia, una norma que violaba flagrantemente la Constitución. Y, además, argumentando que Eluana tenía células vivas y que hipotéticamente aún podía quedar embarazada, ante lo cual no valen formalismos jurídicos, si de lo que se trata es de salvar una vida humana. Y todo ello con el apoyo del Vaticano dirigido por Joseph Ratzinger, que ha aplaudido su decisión, en una clara intromisión en asuntos que solo corresponden al Estado italiano.
Realmente, ante tamaño ejemplo de amoralidad y cinismo, cabe preguntarse cómo es posible que la sociedad italiana haya avalado democráticamente a un sátrapa de este calibre. Aunque, seguramente la izquierda italiana también deba responder a este dilema. Porque, vista la pacata oposición ejercida por el Partido Democrático –saldada con la dimisión de Walter Veltroni–, la izquierda debería percibir que, con un individuo como el que ocupa el Palazzo Chigi, no se puede actuar con las lacerantes divisiones que la aquejan.

No hay duda de que el Estado Vaticano ha colaborado activamente en la obscenidad promovida por Berlusconi para imponer sus coyunturales concepciones morales. El artículo 32 de la Constitución italiana establece que “nadie podrá ser obligado a seguir un determinado tratamiento sanitario, excepto cuando así lo prevea una ley”. Y ha sido de acuerdo con la ley como la Corte de Casación autorizó suspender la alimentación y la hidratación de Eluana. Sin embargo, el Vaticano ha aplaudido la valentía de la decisión inconstitucional del primer ministro, al tiempo que se ha sentido decepcionado con el rechazo de Napolitano a avalar una norma inconstitucional, inmiscuyéndose de esta forma y sin especiales escrúpulos en la vida institucional italiana. Un Estado Vaticano que –recuérdese– hace cuatro días rehabilitaba y luego daba un tímido paso atrás, a obispos como Williamson y otros lefebvristas que niegan el Holocausto, en un ejercicio más de moral farisaica de clara patente vaticana. Visto lo cual, cuánta razón asistía a Beppino Englaro, el padre de Eluana, cuando se preguntaba quiénes eran el primer ministro o la Iglesia católica para imponer a su hija sus criterios morales.

Otro buen ejemplo de totalitarismo moral es el que, en un ámbito distinto, aparece en la película Camino, un alegato a favor de la libertad, el placer y, en definitiva, la vida, que es el espléndido trabajo de Javier Fesser. Porque la secta elitista del Opus Dei que es retratada en esta cinta es un paradigma de visión unilateral y sórdida de la libertad de la persona, en el que el pensamiento oscurantista, el integrismo moral, el padecimiento y la muerte son –entre otras– las señas de identidad de lo que Jesús Ynfante denominó la Santa Mafia, creada por el soberbio y cínico marqués de Peralta. Aquel que en 1958 felicitaba a Franco, con motivo de la aprobación de la ley de principios fundamentales del Movimiento, considerados permanentes e inalterables, porque dicha ley proclamaba que “la Nación española considera como timbres de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única y verdadera y Fe inseparable de la conciencia nacional que inspirará su legislación”.
Por cierto, ¿le serviría este ejemplo de totalitarismo moral al actual alcalde de Zaragoza para reconsiderar el insulto que supone dedicar una calle de la ciudad a Escrivá de Balaguer? O quizá, aquel otro sobre las mujeres que vomitaba en su Camino: “Ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discretas”.

viernes, 20 de febrero de 2009

Pensamiento Mínimo

Si una palabra está mal escrita en el diccionario, ¿cómo lo sabríamos?

Pensamiento Mínimo

Si a la primera no lo haces bien, el paracaidismo no es lo tuyo.

Los Orígenes de la Magia según “algunos” Gnósticos

Existen varios tipos de magia. La magia del ilusionista teatral que saca conejos de los sombreros de copa, corta por la mitad con sierras a señoritas y, últimamente, adivinan los números de la lotería...

Por otro lado, tenemos la magia que estudia el antropólogo, que consiste en supersticiones ingenuas, ritos primitivos de fertilidad, y curiosidades folklóricas que han sobrevivido al tiempo.

Está también la magia negra que va en contra del libre albedrío de la persona, y se suele utilizar con fines malvados como asesinatos rituales, amarres de amores, etc.

Y por último tenemos la magia del ocultista, cuyos orígenes deben buscarse no en la leyenda o en el folklore, sino en la literatura hermética y gnóstica.

Los textos más antiguos que componen la literatura hermética, suelen estar escritos en forma de diálogos explicativos entre dioses y diosas. Una de las figuras principales de estos diálogos es Hermes Trimegisto (Hermes, el tres veces grande), que es una manifestación particular de una deidad griega a la que, por lo menos cuatrocientos años antes de Cristo, se identificaba con Thot, dios egipcio de la escritura, la sabiduría y la magia.

Existen varias recopilaciones de textos herméticos, pero la que más profundamente ha afectado al desarrollo de la magia occidental ha sido el «Corpus Hermeticum» y sobre todo su primer tratado, «El Divino Poimandres».

El autor relata de qué forma fue arrebatado en el espíritu y contempló al divino Poimandres, esencia de la omnipotencia, a quien suplicó que le concediera el conocimiento directo de Dios y de la Naturaleza del Universo.

La respuesta a su deseo de conocimiento fue una visión de tinieblas y luz; de las tinieblas procede la sustancia básica de la que está compuesto el universo; de la luz surgen el espíritu y la razón. De este espíritu nace el Demiurgo, creador del cielo y la tierra, y el hombre original, cuya residencia natural son las estrellas. El hombre original queda prendado de su propio reflejo en las aguas de la tierra, desciende hacia él mismo y queda atrapado en el mundo de la naturaleza terrenal.

De este hombre caído desciende la humanidad actual, dotada de un espíritu inmortal capaz de ascender hasta la divinidad, y atrapada en un cuerpo mortal pero capaz de alcanzar la liberación de la materia y la unión con Dios.

Un texto sagrado de los antiguos teúrgos era el de los "Oráculos caldeos", una colección de sentencias atribuidas a Zaratustra, el reformador de la religión persa, pero recopiladas, y quizás escritas, por Juliano, neoplatónico del siglo II d.C. Muy poco es lo que se sabe de la vida de Juliano. Los autores paganos de épocas posteriores le presentan como un teúrgo dotado de grandes poderes, capaz de invocar a los dioses para que adoptaran forma visible, de viajar en espíritu a cualquier lugar y de controlar los fenómenos atmosféricos.

Los «Oráculos caldeos» tuvieron considerable influencia en el desarrollo de la magia occidental aunque hoy son uno de los muchos libros perdidos de la antigüedad. Pero son tantos sus fragmentos citados por otros autores que podemos hacernos una idea aproximada de su contenido. Por ejemplo, sabemos que se oponían a la adivinación mercenaria y a la creencia fatalista en un futuro predestinado; una de sus frases dice: "No dirijas tu mente hacia las vastas superficies de la Tierra, pues la planta de la verdad no crece en el suelo. Tampoco midas los movimientos del Sol, pues se mueve impelido por la Voluntad Eterna del Padre, y no lo hace para ti... El vuelo de las aves no proporciona auténtico conocimiento, ni tampoco la disección de las entrañas de las víctimas. Estos son simples juegos, instrumentos de fraude mercenario: huye de ellos si quieres entrar en el sagrado paraíso".

Los «Oráculos caldeos» insistían en la importancia que tienen en los ritos teúrgicos los encantamientos, extrañas palabras de muchas sílabas y origen desconocido, que se han venido repitiendo en todo rito mágico desde el Egipto de los Ptolomeos hasta hoy en día. Según Juliano, no se puede cambiar ni una sílaba de estas fórmulas, que poseen un poder inefable.

La teúrgia tuvo suma aceptación entre los filósofos paganos, que la consideraban como algo situado por encima de la Filosofía, ya que permitía el acceso directo a los dioses. Según el neoplatónico Jámblico, no es el pensamiento lo que conecta a los teúrgos con los dioses. La unión teúrgica con la divinidad, se alcanza solamente por la eficacia de actos inefables realizados del modo correcto.

Pero con el avance del catolicismo las vistosas deidades del Olimpo, el bullicioso Príapo, dios de los jardines, la velada Isis, todos cayeron en el olvido, sus altares quedaron desiertos, sus templos fueron abandonados u ocupados por los sacerdotes de la nueva fe. Los teúrgos perdieron su batalla contra el catolicismo.

Sin embargo, si estudiamos cuidadosamente la misma Biblia vemos que desde los tiempos más antiguos se enseñaba y veneraba el Esoterismo, la Alquimia, la Magia, la Astrología, la Filosofía, las Matemáticas, etc. Si estudiamos cuidadosamente el Éxodo de Moisés, descubrimos en el Antiguo Testamento maravillas esotéricas: exorcismos, resurrección de muertos, sortilegios, embrujamientos, desembrujamientos, transfiguraciones, levitaciones, curaciones, ya con la concentración en el campo magnético de la raíz de la nariz -de los enfermos-, ya con pases magnéticos, o por las aguas, por el aceite consagrado, o pequeñas porciones de saliva mágica, colocada sobre la parte enferma, etc.

En el Éxodo de Moisés, uno descubre en él -y en los antiguos tiempos- la magia práctica de los egipcios. Moisés mismo era un gran mago. Nadie ignora que fue primo del Faraón, y que era descendiente del Patriarca Abraham, el gran mago caldeo, y del muy venerable Isaac. Moisés era un hombre que liberó el Poder Eléctrico de la Voluntad, y poseía el don de los prodigios. Así está escrito. Todo lo que las Sagradas Escrituras dicen sobre ese caudillo hebreo, es ciertamente extraordinario, portentoso. Moisés transforma su bastón en serpiente, transforma una de sus manos en mano de leproso, luego le devuelve la vida. La prueba aquella del zarzal ardiente pone en claro su poder, la gente comprende, se arrodilla y se prosterna. Moisés utiliza una vara mágica, emblema del poder real, del poder sacerdotal del iniciado en los Grandes Misterios de la Vida y de la Muerte.

Cuando uno lee el Éxodo, no puede menos que asombrarse de esos poderes formidables. Se sabe que cuando Moisés quiso liberar al pueblo hebreo, el Faraón se opuso. Dicen las Sagradas Escrituras que entonces manifestó su poder ante el Faraón. Ante el Faraón, Moisés cambia en sangre el agua del Nilo, los peces mueren, el río sagrado queda infectado, los egipcios no pueden beber de él, y las irrigaciones del Nilo derraman sangre por los campos.

Moisés hace más; logra que aparezcan millonadas de ranas desproporcionadas, gigantescas, monstruosas, que salen del río e invaden las casas. Luego, bajo su gesto, indicador de una Voluntad libre y soberana, aquellas ranas horribles desaparecen. Más como el Faraón no deja libre a los israelitas, Moisés obra nuevos prodigios: cubre la Tierra de suciedad, suscita nubes de moscas asqueantes e inmundas que después se da el lujo de apartar. Desencadena la espantosa peste, y todos los rebaños -excepto los de los judíos mueren. Cogiendo hollín del horno, dicen las Sagradas Escrituras, lo tira al aire y cayendo sobre los egipcios les causa pústulas y úlceras.

Extendiendo su famoso bastón mágico, Moisés hace llover un granizo del cielo que en forma inclemente destruye y mata. A continuación hace estallar el rayo flamígero, retumba el trueno aterrador y llueve espantosamente, luego con un gesto devuelve la calma.

Sin embargo, el Faraón continúa inflexible. Moisés, con un golpe tremendo de su vara mágica, hace surgir como por encanto nubes de langostas, luego vienen tinieblas. Otro golpe con la vara y todo retorna al orden original. Muy conocido es el final de todo aquel drama bíblico del Antiguo Testamento: interviene Jehová, hace morir a todos los primogénitos de los egipcios y al Faraón no le queda más remedio que dejar marchar a los hebreos. Posteriormente Moisés se sirve de su vara mágica para hender las aguas del Mar Rojo y atravesarlas a pie seco.

Incuestionablemente muchos pseudoocultistas al leer todo esto, quisieran hacer lo mismo, tener los mismos poderes de Moisés, sin embargo, esto resulta algo más que imposible en tanto la voluntad continúe embotellada entre todos y cada uno de esos “Yoes” que en los distintos trasfondos de nuestra psiquis cargamos.

La Esencia es «Voluntad-Conciencia». Cuando la voluntad se libera, entonces se mezcla o funciona integrándose así con la Voluntad Universal, haciéndose por esto soberana. La voluntad individual fusionada con la Voluntad Universal, puede realizar todos los prodigios de Moisés.

En todas las páginas bíblicas existe un despliegue maravilloso de alta magia, videncia, profecía, prodigios, transfiguraciones, resurrección de muertos, ya por insuflación o por imposición de manos o por la mirada fija sobre el nacimiento de la nariz, etc., etc., etc. Abunda en la Biblia el masaje, el aceite sagrado, los pases magnéticos, la lectura del pensamiento ajeno, los transportes, las apariciones, las palabras venidas del cielo, etc., etc., verdaderas maravillas de la Voluntad Consciente liberada, emancipada, soberana.

Sin embargo, a partir del siglo IV, el catolicismo empezó a perseguir toda esta ancestral Sabiduría calificándola como cosa de brujos, hechiceros, magos negros, etc. Pero, antes de que esto sucediera, el paganismo se reavivó momentáneamente gracias a Proclo (410 - 485), el último de los grandes teúrgos clásicos y el más grande de los filósofos neoplatónicos. Proclo, vivió una vida monástica en compañía de hombres y mujeres que componían la pequeña comunidad de filósofos paganos atenienses, una isla de cordura en un mundo en el que se asesinaba a las personas por sus opiniones teológicas.

Proclo dedicaba muchas horas cada día a la oración contemplativa, invocando a los dioses en ritos teúrgicos. Escribió incesantemente y se decía que tenía como huésped a la diosa Atenea, que se estableció en su casa después de que se retirara su imagen del Partenón.

Los escritos teúrgicos de Proclo, a excepción de unos pocos fragmentos, fueron destruidos por sus adversarios católicos. Pero se conservaron algunas de sus obras filosóficas, entre las que destacan «Elementos de teología» y «Teología platónica», cuyas traducciones al latín medieval mantuvieron vivos ciertos conocimientos de filosofía platónica y hermética que han servido de base teórica a la magia clásica posterior.

El más difundido de todos los textos mágicos medievales fue la Clavícula de Salomón o llave de Salomón, utilizado en muchas invocaciones. Los principios básicos de las invocaciones que realizaban los magos eran los mismos para todos:

1. El mago preparaba sus vestimentas, varas y otros instrumentos mágicos.

2. Purificaba sus objetos mágicos y se purificaba a sí mismo.

3. Trazaba un círculo mágico de protección que garantizaba la inviolabilidad del cuerpo, la mente y el alma del mago.

4. Por último, realizaba las conjuraciones.

A mediados del siglo XV se redescubrieron los textos herméticos, concediéndoseles prioridad a la hora de traducirlos. Se lograron imprimir dieciséis ediciones. Los estudiosos que habían redescubierto los textos herméticos lograron reconciliarlos con el Antiguo y el Nuevo Testamentos recurriendo a la cábala.

Así, los magos eruditos de la Edad Media recibieron influencias de tres tendencias: el hermetismo, la cábala y el misticismo cristiano. Consideraban la magia y la filosofía oculta como auténtico cristianismo. Citaban un lema de San Agustín que decía: “Lo que ahora llamamos religión cristiana existía en la antigüedad y perteneció a la raza humana desde sus orígenes”.

Y no sólo la magia era verdadero cristianismo, sino que los primeros discípulos de Cristo habían sido los reyes magos, los auténticos magos de la antigüedad.

El mago del siglo XVII Thomas Vaughan, hermano del poeta del mismo apellido, escribió lo siguiente: “El que yo profese la magia y justifique a quienes la profesan constituye impiedad para muchos, pero es religión para mí… La magia no es sino la sabiduría del Creador revelada e implantada en la criatura. Es una palabra, como dijo Agripa, aceptada en el propio evangelio; magos fueron los primeros adoradores que el Salvador encontró en este mundo, y los únicos filósofos que le reconocieron antes de que Él mismo se revelara.”

El Agripa que tan elogiosamente cita Vaughan era Cornelio Agripa (1486-1535). Para Agripa, todo lo que existe, sea animal, vegetal, o mineral, posee un alma, que forma parte del alma del mundo, la cual a su vez es parte de un todo más grande, Dios. «Todas las cosas están conectadas entre sí, y este sistema puede ser investigado por medio de la magia»; dice que el hombre contiene en su ser todas las cosas que existen en Dios.

Cornelio Agripa fue perseguido por los señores del Santo Oficio y parecía un vagabundo de ciudad en ciudad, siempre errante, acusado de brujo, hechicero, etc. Fue espantosa la Inquisición durante toda la Edad Media, por lo que la magia y el esoterismo sobrevivían cada vez más ocultos. Recordemos a Cornelio Agripa, a Felipe Teofastro Paracelso, y también al no menos famoso Dr. Fausto, encantador y mago; estos tres últimos fueron discípulos del muy respetable y venerable gran Maestro Abad Tritemus. Dicho abad enseñaba esoterismo en pleno monasterio medieval. Milagrosamente no fue a parar a la hoguera, así fue de grande la horrible Inquisición de las hogueras encendidas por la Iglesia Romana, por la Iglesia Católica.

Por la época aquella, en la Edad Media, si Jesús hubiera caminado sobre el Mar de Galilea, si entonces hubiera realizado ese prodigio, lo hubieran llevado ante el Tribunal del Santo Oficio.

Aun así, todos los eruditos de la Edad Media se apasionaban incesantemente por la magia y muchos trabajaron con los elementales de la naturaleza. Los tres magos más distinguidos de la Edad Media fueron Fausto, Paracelso y Agripa, discípulos del abad Tritemo.

Cuenta la leyenda de los siglos que Tritemo, el mago abad, aquel sabio que en 1483 gobernara al famoso monasterio de Sponheim, conocía a fondo la esotérica ciencia de los elementos.

A su vez, el abad Tritemo se consideraba discípulo de Alberto Magno quien jamás negó que el más santo de los santos practicara la magia. Alberto el Magno, como Santo Tomás, afirmó la realidad de la Alquimia. Su tratado sobre tal materia estaba siempre sobre la mesa del abad.

Tritemo contaba que cuando Guillermo II, conde de Holanda, cenó con el ínclito y preclaro sabio Alberto el Magno en Colonia, éste hizo poner una mesa en el jardín del monasterio aunque era pleno invierno y nevaba. Tan pronto los del convite hubieron tomado asiento, como por encanto desapareció la nieve y el jardín se cubrió de variadas flores. Las aves de distintos colores volaban deliciosamente entre los árboles, como en los mejores días de verano.

Los monjes alumnos del misterioso abad anhelaban poder realizar semejantes prodigios y Tritemo se apresuraba a decir que el Maestro conseguía estas maravillas mediante la magia elemental, y que en ello no había nada demoníaco ni, en consecuencia, perverso, condenable, execrable.

Los sabios medievales también tenían fórmulas maravillosas mediante las cuales se hacían invisibles. Esta clase de fórmulas mágicas, ritos e invocaciones tienen como base a la fe real e inquebrantable. El Doctor Fausto sabía hacerse invisible a voluntad; es claro que el citado mago había conseguido ese poder a base de sacrificio y trabajo con los elementales de la naturaleza.

Los dioses del fuego, Agni, Huehueteotl, etc., los elohim del aire, Paralda, Ehecatl, etc., las divinidades del agua, Nicksa, Tlaloc, etc., Gob y otras deidades subterráneas, asisten siempre al mago-místico que con sabiduría, amor y poder, les invoca.

Los magos antiguos y medievales usaban en sus operaciones de magia a los elementales de la Naturaleza, a las fuerzas inteligentes y divinas del Cosmos. Se cuenta que los magos de la Edad Media lograban que el genio elemental Cupido, además de hacerse visible en un espejo magnetizado, les mostrara también en el mismo no sólo a la figura de la persona amada sino, lo que es más interesante, los sucesos que el destino reserva siempre a los seres que se adoran.

En los siglos siguientes aún sobresalieron personajes misteriosos, como Saint-Germain o Cagliostro, y florecieron algunas sociedades secretas que guardaron los antiguos ritos y conocimientos mágicos. Pero a finales del siglo XVIII, se impuso la era de la razón y el interés por estos conocimientos fue decreciendo. Actualmente, ya la magia se asocia con la superstición y la mercadería.

Pero debemos recordar que el verdadero mago siempre fue un gran sabio, alguien que «ha muerto en sí mismo», es decir, que ha eliminado hasta la sombra misma del recuerdo de sus defectos, por lo que la Naturaleza entera le servirá, le obedecerá. Paseará durante la tempestad sin que la lluvia toque su cabeza. El viento no desarreglará un solo pliegue de su traje. Cruzará el fuego sin quemarse. Caminará sobre las aguas tormentosas del océano sin hundirse. Podrá ver con entera claridad todas las riquezas que se esconden en el seno de la Tierra. De ello dan testimonio las siguientes palabras del Gran Kabir Jesús:

«Los milagros que yo he hecho, los podréis hacer vosotros y aun más».

jueves, 19 de febrero de 2009

Pensamiento Mínimo

Sólo los genios somos modestos.

Templarios Aquí y Ahora

 

Su espíritu no se extinguió con la muerte de su Gran Maestre, Jacobo de Molay, en 1314 a manos de la Inquisición. Ni tampoco su fuerza. Muy al contrario, los caballeros templarios que permanecieron en Europa lograron reorganizarse en secreto y vengar la memoria de su líder en una sucesión de acontecimientos históricos cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días. Pero además, gracias a su poderosa flota, algunos de ellos habrían alcanzado el continente americano mucho antes de su descubrimiento oficial en 1492...

París, 18 de marzo de 1314. Sobre un patíbulo alzado ante Nôtre Dame, fueron colocados los importantes acusados: Jacobo de Molay y los otros tres altos dignatarios de la Orden del Temple. En un gesto postrero de la Caballería medieval, conscientes de que la gloriosa Orden a la que representaban y a la que habían servido fielmente iba a ser derribada injustamente por el azote del destino, los Caballeros del Temple se adelantaron para dirigirse a las gentes de París y proclamar por última vez, en boca del Gran Maestre Jacobo de Molay, su inocencia ante los delitos que se les imputaban.

Fue un acto cargado de pasión suicida y sinceridad que, cuando menos, les permitió morir habiendo recuperado una dignidad que jamás debieron perder, aunque sólo fuera por la memoria de aquellos gloriosos Caballeros Templarios que en el campo de batalla pagaron con su vida su fe en el Temple. Con la puesta del Sol se erigió una enorme pira en la Isla de los Judíos, en el Sena, donde las llamas devoraron inexorablemente los cuerpos de los últimos templarios...

Sin embargo, transcurridos siete siglos desde la violenta extinción de la Orden, un gran interrogante sigue planteándose desde entonces. ¿Continúan los templarios entre nosotros?

Para responder a esta cuestión es necesario hacer una distinción entre las dos formas de pervivencia que pueden ser entendidas como tal. Por un lado, no constituye un dislate considerar que el ideal templario ha perdurado hasta nuestros días en tanto su legado espiritual e ideológico puede perfectamente haberse asentado en el sentir, y hasta en la forma de pensar y vivir, de muchos modernos caballeros. Otra cuestión bien distinta y compleja -en la que precisamente radica una de las mayores incógnitas del "misterio templario"- es la hipotética supervivencia o prolongación clandestina de la Orden tras el ajusticiamiento de su último Gran Maestre oficial.

A este respecto, son muchos los investigadores que han rastreado, con mayor o menor rigurosidad histórica lo que pudo sobrevivir de la Orden. Ciertamente, aún hoy existen lugares en los que buscar signos tangibles de reconocimiento de lo que se ha dado en llamar la historia secreta de los templarios.

Relatar de forma cronológica dónde comienza y dónde termina la “leyenda” de los templarios clandestinos, tratar de situar sus supuestas actividades desde la sombra en el tiempo y en el espacio, esto es, en los contextos históricos en los que su “mano oculta” parece haber intervenido e influido en el devenir de los acontecimientos, no es tarea sencilla.

Quizá deba comenzarse en el momento en que nace, o sale a la luz, esa “leyenda”, que no se fragua en el instante en que Jacobo de Molay sucumbe a las llamas inquisitoriales, sino durante el largo proceso previo al trágico desenlace.

Todo apunta a que la prolongación del Temple se produce desde distintos focos, grupos o ramificaciones que en la mayoría de los casos se mantuvieron conexos de algún modo. Una medida -la dispersión- que resulta lógica e inteligente si lo que se pretendía era perpetuar la Orden a toda costa.

Constatado está que muchos templarios en fuga fueron acogidos por el resto de órdenes militares y hasta monásticas, de entre estas últimas de forma especial por sus hermanos del Císter. En Alemania la mayor parte de los templarios ingresaron en la Orden Teutónica, teniendo un papel relevante en el posterior desarrollo de dicha orden. En España muchos templarios fueron acogidos por las diversas órdenes nacionales, como Calatrava, Santiago, Alcántara y, al igual que en el resto de Europa, por sus antiguos rivales de la Orden de los Hospitalarios de San Juan, a la que además, por bula papal, le fue adjudicada la mayor parte de los bienes templarios. Pero el trasvase más importante de elementos templarios se produjo a las recién fundadas órdenes de Montesa, en la propia España, y de Cristo, en Portugal. Y es que, como ya veremos más adelante, estas órdenes fueron constituidas ex profeso por los monarcas de los reinos de Portugal y Aragón para recibir los bienes (y caballeros) de la Orden del Temple. En España, se sabe incluso de cofradías de constructores a las que se incorporaron los templarios, así como otras de carácter religioso (y hasta militar) que se constituyeron misteriosamente en antiguos enclaves templarios tras la disolución del Temple, haciéndose cargo de las reliquias, cultos y hasta templos que estos debieron abandonar precipitadamente. También es un caso digno de reseñar de entre los antiguos templarios españoles el de Roger de Flor y sus “Almogávares”, ex caballeros del Temple convertidos en mercenarios cuyas gestas bélicas fueron notorias por todo el Mediterráneo.

Es a partir del siglo XVIII, tras el resurgimiento de la Masonería como actividad ilustrada y especulativa, cuando ésta incorpora a los ritos de sus diversas obediencias su origen templario, que, por otra parte, ya venía reclamando desde su fase anterior. De hecho, la principal obediencia de la Masonería universal considera la tradición templaria como núcleo del más venerado de sus rituales, y existen, además, ramas, ritos y agrupaciones templarias en diversos países del mundo.

Pero además, es precisamente esta tradición masónica la que nos habla del sucesor de Jacobo de Molay en la figura del Caballero Johannes Marcus Larmenius, cuyos seguidores dejaron de ser monjes-caballeros y se convirtieron en una orden meramente caballeresca, y en todo caso ecuménica.

En La Revelación de los Templarios, Lynn Picknett y Clive Prince mencionan cómo en 1804 el doctor Fabré de Palaprat funda la OSMTJ, Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalén (erróneamente citada en el libro como “Antigua” en lugar de “Soberana”), afirmando estar autorizado por la “Carta de Transmisión de Larmenius”. "De ser esto cierto –señalan Picknett y Prince-, constituiría una buena prueba de que Fabré de Palaprat era realmente del auténtico linaje templario, porque esta certificación fue escrita supuestamente en 1324 por Larmenius, quien recibió del mismo Jacobo de Molay el nombramiento de Gran Maestre. También se dice que el documento lleva las firmas de todos los Grandes Maestres subsiguientes de la Orden...”

Por su parte, el escritor soriano Ángel Almazán, estudioso del Temple, sostiene que Beltrán Duguesclin (1314-1380), el famoso mercenario bretón que intervino en la guerra fratricida que enfrentó en Castilla a Pedro I “el Cruel” y a su hermano Enrique de Trastamara, habría sido, muy posiblemente, Gran Maestre del Temple refundado a partir de 1357. A este respecto, no deja de resultar curioso que la organización militar de sus “Compañías Blancas” (llamadas así por las capas de este color que ostentaban) fuese similar a la templaria. Como no menos curioso es que, con la muerte de Pedro I, rey contra el que combatió Duguesclin a favor de Enrique de Trastamara, se extinguiera la dinastía de Fernando IV “el Emplazado”, monarca que, al igual que hiciera Felipe IV “el Hermoso” en Francia, persiguió y expolió al Temple en su reino de Castilla.

Para mayor significación, al igual que Felipe IV de Francia, Fernando IV de Castilla también había sido “maldecido” y su muerte anunciada (de ahí su sobrenombre de “el Emplazado”) por dos antiguos caballeros templarios, los hermanos Carvajal -por entonces ya acogidos en la Orden de Calatrava-, antes de que éstos fueran injustamente condenados a muerte en Martos, Jaén, el 8 de agosto de 1312. Circunstancias a las que habría que añadir el hecho de que las “Compañías Blancas” de Duguesclin protegieran al cismático Papa Luna, que terminaría sus días recluido en el antiguo castillo templario de Peñíscola, por entonces en poder de la Orden de Montesa, heredera del Temple en el Reino de Valencia. Todo induce a pensar que con el pontificado del español Pedro de Luna, el Temple secreto intentó llevar a cabo su ideal sinárquico universal.

No vamos nosotros a entrar en la polémica sobre la posibilidad de que la "Carta Larmenius" sea una falsificación, pero lo cierto es que la OSMTJ asegura que la misma existía por lo menos cien años antes de su publicación por Fabré de Palaprat, cuando Felipe, duque de Orleáns y futuro regente de Francia, la invocó al efecto de justificar su autoridad para reunir en Versalles a los miembros dispersos del Temple. Este acontecimiento, de ser cierto, sería una prueba de la continuidad de la presencia templaria en Europa.

Hay fuentes que señalan al jesuita Bone como aquel que confeccionó y dio a conocer en el siglo XVIII la relación de los grandes maestres del Temple a partir de Jacobo de Molay. Una “invención” que habría tenido como objeto la naciente sociedad Resurgimiento de los Templarios, que precisamente fue la que constituyó el duque Felipe de Orleáns.

Con el estallido de la Revolución, la sociedad pasó a denominarse Cabeza de Toro (nombre simbólicamente asimilable a la cruz esotérica templaria Tau), teniendo por Gran Maestre al duque de Cosse-Brisac, al que sucedió precisamente el francmasón Fabré de Palaprat. Se cuenta que el 21 de enero de 1793 un espectador subió al estrado donde acababa de ser guillotinado Luis XVI y, tras mojar los dedos en la sangre del rey muerto, salpicó con ella a la multitud gritando: “¡Yo te bautizo, pueblo, en nombre de la libertad y de Jacobo de Molay!”, y se dice que algunos incluso corearon: “¡Jacobo de Molay, está vengado!”.

Implantado el Imperio napoleónico, los supervivientes de la sociedad, que había sido disuelta por la Comisión Ejecutiva Revolucionaria, reeligieron al doctor Fabré de Palaprat, siendo el propio Napoleón el que favoreció a la Orden. Incluso hay autores, como Michel Lamy y otros, que nos presentan al mismísimo Napoleón como uno de los herederos de los conocimientos de la Orden. De hecho, según algunas fuentes se habría apoderado de la documentación que sobre el Temple tenía el Vaticano.

Por otra parte, muchos de los templarios perseguidos en 1317 en Francia y que no pudieron huir en la flota se refugiaron en las logias francmasónicas de constructores vinculadas al Temple.

Con frecuencia se ha afirmado que las leyendas sobre la supervivencia y venganzas del Temple se crearon en los círculos masónicos de principios del XVIII. Sin embargo, lo cierto es que la maldición que al parecer Jacobo de Molay habría lanzado antes de morir contra sus verdugos, el rey Felipe IV y el papa Clemente V, comienza a hacerse efectiva en forma de venganzas contra reyes y papas, cuyas consecuencias llegan a nuestros días, lo cual nos adentra ya en el peligroso terreno de las evidencias históricas a menudo escamoteadas.

Asimismo, también son muchas las leyendas que hablan de la conexión de la Orden del Temple con la Masonería, especialmente en su rama escocesa: desde las que relatan el refugio de los templarios en Escocia hasta las que insinúan que Jacobo de Molay transmitió la gran maestría templaria a un noble escocés.

Y aunque parece ser que en la “Carta Larmenius” éste califica a los templarios escotos como “templi desertores”, según cierta tradición masónica francesa los archivos y el tesoro de la Orden habrían sido transportados en nueve barcos hasta la isla de Mey, cerca de Rosslyn, donde se encuentra una capilla del siglo XV, centro espiritual de la masonería, que algunos consideran como la última de las catedrales templarias. Al menos así lo afirma el historiador Andrew Sinclair, descendiente del príncipe escocés Henry de Saint Clair, en su obra La Espada y el Grial.

Sinclair no sólo expone en su libro los pormenores de cómo la proscrita Orden de los Caballeros del Temple se convierten en la masonería escocesa, sino que aporta pruebas sorprendentes sobre la existencia de asentamientos precolombinos en América del Norte. En concreto, casi un siglo antes que Colón, el príncipe escocés Henry de Saint Clair habría llegado al continente americano en un navío templario con trescientos colonos. Una posibilidad que entronca con las investigaciones llevadas a cabo por Jacques de Mahieu, según el cual, tras huir de la persecución inquisitorial, la flota templaria habría arribado al continente americano huyendo de la persecución inquisitorial, a través de una ruta que los propios templarios ya habrían marcado desde mucho tiempo antes. Mahieu señala que la Orden del Temple “poseía en el Mediterráneo una gran flota naval, rival de la veneciana, con la que conquistó prácticamente el monopolio de los transportes entre Europa y Oriente Medio”. Controlaba además diversos puertos franceses y españoles como en Mallorca, Colliure, San Rafael, Mónaco, Marsella, así como el de La Rochela, que era el principal, situado en el Atlántico. Si alguien estaba preparado para cruzar este océano en el siglo XIII sin duda eran los templarios...

Lo cierto es que aceptar los planteamientos de Mahieu implicaría resolver la incógnita sobre el origen de la plata con la que la Orden del Temple financió, en menos de cien años, setenta iglesias y ochenta catedrales góticas. Es innegable que durante los siglos XII y XIII los templarios amasaron una ingente fortuna en monedas de plata, mineral que, al parecer, habría resultado casi imposible encontrar en Europa...

Mahieu asegura que los templarios que huyeron de la persecución en Francia escaparon con los tesoros de la Orden hasta América, donde habrían sido asesorados por vikingos daneses que llegaron a México y Sudamérica ya en el siglo X. Allí habrían fundado el asentamiento de Tiahuanaco, afirmaciones que podrían parecer delirantes, pero que lo son menos si observamos algunas sorprendentes estatuas en dicho santuario boliviano que parecen imitar otras de la catedral de Amiens. Para Mahieu, esto implica que los propios templarios habrían acometido la construcción del edificio más importante de Tiahuanaco. Ello explicaría por qué cuando los conquistadores españoles llegaron a México fueron considerados como la personificación del dios Quetzalcóatl y sus "hombres blancos" y por qué encontraron similitudes entre la acción civilizadora de la "serpiente emplumada" y el cristianismo.

Estas hipótesis se ven reforzadas por la presencia de una virgen negra en las islas Canarias -cuyo primer conquistador fue el normando neo templario Jean IV de Bethencourt, que para más señas salió del antiguo puerto templario de La Róchele-. Así la presencia templaria no se habría limitado a Canarias, sino que habrían utilizado las islas como escala en sus viajes transoceánicos hacia América y posiblemente como refugio cuando la Orden fue perseguida (los indígenas guanches de pelo rubio y ojos azules con que se toparon los conquistadores españoles tal vez sea una señal que nos induzca a pensar en ello). De esta forma, el santuario canario de Nuestra Señora de la Candelaria contendría las claves de los tesoros, materiales y espirituales, que habrían sido puestos a salvo antes de la abolición de la Orden.

En diversos aspectos de estas hipótesis trabajan investigadores españoles como Rafael Alarcón, Emiliano Bethencourt, Félix Rojas o José Antonio Hurtado, así como el famoso investigador noruego Thor Heyerdahl, quien afirma que Colón ya había viajado a América, varios años antes de su descubrimiento oficial, formando parte de una expedición danesa.

En este sentido, de entre las extrañas y oscuras vicisitudes previas a la aventura del Descubrimiento de América en 1492, dos detalles son profundamente significativos con respecto al tema que nos ocupa. Por un lado, las sorprendentes idas y venidas del Almirante, entre las que citaremos, por lo que ello implicaría, su visita al antiguo puerto secreto templario de La Rochela mientras la Junta de Salamanca estudiaba su proyecto; y por otro lado, su relación con descendientes del cartógrafo judío mallorquín Abraham Cresques, autor de un Atlas Catalán en 1375 que, según parece, contiene pistas sobre la ruta que habrían seguido los templarios hacia el Nuevo Mundo.

Los Cresques tenían su casa solariega en las islas Baleares, prácticamente adosada a los muros de la morada de los templarios de Ciutat (hoy Palma de Mallorca). Estos judíos españoles, que eran los mejores trazadores de cartas marinas de la época, estuvieron al servicio de la Escuela Náutica de Sagres, fundada por el Infante portugués Enrique I “el Navegante” bajo los auspicios de la Orden de Cristo, sucesora del Temple portugués y de la que, por cierto, llegó a ser Gran Maestre. De aquella escuela náutica salieron las cartas de navegación utilizadas por los primeros exploradores atlánticos.

La epopeya del navegante Vasco de Gama en su búsqueda de la India (¿y del mítico reino del Preste Juan?) o el descubrimiento de Brasil a cargo de Pedro Álvares Cabral, son hazañas rodeadas de connotaciones políticas y hasta proféticas verdaderamente significativas, como lo denota las palabras del historiador Tito Livio Ferreira: “La primera bandera que ondeó en el actual Brasil no fue la de la Corona portuguesa, sino la de la Orden de Cristo”... Y la cruz roja que ostentaba dicha bandera de la Orden que acogería a templarios de toda Europa, se convirtió en el emblema universal de los descubridores, similar a las que llevaron en sus carabelas Cristóbal Colón y Pedro Álvares Cabral.

En España, como ya apuntamos anteriormente, en concreto en el antiguo Reino de Valencia, el rey Jaime II de Aragón también fundó otra orden ex profeso para heredar los bienes templarios, denominada Orden de Santa María de Montesa, u Orden de Montesa, pues temía que los Hospitalarios de San Juan adquiriesen un excesivo poder y riqueza si se cumplía el mandato papal de que todas las posesiones templarias pasasen al Hospital. La Orden no pudo instituirse hasta la muerte de Clemente V, en 1317, siendo ya papa su sucesor Juan XXII.

La nueva orden sería filial de la Orden de Calatrava, por cuya regla se regiría, y si bien Juan G. Atienza señala que en un principio tan sólo fue una mera heredera de los bienes materiales templarios (en modo alguno espirituales o esotéricos), este mismo autor afirma que hasta el siglo XIX los montesinos se consideraron a sí mismos como herederos efectivos del Temple y hasta, ocasionalmente, se autoproclamaron templarios.

Señalaremos aquí, por sus extrañas connotaciones, que al contrario que en casi toda Europa -donde la resistencia de los templarios fue mínima y en modo alguno armada-, en España la rebelión de los templarios fue tal que no admitieron las órdenes papales y reales en lo concerniente a su calificación como herejes, dando ello lugar a muchos meses de resistencia en sus fortalezas.

La actual OSMTJ señala al Temple escocés, sobre el que no existen noticias de disolución o condena, intervino en defensa de la independencia de Escocia apoyando a la dinastía Jacobita, y que su fuerza se manifiesta también ya en el siglo XVII, en Francia, con la formación de la Garde Ecosse que protegiera al rey francés.

En la independencia de Grecia el Temple clandestino habría tomado parte de forma notoria y, tal vez como recompensa postrera -¿por qué no?-, el 29 de diciembre de 1992 la Orden del Temple fue restaurada canónicamente por el Patriarca de Alejandría y toda África de la Iglesia Ortodoxa griega, Parthenios III. Este evento fue muy difundido por la prensa helénica y portuguesa y, curiosamente, hay quien señala que de esta forma la Orden del Temple fue restaurada con la bendición y consentimiento canónico de la misma Fuente de Honra (Fons Honorum) y del mismo Poder Espiritual que dio inicio a su existencia en el siglo XII.

Finalmente habría que destacar el misterioso Priorato de Sión, que en 1982 dieron a conocer los investigadores británicos Michael Baigent, Henry Lincoln y Richard Leigh y cuyo origen se retrotraería al año 1099, precisamente en la Orden de Nuestra Señora del Monte Sión, u Orden de Sión, que fundara en Tierra Santa el legendario cruzado Godofredo de Bouillon, fundador de la dinastía regia de Jerusalén. Al parecer, el Priorato de Sión y la Orden del Temple llegaron a ser prácticamente la misma organización, presidida por un mismo gran maestre, hasta que sufrieron un cisma y emprendieron caminos separados en 1188.

El alcance y trascendencia que, de ser ciertos, tendrían estos antecedentes históricos (la existencia del Priorato en nuestros días es innegable) es de una complejidad tal que no pueden ser aquí abordados... Como tampoco puede serlo lo referente a los masónicos “padres de la Patria” norteamericana, ni lo concerniente a los ideólogos, también masones, de la Construcción Europea, entre los que estaría una misteriosa organización ocultista, Alfa-Galates, presidida por Pierre Plantard, quien luego ocuparía el rango de Gran Maestro del Priorato de Sión... Y es que todo esto ya es otra historia...

FinisCoronatOpus

Pensamiento Mínimo

Supermán es Clark Kent. (Batman)

Francmasonería II, Cluenda

Dos principales corrientes

La regularidad es un concepto tan importante como debatido en el seno de la Francmasonería. En base a él, las Obediencias masónicas establecen acuerdos de mutuo reconocimiento y relación entre ellas. En general, se habla de Masonería Regular para referirse a la que se atiene a una serie de reglas tradicionales. Sin embargo, existe discrepancia sobre cuáles de estas normas son las realmente importantes y cuáles no, lo que da lugar a la división de la Masonería mundial en dos corrientes principales, a las que se puede añadir un cierto número logias y de pequeñas obediencias no adscritas a ninguna de las dos.

Las condiciones aceptadas por las dos corrientes principales para reconocer la regularidad de una Obediencia masónica son:

ü  Que posea una legitimidad de origen; esto es, que su constitución haya sido auspiciada por alguna otra organización masónica regular. En este sentido, suele considerarse que la regularidad inicial emana de la antigua Gran Logia de Londres y Westminster.

ü  El respeto a los valores y principios capitales establecidos en los documentos fundacionales, en concreto las llamadas Constituciones de Anderson, publicadas en 1723.

Las dos corrientes discrepan en varios puntos importantes, que afectan incluso a sus respectivas denominaciones. Ambas corrientes suelen ser conocidas, respectivamente, como regular, una de ellas, y como liberal o adogmática, la otra. Sin embargo, los representantes de la segunda mantienen que su corriente es también plenamente regular, mientras que los de la primera argumentan que la suya es asimismo esencialmente liberal y adogmática. Es imposible establecer un criterio objetivo sobre este tema. Quizá, lo que se puede afirmar es que las diferentes corrientes masónicas no se consideran identificadas con términos como irregular o dogmática. Finalmente, las logias que no se adscriben a los criterios de ninguna de las dos principales corrientes suelen ser denominadas salvajes, si bien ellas prefieren referirse a sí mismas como bajo la bóveda celeste.

Las características de las dos principales corrientes son, en resumen, las siguientes:

Ø  La corriente que se denomina regular está encabezada por la Gran Logia Unida de Inglaterra y a ella se adscriben las principales obediencias, por lo que a número de miembros se refiere, de las Islas Británicas, Estados Unidos, los países de la Commonwealth, Iberoamérica y parte de Europa continental, incluida España. Basándose en su interpretación de la tradición masónica y, en particular, de las Constituciones de Anderson, las Obediencias y Logias de esta línea establecen los siguientes criterios de regularidad:

·         La creencia en Dios o en un Ser Supremo, que puede ser entendido como un principio no dogmático, como un requisito imprescindible a sus miembros.

·         Los juramentos deben realizarse sobre el llamado Volumen de la Ley Sagrada, generalmente la Biblia u otro libro considerado sagrado o símbolo de lo trascendente por el que realiza el juramento. La presencia de este Volumen de la Ley Sagrada, la Escuadra y el Compás son imprescindibles en la Logia.

·         No se reconoce la iniciación masónica femenina ni se acepta el contacto masónico con las Logias que admitan a mujeres entre sus miembros.

·         Están expresamente prohibidas las discusiones sobre política y religión, así como el posicionamiento institucional sobre estos aspectos.

Ø  La corriente que se denomina liberal o adogmática tiene su principal exponente mundial en el Gran Oriente de Francia. Es la principal corriente, por lo que a número de miembros se refiere, en Francia, África francófona y algunos países de Europa continental, y a ella se adscriben muchas obediencias en todo el mundo, en especial en Iberoamérica y Europa continental, incluyendo, en particular, a las Obediencias femeninas y mixtas. No se basa en un estándar de regularidad establecido, sino que mantiene como referente el reconocimiento compartido de unos valores, modelos rituales y organizativos que, por tradición, se consideran esencialmente masónicos. Por este motivo, presenta una mayor variedad de formas concretas de organización, cuyas principales características, que no tienen que darse simultáneamente, son:

·         El principio de libertad absoluta de conciencia. Admite entre sus miembros tanto a creyentes como a ateos y los juramentos pueden realizarse, según las Logias, sobre el Libro de la Ley (las Constituciones de la Orden) o sobre el Volumen de la Ley Sagrada, en ambos casos junto a la Escuadra y el Compás.

·         El reconocimiento del carácter regular de la iniciación femenina. Las Obediencias pueden ser masculinas, mixtas o femeninas.

·         El debate de las ideas y la participación social. Las logias debaten libremente incluso sobre cuestiones relacionadas con la religión o la política, llegando, en determinadas ocasiones, a posicionarse institucionalmente sobre cuestiones relacionadas con esos aspectos.

Gran Arquitecto del Universo

El Gran Arquitecto del Universo, expresado habitualmente con el acrónimo GADU, es un símbolo tradicional en masonería cuyo contenido, interpretación y relevancia varían según la corriente masónica de que se trate.

Para la corriente que generalmente se denomina regular, el GADU representa al Ser Supremo, un principio masónico cuya creencia e invocación en la práctica del rito son imprescindibles. Para la corriente que suele denominarse liberal o adogmática, establecer la condición de la creencia en un Ser Supremo supone limitar la libertad de conciencia de sus miembros, por lo que ni la creencia en el GADU ni su invocación son preceptivas.

Los masones, como individuos, son en todo caso libres de darle el contenido que mejor se ajuste a sus creencias. Como todos los símbolos, proporciona un marco, pero su interpretación concreta corresponde a cada cual.

Muchos francmasones consideran que el símbolo GADU es igual al Dios creador que determina a su voluntad los planes de la existencia. Para otros muchos simboliza la idea de un Principio Creador que está en el origen del Universo, cuya naturaleza es indefinible. Hay por último masones que, prescindiendo de cualquier enfoque trascendente, identifican al GADU con la sublimación del ideal masónico o que lo interpretan desde una perspectiva panteísta o naturalista.

La mujer y la francmasonería

En la Edad Media, las corporaciones de arquitectos y picapedreros estaban integradas, en la gran mayoría de los casos, por hombres. Sin embargo, existen también numerosos ejemplos de la presencia de mujeres en estas organizaciones antecesoras de la masonería moderna. En el siglo XIII era aceptada la pertenencia de mujeres a las cofradías profesionales, como es el caso de las hilanderas, integradas exclusivamente por mujeres, o incluso en profesiones identificadas en aquella época por hombres, como la Guilda (corporación) inglesa de los Carpinteros de Norwich 1375, a la que pertenecían los albañiles de York y se hacía mención a la pertenencia de "hermanos" y "hermanas". Entre los constructores de catedrales es muy significativo el caso de Sabine de Pierrefonds, hija de Hervé de Pierrefonds, más conocido por su nombre germánico de Erwin de Steinbach, constructor principal de la Catedral de Estrasburgo. Sabine esculpió algunas de las notables estatuas de Nôtre Dame de París, y a su vez en tanto que Maestra de Obra, formó aprendices en su oficio. Y es probable que no fuera la única mujer en ser Maestra del Oficio. En los archivos de la Logia de York N° 236, que perteneció a la antigua Gran Logia de toda Inglaterra, existe un manuscrito ritual de 1693 que, refiriéndose al momento de la recepción en la Logia, dice: “Uno de los antiguos toma el Libro, y aquél o aquella que debe ser hecho masón, posa las manos sobre el Libro, y le son dadas las instrucciones.”

Cuando surgió la masonería especulativa, o moderna, en el siglo XVIII, la mujer no estaba ni económica, ni social, ni políticamente emancipada, y en las Constituciones de Anderson de 1723 no se la tiene en cuenta. Pero las mujeres no quisieron permanecer indiferentes a las realizaciones de las asociaciones masónicas. Es así que en Francia, en 1730, sólo 5 años después de la aparición de la masonería especulativa en este país, comienzan a realizar gestiones para ser aceptadas en la Institución. El 10 de junio de 1774, el Gran Oriente de Francia había tomado bajo su protección, en una Asamblea General, la Masonería de Adopción. Se trataba de Logias formadas por mujeres bajo la tutela de los masones varones. El 11 de marzo de 1775, el marqués de Saisseval, ayudado por otros hermanos, forma la Logia “El Candor”. Fue su primera Gran Maestra la Duquesa de Bourbon, a quienes siguieron la Princesa de Lamballe (1780), la Emperatriz Josefina (1805), Madame de Vaudemont (1807), Madame de Villete (1819), amiga personal de Voltaire.

Ya en la segunda mitad del siglo XIX, el 14 de enero de 1882, en la localidad de Pecq (Francia) la Logia “Los Librepensadores” inicia a una escritora y conocida militante a favor de los derechos de la mujer, Marie Deraismes, quien el 4 de abril de 1893 crea, junto al Senador Georges Martin, una logia denominada “Gran Logia Simbólica Escocesa de Francia – Le Droit Humain”. Esta logia será la que dé origen a la Orden Masónica Mixta Internacional "El Derecho Humano”. El Derecho Humano extendió rápidamente su acción en el mundo, y perteneció al mismo Annie Besant, célebre feminista inglesa y secretaria de la Sociedad Fabiana, antecesora del Partido laborista de Inglaterra.

A lo largo del siglo XIX y principios del XX, la Masonería de Adopción fue desapareciendo, transformándose en masonería femenina, especialmente con el surgimiento de la Unión Masónica Femenina de Francia, el 21 de octubre de 1945, que culminó en 1952 con la creación de la Gran Logia Femenina de Francia, que irá extendiendo la masonería integrada por mujeres en el resto de la Europa continental y la América Latina. Todavía algunas organizaciones masónicas masculinas siguen considerando "irregular" la presencia de mujeres en la masonería, si bien hoy existe un alto nivel de integración a partir de la existencia de organizaciones masónicas mixtas o femeninas en la mayoría de los países. Estas organizaciones son, por lo demás, plenamente aceptadas por las obediencias masculinas de la corriente masónica liberal.

Organizaciones e ideologías antimasónicas

Desde su fundación, la masonería ha encontrado la oposición de distintos tipos de actores sociales. Los motivos de esta oposición pueden haberse referido a la Institución masónica en cuando forma de organización, o bien poner el acento en una característica pretendidamente negativa de sus principios filosóficos y valores morales.

En todo caso, la oposición más visible contra la masonería es y ha sido aquella que, proviniendo desde las estructuras próximas al poder, o desde el poder mismo, ha adoptado la forma de su prohibición, anatemización, persecución y castigo.

Una clasificación de las instituciones e ideologías que con mayor contundencia se han opuesto o han atacado a la masonería puede ser la siguiente:

Ø  Poderes religiosos:

·         La Iglesia Católica (encíclicas In Eminenti, del Papa Clemente XII; y Humanum Genus del Papa León XIII, entre otras).

·         Integrismo Islámico (Irán de Jomeini)

Ø  Poderes políticos:

·         Monarquías absolutistas: el Zar Alejandro I, los monarcas españoles, Carlos III, Felipe V, Fernando VI y Fernando VII.

·         Las dictaduras de derechas: Primo de Rivera, Hitler, Franco, Salazar, Mussolini, el régimen de Vichy.

·         Las dictaduras de izquierdas: la Unión Soviética (Tercer Congreso de la Internacional Socialista 1921) y todos los países comunistas excepto Cuba, que no ilegalizó la francmasonería debido a que el Padre de la Patria José Martí era masón. Sin embargo, en Miami está localizada la Gran Logia de Cuba en el exilio.

Simbología francmasónica

La simbología (del griego symbolon = símbolo, y logos = tratado), es la rama del conocimiento que realiza el estudio del conjunto o sistema de símbolos y constituye parte especializada de la semiología, ciencia que realiza el estudio de los símbolos en el seno de la vida social...

Generalmente se entiende por símbolo a la imagen con la que física o verbalmente se representa un concepto moral o intelectual, debiendo diferenciarse los signos de los símbolos. Los primeros "significan", es decir sirven como meros referentes o imágenes de una cosa; mientras los segundos, a más de significar, "simbolizan", es decir que trasmiten un mensaje que constituye la idea simbolizada por el símbolo, mensaje que constituye su simbolismo.

La Simbología Masónica 

Por tanto, si tenemos un símbolo masónico, el cual tiene un significado y además nos trae un mensaje, que es su simbolismo, es obvio suponer que hay un destinatario del mensaje y también un emisor del mensaje. Pero también podemos darnos cuenta de que hay un lenguaje o sistema de interpretación, comprensible tanto para el emisor como para el receptor de este mensaje, el cual constituye una especie de clave o código de interpretación, y que este sistema o lenguaje responde a una concepción, creencia, filosofía o ideología. Por último, no podemos dejar a un lado el acto psicológico de simbolizar o el de interpretar el simbolismo de un símbolo...

Parte específica de la simbología general es la simbología francmasónica, la cual centra sus estudios en un conjunto de símbolos basados, fundamentalmente, en los instrumentos de la albañilería tradicional.

La importancia del Símbolo en Masonería y su función

La importancia de la simbología francmasónica estriba en que ella constituye elemento esencial de la francmasonería, ya que otorga a ésta tanto su lenguaje, como su metodología docente, e incluso es vehículo de sus doctrinas.

Así, los símbolos otorgan a los miembros de la francmasonería un lenguaje particular, que tiene expresiones que solo los francmasones pueden comprenderlas a plenitud. Por otra parte, los símbolos constituyen mecanismos educativos que permiten el conocimiento de las doctrinas masónicas, por lo que suele decirse que éstas no están escritas sino contenidas en los símbolos, lo que les confiere la posibilidad de su permanencia y actualidad.

Resulta especialmente relevante el que los símbolos tienen, al interior de los distintos ritos francmasónicos, un doble sistema de decodificación: el uno, basado en la tradición, ha dado a cada uno de los símbolos y al conjunto de los mismos, determinados significados que constituyen una suma de mensajes-enseñanza tradicionales; el otro es la libre especulación filosófica, basada en el ejercicio de la racionalidad y la libertad humanas para la interpretación de los símbolos.

En ambos casos, los símbolos masónicos, como los símbolos en general, cumplen una función comunicadora de ideas por medio de mensajes visuales. El receptor del mensaje simbólico debe decodificarlo, es decir reconstruir su sentido, o darle uno, lo que supone el conocimiento del código o hermenéutica utilizados, es decir del sistema de convenciones socializadas que sirve para interpretar un sistema de símbolos, lo que suele implicar un acuerdo social respecto de la asignación, más o menos detallada, de un significado a un significante, lo que constituye un proceso en constante evolución.

Considerando esto, muchas tradiciones masónicas constituyen códigos de interpretación rígidos y detallados, generalmente cargados de elementos morales, esotéricos y religiosos; mientras la filosofía es una hermenéutica, o código más débil y menos detallado, que permite la libre interpretación simbólica, desde una perspectiva ética y humanista, considerando factores socio-económicos, culturales y personales, que influencian en dicha interpretación.

Además, cabe destacar que la simbología francmasónica ha sido, desde tiempos inmemoriales, una simbología aplicada, que con métodos tradicionales ha producido similares efectos, especialmente sicológicos y conductuales, a los que actualmente obtiene la comunicación televisiva y publicitaria: la influencia en las actuaciones de los seres humanos. Sus diferencias básicas estriban en la tecnología utilizada y, fundamentalmente, en sus objetivos, ya que la programación televisiva y la publicidad están supeditadas a fines de orden comercial, crematísticos, propios de la sociedad de consumo, mientras la francmasonería pretende el mejoramiento ético-moral del ser humano, considerado individualmente, y de la humanidad en su conjunto, desde una perspectiva idealista, en el sentido que Ingenieros dio a éste término.

Vistas las cosas, ya no desde la mira científica de la semiología, sino desde la mira vivencial de la francmasonería, la simbología masónica se ha centrado en el cumplimiento de su función semántica, facilitando a los francmasones el simbolismo o significado de los símbolos masónicos, ya desde la visión de la tradición masónica, ya desde la visión de la especulación filosófica, en la que aún tiene gran influencia el pensamiento dieciochesco y decimonónico.

Puede decirse que la parte más estudiada de la simbología masónica es la semántica masónica, o significado de los símbolos de la construcción, llamado simbolismo masónico, el cual está basado fundamentalmente en la idea de la construcción de un templo simbólico, con variaciones interpretativas de conformidad con los ritos y del grado masónico de que se trate.

Por último, puede afirmarse que, como los elementos visuales y aún rituales, presentes en la masonería, se refieren a símbolos, prácticamente todo lo que sucede en ella tiene carácter simbólico, con un propósito docente.

 Simbolismo masónico 

El simbolismo es una parte de la Simbología que se preocupa de la semántica de los símbolos, por lo que tiene a su cargo el estudio del significado de los mismos.

La forma tradicional de estudiar el simbolismo masónico, exclusivamente a manera de un glosario de significados de símbolos aislados, que tienen una misma e invariable interpretación que se transmite de maestro a discípulo desde tiempos remotos, supone el alejamiento de la masonería de la cambiante realidad social.

Pero si se estudian los símbolos como parte de conjuntos simbólicos, es decir contextualizados respecto de su entorno temporal y espacial, a la luz de la ciencia y la filosofía, y en especial de la semiología y de la historia, se puede tener una comprensión más cabal de los mensajes que se trasmiten, de los emisores de los mismos, de la sociedad en que fueron emitidos y de la validez y aplicabilidad actual de dichos mensajes.

Desde esta perspectiva, estudiar el simbolismo implica no solo conocer el lenguaje masónico y actualizar permanentemente su doctrina, sino que además sirve para conocer una forma de influencia de los mensajes subliminales en el comportamiento de los seres humanos. Por esto es importante desentrañar esos mensajes, ser sujetos de su interpretación crítica y no solo receptores pasivos.

De entre los varios conjuntos simbólicos que se pueden estudiar, caben destacarse el simbolismo iniciático, el simbolismo del tallado de la piedra, el simbolismo de la luz y de las luces y el simbolismo del templo, que tienen distintas interpretaciones, de conformidad con el código o hermenéutica utilizado por los distintos ritos, y a la final por cada francmasón o francmasona en particular.